En Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México, se enfrentan dos formas de gobierno. Este enfrentamiento por el poder en la región norte de Oaxaca ya ha tenido varios episodios violentos.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
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En Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México, se enfrentan dos formas de gobierno. Este enfrentamiento por el poder en la región norte de Oaxaca ya ha tenido varios episodios violentos.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
En Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México, se enfrentan dos formas de gobierno. Este enfrentamiento por el poder en la región norte de Oaxaca ya ha tenido varios episodios violentos.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
En Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México, se enfrentan dos formas de gobierno. Este enfrentamiento por el poder en la región norte de Oaxaca ya ha tenido varios episodios violentos.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
En Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México, se enfrentan dos formas de gobierno. Este enfrentamiento por el poder en la región norte de Oaxaca ya ha tenido varios episodios violentos.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
La mañana refulge azulada y fresca en la Sierra Mazateca, al norte del estado de Oaxaca. El encuentro clandestino acontece en una ranchería del municipio boscoso de Eloxochitlán de Flores Magón, cuna de Ricardo Flores Magón, el anarquista más legendario de la historia de México. En el cuarto de adobe, una treintena de cafeticultores converge en secrecía con Marcelino Miramón, su líder en la cooperativa Unión de Cafeticultores de Eloxochitlán. La policía lo busca desde hace más de tres años, acusado de daño por incendio, delito presuntamente cometido el 14 de diciembre de 2014, cuando estalló el largo conflicto entre integrantes de la Asamblea Comunitaria y el poder caciquil de la familia Zepeda, que ostenta el control político del lugar desde 2010. La cooperativa es parte de la Asamblea mazateca regida por usos y costumbres. Esa mañana son mayoría las mujeres de edad, monolingües, forjadas por la dura cotidianidad. Algunas caminaron por una, dos o tres horas desde lejanos caseríos dispersos en la cordillera. Un puñado de hombres está en la puerta, atento a presencias ajenas. En esta ocasión, sin embargo, la reunión es urgente por otra amenaza, ésta microscópica. Miramón le consiguió a su grupo matas de café para aliviar la devastación de la roya, el hongo despiadado que aniquila sus plantíos de grano arábigo.
La reunión deviene en entrevista colectiva sobre los abusos de la familia de Manuel Zepeda Cortés, presidente municipal en el periodo de 2011 al 2013, y de su hija, Elisa Zepeda Lagunas, que lo secundó de 2017 a 2018. Elisa es ahora presidenta de la Comisión Permanente de Administración y Procuración de Justicia del Congreso de Oaxaca, arropada por Morena, Partido que arrolló en las elecciones de 2018, en coalición con Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (NA), con el triunfo señero de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia.
“La policía me busca, mi vida ya no es normal, es de persecución”, manifiesta el líder cafeticultor. Asegura que también lo acusan de un delito fabricado. El futuro de la organización que encabeza, con nueve años de trabajo y 120 cafeticultores, depende de su libertad.
El indígena de cuerpo macizo finaliza el encuentro. Camina con apremio a su refugio. Recorre los cerros por veredas escarpadas. Cruza por caseríos pauperizados rodeados de cafetales enfermos. Culmina su periplo sin agitarse. “Flores Magón no fue como los Zepeda, que persiguen a sus propios paisanos”, expresa indignado. La Tercera Sala Penal del poder judicial del estado dio por prescrito el delito que se le imputa, pero el juzgado de Huautla de Jiménez, según su abogado Daniel Sosa, está coludido con los Zepeda, y no aceptó la resolución, violando así su debido proceso.
Vista de la cima de una cordillera montañosa en la que viven las comunidades indígenas.
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En Eloxochitlán se enfrentan dos formas de gobierno. Uno es el modelo autonómico de la Asamblea Comunitaria, que elige a sus autoridades por medio del sistema indígena de usos y costumbres. Abreva de la memoria de los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón, los héroes incómodos de la Revolución mexicana por su combatividad a las estructuras de poder centralizadas y autoritarias. Aquí su legado no es necesariamente ideológico, es más bien simbólico, ciertamente mítico, legitimador. También abreva de la lucha magisterial de los años ochenta y noventa. El modelo contrario, al que se enfrenta la Asamblea Comunitaria, representado por la familia Zepeda, es un cacicazgo que recurre al mismo sistema tradicional, pero busca el control del gobierno apoyado por partidos políticos.
La tensión entre los dos modelos estalló con violencia por una serie de bruscos acontecimientos. El primero de ellos ocurrió el 24 de noviembre de 2014, cuando Zepeda tomó el Palacio Municipal con violencia. Alfredo Bolaños se desempeñaba como presidente municipal, y Miramón, como regidor. Ese día finalizaba el plazo, fijado por la Auditoría Superior del Estado de Oaxaca, para la comprobación o reintegración de una asignación federal al municipio de 20 millones 500 mil pesos, no justificada por el gobierno anterior, del mismo Zepeda.
Por si fuera poco, tres semanas después, la Asamblea Comunitaria se reunía para elegir un alcalde (autoridad agraria distinta del presidente municipal). En el clima de aguda tensión provocada por la usurpación del Palacio, un grupo de Zepeda tiroteó a la asamblea. Hubo seis heridos de bala, de acuerdo con el abogado Sosa. Ese ataque, sumado al anterior, colmó los ánimos. Se desataron trifulcas. Los agredidos quemaron viviendas de los Zepeda y golpearon a su esposa, su hija, su hijo y uno de los hombres armados que tomaron el Palacio. Los dos últimos resultaron muertos.
A raíz de estos hechos, la familia Zepeda inició una infatigable persecución legal. Señaló por daños, homicidio y tentativa de homicidio a 40 integrantes de la Asamblea, entre los que estaba el cabildo y las mujeres y hombres con liderazgo barrial. Hay algunos en la clandestinidad, como Miramón, con órdenes de aprehensión pendientes. Son decenas los casos de desplazamiento. Ocho están en prisión, acusados de homicidio calificado de los dos hombres muertos o tentativa de homicidio de las dos mujeres agredidas. Los ocho se dicen inocentes, y se asumen como presos políticos. En esa calidad, a instancias de la senadora Nestora Salgado, se integraron a la lista de 199 candidatos a amnistía del gobierno de López Obrador.
Para la familia Zepeda, por el contrario, son criminales del fuero común. La legisladora, una millennial de 35 años que ha logrado posicionar su versión mediáticamente, no ve nada de magonista en la Asamblea Comunitaria: “Es un remanente del PRI ”, dice. Niega que su padre haya malversado fondos municipales y, sobre los posibles amnistiados, asevera: “¿Cómo van a ser presos políticos, si asesinaron a dos personas?”.
En contraste, Diego Flores Magón, descendiente de los célebres hermanos, apoya la liberación de los presos de la Asamblea. Su encarcelamiento no puede convivir con la iniciativa de renombrar a la Sierra Mazateca de Flores Magón, como ha propuesto el presidente López Obrador.
“Ricardo fue un preso político toda su vida, lo mató la prisión”, exclama. “Es natural y deseable que el cambio del nombre de la Sierra se corone con la liberación de esos presos políticos, que guardan comunidad de origen con el mismo Ricardo, el preso político por antonomasia”.
Entre los presos, Miguel Ángel Peralta Betanzos, el joven antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue el primero en recibir sentencia: 50 años de cárcel en el otoño de 2018. Las nuevas autoridades federales y estatales, sin embargo, revisan los ocho casos, y es posible la libertad por la vía de la amnistía o por la jurídica. El primero de marzo de 2019, cuatro de los ocho presos fueron absueltos del delito de homicidio calificado, pero no del de tentativa.
La Asamblea Comunitaria, en la que la participación de las mujeres es fundamental, ha retomado el legado de Ricardo Flores Magón.
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La Sierra Mazateca —colindante con Puebla— es un territorio de belleza abrupta y exuberante. Posee elevaciones montañosas con microrregiones de selva seca y bosques con encinos entre los que hay afluentes hídricos. La historia del arraigo de los Flores Magón en este suelo es poco conocida. Aquí nació su padre, Teodoro Flores, en Mazatlán Villa de Flores, y los tres hijos que tuvo con la poblana Margarita Magón, su segunda cónyuge: Jesús, en San Juan Coyaltepec (1872); Ricardo, en Eloxochitlán (1874); y Enrique, en Teotitlán del Camino (1877).
Diego Flores Magón hurgó en el archivo inédito de sus ancestros y reveló una historia desmitificadora e íntima de su vida en la Mazateca. Expuso una parte en la exposición “Anarquistas. Libros, Regeneración y Revolución de los Flores Magón” recién exhibida en el Museo Nacional de la Revolución de la capital mexicana. Relata que Teodoro fue indígena, aunque no se sabe si mazateca o nahua. Fue un militar combatiente del lado liberal en la Guerra de Reforma y también enfrentó la invasión del ejército francés en la zona. En 1866 emboscó en Huautla a un grupo traidor aliado a los franceses. La reacción fue brutal: mataron a su primera esposa, a su padre, quemaron su casa y sus documentos del servicio militar, lo que le impidió después obtener su pensión. “Teodoro quedó en la más absoluta pobreza y con cinco hijos”, detalla.
Durante esa guerra fatídica el militar conoció a Margarita. No se casaron. Jesús, Ricardo y Enrique fueron sus hijos naturales. En 1877, 11 años después del ataque, Teodoro fue indemnizado con 2 500 hectáreas al oeste de Mazatlán, que heredó a su primogénito, Aniceto. El curador dice que si bien Enrique escribió que esas tierras eran comunales, en realidad fueron propiedad privada, arrendadas a un centenar de familias campesinas, pero los ingresos eran ínfimos. Teodoro y su nueva familia partieron a la Ciudad de México siendo Ricardo un niño de tres años. Sin embargo, los lazos con Oaxaca fueron alimentados por los retornos gozosos, la parentela, las amistades, los intereses agrícolas y comerciales. A los 25 años, Ricardo vivió en Amapa, Tuxtepec, a las faldas de la Mazateca que limitan con Veracruz. Asociado con un amigo echó a andar la compañía Siordia y Flores Magón, que comercializó hielo entre productores de fruta. Este periodo el joven constató a su vez el trato despiadado a los peones en los plantíos tabacaleros de la región vecina de Valle Nacional. En mayo de 1900, según el historiador Jacinto Barrera, regresó a la capital mexicana, y tres meses después fundó el periódico Regeneración, bajo la dirección de su hermano Jesús, en plena dictadura de Porfirio Díaz.
El magonismo nació a principios del siglo XX como un movimiento social revolucionario que tuvo una ideología radical, una estructura social acuerpada en el Partido Liberal Mexicano (PLM), un periódico con gran difusión, y recurrió a acciones armadas para enfrentar al porfiriato, recapitula el antropólogo anarquista Benjamín Maldonado en su libro Magonismo y vida comunal mesoamericana. Apunta que fue la única expresión de la Revolución mexicana nutrida de la vida comunal indígena para reconstruir a la nación. Diego Flores Magón coincide. Explica que Piotr Kropotkin fue el pensador anarquista más influyente en los hermanos. El ruso sostuvo que en el siglo xix, durante el ascenso del capitalismo individualista, eran destruidas las instituciones antiguas en las que el principio de la comunalidad o de ayuda mutua eran primordiales. Las leyes de desamortización de Miguel Lerdo de Tejada, a mediados del siglo XIX, atentaron contra las propiedades eclesiales y comunales indígenas. No obstante, en Oaxaca, en virtud de la resistencia del gobernador Benito Juárez, se logró preservar parte de esta organización de la propiedad. Ahí, especifica su descendiente, está pues la clave del magonismo: “En la propiedad comunal, la ayuda mutua, y la idea de que este modelo y estos valores no son arcaicos, son para el futuro”.
Ricardo falleció a los 49 años. Maldonado escribió que 13 de éstos vivió recluido en nueve cárceles diferentes de México y Estados Unidos a causa de “una vida de intensa lucha y agitación”. En 1921, un año antes de su muerte, Ricardo escribió una carta a la periodista Ellen White desde su prisión en Leavenworth, Kansas, en la que surge la imagen de la Mazateca como un ideal al que aspirar: “Soy un hombre silvestre, un hijo de la Naturaleza, y por eso resiento toda agresión contra mi libertad. Mi espíritu sigue animado por el aliento de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, un aliento inmaculado”.
Invitación a una de las asambleas comunitarias, luego de la persecución y el encarcelamiento de varios de sus miembros, quienes todavía permanecen presos.
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Una estatua de Ricardo Flores Magón de yeso da la bienvenida a la cabecera municipal de Eloxochitlán, en la que viven 800 personas —de 4 000 del pequeño municipio— diseminadas entre cañadas y cerros. Alza en su mano un ejemplar tieso de Regeneración. Una réplica de la estatua está en el parque central del pueblo, a unos metros de un busto del mismo personaje de cabello alborotado y carácter desafiante. El Palacio ostenta una copia de su acta de nacimiento enmarcada. Una escultura oxidada recrea su rostro a la entrada del viejo panteón municipal. La biblioteca municipal lleva su nombre, así como el internado indígena de nivel primario, la base de taxis. Pero su fantasma pervive en particular en un espacio de interacción política.
El mediodía del 20 de enero no hay luz diurna. Impera una atmósfera brumosa aderezada por una llovizna gélida. El encuentro tiene lugar en el galerón de la organización Tierra Fértil. Asisten 150 personas de los barrios montañosos. La manta ornamentada con flores de papel anuncia: “Asamblea Comunitaria Ricardo Flores Magón”. Cuatro años después de los hechos de violencia, se reconfiguró de nuevo. La noticia en diciembre de la posible amnistía a sus presos generó que el primero de enero de 2019 una muchedumbre saliera de sus escondites y coreara sus nombres: Alfredo Bolaños Pacheco, presidente municipal en 2014, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Bonfil Avendaño, Omar Hugo Morales Álvarez, Fernando Gavito Martínez, Francisco Durán, Isaías Gallardo Álvarez y Miguel Ángel Peralta. Ahora una mayoría de mujeres adultas y monolingües ocupan el sillerío. Los hombres están en la parte trasera y en los costados. La sesión es en mazateco. Las mujeres familiares de los presos informan de su encuentro con la senadora en la capital mexicana. La audiencia escucha expectante.
Luego entrevisto a varias señoras con la ayuda de una tendera bilingüe. Una externa que un tiempo, durante las misas, los Zepeda pusieron policías afuera de la iglesia como si ellas fueran violentas. Les pregunto si tienen miedo. La enfermera Martha Betanzos Fuentes, madre del antropólogo preso, manifiesta: “Antes teníamos miedo, ahora lo vamos perdiendo”.
El miedo tiene que ver con las ausencias de activistas comunitarios que están o estuvieron presos o tienen órdenes de aprehensión. Entre los encarcelados está el citado profesor Jaime Betanzos, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas Marginadas, magonista y principal adversario de la familia Zepeda, y el mencionado antropólogo, que fue parte de la extinta Radio Comunitaria Nguixo. Tras ser desplazadas, se revocó la orden de aprehensión que pendía sobre la profesora jubilada Eusebia Zepeda Cortés, esposa de Betanzos; Alicia Ordaz, extitular de la oficina local de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y esposa de Bolaños; y la mencionada Martha Betanzos, también hermana de Jaime. Hay de igual forma gente en la clandestinidad, como Braulio Cerqueda, presidente de padres de familia de la escuela primaria, y Miramón.
Cuatro ancianos de la Junta histórica portan calzón de manta y huaraches. La Junta tuvo un complejo sistema de cargos obligatorios para todos los hombres a partir de los 14 o 15 años para poder ser elegidos como autoridades en su adultez. Primero, ellos fueron mensajeros, llamados “topiles”, luego “tequiclatos”: tocaban el caracol durante las faenas colectivas; siguieron como policías comunitarios, y después fueron “regidores” e hicieron labores diversas. Las mujeres no tenían voz. Pero Raúl Betanzos, hermano de Jaime, dice que en su gestión como presidente municipal, de 1993 a 1995, impulsó la participación de las mujeres, con el acompañamiento del mencionado Benjamín Maldonado y de su organización, llamada Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (campo). Así, las mujeres crearon el grupo Margarita Magón, que combatió el alcoholismo y creó tortillerías. Indago qué les significa la figura del revolucionario. Una estudiante dice que lo dibujaron en la escuela. Un hombre trae de su casa una revista con su historia. Otro explica que es el señor hecho estatua. Una veinteañera se me acerca. “No sé mucho de Ricardo Flores Magón”, revela en español y cambia el tema. “La Asamblea no está completa, está escondida, la gente tiene miedo, hay muchos desplazados, los tienen amenazados y yo soy hija de uno de ellos”.
Elisa Zepeda, hija de Manuel Zepeda, es actualmente diputada local y presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de Oaxaca.
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Manuel Zepeda cruza el comedor de su restaurante con una carpeta en la mano. A unos metros, las truchas travesean en sus estanques sin saber que están en el menú. Su restaurante comparte el terreno con su vivienda y con maquinaria de su negocio de construcción. El profesor jubilado toma asiento y reiniciamos la entrevista. Ya antes había dicho, dolorido, que en este lugar Jaime Betanzos y los suyos “de tanto golpe mataron a mi hijo” ese 14 de diciembre de 2014. Ahora pone sobre la mesa fotografías de gente herida, víctimas, también, según afirma, de Betanzos. Lo define como un cacique político rijoso que ha cerrado carreteras; tomado el Palacio, la clínica, las escuelas; que orinó una vez en la cara de varios regidores y se disparó a sí mismo, explica, con tal de controlar las presidencias municipales desde 1999 hasta el fin de su gestión en 2013. Dice que lo sigue un grupo sin representatividad.
—Ellos no pueden llamarse Asamblea Comunitaria, un puñadito de gente, y con los antecedentes penales que tienen —enfatiza—. Pero, dentro del magonismo de Jaime, siempre se asumen “Asamblea Comunitaria”.
—¿Usted es magonista? —inquiero, y fugazmente sostiene la mirada.
—Yo no me asumo magonista —asoma en su rostro una sonrisa de ironía—. Yo digo que aquí nació Ricardo Flores Magón, y le guardo admiración, pero no soy magonista.
Le pregunto qué líderes locales tienen representatividad. Pronuncia un solo nombre: “Eleazar Hernández Ordaz”. Este panadero de 77 años es descendiente del cacicazgo que sojuzgó a Eloxochitlán buena parte del siglo xx a través de la venta de aguardiente, el aparato del PRI y la violencia contra campesinos, profesores, colectivos y autoridades indígenas. Hernández relata que su abuelo fue un general mestizo de Puebla que llegó a Eloxochitlán en 1860, y que conoció a los Flores Magón. Conformó una familia privilegiada en la Mazateca: hablaba español, aprendió el mazateco, sabía leer y escribir. Dice que su familia fue el enlace del gobierno con 19 municipios indígenas vecinos. En Eloxochitlán sus descendientes marginaron a las autoridades tradicionales y fueron ediles que se rolaban el puesto, cargo que él no pudo obtener. Primero, porque el cacicazgo fue resquebrajado por rencillas familiares. Recuerda: “En 1953 matan a mi papá, fue por medio de la política, y el pueblo se descontroló”. Luego, por la lucha magisterial.
Eusebia, la esposa de Jaime Betanzos, conoce bien esta historia. En una población tan chiquita, las parentelas se vuelven paradójicas. Eusebia es también hermana del mismo Manuel Zepeda. En su familia, los Zepeda, está el primer antecedente del activismo magonista local. La profesora Eusebia narra que fueron siete hermanos de una familia campesina. Ella fue la única mujer, mayor que Manuel. Dice que su tío, el profesor Francisco Zepeda Rosete, fue el primer profesionista del pueblo, en los años cincuenta. Estudió a escondidas, porque los Hernández, la familia de Eleazar, “lo estuvieron persiguiendo para matarlo”. Para los Hernández, Francisco era una amenaza. Los pistoleros de los Hernández habían obstaculizado la construcción del internado indígena en los años sesenta, y Francisco intervino para que un destacamento militar la resguardara. Visitaba el pueblo en las vacaciones, y creó el Grupo Sociocultural Ricardo Flores Magón en 1968. Raúl Betanzos explica, por su lado, que, en 1993, él y su hermano Jaime organizaron la primera visita a la Rotonda de los Personas Ilustres de la capital mexicana, donde están los restos del personaje, para honrarlo.
Manuel Zepeda no se involucró en las actividades magonistas, señala su hermana. “Nos decía: ‘Cómo les gusta perder el tiempo’”. Optó por otros senderos. Cuando era normalista “consumió drogas y se hizo violento” y al visitarlos “agredía a mi mamá”. Manuel admite que fue “tomador”. La Asamblea eligió a Jaime Betanzos como edil de 2005 a 2007. Más tarde, Manuel procuró y consiguió el cargo, gracias a una campaña de difamación de la gestión de Jaime, y gobernó enriqueciéndose, según Eusebia: “Compró maquinaria, y mandaba hacer obra, y él se compraba el material, a su gusto”. Dice que, aliado con Eleazar Hernández, marginó a las autoridades tradicionales, y golpeó a la Asamblea: mandaba apedrear las faenas colectivas; torturó y logró el encarcelamiento de Pedro Peralta, padre de Miguel (el antropólogo preso), y lideró, en persona, un ataque armado nocturno —a balazos, con gases lacrimógenos y palos— a una caravana que se dirigía, en autobús, a la Ciudad de México para conmemorar el aniversario luctuoso del anarquista (el 20 de noviembre de 2012), acompañado de Gilberto Betanzos, yerno de Eleazar Hernández, y otros. Eusebia dice que hirieron gravemente a su esposo Jaime y al periodista Fernando Palacios, director de la revista Ruta 135. Al primero le dieron un machetazo en la cabeza, le fracturaron una mano y le dieron un rozón de bala: “Pudo escapar lanzándose al río”, puntualiza.
Antes las mujeres se sentaban al fondo del reciente donde se llevaban a cabo las asambleas, sin embargo, poco a poco han ido cambiando de posición y ahora se encuentran al frente.
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Elisa Zepeda abandona el salón de sesiones del Congreso oaxaqueño —que tiene en su muro principal el nombre de Ricardo Flores Magón con letras doradas, junto al de otros personajes legendarios del estado—. La presidenta de la comisión de Procuración de Justicia camina con paso resuelto. Forma parte de la histórica lxiv legislatura que representa el maremágnum generado por la coalición de López Obrador: obtuvo 33 de los 42 escaños. Ella es una de las diputadas más jóvenes y, sin duda, la más célebre. Llamó la atención pública tras asegurar que en 2014 fue víctima de una brutal violencia de género que buscó truncar su carrera política. La prensa difunde su palabra sin investigar ni incluir contrapesos. Legisladores de su bancada se pronuncian contra resoluciones judiciales que la desfavorecen, y la onu Mujeres la lleva a foros internacionales.
La treintañera acepta que la entrevista sea videograbada en su cubículo. Narra con soltura que estudió acuicultura y su primer empleo lo obtuvo en 2007 como técnica para el desarrollo municipal en la gestión de Jaime Betanzos. Le critica haber usado al emblemático anarquista con fines manipuladores y apremia a su genuina reivindicación.
—¿Usted se asume como anarquista? —me da curiosidad saber qué opina sobre el pensamiento antiautoritario y autogestivo de los Flores Magón. Inhala antes de contestar.
—Anarquista en el sentido de que el gobierno lo puedo ejercer yo misma; tengo que aprender a gobernar mis propios sentimientos, mis propias conductas, para no perjudicar a los demás.
Su autovaloración es significativa. Ella ganó 42% de los votos de su distrito 04, integrado por 41 municipios, pero perdió en Eloxochitlán: obtuvo 573 votos, mientras su contrincante, la priísta Lizbeth Concha Ojeda, 727. La abogada Argelia Betanzos, hija de Jaime, dice que Elisa perdió en su municipio por su manipulación mediática de los hechos de 2014: “La Asamblea reaccionó en una actitud de defensa, a lo mejor de venganza, pero otra cosa es lo que se planteó en los expedientes, fabricando delitos muy graves”.
En el expediente penal 02/2015, Elisa Zepeda declaró que el 14 de diciembre de 2014, el día de los hechos de violencia en el pueblo, sufrió una golpiza colectiva con palos, patadas y un golpe de escopeta en el rostro, por parte de 34 personas, entre ellas, seis mujeres, en el parque central, y luego otra, en su domicilio. Declaró además que atestiguó agresiones a su madre Magdalena Lagunas Ceballos, a su hermano Manuel Zepeda Lagunas y al guardia Gustavo Estrada Andrade. Los dos últimos resultaron muertos.
Argelia Betanzos muestra evidencias documentales que desmienten a la diputada. En sus declaraciones, Elisa omite decir que su padre, Manuel, había tomado violentamente la presidencia encabezada por Alfredo Bolaños, precisamente el día que vencía el plazo para que el primero justificara recursos presupuestales de su gestión. El mismo Bolaños hizo constar lo anterior en un oficio al secretario de gobierno del estado, Alfonso Gómez Sandoval: “Quiero hacer mención que fui golpeado por el señor Manuel Zepeda Cortés y sus acompañantes en diversas ocasiones”, escribió.
Bolaños y su Cabildo informaron a su vez al gobierno del estado que el gobierno municipal se instalaría fuera de Palacio —que estaba tomado. Tres semanas después, cuando la Asamblea se disponía a elegir una autoridad agraria, según usos y costumbres de la comunidad, se verificó la agresión armada por gente de los Zepeda, con saldo de seis personas heridas, cuenta la abogada—. El ataque devino en un enfrentamiento entre ambas partes, tanto en los alrededores del parque central como en el domicilio de la familia Zepeda. Argelia Betanzos dice que, en la riña, el hermano de la diputada fue detenido en portación de arma de fuego, y entregado con vida al Ministerio Público de Huautla, y que murió en resguardo de la autoridad judicial. Elisa Zepeda ha dicho a los medios de comunicación que su hermano fue “torturado” en el parque. Su necropsia registra que murió de traumatismo craneal.
Pese a la gravedad de las agresiones de las que Elisa Zepeda sostiene haber sido víctima, tardó tres años en ratificarlas, y no por su propia iniciativa, sino a instancias de la parte acusada, el 22 de septiembre de 2017. El abogado Daniel Sosa estuvo presente en el interrogatorio, y detalla: “Ella no individualizó la conducta de cada uno de los imputados que directamente señaló, y cuando ya no encontraba qué decir, soltó el llanto, para evitar la presión”.
En la videoentrevista que le hice, Elisa Zepeda lloró. Además, contradijo la declaración de su padre, testigo central en su alegato ministerial. Dijo que Manuel no estuvo en el lugar donde ocurrieron las agresiones a su persona, a su madre y a su hermano, por las que acusa a los ocho imputados. “Mi papá no estaba… cuando le dicen ‘agarraron a tu hermano’, él se va por la vereda, y mi papá salva su vida por eso”. Sin embargo, en su testimonio, Manuel declaró (expediente 2/2015): “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo”. Hay más, palabra por palabra, declaró: “Me percaté que a mi hija, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo, que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de mi esposa Magdalena Lagunas Ceballos”. Eleazar Hernández, el viejo protector de los Zepeda, testificó, con la sola modificación del sujeto verbal: “Nos percatamos que a Elisa, la persona de nombre Jaime Betanzos Fuentes, la golpeó con un palo que portaba en su mano derecha, pegándole en la cabeza, en tanto que Jaime Jacob Betanzos Zepeda y Alfredo Bolaños Pacheco golpeaban con unos tubos, que llevaban en sus manos derechas, la cabeza de Magdalena Lagunas Ceballos”.
La precariedad es una de las características más visibles en las casas de los indígenas mazatecos. Ésta es la habitación de uno de los líderes cafeteros.
En el penal de Cuicatlán, a cuatro horas de distancia en auto de Eloxochitlán, Miguel Ángel Peralta espanta con su mano a los chaquistes, los mosquitos que, avivados por el calor, hacen de su reclusión un infierno que cumple cuatro años. La cárcel concentra alrededor de 200 presos indígenas en su mayoría, mazatecos cerca de la mitad. Muchos de ellos se afanan, afuera de sus celdas, en el tejido de bolsas con tiritas coloridas de plástico que intermediarios venderán en los tianguis o en las boutiques. El antropólogo es el único de los ocho presos que está aquí encarcelado. Los otros siete están en el penal de Ixcotel, en la capital oaxaqueña. Y si bien él simpatiza con el magonismo, ideológicamente se asume como un anarquista seguidor de clásicos como el italiano Errico Malatesta y la lituana Emma Goldman. El antropólogo recapitula cómo vivió en su pueblo el cacicazgo de los Hernández y los Zepeda y las experiencias comunales que los han enfrentado. Dice que logró escapar del autobús atacado por Manuel Zepeda que iba a la Rotonda. Que su padre, Pedro Peralta, fue torturado por apoyar la exigencia de la Asamblea ante el Tribunal Electoral estatal para que Zepeda, entonces edil, integrara a las autoridades tradicionales a su cabildo. Su padre fue incriminado falsamente por posesión de arma de fuego y estuvo preso tres años, agrega.
El joven de 34 años, como dije antes, es el único de los ocho presos que ha sido sentenciado. Le dieron 50 años acusado del homicidio de Manuel Zepeda hijo y de la tentativa de homicidio de Elisa Zepeda.
—¿Qué pasó en Eloxochitlán el 14 de diciembre de 2014? —le pregunto. Fungía entonces como secretario del edil Alberto Bolaños.
—No estuve —responde—. Me habían asignado ir a comprar juguetes para la Navidad, y estaba en la Ciudad de México.
Jaime Betanzos, según su hermano Raúl, tampoco estuvo en el desarrollo de los acontecimientos. Ante los primeros disparos, socorrió a un joven herido: lo llevó en un vehículo a un hospital de Huautla para que fuera atendido. “Jaime no estuvo”, indica. Tampoco Brígida Bautista Guerrero, gestora voluntaria de los programas de los adultos mayores. Fue la única de las seis mujeres señaladas por Elisa Zepeda que permaneció en el pueblo, a pesar de tener una orden de aprehensión en su contra. Dice que se confió, porque el día de los hechos no puso pie en la Asamblea, estuvo en su casa, con su familia. La detuvieron el 22 de octubre de 2015, y estuvo presa un año y un mes, y salió “cuando comprobaron mi inocencia”.
Daniel Sosa, abogado de la Asamblea ya referido, puntualiza que la acreditación de la no responsabilidad y las diversas irregularidades posibilitaron que ocho personas salieran libres y a ocho más se les nulificara la orden de aprehensión. Su último logro se registró en marzo. Quien fuera presidente municipal, Alfredo Bolaños, fue absuelto de la tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda, pero aún no de la acusación de homicidio. Una semana después, otros cuatro de los ocho presos fueron absueltos de la acusación de homicidio calificado de Manuel Zepeda hijo: Jaime Betanzos, Herminio Bonfil, Fernando Garavito y Omar Hugo Morales, quienes siguen presos. En su caso, se ratificó la acusación de tentativa de homicidio contra Elisa Zepeda. Han apelado, y confían en su liberación, por la vía jurídica o por la amnistía. Jaime Betanzos, en un mensaje grabado desde el penal, manifiesta: “Algo he aprendido de Ricardo estando aquí dentro, y espero estar muy pronto frente a él, y ofrendarle estos días tan difíciles”.
Al abogado Sosa, sin embargo, le preocupan las dilaciones judiciales propiciadas por el poder político de la diputada. El juzgado de Huautla, donde se procesan los casos, realiza apenas una o dos diligencias al año. “Lo que me preocupa es que la ofendida siga entorpeciendo el proceso, y que, aún cuando no se tienen elementos, se dicten sentencias como la de Miguel Ángel”. Además, subraya, hay 16 órdenes de aprehensión vigentes que han provocado desplazamientos forzados de familias.
Por lo pronto, la Asamblea Comunitaria, descabezada en la incertidumbre, pero reavivada por la esperanza de que sus presos reciban libertad, se prepara para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández en las próximas elecciones municipales, aún sin fecha definida. El cafeticultor Alfonso Nieto se lanzará como candidato único. Dice que cuenta con el apoyo de 13 de los 22 barrios del municipio. Y que se necesita valor para enfrentar a los Zepeda y a los Hernández: “Estoy por la gente más humilde, porque los siento, los palpo, y sí, mi familia está preocupada”.
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