Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
“Si salvamos Cuatro Ciénegas, podremos salvar el resto del mundo”, asegura.
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Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
“Si salvamos Cuatro Ciénegas, podremos salvar el resto del mundo”, asegura.
Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
“Si salvamos Cuatro Ciénegas, podremos salvar el resto del mundo”, asegura.
Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
“Si salvamos Cuatro Ciénegas, podremos salvar el resto del mundo”, asegura.
Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
“Si salvamos Cuatro Ciénegas, podremos salvar el resto del mundo”, asegura.
Reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes, lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional, Souza ha dedicado su vida al estudio y la defensa de esta cuenca en medio del desierto de Coahuila.
En Cuatro Ciénegas, en medio del desierto norteño de Coahuila, el asombro es inevitable. Un clima árido es hogar de valiosos ecosistemas de microorganismos prehistóricos que se encuentran en la mayoría de las pozas de esta cuenca, sitio natural protegido desde 1994. Pero en las últimas décadas, la corrupción ha propiciado la sobreexplotación de recursos hidráulicos a través de Saca Salada, un canal que hace cauce en el río Mezquites y que ha dañado el humedal. “Casi todo está seco, queda el 5%. Si no cierran el canal, Cuatro Ciénegas se muere en tres años. Duró miles de años y no nos aguantó a los humanos del siglo XX y XXI. ¿Qué pasa? ¿Quiénes somos?”, dice consternada Valeria Souza Saldívar, quien ha dedicado su trayectoria profesional al estudio y defensa de esta cuenca.
Desde pequeña, sintió fascinación por la naturaleza. Nació siendo bióloga, lo expresa orgullosa con el calor a poco menos de 30 grados, en una banca del jardín del Instituto de Ecología de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Apenas comenzó a caminar y ya andaba persiguiendo hormigas; a los ocho tuvo noción lo que era la biología y a los diez, luego de encontrarse con el ADN en las páginas de Time Life, decidió que a esta ciencia se dedicaría toda su vida.
Hoy a sus 61 años es doctora en Ecología, tiene una maestría en Genética y dos posdoctorados en Evolución. El año pasado, por su admirable labor en la cuenca, especialmente en la laguna Churince, el lugar mejor entendido y estudiado del mundo —y que desapareció en 2017 a causa de la sobreexplotación de agua—, fue reconocida por la Academia Americana de Ciencias y Artes (fundada en 1780), lo que le valió convertirse en la primera científica mexicana en ser nombrada Miembro Honorario Internacional. “Un honor extraordinario”, asegura.
Fue en 1999 cuando todo empezó. La NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial, por sus siglas en inglés) llegó a la UNAM buscando a Souza para invitarla a un programa que le cambiaría la vida: era la única mexicana experta en ecología y evolución de microbios, especialización ideal para echar a andar un programa con Arizona State. Dicho plan se asociaba a Marte, al origen de la vida y Cuatro Ciénegas había sido elegida como zona de estudio. El investigador Wendell Minckley suponía que la cuenca era el lugar donde se había roto el supercontinente Pangea y de donde había nacido el Atlántico dando vida a la Tierra como la conocemos. Souza era la indicada. No sólo ella fue invitada a participar, sino también el Dr. Luis Eguiarte Fruns, su esposo.
Minckley los guió en su primer viaje de campo y ella terminó contagiada de esa curiosidad por esclarecer cómo es que un lugar cuyos factores tan extremos apuntan a una escasa diversidad, en realidad sea un nicho bacteriano que podría resultar clave para entender el origen de la vida. La pareja se entregó al proyecto. Souza narra que pasó dos años trazando las montañas del lugar, quería entender qué hacía esa concentración de agua en una zona árida. Pero mientras a ellos los movían intereses científicos, hubo quienes desde la política se movían por los económicos.
En 2002, entre los planes de las autoridades locales estaba abrir la frontera agrícola en El Hundido, un valle que está abajo de Cuatro Ciénegas. Tenían pensado extraer más agua de la que ya obtenían con Saca Salada. Esos planes tarde o temprano terminarían por secar los valles. “En 2003, con los primeros datos que obtuvimos fuimos al Gobierno de México y advertimos que estaba en peligro. Ahí empezó una batalla campal contra nosotros hasta 2005. No sabía yo en qué maraña me estaba metiendo”, recuerda.
El gobierno terminó por impedir que se ampliaran los planes de extracción de agua para los campos de alfalfa que colindan con el valle. Recuerda que en ese momento hasta Vicente Fox “que de alguna manera era accionista de Grupo Lala, al igual que el de Conagua y el gobernador, estaban en mi contra”. Sin embargo, llegó un nuevo gobierno, el de Felipe Calderón, y aunque en un inicio creían tener la batalla ganada, en realidad fue perdida. “Conagua se robó el dinero, 700 millones de pesos para cambiar la agricultura de Cuatro Ciénegas. Pusieron tubos para sacar el agua al doble de tiempo, además de los canales que ya había hecho el gobierno en tiempos de Echeverría”, dice Souza. La corrupción siguió afectando la región hasta borrar la laguna Churince, su laguna.
A la fecha, la batalla continúa, llegan nuevos gobiernos, pero la corrupción perdura. En tanto, Souza se mantiene firme. Dedica su tiempo a compartir su conocimiento a los jóvenes, a quienes ella considera “los dueños de los recursos naturales” y en quienes confía que harán conciencia y pondrán un alto a la explotación de recursos.
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