En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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Un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia.
En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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Un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia.
En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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Un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia.
En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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Un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia.
En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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En la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, el codirector de Bacurau, Juliano Dornelles, presentó la cinta como “una película que entendería el público mexicano”. Se trata de una mezcla entre farsa política y western con dejos de ciencia ficción, además de un poco de gore y acción; un explosivo cóctel brasileño con un manejo perfecto de la sangre y un ácido comentario anti-ultraderecha.
“Ustedes [los mexicanos] tienen su propia historia de opresión, resistencia y revoluciones, pueden conectar con eso”, dijo el realizador en entrevista con Gatopardo. En su película, la política y la violencia están íntimamente ligadas.
Esta historia abre con "Não Identificado", una romántica canción de Gal Costa compuesta por Caetano Veloso que habla del pueblo de Bacurau en el que acaba de morir una de sus principales figuras femeninas. Lo que pasa tras su muerte no sólo es inesperado sino surreal pero, por supuesto, de eso no hay que revelar demasiado.
El primer elemento que llama la atención en esta película es lo visual, con colores saturados y una definición clara de los sujetos y el espacio. “Hicimos un esfuerzo para conseguir unos lentes anamórficos del cine que hacen en Hollywood”, cuenta Dornelles. Estos lentes pertenecen a la marca Panavision, que revolucionó el mercado cinematográfico en los 50, con sus panoramas extendidos, ideales para grabar westerns. Su definición de imagen es incomparable y esta es la primera vez que estos lentes se ocupan para una película brasileña.
Filmada en el pueblo de Barra, no muy alejada de la ciudad de Recife, cuya población no rebasa las 80 personas, Bacurau recuerda a pueblos como Macondo, al ser un sitio atrapado entre la pobreza, la mala fortuna y la magia. “Nosotros tenemos una luz diferente”, explica Dornelles sobre Brasil, “Recife en el noreste está muy cerca del ecuador, así que el sol es muy fuerte y brillante, las sombras son muy oscuras”. Bacurau es una película que transmite calor, el sudor en los rostros de su ensamble coral, que incluye a figuras legendarias como Rita Azevedo y Udo Kier.
La cinta esta dirigida por Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, este último también es director de Aquarius y Sonidos Vecinos, películas que critican con dureza la política opresiva en Brasil. Este nuevo largometraje sigue un discurso similar. El foco de Bacurau está en la población, constantemente pisoteada por autoridades y sin alcance a la justicia social. “La gente fue nuestra chispa para hacer esta película, en la que también se habla sobre la forma en que la población suele retratarse en documentales, telenovelas o en el periodismo brasileño, pues nos incomodan estas representaciones”.
En Bacurau no sólo hay un conflicto entre el pueblo y las fuerzas internas de Brasil. Sin entrar en muchos detalles sobre la trama, que cuenta con un par de vueltas de tuerca interesantes, la película retrata el tóxico poder que el capitalismo occidental ejerce sobre Latinoamérica. La obsesión de Estados Unidos por las armas, el racismo, los privilegios de clase, y las actitudes de la gente blanca hacia sectores vulnerables, son tan solo algunas de las formas en que la película cuestiona, no sólo la política interna de Brasil, sino su lugar a nivel internacional, aunado a las obsesiones de parecerse a Europa o Estados Unidos. “Creo que la gente se ofende porque en Bacurau los villanos son los americanos, cuando no están acostumbrados a ello. Es cuestión de perspectiva”, reflexiona Dornelles.
El director buscaba filmar un largometraje de encuentros y colisiones. Bacurau presenta el hostil enfrentamiento de un pueblo con las influencias externas que ponen en peligro su forma de vida. En este sentido, importante señalar las influencias setenteras de los realizadores, que van de Martin Scorsese a William Friedkin, o el que hayan elegido trabajar con herramientas usualmente utilizadas para el cine de Hollywood.
“Ese es el concepto de toda la película”, aclara Dornelles, “La colisión de dos culturas diferentes. La gente del hemisferio norte, con sus mentes locas y cultura de armas y Brasil, donde también estamos acostumbrados a la violencia y la vivimos de manera diaria, a pesar de ser una comunidad pacífica”.
Bacurau da un salto hacia el cine género al retratar a un pueblo en su violenta resistencia. La película propone dejar a un lado la condescendencia a la pobreza y las comunidades marginadas y escuchar lo que tienen que decir.
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