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Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
08
.
03
.
24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Las escritoras mexicanas siguen el legado de Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, mientras sortean el desafío de lograr vivir de su trabajo y que sus obras no pierdan su compromiso social.

Por años hemos escuchado los mismos nombres al hablar de escritoras: Rosario Castellanos, Elena Garro, Elena Poniatowska, Margo Glantz, entre otras. Y, aunque ellas fueron algunas de las que abrieron paso a las mujeres en el mundo de la literatura, han surgido voces de autoras de nuevas generaciones que están dejando también su propio impacto.

Desde el siglo XIX figuras como María Enriqueta Camarillo y Dolores Bolio Cantarell se abrieron paso en la literatura, dominada entonces por hombres, como muchos otros espacios de la vida cotidiana. Ya en el siglo XX llegaron nuevas escritoras como María Luisa Ocampo, María Luisa Garza, Carmen Báez, Nellie Campobello y Rosa de Castaño, como ha documentado la Enciclopedia de Literatura en México.

El panorama para las mujeres en el mundo literario ha cambiado desde entonces. Las escritoras contemporáneas reconocen las dificultades a las que se enfrentaron sus predecesoras. “No es lo mismo ser una escritora en la cuarta parte del siglo XXI a ser una escritora en la década de los cincuenta y sesenta. En primer lugar, desde donde se escribía estaba muy regido por las expectativas que se tenía de nuestro género, por eso tenemos grandes obras como la de Rosario Castellanos, que fueron las que pusieron esta mirada crítica en lo que se esperaba de nosotras, incluso en la escritura”, explica Sayuri Sánchez, autora de Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco (2021).

Gabriela Jáuregui, quien escribió La memoria de las cosas (2015), menciona que el cambio en el panorama cultural lo iniciaron mujeres como Thelma Nava, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila. “Esa es la generación de mujeres a quienes les tocó que les dijeran de todo, que se burlaran de ellas, que las pusieran a hacer solo notas de sociales o cosas de mujeres o lo que fuera. Pienso eso en Elena (Poniatowska) y Margo (Glantz), les dijeron 'si está muy bien en la academia', pero los hombres se burlaban de su escritura”, compartió.

Dahlia de la Cerda, autora de Desde los zulos (2023), ve reflejado el cambio en el creciente interés por leer a mujeres, por conocer las historias que tienen que contar. A la activista le parece fascinante este fenómeno y dice: “no es casual, eventualmente las mujeres se iban a cansar de leer señoros que romantizan las violaciones, las agresiones a menores y van a buscar otro tipo de lecturas”.

En Gatopardo buscamos a las voces femeninas más potentes de la literatura actual, para conocer sus historias, el origen de sus obras y las motivaciones de su trabajo cotidiano.

Escribir desde la rabia y los zulos: Dahlia de la Cerda

Para Dahlia de la Cerda la escritura comenzó como una forma de “desenfrascar” sus emociones, una especie de contención al enojo y la rabia que habitaba. En la secundaria una profesora le encargó escribir un diario. “La neta, me gustó escribir, pero más que por aspiración a ser escritora era porque me desahogaba, e insultar a las personas en mi diario me ayudaba mucho a gestionar mis emociones”. Fue esa maestra la primera en mostrarle a la joven autora que poseía notables habilidades literarias.

Sin embargo, Dahlia estaba muy ocupada siendo adolescente, solo quería andar en patineta, asistir a bailes y rayar paredes. Fue el tiempo y el inicio de una nueva etapa en su vida los que abrieron las puertas a la escritura. “Eso ya fue hasta cuando empecé a ser gótica, porque para ser gótica completa tenías que ser artista y me empezó a atraer”. Ese interés llegaría para quedarse.

El libro Frankenstein, escrito por Mary Shelley, marcó la vida de la activista. Fue precisamente esta autora quien le mostró que las mujeres pueden escribir grandes obras. La literatura gótica de terror y horror como Edgar Allan Poe, Lovecraft y Shelley, la acompañaron durante gran parte de su vida, pero el primer libro que le dejó huella respecto a su trabajo literario fue Chicas Muertas (2016), de Selva Almada. “Fue el primer libro que leí de una autora latinoamericana contemporánea que estaba escribiendo algo parecido a lo que yo quería hacer o a mi proyecto literario”, dice en entrevista.

Un evento trágico en su familia le ayudó a descubrir en la literatura también una herramienta de denuncia. Como lo hace en su libro Perras de Reserva (2022), en el que  narra la historia de varias mujeres que experimentan distintas formas de violencia. En los cuentos "Yuliana" y "La Huesera", Dahlia ensaya sobre las formas en las que mujeres de contextos opuestos pueden vivir el duelo por el feminicidio de una amiga. Para la activista era importante escribir sobre el feminicidio desde una perspectiva distinta a la de las madres de las víctimas, sus huérfanos y la violencia como foco de estudio.

Dahlia de la Cerda (Instagram).

En el texto "Yuliana", la protagonista busca vengar el feminicidio de su única amiga y manda a matar al asesino, utilizando las conexiones de su padre narcotraficante. De la Cerda hace visible que las mujeres también tienen deseos de venganza. “Las formas en las que lidiamos con el duelo no son flores y arcoíris, o llanto y emotividad, sino también tenemos mucha rabia y si pudiéramos mandábamos a cortar cabezas”.

Escribir de esto no fue sencillo, aunque disfrutó mucho la narración desde la rabia y la venganza, “aunque sea a través de la literatura”, "La Huesera" fue complicada de terminar. En este relato una mujer le habla a la ausencia de su mejor amiga, y le platica lo que ha pasado desde que murió. Hoy en día Dahlia no puede volver a leer su cuento “porque me rompe, y las lectoras coinciden conmigo con que es un texto que te rompe”, dice.

“Quizás esa sea tu misión. Juntar los huesos de mujeres muertas, armarlas, contar sus historias y luego dejarlas correr libremente a dónde tengan que ir. Tengo que dejarte ir”, dice el personaje de "La Huesera" a su amiga.

Dahlia de la Cerda siente que su obra es parte importante de sus compromisos como activista. En su libro Desde los zulos, problematiza y cuestiona a los feminismos y las teorías que señalan al patriarcado como única opresión sin tener una mirada interseccional, es decir, un enfoque en el que convergen sexo, raza, género y clase. “Para mí es reivindicar que también desde estos lugares donde se decía que no había teorizaciones, que no había posturas críticas, que no había más que violencia, también hay literatura, posturas críticas y resistencia”, concluyó.

La eco poesía de Sayuri Sánchez

Antes de vivir entre libros y letras, Sayuri Sánchez tuvo la ilusión de ser boxeadora o futbolista, pero al no ser consideradas por sus padres actividades para “mujeres”, ese sueño se apagó. Fue en la preparatoria que comenzó a desarrollar su sentido lector y, curiosamente, sería su rebeldía la que la introduciría al mundo de la poesía. “Era una niña muy problemática, me corrían de las clases. En una de esas ocasiones me enteré que había un taller de poesía y a partir de ahí surgió este interés entre la literatura y el sentido social”.

Por un breve instante, Sayuri vio la posibilidad de crear una carrera en el periodismo; sin embargo, sus padres no se lo permitieron por el temor a la violencia que se vive en esa profesión. Su sentido social y amor por la literatura la llevaron a estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. La manera en la que la poesía aborda distintos temas era muy atractiva para Sayuri, pero el estereotipo del poeta la alejaba.

“Cuando te percibes a ti misma de esa manera, como que ya te apacigua, dijo sobre esta profesión, en la que ha tenido que ser multidisciplinaria, pues considera que “sobrevivir de escribir poesía está cabrón”. Es por esto que desde los 22 años Sayuri trabaja en museos combinando sus dos pasiones: la poesía y el performance.

Sayuri Sánchez (Instagram).

Sayuri Sanchez define la escritura como un espacio que constantemente tiene miedo de enfrentar, pero cuando está en él la llena de seguridad y confort. La poeta Cindy Hatch llamó al trabajo de la gestora cultural como “eco poesía” y desde ahí se reconoce Sayuri. “A mí me interesa hablar de otras especies, las destrucciones que ha causado el ser humano y las reparaciones que se han intentado hacer desde las artes”, contó.

Negar la oquedad

de nuestros caparazones

es la principal razón para

crear objetos.

Bolsas de plástico:

falsos dioses a la deriva.

Medusas de polietileno

exiliadas del mercado.

Todo este daño sin voluntad

debería condenarnos

a desconocer la arena.

Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco, publicado por editorial Sindicato Sentimental.

La artista visual, cantante y escritora Patti Smith es una gran inspiración para Sayuri Sánchez, fue ella quien le permitió vislumbrar la posibilidad de convertirse en poeta. Aunque piensa que el título “poeta” se usa como hobby, “me he encontrado a personas después de varios años de no verles, me preguntan si todavía sigo escribiendo como si fuera algo que puedes dejar. Tú no llegas con un arquitecto y le dices '¿todavía sigues construyendo?', ser poeta es una profesión muy dura”, platicó.

Libertad Pantoja

“A la magia que reside en nuestros sueños”, Libertad Pantoja arranca con esa dedicatoria su libro Tú, enfermo no estás (2021), de Malabar Editorial. Esto no es fortuito, muchos de los cuentos que ha escrito los ha encontrado precisamente ahí, en sus sueños, en las historias familiares y las pláticas y mundos posibles que ensaya en su cabeza. Muchos otros han surgido después de leer otras historias, “un maestro suele decir que escribir es entablar un diálogo con los muertos, con otros autores que nos dicen algo. Eso me pasó hace algunos años en un taller de ciencia ficción después de leer a Octavia Butler”, compartió.

Su afición por contar historias la ha acompañado desde pequeña, cuando inventaba juegos, escondía tesoros, deseaba estudiar insectos o convertirse en paleontóloga y se dedicaba a pensar qué pasaría si se perdiera en la selva o el bosque. Desde los once años se planteó con seriedad ser escritora, escribió historias cortas y fanfics con una amiga, aunque fue una experiencia gozosa, “estaba cargada con la intención de gustar. Creo que uno debe ser libre de crear por el simple placer o necesidad de hacerlo sin pretender gustar a nadie”, reflexionó años más tarde.

Libertad Pantoja. Fotografía cortesía de la autora.

El libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga, fue una fuerte influencia para que Libertad decidiera escribir. Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Jesús Gardea y Mario González Suárez se han convertido en parte fundamental de su crecimiento como escritora. Su literatura gira en torno a entender los temas que la intrigan, en los que puede hallar algo oculto como la muerte, la enfermedad, la locura y la familia, esto se ve reflejado en cuentos como "¿Dónde está Cecilia?" y "Sushi y esgrima".

“Para mí la literatura es algo que revela, y eso siempre será transformador tanto en nuestra escritura como en nuestra vida. Me gustaría mucho explorar el tema del daimón, la idea de la encarnación como misterio, el sexo como fuerza vital, y el papel y transgresión del destino”, compartió con Gatopardo.

Xel-Ha López y la Jardinera Warrior

Xel-Ha López encontró en la poesía la posibilidad de explorar y aprender de los temas que la apasionan; por ejemplo, su obsesión por la astronomía la impulsó a escribir prosas sobre las emociones, la pérdida, la formación de los planetas y la muerte de las estrellas. Saltar de tema en tema, aunque pueda parecer caótico a ella le ayuda en su proceso creativo, “la astronomía me llevó a la geología y así he encontrado temas que me obsesionan”, señaló.

Una estrella antes de morir

revienta de luz

antes de apagarse.

Una estrella

puede devorar ciertos planetas cercanos

Desde hace seis meses, Xel-Ha estudia una maestría en Canadá, donde también es jardinera y educadora, muy parecido a lo que había imaginado de su vida tiempo atrás. Con gracia recuerda que cuando vivió en Chiapas, ella junto con una amiga, crearon el fanzine Jardinera Warrior en el que incluían poesía de diversas mujeres latinoamericanas y repartían en misceláneas y verdulerías. Bautizaron esa publicación por el oficio del que siempre tuvo deseos de ejercer. Xel-Ha López confiesa con una pícara sonrisa, “el primer trabajo que conseguí cuando llegué aquí fue el de la jardinería y es gracioso porque a mí no se me dan las plantas aunque me esfuerzo mucho, ahora cuido árboles”.

Xel-Ha López.Foto de Juan Manuel Salas. (Instagram)

Cuando la poeta era niña soñaba con poder participar en todas las profesiones que se imaginaba, “quería ser cocinera, mecánica, cantante, maestra”, esta última fue el tercer trabajo que obtuvo en Canadá. Xel-Ha disfruta de descubrir junto a los y las niñas una lengua que no es la suya. “Ellos y yo estamos aprendiendo a comunicarnos”, explicó. La literatura fue una gran maestra para ella, le mostró que podía contar historias en las que la gente podía inventar lo que quisiera y sintió la necesidad de participar en estas actividades. “Pero yo no sabía que iba a ser tan difícil ser poeta y hacer dinero de esto. Eso lo aprendí hasta después”.

Entre todas las formas de escritura, se entregó a la poesía, un lugar en el que es necesario entrar en el juego de crear conexiones, muy parecido a resolver un rompecabezas. La poesía le permite transitar, sin quererlo, por experiencias y conocimientos variados. “Una cosa que lleva a veinte experiencias distintas. Estás leyendo un poema que empieza con una gota de agua y al final aprendes sobre el desarrollo de las ciudades”.

Aunque fascinante, Xel-Ha López afirma que la poesía difícilmente se puede convertir en un trabajo bien remunerado, incluso si inviertes tu vida en ella. Es por eso que nunca ha considerado una opción el ejercicio de ésta como profesión. La centralización no ayuda a resolver este problema, al contrario, funciona como una traba para los autores jóvenes. “Se tiene que decir que la Ciudad de México sigue siendo el punto neurálgico de la cultura. Es necesario que en la provincia se abran más espacios para que los y las poetas ya no tengamos la necesidad de migrar al centro del país, donde se mueve la cultura”.

Gabriela Jáuregui y el trabajo de reconstrucción de la memoria

Gabriela Jáuregui encontró en la literatura una forma de transitar el dolor y duelo por la muerte de una amiga. Buscaba una forma de entender qué hacer con todo el dolor y con todo el amor que aún sentía por ella, pero paulatinamente la pregunta se fue transformando en qué hacer para seguir viviendo después de su ausencia, para disfrutar, para ser felices, para continuar.

En su libro Feral (2022), publicado en editorial Sexto Piso, Jáuregui relata la historia de una arqueóloga asesinada y la vida de la comuna en la que habitaba con sus amigas. Es a través de la investigación de archivistas del futuro que logramos conocer las historias de Eugenia y sus amigas Diana, Saratoga y Yunuén. Pero Gabriela Jáuregui no se centra en el feminicidio, busca llevar la atención a la vida de Eugenia antes de su muerte. “El asesinato de Eugenia yo quería que nos doliera, pero no porque decimos que asesinar es feo o que el feminicidio está mal, eso ya lo sabemos. Yo quería que lo sintamos porque primero la vimos divertirse, gozar, estar con sus amigas, ser esta chava que ha tenido una historia familiar compleja, una vida contradictoria, divertida como la de cualquiera de nosotras, ¿no? Y es eso lo que debe de dolernos, cuando nos quitan a alguien, nos están robando, eso también”.

Feral también es una especie de agradecimiento a todas las mujeres que han hecho comunidad y acompañan a madres de víctimas de desaparecidos, de feminicidios, en sus luchas, en el dolor. Pero también a las personas que muestran pequeños gestos de solidaridad, la mujer que lleva sopa a la vecina enferma, la que le ayuda a cuidar a sus hijos. “Pero más allá de esos dolores, más bien eso se transforma en ganas de seguir viviendo, luchando, saliendo a bailar y echarse una chela con sus amigas. Esa es la pregunta que yo decía ¿cómo lo estamos haciendo? Y lo hacen mujeres en todos los contextos, mujeres que están al frente de luchas de defensa del territorio, madres de desaparecidos”.

Gabriela Jáuregui. Fotografía de Ángel Soto | Enero, 2023. (Instagram).

Este libro que Gabriela Jáuregui tardó ocho años en terminar, también la ayudó a pensar en cómo incorporar ese amor por las personas que ya no están en la vida diaria. La sostuvo mientras transitaba del luto a la resistencia y lo escribió ya no desde el dolor y la rabia, sino desde el gozo, el baile, la vida y la fiesta. Esta no es la primera vez que se encuentra en la literatura, pues la poesía le salvó la vida.

“Yo empecé como que mi amor por la literatura y las ganas de escribir a partir de la poesía. Me encantaban los Poetas Malditos, después Anaïs Nin, esa fue mi entrada un poco a la literatura. Una escritora más actual que me encanta es Rita Indiana. Néstor Perlongher, ha influido mucho en mi escritura”, compartió Jáuregui. Aunque su primera opción no fue dedicarse a la escritura, cuando era pequeña pensó en ser astronauta pero esa idea no floreció.

En la adolescencia sus pasiones eran la poesía y las ciencias naturales, uno de sus sueños era convertirse en bióloga marina, pero el examen de admisión de la UNAM y las matemáticas se interpusieron en sus planes. “El examen de la UNAM requiere de matemáticas muy complicadas, eso nunca fue algo que disfrutara y que entendiera bien, pensé que eso no iba a resultar”. Jáuregui se inclinó por seguir su segunda pasión y estudiar Literatura, “no es verdad que cuando estudias literatura te enseñan a escribir, para nada, te enseñan a leer”. Años después, Gabriela Jáuregui ha aprendido a seguir cerca de su sueño de ser bióloga, disfruta leer acerca de ciencia, parte de su vida lectora la dedica a estudiar teoría, filosofía y la divulgación científica, como Robin Wall Kimmerer.

Estas autoras, como lo hicieron en su momentos sus predecesoras, continúan abriendo y ganando espacios para ellas y las que siguen. Jáuregui recuerda que hay una deuda histórica con las escritoras que han sido minorizadas y marginadas, leerlas, compartir su literatura y apoyarlas es un pequeño paso para seguir abonando a la lucha por la igualdad.

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Las escritoras mexicanas siguen el legado de Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, mientras sortean el desafío de lograr vivir de su trabajo y que sus obras no pierdan su compromiso social.

Por años hemos escuchado los mismos nombres al hablar de escritoras: Rosario Castellanos, Elena Garro, Elena Poniatowska, Margo Glantz, entre otras. Y, aunque ellas fueron algunas de las que abrieron paso a las mujeres en el mundo de la literatura, han surgido voces de autoras de nuevas generaciones que están dejando también su propio impacto.

Desde el siglo XIX figuras como María Enriqueta Camarillo y Dolores Bolio Cantarell se abrieron paso en la literatura, dominada entonces por hombres, como muchos otros espacios de la vida cotidiana. Ya en el siglo XX llegaron nuevas escritoras como María Luisa Ocampo, María Luisa Garza, Carmen Báez, Nellie Campobello y Rosa de Castaño, como ha documentado la Enciclopedia de Literatura en México.

El panorama para las mujeres en el mundo literario ha cambiado desde entonces. Las escritoras contemporáneas reconocen las dificultades a las que se enfrentaron sus predecesoras. “No es lo mismo ser una escritora en la cuarta parte del siglo XXI a ser una escritora en la década de los cincuenta y sesenta. En primer lugar, desde donde se escribía estaba muy regido por las expectativas que se tenía de nuestro género, por eso tenemos grandes obras como la de Rosario Castellanos, que fueron las que pusieron esta mirada crítica en lo que se esperaba de nosotras, incluso en la escritura”, explica Sayuri Sánchez, autora de Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco (2021).

Gabriela Jáuregui, quien escribió La memoria de las cosas (2015), menciona que el cambio en el panorama cultural lo iniciaron mujeres como Thelma Nava, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila. “Esa es la generación de mujeres a quienes les tocó que les dijeran de todo, que se burlaran de ellas, que las pusieran a hacer solo notas de sociales o cosas de mujeres o lo que fuera. Pienso eso en Elena (Poniatowska) y Margo (Glantz), les dijeron 'si está muy bien en la academia', pero los hombres se burlaban de su escritura”, compartió.

Dahlia de la Cerda, autora de Desde los zulos (2023), ve reflejado el cambio en el creciente interés por leer a mujeres, por conocer las historias que tienen que contar. A la activista le parece fascinante este fenómeno y dice: “no es casual, eventualmente las mujeres se iban a cansar de leer señoros que romantizan las violaciones, las agresiones a menores y van a buscar otro tipo de lecturas”.

En Gatopardo buscamos a las voces femeninas más potentes de la literatura actual, para conocer sus historias, el origen de sus obras y las motivaciones de su trabajo cotidiano.

Escribir desde la rabia y los zulos: Dahlia de la Cerda

Para Dahlia de la Cerda la escritura comenzó como una forma de “desenfrascar” sus emociones, una especie de contención al enojo y la rabia que habitaba. En la secundaria una profesora le encargó escribir un diario. “La neta, me gustó escribir, pero más que por aspiración a ser escritora era porque me desahogaba, e insultar a las personas en mi diario me ayudaba mucho a gestionar mis emociones”. Fue esa maestra la primera en mostrarle a la joven autora que poseía notables habilidades literarias.

Sin embargo, Dahlia estaba muy ocupada siendo adolescente, solo quería andar en patineta, asistir a bailes y rayar paredes. Fue el tiempo y el inicio de una nueva etapa en su vida los que abrieron las puertas a la escritura. “Eso ya fue hasta cuando empecé a ser gótica, porque para ser gótica completa tenías que ser artista y me empezó a atraer”. Ese interés llegaría para quedarse.

El libro Frankenstein, escrito por Mary Shelley, marcó la vida de la activista. Fue precisamente esta autora quien le mostró que las mujeres pueden escribir grandes obras. La literatura gótica de terror y horror como Edgar Allan Poe, Lovecraft y Shelley, la acompañaron durante gran parte de su vida, pero el primer libro que le dejó huella respecto a su trabajo literario fue Chicas Muertas (2016), de Selva Almada. “Fue el primer libro que leí de una autora latinoamericana contemporánea que estaba escribiendo algo parecido a lo que yo quería hacer o a mi proyecto literario”, dice en entrevista.

Un evento trágico en su familia le ayudó a descubrir en la literatura también una herramienta de denuncia. Como lo hace en su libro Perras de Reserva (2022), en el que  narra la historia de varias mujeres que experimentan distintas formas de violencia. En los cuentos "Yuliana" y "La Huesera", Dahlia ensaya sobre las formas en las que mujeres de contextos opuestos pueden vivir el duelo por el feminicidio de una amiga. Para la activista era importante escribir sobre el feminicidio desde una perspectiva distinta a la de las madres de las víctimas, sus huérfanos y la violencia como foco de estudio.

Dahlia de la Cerda (Instagram).

En el texto "Yuliana", la protagonista busca vengar el feminicidio de su única amiga y manda a matar al asesino, utilizando las conexiones de su padre narcotraficante. De la Cerda hace visible que las mujeres también tienen deseos de venganza. “Las formas en las que lidiamos con el duelo no son flores y arcoíris, o llanto y emotividad, sino también tenemos mucha rabia y si pudiéramos mandábamos a cortar cabezas”.

Escribir de esto no fue sencillo, aunque disfrutó mucho la narración desde la rabia y la venganza, “aunque sea a través de la literatura”, "La Huesera" fue complicada de terminar. En este relato una mujer le habla a la ausencia de su mejor amiga, y le platica lo que ha pasado desde que murió. Hoy en día Dahlia no puede volver a leer su cuento “porque me rompe, y las lectoras coinciden conmigo con que es un texto que te rompe”, dice.

“Quizás esa sea tu misión. Juntar los huesos de mujeres muertas, armarlas, contar sus historias y luego dejarlas correr libremente a dónde tengan que ir. Tengo que dejarte ir”, dice el personaje de "La Huesera" a su amiga.

Dahlia de la Cerda siente que su obra es parte importante de sus compromisos como activista. En su libro Desde los zulos, problematiza y cuestiona a los feminismos y las teorías que señalan al patriarcado como única opresión sin tener una mirada interseccional, es decir, un enfoque en el que convergen sexo, raza, género y clase. “Para mí es reivindicar que también desde estos lugares donde se decía que no había teorizaciones, que no había posturas críticas, que no había más que violencia, también hay literatura, posturas críticas y resistencia”, concluyó.

La eco poesía de Sayuri Sánchez

Antes de vivir entre libros y letras, Sayuri Sánchez tuvo la ilusión de ser boxeadora o futbolista, pero al no ser consideradas por sus padres actividades para “mujeres”, ese sueño se apagó. Fue en la preparatoria que comenzó a desarrollar su sentido lector y, curiosamente, sería su rebeldía la que la introduciría al mundo de la poesía. “Era una niña muy problemática, me corrían de las clases. En una de esas ocasiones me enteré que había un taller de poesía y a partir de ahí surgió este interés entre la literatura y el sentido social”.

Por un breve instante, Sayuri vio la posibilidad de crear una carrera en el periodismo; sin embargo, sus padres no se lo permitieron por el temor a la violencia que se vive en esa profesión. Su sentido social y amor por la literatura la llevaron a estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. La manera en la que la poesía aborda distintos temas era muy atractiva para Sayuri, pero el estereotipo del poeta la alejaba.

“Cuando te percibes a ti misma de esa manera, como que ya te apacigua, dijo sobre esta profesión, en la que ha tenido que ser multidisciplinaria, pues considera que “sobrevivir de escribir poesía está cabrón”. Es por esto que desde los 22 años Sayuri trabaja en museos combinando sus dos pasiones: la poesía y el performance.

Sayuri Sánchez (Instagram).

Sayuri Sanchez define la escritura como un espacio que constantemente tiene miedo de enfrentar, pero cuando está en él la llena de seguridad y confort. La poeta Cindy Hatch llamó al trabajo de la gestora cultural como “eco poesía” y desde ahí se reconoce Sayuri. “A mí me interesa hablar de otras especies, las destrucciones que ha causado el ser humano y las reparaciones que se han intentado hacer desde las artes”, contó.

Negar la oquedad

de nuestros caparazones

es la principal razón para

crear objetos.

Bolsas de plástico:

falsos dioses a la deriva.

Medusas de polietileno

exiliadas del mercado.

Todo este daño sin voluntad

debería condenarnos

a desconocer la arena.

Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco, publicado por editorial Sindicato Sentimental.

La artista visual, cantante y escritora Patti Smith es una gran inspiración para Sayuri Sánchez, fue ella quien le permitió vislumbrar la posibilidad de convertirse en poeta. Aunque piensa que el título “poeta” se usa como hobby, “me he encontrado a personas después de varios años de no verles, me preguntan si todavía sigo escribiendo como si fuera algo que puedes dejar. Tú no llegas con un arquitecto y le dices '¿todavía sigues construyendo?', ser poeta es una profesión muy dura”, platicó.

Libertad Pantoja

“A la magia que reside en nuestros sueños”, Libertad Pantoja arranca con esa dedicatoria su libro Tú, enfermo no estás (2021), de Malabar Editorial. Esto no es fortuito, muchos de los cuentos que ha escrito los ha encontrado precisamente ahí, en sus sueños, en las historias familiares y las pláticas y mundos posibles que ensaya en su cabeza. Muchos otros han surgido después de leer otras historias, “un maestro suele decir que escribir es entablar un diálogo con los muertos, con otros autores que nos dicen algo. Eso me pasó hace algunos años en un taller de ciencia ficción después de leer a Octavia Butler”, compartió.

Su afición por contar historias la ha acompañado desde pequeña, cuando inventaba juegos, escondía tesoros, deseaba estudiar insectos o convertirse en paleontóloga y se dedicaba a pensar qué pasaría si se perdiera en la selva o el bosque. Desde los once años se planteó con seriedad ser escritora, escribió historias cortas y fanfics con una amiga, aunque fue una experiencia gozosa, “estaba cargada con la intención de gustar. Creo que uno debe ser libre de crear por el simple placer o necesidad de hacerlo sin pretender gustar a nadie”, reflexionó años más tarde.

Libertad Pantoja. Fotografía cortesía de la autora.

El libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga, fue una fuerte influencia para que Libertad decidiera escribir. Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Jesús Gardea y Mario González Suárez se han convertido en parte fundamental de su crecimiento como escritora. Su literatura gira en torno a entender los temas que la intrigan, en los que puede hallar algo oculto como la muerte, la enfermedad, la locura y la familia, esto se ve reflejado en cuentos como "¿Dónde está Cecilia?" y "Sushi y esgrima".

“Para mí la literatura es algo que revela, y eso siempre será transformador tanto en nuestra escritura como en nuestra vida. Me gustaría mucho explorar el tema del daimón, la idea de la encarnación como misterio, el sexo como fuerza vital, y el papel y transgresión del destino”, compartió con Gatopardo.

Xel-Ha López y la Jardinera Warrior

Xel-Ha López encontró en la poesía la posibilidad de explorar y aprender de los temas que la apasionan; por ejemplo, su obsesión por la astronomía la impulsó a escribir prosas sobre las emociones, la pérdida, la formación de los planetas y la muerte de las estrellas. Saltar de tema en tema, aunque pueda parecer caótico a ella le ayuda en su proceso creativo, “la astronomía me llevó a la geología y así he encontrado temas que me obsesionan”, señaló.

Una estrella antes de morir

revienta de luz

antes de apagarse.

Una estrella

puede devorar ciertos planetas cercanos

Desde hace seis meses, Xel-Ha estudia una maestría en Canadá, donde también es jardinera y educadora, muy parecido a lo que había imaginado de su vida tiempo atrás. Con gracia recuerda que cuando vivió en Chiapas, ella junto con una amiga, crearon el fanzine Jardinera Warrior en el que incluían poesía de diversas mujeres latinoamericanas y repartían en misceláneas y verdulerías. Bautizaron esa publicación por el oficio del que siempre tuvo deseos de ejercer. Xel-Ha López confiesa con una pícara sonrisa, “el primer trabajo que conseguí cuando llegué aquí fue el de la jardinería y es gracioso porque a mí no se me dan las plantas aunque me esfuerzo mucho, ahora cuido árboles”.

Xel-Ha López.Foto de Juan Manuel Salas. (Instagram)

Cuando la poeta era niña soñaba con poder participar en todas las profesiones que se imaginaba, “quería ser cocinera, mecánica, cantante, maestra”, esta última fue el tercer trabajo que obtuvo en Canadá. Xel-Ha disfruta de descubrir junto a los y las niñas una lengua que no es la suya. “Ellos y yo estamos aprendiendo a comunicarnos”, explicó. La literatura fue una gran maestra para ella, le mostró que podía contar historias en las que la gente podía inventar lo que quisiera y sintió la necesidad de participar en estas actividades. “Pero yo no sabía que iba a ser tan difícil ser poeta y hacer dinero de esto. Eso lo aprendí hasta después”.

Entre todas las formas de escritura, se entregó a la poesía, un lugar en el que es necesario entrar en el juego de crear conexiones, muy parecido a resolver un rompecabezas. La poesía le permite transitar, sin quererlo, por experiencias y conocimientos variados. “Una cosa que lleva a veinte experiencias distintas. Estás leyendo un poema que empieza con una gota de agua y al final aprendes sobre el desarrollo de las ciudades”.

Aunque fascinante, Xel-Ha López afirma que la poesía difícilmente se puede convertir en un trabajo bien remunerado, incluso si inviertes tu vida en ella. Es por eso que nunca ha considerado una opción el ejercicio de ésta como profesión. La centralización no ayuda a resolver este problema, al contrario, funciona como una traba para los autores jóvenes. “Se tiene que decir que la Ciudad de México sigue siendo el punto neurálgico de la cultura. Es necesario que en la provincia se abran más espacios para que los y las poetas ya no tengamos la necesidad de migrar al centro del país, donde se mueve la cultura”.

Gabriela Jáuregui y el trabajo de reconstrucción de la memoria

Gabriela Jáuregui encontró en la literatura una forma de transitar el dolor y duelo por la muerte de una amiga. Buscaba una forma de entender qué hacer con todo el dolor y con todo el amor que aún sentía por ella, pero paulatinamente la pregunta se fue transformando en qué hacer para seguir viviendo después de su ausencia, para disfrutar, para ser felices, para continuar.

En su libro Feral (2022), publicado en editorial Sexto Piso, Jáuregui relata la historia de una arqueóloga asesinada y la vida de la comuna en la que habitaba con sus amigas. Es a través de la investigación de archivistas del futuro que logramos conocer las historias de Eugenia y sus amigas Diana, Saratoga y Yunuén. Pero Gabriela Jáuregui no se centra en el feminicidio, busca llevar la atención a la vida de Eugenia antes de su muerte. “El asesinato de Eugenia yo quería que nos doliera, pero no porque decimos que asesinar es feo o que el feminicidio está mal, eso ya lo sabemos. Yo quería que lo sintamos porque primero la vimos divertirse, gozar, estar con sus amigas, ser esta chava que ha tenido una historia familiar compleja, una vida contradictoria, divertida como la de cualquiera de nosotras, ¿no? Y es eso lo que debe de dolernos, cuando nos quitan a alguien, nos están robando, eso también”.

Feral también es una especie de agradecimiento a todas las mujeres que han hecho comunidad y acompañan a madres de víctimas de desaparecidos, de feminicidios, en sus luchas, en el dolor. Pero también a las personas que muestran pequeños gestos de solidaridad, la mujer que lleva sopa a la vecina enferma, la que le ayuda a cuidar a sus hijos. “Pero más allá de esos dolores, más bien eso se transforma en ganas de seguir viviendo, luchando, saliendo a bailar y echarse una chela con sus amigas. Esa es la pregunta que yo decía ¿cómo lo estamos haciendo? Y lo hacen mujeres en todos los contextos, mujeres que están al frente de luchas de defensa del territorio, madres de desaparecidos”.

Gabriela Jáuregui. Fotografía de Ángel Soto | Enero, 2023. (Instagram).

Este libro que Gabriela Jáuregui tardó ocho años en terminar, también la ayudó a pensar en cómo incorporar ese amor por las personas que ya no están en la vida diaria. La sostuvo mientras transitaba del luto a la resistencia y lo escribió ya no desde el dolor y la rabia, sino desde el gozo, el baile, la vida y la fiesta. Esta no es la primera vez que se encuentra en la literatura, pues la poesía le salvó la vida.

“Yo empecé como que mi amor por la literatura y las ganas de escribir a partir de la poesía. Me encantaban los Poetas Malditos, después Anaïs Nin, esa fue mi entrada un poco a la literatura. Una escritora más actual que me encanta es Rita Indiana. Néstor Perlongher, ha influido mucho en mi escritura”, compartió Jáuregui. Aunque su primera opción no fue dedicarse a la escritura, cuando era pequeña pensó en ser astronauta pero esa idea no floreció.

En la adolescencia sus pasiones eran la poesía y las ciencias naturales, uno de sus sueños era convertirse en bióloga marina, pero el examen de admisión de la UNAM y las matemáticas se interpusieron en sus planes. “El examen de la UNAM requiere de matemáticas muy complicadas, eso nunca fue algo que disfrutara y que entendiera bien, pensé que eso no iba a resultar”. Jáuregui se inclinó por seguir su segunda pasión y estudiar Literatura, “no es verdad que cuando estudias literatura te enseñan a escribir, para nada, te enseñan a leer”. Años después, Gabriela Jáuregui ha aprendido a seguir cerca de su sueño de ser bióloga, disfruta leer acerca de ciencia, parte de su vida lectora la dedica a estudiar teoría, filosofía y la divulgación científica, como Robin Wall Kimmerer.

Estas autoras, como lo hicieron en su momentos sus predecesoras, continúan abriendo y ganando espacios para ellas y las que siguen. Jáuregui recuerda que hay una deuda histórica con las escritoras que han sido minorizadas y marginadas, leerlas, compartir su literatura y apoyarlas es un pequeño paso para seguir abonando a la lucha por la igualdad.

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Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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AAAA
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Las escritoras mexicanas siguen el legado de Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, mientras sortean el desafío de lograr vivir de su trabajo y que sus obras no pierdan su compromiso social.

Por años hemos escuchado los mismos nombres al hablar de escritoras: Rosario Castellanos, Elena Garro, Elena Poniatowska, Margo Glantz, entre otras. Y, aunque ellas fueron algunas de las que abrieron paso a las mujeres en el mundo de la literatura, han surgido voces de autoras de nuevas generaciones que están dejando también su propio impacto.

Desde el siglo XIX figuras como María Enriqueta Camarillo y Dolores Bolio Cantarell se abrieron paso en la literatura, dominada entonces por hombres, como muchos otros espacios de la vida cotidiana. Ya en el siglo XX llegaron nuevas escritoras como María Luisa Ocampo, María Luisa Garza, Carmen Báez, Nellie Campobello y Rosa de Castaño, como ha documentado la Enciclopedia de Literatura en México.

El panorama para las mujeres en el mundo literario ha cambiado desde entonces. Las escritoras contemporáneas reconocen las dificultades a las que se enfrentaron sus predecesoras. “No es lo mismo ser una escritora en la cuarta parte del siglo XXI a ser una escritora en la década de los cincuenta y sesenta. En primer lugar, desde donde se escribía estaba muy regido por las expectativas que se tenía de nuestro género, por eso tenemos grandes obras como la de Rosario Castellanos, que fueron las que pusieron esta mirada crítica en lo que se esperaba de nosotras, incluso en la escritura”, explica Sayuri Sánchez, autora de Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco (2021).

Gabriela Jáuregui, quien escribió La memoria de las cosas (2015), menciona que el cambio en el panorama cultural lo iniciaron mujeres como Thelma Nava, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila. “Esa es la generación de mujeres a quienes les tocó que les dijeran de todo, que se burlaran de ellas, que las pusieran a hacer solo notas de sociales o cosas de mujeres o lo que fuera. Pienso eso en Elena (Poniatowska) y Margo (Glantz), les dijeron 'si está muy bien en la academia', pero los hombres se burlaban de su escritura”, compartió.

Dahlia de la Cerda, autora de Desde los zulos (2023), ve reflejado el cambio en el creciente interés por leer a mujeres, por conocer las historias que tienen que contar. A la activista le parece fascinante este fenómeno y dice: “no es casual, eventualmente las mujeres se iban a cansar de leer señoros que romantizan las violaciones, las agresiones a menores y van a buscar otro tipo de lecturas”.

En Gatopardo buscamos a las voces femeninas más potentes de la literatura actual, para conocer sus historias, el origen de sus obras y las motivaciones de su trabajo cotidiano.

Escribir desde la rabia y los zulos: Dahlia de la Cerda

Para Dahlia de la Cerda la escritura comenzó como una forma de “desenfrascar” sus emociones, una especie de contención al enojo y la rabia que habitaba. En la secundaria una profesora le encargó escribir un diario. “La neta, me gustó escribir, pero más que por aspiración a ser escritora era porque me desahogaba, e insultar a las personas en mi diario me ayudaba mucho a gestionar mis emociones”. Fue esa maestra la primera en mostrarle a la joven autora que poseía notables habilidades literarias.

Sin embargo, Dahlia estaba muy ocupada siendo adolescente, solo quería andar en patineta, asistir a bailes y rayar paredes. Fue el tiempo y el inicio de una nueva etapa en su vida los que abrieron las puertas a la escritura. “Eso ya fue hasta cuando empecé a ser gótica, porque para ser gótica completa tenías que ser artista y me empezó a atraer”. Ese interés llegaría para quedarse.

El libro Frankenstein, escrito por Mary Shelley, marcó la vida de la activista. Fue precisamente esta autora quien le mostró que las mujeres pueden escribir grandes obras. La literatura gótica de terror y horror como Edgar Allan Poe, Lovecraft y Shelley, la acompañaron durante gran parte de su vida, pero el primer libro que le dejó huella respecto a su trabajo literario fue Chicas Muertas (2016), de Selva Almada. “Fue el primer libro que leí de una autora latinoamericana contemporánea que estaba escribiendo algo parecido a lo que yo quería hacer o a mi proyecto literario”, dice en entrevista.

Un evento trágico en su familia le ayudó a descubrir en la literatura también una herramienta de denuncia. Como lo hace en su libro Perras de Reserva (2022), en el que  narra la historia de varias mujeres que experimentan distintas formas de violencia. En los cuentos "Yuliana" y "La Huesera", Dahlia ensaya sobre las formas en las que mujeres de contextos opuestos pueden vivir el duelo por el feminicidio de una amiga. Para la activista era importante escribir sobre el feminicidio desde una perspectiva distinta a la de las madres de las víctimas, sus huérfanos y la violencia como foco de estudio.

Dahlia de la Cerda (Instagram).

En el texto "Yuliana", la protagonista busca vengar el feminicidio de su única amiga y manda a matar al asesino, utilizando las conexiones de su padre narcotraficante. De la Cerda hace visible que las mujeres también tienen deseos de venganza. “Las formas en las que lidiamos con el duelo no son flores y arcoíris, o llanto y emotividad, sino también tenemos mucha rabia y si pudiéramos mandábamos a cortar cabezas”.

Escribir de esto no fue sencillo, aunque disfrutó mucho la narración desde la rabia y la venganza, “aunque sea a través de la literatura”, "La Huesera" fue complicada de terminar. En este relato una mujer le habla a la ausencia de su mejor amiga, y le platica lo que ha pasado desde que murió. Hoy en día Dahlia no puede volver a leer su cuento “porque me rompe, y las lectoras coinciden conmigo con que es un texto que te rompe”, dice.

“Quizás esa sea tu misión. Juntar los huesos de mujeres muertas, armarlas, contar sus historias y luego dejarlas correr libremente a dónde tengan que ir. Tengo que dejarte ir”, dice el personaje de "La Huesera" a su amiga.

Dahlia de la Cerda siente que su obra es parte importante de sus compromisos como activista. En su libro Desde los zulos, problematiza y cuestiona a los feminismos y las teorías que señalan al patriarcado como única opresión sin tener una mirada interseccional, es decir, un enfoque en el que convergen sexo, raza, género y clase. “Para mí es reivindicar que también desde estos lugares donde se decía que no había teorizaciones, que no había posturas críticas, que no había más que violencia, también hay literatura, posturas críticas y resistencia”, concluyó.

La eco poesía de Sayuri Sánchez

Antes de vivir entre libros y letras, Sayuri Sánchez tuvo la ilusión de ser boxeadora o futbolista, pero al no ser consideradas por sus padres actividades para “mujeres”, ese sueño se apagó. Fue en la preparatoria que comenzó a desarrollar su sentido lector y, curiosamente, sería su rebeldía la que la introduciría al mundo de la poesía. “Era una niña muy problemática, me corrían de las clases. En una de esas ocasiones me enteré que había un taller de poesía y a partir de ahí surgió este interés entre la literatura y el sentido social”.

Por un breve instante, Sayuri vio la posibilidad de crear una carrera en el periodismo; sin embargo, sus padres no se lo permitieron por el temor a la violencia que se vive en esa profesión. Su sentido social y amor por la literatura la llevaron a estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. La manera en la que la poesía aborda distintos temas era muy atractiva para Sayuri, pero el estereotipo del poeta la alejaba.

“Cuando te percibes a ti misma de esa manera, como que ya te apacigua, dijo sobre esta profesión, en la que ha tenido que ser multidisciplinaria, pues considera que “sobrevivir de escribir poesía está cabrón”. Es por esto que desde los 22 años Sayuri trabaja en museos combinando sus dos pasiones: la poesía y el performance.

Sayuri Sánchez (Instagram).

Sayuri Sanchez define la escritura como un espacio que constantemente tiene miedo de enfrentar, pero cuando está en él la llena de seguridad y confort. La poeta Cindy Hatch llamó al trabajo de la gestora cultural como “eco poesía” y desde ahí se reconoce Sayuri. “A mí me interesa hablar de otras especies, las destrucciones que ha causado el ser humano y las reparaciones que se han intentado hacer desde las artes”, contó.

Negar la oquedad

de nuestros caparazones

es la principal razón para

crear objetos.

Bolsas de plástico:

falsos dioses a la deriva.

Medusas de polietileno

exiliadas del mercado.

Todo este daño sin voluntad

debería condenarnos

a desconocer la arena.

Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco, publicado por editorial Sindicato Sentimental.

La artista visual, cantante y escritora Patti Smith es una gran inspiración para Sayuri Sánchez, fue ella quien le permitió vislumbrar la posibilidad de convertirse en poeta. Aunque piensa que el título “poeta” se usa como hobby, “me he encontrado a personas después de varios años de no verles, me preguntan si todavía sigo escribiendo como si fuera algo que puedes dejar. Tú no llegas con un arquitecto y le dices '¿todavía sigues construyendo?', ser poeta es una profesión muy dura”, platicó.

Libertad Pantoja

“A la magia que reside en nuestros sueños”, Libertad Pantoja arranca con esa dedicatoria su libro Tú, enfermo no estás (2021), de Malabar Editorial. Esto no es fortuito, muchos de los cuentos que ha escrito los ha encontrado precisamente ahí, en sus sueños, en las historias familiares y las pláticas y mundos posibles que ensaya en su cabeza. Muchos otros han surgido después de leer otras historias, “un maestro suele decir que escribir es entablar un diálogo con los muertos, con otros autores que nos dicen algo. Eso me pasó hace algunos años en un taller de ciencia ficción después de leer a Octavia Butler”, compartió.

Su afición por contar historias la ha acompañado desde pequeña, cuando inventaba juegos, escondía tesoros, deseaba estudiar insectos o convertirse en paleontóloga y se dedicaba a pensar qué pasaría si se perdiera en la selva o el bosque. Desde los once años se planteó con seriedad ser escritora, escribió historias cortas y fanfics con una amiga, aunque fue una experiencia gozosa, “estaba cargada con la intención de gustar. Creo que uno debe ser libre de crear por el simple placer o necesidad de hacerlo sin pretender gustar a nadie”, reflexionó años más tarde.

Libertad Pantoja. Fotografía cortesía de la autora.

El libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga, fue una fuerte influencia para que Libertad decidiera escribir. Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Jesús Gardea y Mario González Suárez se han convertido en parte fundamental de su crecimiento como escritora. Su literatura gira en torno a entender los temas que la intrigan, en los que puede hallar algo oculto como la muerte, la enfermedad, la locura y la familia, esto se ve reflejado en cuentos como "¿Dónde está Cecilia?" y "Sushi y esgrima".

“Para mí la literatura es algo que revela, y eso siempre será transformador tanto en nuestra escritura como en nuestra vida. Me gustaría mucho explorar el tema del daimón, la idea de la encarnación como misterio, el sexo como fuerza vital, y el papel y transgresión del destino”, compartió con Gatopardo.

Xel-Ha López y la Jardinera Warrior

Xel-Ha López encontró en la poesía la posibilidad de explorar y aprender de los temas que la apasionan; por ejemplo, su obsesión por la astronomía la impulsó a escribir prosas sobre las emociones, la pérdida, la formación de los planetas y la muerte de las estrellas. Saltar de tema en tema, aunque pueda parecer caótico a ella le ayuda en su proceso creativo, “la astronomía me llevó a la geología y así he encontrado temas que me obsesionan”, señaló.

Una estrella antes de morir

revienta de luz

antes de apagarse.

Una estrella

puede devorar ciertos planetas cercanos

Desde hace seis meses, Xel-Ha estudia una maestría en Canadá, donde también es jardinera y educadora, muy parecido a lo que había imaginado de su vida tiempo atrás. Con gracia recuerda que cuando vivió en Chiapas, ella junto con una amiga, crearon el fanzine Jardinera Warrior en el que incluían poesía de diversas mujeres latinoamericanas y repartían en misceláneas y verdulerías. Bautizaron esa publicación por el oficio del que siempre tuvo deseos de ejercer. Xel-Ha López confiesa con una pícara sonrisa, “el primer trabajo que conseguí cuando llegué aquí fue el de la jardinería y es gracioso porque a mí no se me dan las plantas aunque me esfuerzo mucho, ahora cuido árboles”.

Xel-Ha López.Foto de Juan Manuel Salas. (Instagram)

Cuando la poeta era niña soñaba con poder participar en todas las profesiones que se imaginaba, “quería ser cocinera, mecánica, cantante, maestra”, esta última fue el tercer trabajo que obtuvo en Canadá. Xel-Ha disfruta de descubrir junto a los y las niñas una lengua que no es la suya. “Ellos y yo estamos aprendiendo a comunicarnos”, explicó. La literatura fue una gran maestra para ella, le mostró que podía contar historias en las que la gente podía inventar lo que quisiera y sintió la necesidad de participar en estas actividades. “Pero yo no sabía que iba a ser tan difícil ser poeta y hacer dinero de esto. Eso lo aprendí hasta después”.

Entre todas las formas de escritura, se entregó a la poesía, un lugar en el que es necesario entrar en el juego de crear conexiones, muy parecido a resolver un rompecabezas. La poesía le permite transitar, sin quererlo, por experiencias y conocimientos variados. “Una cosa que lleva a veinte experiencias distintas. Estás leyendo un poema que empieza con una gota de agua y al final aprendes sobre el desarrollo de las ciudades”.

Aunque fascinante, Xel-Ha López afirma que la poesía difícilmente se puede convertir en un trabajo bien remunerado, incluso si inviertes tu vida en ella. Es por eso que nunca ha considerado una opción el ejercicio de ésta como profesión. La centralización no ayuda a resolver este problema, al contrario, funciona como una traba para los autores jóvenes. “Se tiene que decir que la Ciudad de México sigue siendo el punto neurálgico de la cultura. Es necesario que en la provincia se abran más espacios para que los y las poetas ya no tengamos la necesidad de migrar al centro del país, donde se mueve la cultura”.

Gabriela Jáuregui y el trabajo de reconstrucción de la memoria

Gabriela Jáuregui encontró en la literatura una forma de transitar el dolor y duelo por la muerte de una amiga. Buscaba una forma de entender qué hacer con todo el dolor y con todo el amor que aún sentía por ella, pero paulatinamente la pregunta se fue transformando en qué hacer para seguir viviendo después de su ausencia, para disfrutar, para ser felices, para continuar.

En su libro Feral (2022), publicado en editorial Sexto Piso, Jáuregui relata la historia de una arqueóloga asesinada y la vida de la comuna en la que habitaba con sus amigas. Es a través de la investigación de archivistas del futuro que logramos conocer las historias de Eugenia y sus amigas Diana, Saratoga y Yunuén. Pero Gabriela Jáuregui no se centra en el feminicidio, busca llevar la atención a la vida de Eugenia antes de su muerte. “El asesinato de Eugenia yo quería que nos doliera, pero no porque decimos que asesinar es feo o que el feminicidio está mal, eso ya lo sabemos. Yo quería que lo sintamos porque primero la vimos divertirse, gozar, estar con sus amigas, ser esta chava que ha tenido una historia familiar compleja, una vida contradictoria, divertida como la de cualquiera de nosotras, ¿no? Y es eso lo que debe de dolernos, cuando nos quitan a alguien, nos están robando, eso también”.

Feral también es una especie de agradecimiento a todas las mujeres que han hecho comunidad y acompañan a madres de víctimas de desaparecidos, de feminicidios, en sus luchas, en el dolor. Pero también a las personas que muestran pequeños gestos de solidaridad, la mujer que lleva sopa a la vecina enferma, la que le ayuda a cuidar a sus hijos. “Pero más allá de esos dolores, más bien eso se transforma en ganas de seguir viviendo, luchando, saliendo a bailar y echarse una chela con sus amigas. Esa es la pregunta que yo decía ¿cómo lo estamos haciendo? Y lo hacen mujeres en todos los contextos, mujeres que están al frente de luchas de defensa del territorio, madres de desaparecidos”.

Gabriela Jáuregui. Fotografía de Ángel Soto | Enero, 2023. (Instagram).

Este libro que Gabriela Jáuregui tardó ocho años en terminar, también la ayudó a pensar en cómo incorporar ese amor por las personas que ya no están en la vida diaria. La sostuvo mientras transitaba del luto a la resistencia y lo escribió ya no desde el dolor y la rabia, sino desde el gozo, el baile, la vida y la fiesta. Esta no es la primera vez que se encuentra en la literatura, pues la poesía le salvó la vida.

“Yo empecé como que mi amor por la literatura y las ganas de escribir a partir de la poesía. Me encantaban los Poetas Malditos, después Anaïs Nin, esa fue mi entrada un poco a la literatura. Una escritora más actual que me encanta es Rita Indiana. Néstor Perlongher, ha influido mucho en mi escritura”, compartió Jáuregui. Aunque su primera opción no fue dedicarse a la escritura, cuando era pequeña pensó en ser astronauta pero esa idea no floreció.

En la adolescencia sus pasiones eran la poesía y las ciencias naturales, uno de sus sueños era convertirse en bióloga marina, pero el examen de admisión de la UNAM y las matemáticas se interpusieron en sus planes. “El examen de la UNAM requiere de matemáticas muy complicadas, eso nunca fue algo que disfrutara y que entendiera bien, pensé que eso no iba a resultar”. Jáuregui se inclinó por seguir su segunda pasión y estudiar Literatura, “no es verdad que cuando estudias literatura te enseñan a escribir, para nada, te enseñan a leer”. Años después, Gabriela Jáuregui ha aprendido a seguir cerca de su sueño de ser bióloga, disfruta leer acerca de ciencia, parte de su vida lectora la dedica a estudiar teoría, filosofía y la divulgación científica, como Robin Wall Kimmerer.

Estas autoras, como lo hicieron en su momentos sus predecesoras, continúan abriendo y ganando espacios para ellas y las que siguen. Jáuregui recuerda que hay una deuda histórica con las escritoras que han sido minorizadas y marginadas, leerlas, compartir su literatura y apoyarlas es un pequeño paso para seguir abonando a la lucha por la igualdad.

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Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

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Las escritoras mexicanas siguen el legado de Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, mientras sortean el desafío de lograr vivir de su trabajo y que sus obras no pierdan su compromiso social.

Por años hemos escuchado los mismos nombres al hablar de escritoras: Rosario Castellanos, Elena Garro, Elena Poniatowska, Margo Glantz, entre otras. Y, aunque ellas fueron algunas de las que abrieron paso a las mujeres en el mundo de la literatura, han surgido voces de autoras de nuevas generaciones que están dejando también su propio impacto.

Desde el siglo XIX figuras como María Enriqueta Camarillo y Dolores Bolio Cantarell se abrieron paso en la literatura, dominada entonces por hombres, como muchos otros espacios de la vida cotidiana. Ya en el siglo XX llegaron nuevas escritoras como María Luisa Ocampo, María Luisa Garza, Carmen Báez, Nellie Campobello y Rosa de Castaño, como ha documentado la Enciclopedia de Literatura en México.

El panorama para las mujeres en el mundo literario ha cambiado desde entonces. Las escritoras contemporáneas reconocen las dificultades a las que se enfrentaron sus predecesoras. “No es lo mismo ser una escritora en la cuarta parte del siglo XXI a ser una escritora en la década de los cincuenta y sesenta. En primer lugar, desde donde se escribía estaba muy regido por las expectativas que se tenía de nuestro género, por eso tenemos grandes obras como la de Rosario Castellanos, que fueron las que pusieron esta mirada crítica en lo que se esperaba de nosotras, incluso en la escritura”, explica Sayuri Sánchez, autora de Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco (2021).

Gabriela Jáuregui, quien escribió La memoria de las cosas (2015), menciona que el cambio en el panorama cultural lo iniciaron mujeres como Thelma Nava, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila. “Esa es la generación de mujeres a quienes les tocó que les dijeran de todo, que se burlaran de ellas, que las pusieran a hacer solo notas de sociales o cosas de mujeres o lo que fuera. Pienso eso en Elena (Poniatowska) y Margo (Glantz), les dijeron 'si está muy bien en la academia', pero los hombres se burlaban de su escritura”, compartió.

Dahlia de la Cerda, autora de Desde los zulos (2023), ve reflejado el cambio en el creciente interés por leer a mujeres, por conocer las historias que tienen que contar. A la activista le parece fascinante este fenómeno y dice: “no es casual, eventualmente las mujeres se iban a cansar de leer señoros que romantizan las violaciones, las agresiones a menores y van a buscar otro tipo de lecturas”.

En Gatopardo buscamos a las voces femeninas más potentes de la literatura actual, para conocer sus historias, el origen de sus obras y las motivaciones de su trabajo cotidiano.

Escribir desde la rabia y los zulos: Dahlia de la Cerda

Para Dahlia de la Cerda la escritura comenzó como una forma de “desenfrascar” sus emociones, una especie de contención al enojo y la rabia que habitaba. En la secundaria una profesora le encargó escribir un diario. “La neta, me gustó escribir, pero más que por aspiración a ser escritora era porque me desahogaba, e insultar a las personas en mi diario me ayudaba mucho a gestionar mis emociones”. Fue esa maestra la primera en mostrarle a la joven autora que poseía notables habilidades literarias.

Sin embargo, Dahlia estaba muy ocupada siendo adolescente, solo quería andar en patineta, asistir a bailes y rayar paredes. Fue el tiempo y el inicio de una nueva etapa en su vida los que abrieron las puertas a la escritura. “Eso ya fue hasta cuando empecé a ser gótica, porque para ser gótica completa tenías que ser artista y me empezó a atraer”. Ese interés llegaría para quedarse.

El libro Frankenstein, escrito por Mary Shelley, marcó la vida de la activista. Fue precisamente esta autora quien le mostró que las mujeres pueden escribir grandes obras. La literatura gótica de terror y horror como Edgar Allan Poe, Lovecraft y Shelley, la acompañaron durante gran parte de su vida, pero el primer libro que le dejó huella respecto a su trabajo literario fue Chicas Muertas (2016), de Selva Almada. “Fue el primer libro que leí de una autora latinoamericana contemporánea que estaba escribiendo algo parecido a lo que yo quería hacer o a mi proyecto literario”, dice en entrevista.

Un evento trágico en su familia le ayudó a descubrir en la literatura también una herramienta de denuncia. Como lo hace en su libro Perras de Reserva (2022), en el que  narra la historia de varias mujeres que experimentan distintas formas de violencia. En los cuentos "Yuliana" y "La Huesera", Dahlia ensaya sobre las formas en las que mujeres de contextos opuestos pueden vivir el duelo por el feminicidio de una amiga. Para la activista era importante escribir sobre el feminicidio desde una perspectiva distinta a la de las madres de las víctimas, sus huérfanos y la violencia como foco de estudio.

Dahlia de la Cerda (Instagram).

En el texto "Yuliana", la protagonista busca vengar el feminicidio de su única amiga y manda a matar al asesino, utilizando las conexiones de su padre narcotraficante. De la Cerda hace visible que las mujeres también tienen deseos de venganza. “Las formas en las que lidiamos con el duelo no son flores y arcoíris, o llanto y emotividad, sino también tenemos mucha rabia y si pudiéramos mandábamos a cortar cabezas”.

Escribir de esto no fue sencillo, aunque disfrutó mucho la narración desde la rabia y la venganza, “aunque sea a través de la literatura”, "La Huesera" fue complicada de terminar. En este relato una mujer le habla a la ausencia de su mejor amiga, y le platica lo que ha pasado desde que murió. Hoy en día Dahlia no puede volver a leer su cuento “porque me rompe, y las lectoras coinciden conmigo con que es un texto que te rompe”, dice.

“Quizás esa sea tu misión. Juntar los huesos de mujeres muertas, armarlas, contar sus historias y luego dejarlas correr libremente a dónde tengan que ir. Tengo que dejarte ir”, dice el personaje de "La Huesera" a su amiga.

Dahlia de la Cerda siente que su obra es parte importante de sus compromisos como activista. En su libro Desde los zulos, problematiza y cuestiona a los feminismos y las teorías que señalan al patriarcado como única opresión sin tener una mirada interseccional, es decir, un enfoque en el que convergen sexo, raza, género y clase. “Para mí es reivindicar que también desde estos lugares donde se decía que no había teorizaciones, que no había posturas críticas, que no había más que violencia, también hay literatura, posturas críticas y resistencia”, concluyó.

La eco poesía de Sayuri Sánchez

Antes de vivir entre libros y letras, Sayuri Sánchez tuvo la ilusión de ser boxeadora o futbolista, pero al no ser consideradas por sus padres actividades para “mujeres”, ese sueño se apagó. Fue en la preparatoria que comenzó a desarrollar su sentido lector y, curiosamente, sería su rebeldía la que la introduciría al mundo de la poesía. “Era una niña muy problemática, me corrían de las clases. En una de esas ocasiones me enteré que había un taller de poesía y a partir de ahí surgió este interés entre la literatura y el sentido social”.

Por un breve instante, Sayuri vio la posibilidad de crear una carrera en el periodismo; sin embargo, sus padres no se lo permitieron por el temor a la violencia que se vive en esa profesión. Su sentido social y amor por la literatura la llevaron a estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. La manera en la que la poesía aborda distintos temas era muy atractiva para Sayuri, pero el estereotipo del poeta la alejaba.

“Cuando te percibes a ti misma de esa manera, como que ya te apacigua, dijo sobre esta profesión, en la que ha tenido que ser multidisciplinaria, pues considera que “sobrevivir de escribir poesía está cabrón”. Es por esto que desde los 22 años Sayuri trabaja en museos combinando sus dos pasiones: la poesía y el performance.

Sayuri Sánchez (Instagram).

Sayuri Sanchez define la escritura como un espacio que constantemente tiene miedo de enfrentar, pero cuando está en él la llena de seguridad y confort. La poeta Cindy Hatch llamó al trabajo de la gestora cultural como “eco poesía” y desde ahí se reconoce Sayuri. “A mí me interesa hablar de otras especies, las destrucciones que ha causado el ser humano y las reparaciones que se han intentado hacer desde las artes”, contó.

Negar la oquedad

de nuestros caparazones

es la principal razón para

crear objetos.

Bolsas de plástico:

falsos dioses a la deriva.

Medusas de polietileno

exiliadas del mercado.

Todo este daño sin voluntad

debería condenarnos

a desconocer la arena.

Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco, publicado por editorial Sindicato Sentimental.

La artista visual, cantante y escritora Patti Smith es una gran inspiración para Sayuri Sánchez, fue ella quien le permitió vislumbrar la posibilidad de convertirse en poeta. Aunque piensa que el título “poeta” se usa como hobby, “me he encontrado a personas después de varios años de no verles, me preguntan si todavía sigo escribiendo como si fuera algo que puedes dejar. Tú no llegas con un arquitecto y le dices '¿todavía sigues construyendo?', ser poeta es una profesión muy dura”, platicó.

Libertad Pantoja

“A la magia que reside en nuestros sueños”, Libertad Pantoja arranca con esa dedicatoria su libro Tú, enfermo no estás (2021), de Malabar Editorial. Esto no es fortuito, muchos de los cuentos que ha escrito los ha encontrado precisamente ahí, en sus sueños, en las historias familiares y las pláticas y mundos posibles que ensaya en su cabeza. Muchos otros han surgido después de leer otras historias, “un maestro suele decir que escribir es entablar un diálogo con los muertos, con otros autores que nos dicen algo. Eso me pasó hace algunos años en un taller de ciencia ficción después de leer a Octavia Butler”, compartió.

Su afición por contar historias la ha acompañado desde pequeña, cuando inventaba juegos, escondía tesoros, deseaba estudiar insectos o convertirse en paleontóloga y se dedicaba a pensar qué pasaría si se perdiera en la selva o el bosque. Desde los once años se planteó con seriedad ser escritora, escribió historias cortas y fanfics con una amiga, aunque fue una experiencia gozosa, “estaba cargada con la intención de gustar. Creo que uno debe ser libre de crear por el simple placer o necesidad de hacerlo sin pretender gustar a nadie”, reflexionó años más tarde.

Libertad Pantoja. Fotografía cortesía de la autora.

El libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga, fue una fuerte influencia para que Libertad decidiera escribir. Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Jesús Gardea y Mario González Suárez se han convertido en parte fundamental de su crecimiento como escritora. Su literatura gira en torno a entender los temas que la intrigan, en los que puede hallar algo oculto como la muerte, la enfermedad, la locura y la familia, esto se ve reflejado en cuentos como "¿Dónde está Cecilia?" y "Sushi y esgrima".

“Para mí la literatura es algo que revela, y eso siempre será transformador tanto en nuestra escritura como en nuestra vida. Me gustaría mucho explorar el tema del daimón, la idea de la encarnación como misterio, el sexo como fuerza vital, y el papel y transgresión del destino”, compartió con Gatopardo.

Xel-Ha López y la Jardinera Warrior

Xel-Ha López encontró en la poesía la posibilidad de explorar y aprender de los temas que la apasionan; por ejemplo, su obsesión por la astronomía la impulsó a escribir prosas sobre las emociones, la pérdida, la formación de los planetas y la muerte de las estrellas. Saltar de tema en tema, aunque pueda parecer caótico a ella le ayuda en su proceso creativo, “la astronomía me llevó a la geología y así he encontrado temas que me obsesionan”, señaló.

Una estrella antes de morir

revienta de luz

antes de apagarse.

Una estrella

puede devorar ciertos planetas cercanos

Desde hace seis meses, Xel-Ha estudia una maestría en Canadá, donde también es jardinera y educadora, muy parecido a lo que había imaginado de su vida tiempo atrás. Con gracia recuerda que cuando vivió en Chiapas, ella junto con una amiga, crearon el fanzine Jardinera Warrior en el que incluían poesía de diversas mujeres latinoamericanas y repartían en misceláneas y verdulerías. Bautizaron esa publicación por el oficio del que siempre tuvo deseos de ejercer. Xel-Ha López confiesa con una pícara sonrisa, “el primer trabajo que conseguí cuando llegué aquí fue el de la jardinería y es gracioso porque a mí no se me dan las plantas aunque me esfuerzo mucho, ahora cuido árboles”.

Xel-Ha López.Foto de Juan Manuel Salas. (Instagram)

Cuando la poeta era niña soñaba con poder participar en todas las profesiones que se imaginaba, “quería ser cocinera, mecánica, cantante, maestra”, esta última fue el tercer trabajo que obtuvo en Canadá. Xel-Ha disfruta de descubrir junto a los y las niñas una lengua que no es la suya. “Ellos y yo estamos aprendiendo a comunicarnos”, explicó. La literatura fue una gran maestra para ella, le mostró que podía contar historias en las que la gente podía inventar lo que quisiera y sintió la necesidad de participar en estas actividades. “Pero yo no sabía que iba a ser tan difícil ser poeta y hacer dinero de esto. Eso lo aprendí hasta después”.

Entre todas las formas de escritura, se entregó a la poesía, un lugar en el que es necesario entrar en el juego de crear conexiones, muy parecido a resolver un rompecabezas. La poesía le permite transitar, sin quererlo, por experiencias y conocimientos variados. “Una cosa que lleva a veinte experiencias distintas. Estás leyendo un poema que empieza con una gota de agua y al final aprendes sobre el desarrollo de las ciudades”.

Aunque fascinante, Xel-Ha López afirma que la poesía difícilmente se puede convertir en un trabajo bien remunerado, incluso si inviertes tu vida en ella. Es por eso que nunca ha considerado una opción el ejercicio de ésta como profesión. La centralización no ayuda a resolver este problema, al contrario, funciona como una traba para los autores jóvenes. “Se tiene que decir que la Ciudad de México sigue siendo el punto neurálgico de la cultura. Es necesario que en la provincia se abran más espacios para que los y las poetas ya no tengamos la necesidad de migrar al centro del país, donde se mueve la cultura”.

Gabriela Jáuregui y el trabajo de reconstrucción de la memoria

Gabriela Jáuregui encontró en la literatura una forma de transitar el dolor y duelo por la muerte de una amiga. Buscaba una forma de entender qué hacer con todo el dolor y con todo el amor que aún sentía por ella, pero paulatinamente la pregunta se fue transformando en qué hacer para seguir viviendo después de su ausencia, para disfrutar, para ser felices, para continuar.

En su libro Feral (2022), publicado en editorial Sexto Piso, Jáuregui relata la historia de una arqueóloga asesinada y la vida de la comuna en la que habitaba con sus amigas. Es a través de la investigación de archivistas del futuro que logramos conocer las historias de Eugenia y sus amigas Diana, Saratoga y Yunuén. Pero Gabriela Jáuregui no se centra en el feminicidio, busca llevar la atención a la vida de Eugenia antes de su muerte. “El asesinato de Eugenia yo quería que nos doliera, pero no porque decimos que asesinar es feo o que el feminicidio está mal, eso ya lo sabemos. Yo quería que lo sintamos porque primero la vimos divertirse, gozar, estar con sus amigas, ser esta chava que ha tenido una historia familiar compleja, una vida contradictoria, divertida como la de cualquiera de nosotras, ¿no? Y es eso lo que debe de dolernos, cuando nos quitan a alguien, nos están robando, eso también”.

Feral también es una especie de agradecimiento a todas las mujeres que han hecho comunidad y acompañan a madres de víctimas de desaparecidos, de feminicidios, en sus luchas, en el dolor. Pero también a las personas que muestran pequeños gestos de solidaridad, la mujer que lleva sopa a la vecina enferma, la que le ayuda a cuidar a sus hijos. “Pero más allá de esos dolores, más bien eso se transforma en ganas de seguir viviendo, luchando, saliendo a bailar y echarse una chela con sus amigas. Esa es la pregunta que yo decía ¿cómo lo estamos haciendo? Y lo hacen mujeres en todos los contextos, mujeres que están al frente de luchas de defensa del territorio, madres de desaparecidos”.

Gabriela Jáuregui. Fotografía de Ángel Soto | Enero, 2023. (Instagram).

Este libro que Gabriela Jáuregui tardó ocho años en terminar, también la ayudó a pensar en cómo incorporar ese amor por las personas que ya no están en la vida diaria. La sostuvo mientras transitaba del luto a la resistencia y lo escribió ya no desde el dolor y la rabia, sino desde el gozo, el baile, la vida y la fiesta. Esta no es la primera vez que se encuentra en la literatura, pues la poesía le salvó la vida.

“Yo empecé como que mi amor por la literatura y las ganas de escribir a partir de la poesía. Me encantaban los Poetas Malditos, después Anaïs Nin, esa fue mi entrada un poco a la literatura. Una escritora más actual que me encanta es Rita Indiana. Néstor Perlongher, ha influido mucho en mi escritura”, compartió Jáuregui. Aunque su primera opción no fue dedicarse a la escritura, cuando era pequeña pensó en ser astronauta pero esa idea no floreció.

En la adolescencia sus pasiones eran la poesía y las ciencias naturales, uno de sus sueños era convertirse en bióloga marina, pero el examen de admisión de la UNAM y las matemáticas se interpusieron en sus planes. “El examen de la UNAM requiere de matemáticas muy complicadas, eso nunca fue algo que disfrutara y que entendiera bien, pensé que eso no iba a resultar”. Jáuregui se inclinó por seguir su segunda pasión y estudiar Literatura, “no es verdad que cuando estudias literatura te enseñan a escribir, para nada, te enseñan a leer”. Años después, Gabriela Jáuregui ha aprendido a seguir cerca de su sueño de ser bióloga, disfruta leer acerca de ciencia, parte de su vida lectora la dedica a estudiar teoría, filosofía y la divulgación científica, como Robin Wall Kimmerer.

Estas autoras, como lo hicieron en su momentos sus predecesoras, continúan abriendo y ganando espacios para ellas y las que siguen. Jáuregui recuerda que hay una deuda histórica con las escritoras que han sido minorizadas y marginadas, leerlas, compartir su literatura y apoyarlas es un pequeño paso para seguir abonando a la lucha por la igualdad.

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Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

Las nuevas voces femeninas en la literatura mexicana

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Las escritoras mexicanas siguen el legado de Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, mientras sortean el desafío de lograr vivir de su trabajo y que sus obras no pierdan su compromiso social.

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Por años hemos escuchado los mismos nombres al hablar de escritoras: Rosario Castellanos, Elena Garro, Elena Poniatowska, Margo Glantz, entre otras. Y, aunque ellas fueron algunas de las que abrieron paso a las mujeres en el mundo de la literatura, han surgido voces de autoras de nuevas generaciones que están dejando también su propio impacto.

Desde el siglo XIX figuras como María Enriqueta Camarillo y Dolores Bolio Cantarell se abrieron paso en la literatura, dominada entonces por hombres, como muchos otros espacios de la vida cotidiana. Ya en el siglo XX llegaron nuevas escritoras como María Luisa Ocampo, María Luisa Garza, Carmen Báez, Nellie Campobello y Rosa de Castaño, como ha documentado la Enciclopedia de Literatura en México.

El panorama para las mujeres en el mundo literario ha cambiado desde entonces. Las escritoras contemporáneas reconocen las dificultades a las que se enfrentaron sus predecesoras. “No es lo mismo ser una escritora en la cuarta parte del siglo XXI a ser una escritora en la década de los cincuenta y sesenta. En primer lugar, desde donde se escribía estaba muy regido por las expectativas que se tenía de nuestro género, por eso tenemos grandes obras como la de Rosario Castellanos, que fueron las que pusieron esta mirada crítica en lo que se esperaba de nosotras, incluso en la escritura”, explica Sayuri Sánchez, autora de Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco (2021).

Gabriela Jáuregui, quien escribió La memoria de las cosas (2015), menciona que el cambio en el panorama cultural lo iniciaron mujeres como Thelma Nava, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila. “Esa es la generación de mujeres a quienes les tocó que les dijeran de todo, que se burlaran de ellas, que las pusieran a hacer solo notas de sociales o cosas de mujeres o lo que fuera. Pienso eso en Elena (Poniatowska) y Margo (Glantz), les dijeron 'si está muy bien en la academia', pero los hombres se burlaban de su escritura”, compartió.

Dahlia de la Cerda, autora de Desde los zulos (2023), ve reflejado el cambio en el creciente interés por leer a mujeres, por conocer las historias que tienen que contar. A la activista le parece fascinante este fenómeno y dice: “no es casual, eventualmente las mujeres se iban a cansar de leer señoros que romantizan las violaciones, las agresiones a menores y van a buscar otro tipo de lecturas”.

En Gatopardo buscamos a las voces femeninas más potentes de la literatura actual, para conocer sus historias, el origen de sus obras y las motivaciones de su trabajo cotidiano.

Escribir desde la rabia y los zulos: Dahlia de la Cerda

Para Dahlia de la Cerda la escritura comenzó como una forma de “desenfrascar” sus emociones, una especie de contención al enojo y la rabia que habitaba. En la secundaria una profesora le encargó escribir un diario. “La neta, me gustó escribir, pero más que por aspiración a ser escritora era porque me desahogaba, e insultar a las personas en mi diario me ayudaba mucho a gestionar mis emociones”. Fue esa maestra la primera en mostrarle a la joven autora que poseía notables habilidades literarias.

Sin embargo, Dahlia estaba muy ocupada siendo adolescente, solo quería andar en patineta, asistir a bailes y rayar paredes. Fue el tiempo y el inicio de una nueva etapa en su vida los que abrieron las puertas a la escritura. “Eso ya fue hasta cuando empecé a ser gótica, porque para ser gótica completa tenías que ser artista y me empezó a atraer”. Ese interés llegaría para quedarse.

El libro Frankenstein, escrito por Mary Shelley, marcó la vida de la activista. Fue precisamente esta autora quien le mostró que las mujeres pueden escribir grandes obras. La literatura gótica de terror y horror como Edgar Allan Poe, Lovecraft y Shelley, la acompañaron durante gran parte de su vida, pero el primer libro que le dejó huella respecto a su trabajo literario fue Chicas Muertas (2016), de Selva Almada. “Fue el primer libro que leí de una autora latinoamericana contemporánea que estaba escribiendo algo parecido a lo que yo quería hacer o a mi proyecto literario”, dice en entrevista.

Un evento trágico en su familia le ayudó a descubrir en la literatura también una herramienta de denuncia. Como lo hace en su libro Perras de Reserva (2022), en el que  narra la historia de varias mujeres que experimentan distintas formas de violencia. En los cuentos "Yuliana" y "La Huesera", Dahlia ensaya sobre las formas en las que mujeres de contextos opuestos pueden vivir el duelo por el feminicidio de una amiga. Para la activista era importante escribir sobre el feminicidio desde una perspectiva distinta a la de las madres de las víctimas, sus huérfanos y la violencia como foco de estudio.

Dahlia de la Cerda (Instagram).

En el texto "Yuliana", la protagonista busca vengar el feminicidio de su única amiga y manda a matar al asesino, utilizando las conexiones de su padre narcotraficante. De la Cerda hace visible que las mujeres también tienen deseos de venganza. “Las formas en las que lidiamos con el duelo no son flores y arcoíris, o llanto y emotividad, sino también tenemos mucha rabia y si pudiéramos mandábamos a cortar cabezas”.

Escribir de esto no fue sencillo, aunque disfrutó mucho la narración desde la rabia y la venganza, “aunque sea a través de la literatura”, "La Huesera" fue complicada de terminar. En este relato una mujer le habla a la ausencia de su mejor amiga, y le platica lo que ha pasado desde que murió. Hoy en día Dahlia no puede volver a leer su cuento “porque me rompe, y las lectoras coinciden conmigo con que es un texto que te rompe”, dice.

“Quizás esa sea tu misión. Juntar los huesos de mujeres muertas, armarlas, contar sus historias y luego dejarlas correr libremente a dónde tengan que ir. Tengo que dejarte ir”, dice el personaje de "La Huesera" a su amiga.

Dahlia de la Cerda siente que su obra es parte importante de sus compromisos como activista. En su libro Desde los zulos, problematiza y cuestiona a los feminismos y las teorías que señalan al patriarcado como única opresión sin tener una mirada interseccional, es decir, un enfoque en el que convergen sexo, raza, género y clase. “Para mí es reivindicar que también desde estos lugares donde se decía que no había teorizaciones, que no había posturas críticas, que no había más que violencia, también hay literatura, posturas críticas y resistencia”, concluyó.

La eco poesía de Sayuri Sánchez

Antes de vivir entre libros y letras, Sayuri Sánchez tuvo la ilusión de ser boxeadora o futbolista, pero al no ser consideradas por sus padres actividades para “mujeres”, ese sueño se apagó. Fue en la preparatoria que comenzó a desarrollar su sentido lector y, curiosamente, sería su rebeldía la que la introduciría al mundo de la poesía. “Era una niña muy problemática, me corrían de las clases. En una de esas ocasiones me enteré que había un taller de poesía y a partir de ahí surgió este interés entre la literatura y el sentido social”.

Por un breve instante, Sayuri vio la posibilidad de crear una carrera en el periodismo; sin embargo, sus padres no se lo permitieron por el temor a la violencia que se vive en esa profesión. Su sentido social y amor por la literatura la llevaron a estudiar Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. La manera en la que la poesía aborda distintos temas era muy atractiva para Sayuri, pero el estereotipo del poeta la alejaba.

“Cuando te percibes a ti misma de esa manera, como que ya te apacigua, dijo sobre esta profesión, en la que ha tenido que ser multidisciplinaria, pues considera que “sobrevivir de escribir poesía está cabrón”. Es por esto que desde los 22 años Sayuri trabaja en museos combinando sus dos pasiones: la poesía y el performance.

Sayuri Sánchez (Instagram).

Sayuri Sanchez define la escritura como un espacio que constantemente tiene miedo de enfrentar, pero cuando está en él la llena de seguridad y confort. La poeta Cindy Hatch llamó al trabajo de la gestora cultural como “eco poesía” y desde ahí se reconoce Sayuri. “A mí me interesa hablar de otras especies, las destrucciones que ha causado el ser humano y las reparaciones que se han intentado hacer desde las artes”, contó.

Negar la oquedad

de nuestros caparazones

es la principal razón para

crear objetos.

Bolsas de plástico:

falsos dioses a la deriva.

Medusas de polietileno

exiliadas del mercado.

Todo este daño sin voluntad

debería condenarnos

a desconocer la arena.

Bas Jan Ader: retrato de un gusano blanco, publicado por editorial Sindicato Sentimental.

La artista visual, cantante y escritora Patti Smith es una gran inspiración para Sayuri Sánchez, fue ella quien le permitió vislumbrar la posibilidad de convertirse en poeta. Aunque piensa que el título “poeta” se usa como hobby, “me he encontrado a personas después de varios años de no verles, me preguntan si todavía sigo escribiendo como si fuera algo que puedes dejar. Tú no llegas con un arquitecto y le dices '¿todavía sigues construyendo?', ser poeta es una profesión muy dura”, platicó.

Libertad Pantoja

“A la magia que reside en nuestros sueños”, Libertad Pantoja arranca con esa dedicatoria su libro Tú, enfermo no estás (2021), de Malabar Editorial. Esto no es fortuito, muchos de los cuentos que ha escrito los ha encontrado precisamente ahí, en sus sueños, en las historias familiares y las pláticas y mundos posibles que ensaya en su cabeza. Muchos otros han surgido después de leer otras historias, “un maestro suele decir que escribir es entablar un diálogo con los muertos, con otros autores que nos dicen algo. Eso me pasó hace algunos años en un taller de ciencia ficción después de leer a Octavia Butler”, compartió.

Su afición por contar historias la ha acompañado desde pequeña, cuando inventaba juegos, escondía tesoros, deseaba estudiar insectos o convertirse en paleontóloga y se dedicaba a pensar qué pasaría si se perdiera en la selva o el bosque. Desde los once años se planteó con seriedad ser escritora, escribió historias cortas y fanfics con una amiga, aunque fue una experiencia gozosa, “estaba cargada con la intención de gustar. Creo que uno debe ser libre de crear por el simple placer o necesidad de hacerlo sin pretender gustar a nadie”, reflexionó años más tarde.

Libertad Pantoja. Fotografía cortesía de la autora.

El libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga, fue una fuerte influencia para que Libertad decidiera escribir. Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Jesús Gardea y Mario González Suárez se han convertido en parte fundamental de su crecimiento como escritora. Su literatura gira en torno a entender los temas que la intrigan, en los que puede hallar algo oculto como la muerte, la enfermedad, la locura y la familia, esto se ve reflejado en cuentos como "¿Dónde está Cecilia?" y "Sushi y esgrima".

“Para mí la literatura es algo que revela, y eso siempre será transformador tanto en nuestra escritura como en nuestra vida. Me gustaría mucho explorar el tema del daimón, la idea de la encarnación como misterio, el sexo como fuerza vital, y el papel y transgresión del destino”, compartió con Gatopardo.

Xel-Ha López y la Jardinera Warrior

Xel-Ha López encontró en la poesía la posibilidad de explorar y aprender de los temas que la apasionan; por ejemplo, su obsesión por la astronomía la impulsó a escribir prosas sobre las emociones, la pérdida, la formación de los planetas y la muerte de las estrellas. Saltar de tema en tema, aunque pueda parecer caótico a ella le ayuda en su proceso creativo, “la astronomía me llevó a la geología y así he encontrado temas que me obsesionan”, señaló.

Una estrella antes de morir

revienta de luz

antes de apagarse.

Una estrella

puede devorar ciertos planetas cercanos

Desde hace seis meses, Xel-Ha estudia una maestría en Canadá, donde también es jardinera y educadora, muy parecido a lo que había imaginado de su vida tiempo atrás. Con gracia recuerda que cuando vivió en Chiapas, ella junto con una amiga, crearon el fanzine Jardinera Warrior en el que incluían poesía de diversas mujeres latinoamericanas y repartían en misceláneas y verdulerías. Bautizaron esa publicación por el oficio del que siempre tuvo deseos de ejercer. Xel-Ha López confiesa con una pícara sonrisa, “el primer trabajo que conseguí cuando llegué aquí fue el de la jardinería y es gracioso porque a mí no se me dan las plantas aunque me esfuerzo mucho, ahora cuido árboles”.

Xel-Ha López.Foto de Juan Manuel Salas. (Instagram)

Cuando la poeta era niña soñaba con poder participar en todas las profesiones que se imaginaba, “quería ser cocinera, mecánica, cantante, maestra”, esta última fue el tercer trabajo que obtuvo en Canadá. Xel-Ha disfruta de descubrir junto a los y las niñas una lengua que no es la suya. “Ellos y yo estamos aprendiendo a comunicarnos”, explicó. La literatura fue una gran maestra para ella, le mostró que podía contar historias en las que la gente podía inventar lo que quisiera y sintió la necesidad de participar en estas actividades. “Pero yo no sabía que iba a ser tan difícil ser poeta y hacer dinero de esto. Eso lo aprendí hasta después”.

Entre todas las formas de escritura, se entregó a la poesía, un lugar en el que es necesario entrar en el juego de crear conexiones, muy parecido a resolver un rompecabezas. La poesía le permite transitar, sin quererlo, por experiencias y conocimientos variados. “Una cosa que lleva a veinte experiencias distintas. Estás leyendo un poema que empieza con una gota de agua y al final aprendes sobre el desarrollo de las ciudades”.

Aunque fascinante, Xel-Ha López afirma que la poesía difícilmente se puede convertir en un trabajo bien remunerado, incluso si inviertes tu vida en ella. Es por eso que nunca ha considerado una opción el ejercicio de ésta como profesión. La centralización no ayuda a resolver este problema, al contrario, funciona como una traba para los autores jóvenes. “Se tiene que decir que la Ciudad de México sigue siendo el punto neurálgico de la cultura. Es necesario que en la provincia se abran más espacios para que los y las poetas ya no tengamos la necesidad de migrar al centro del país, donde se mueve la cultura”.

Gabriela Jáuregui y el trabajo de reconstrucción de la memoria

Gabriela Jáuregui encontró en la literatura una forma de transitar el dolor y duelo por la muerte de una amiga. Buscaba una forma de entender qué hacer con todo el dolor y con todo el amor que aún sentía por ella, pero paulatinamente la pregunta se fue transformando en qué hacer para seguir viviendo después de su ausencia, para disfrutar, para ser felices, para continuar.

En su libro Feral (2022), publicado en editorial Sexto Piso, Jáuregui relata la historia de una arqueóloga asesinada y la vida de la comuna en la que habitaba con sus amigas. Es a través de la investigación de archivistas del futuro que logramos conocer las historias de Eugenia y sus amigas Diana, Saratoga y Yunuén. Pero Gabriela Jáuregui no se centra en el feminicidio, busca llevar la atención a la vida de Eugenia antes de su muerte. “El asesinato de Eugenia yo quería que nos doliera, pero no porque decimos que asesinar es feo o que el feminicidio está mal, eso ya lo sabemos. Yo quería que lo sintamos porque primero la vimos divertirse, gozar, estar con sus amigas, ser esta chava que ha tenido una historia familiar compleja, una vida contradictoria, divertida como la de cualquiera de nosotras, ¿no? Y es eso lo que debe de dolernos, cuando nos quitan a alguien, nos están robando, eso también”.

Feral también es una especie de agradecimiento a todas las mujeres que han hecho comunidad y acompañan a madres de víctimas de desaparecidos, de feminicidios, en sus luchas, en el dolor. Pero también a las personas que muestran pequeños gestos de solidaridad, la mujer que lleva sopa a la vecina enferma, la que le ayuda a cuidar a sus hijos. “Pero más allá de esos dolores, más bien eso se transforma en ganas de seguir viviendo, luchando, saliendo a bailar y echarse una chela con sus amigas. Esa es la pregunta que yo decía ¿cómo lo estamos haciendo? Y lo hacen mujeres en todos los contextos, mujeres que están al frente de luchas de defensa del territorio, madres de desaparecidos”.

Gabriela Jáuregui. Fotografía de Ángel Soto | Enero, 2023. (Instagram).

Este libro que Gabriela Jáuregui tardó ocho años en terminar, también la ayudó a pensar en cómo incorporar ese amor por las personas que ya no están en la vida diaria. La sostuvo mientras transitaba del luto a la resistencia y lo escribió ya no desde el dolor y la rabia, sino desde el gozo, el baile, la vida y la fiesta. Esta no es la primera vez que se encuentra en la literatura, pues la poesía le salvó la vida.

“Yo empecé como que mi amor por la literatura y las ganas de escribir a partir de la poesía. Me encantaban los Poetas Malditos, después Anaïs Nin, esa fue mi entrada un poco a la literatura. Una escritora más actual que me encanta es Rita Indiana. Néstor Perlongher, ha influido mucho en mi escritura”, compartió Jáuregui. Aunque su primera opción no fue dedicarse a la escritura, cuando era pequeña pensó en ser astronauta pero esa idea no floreció.

En la adolescencia sus pasiones eran la poesía y las ciencias naturales, uno de sus sueños era convertirse en bióloga marina, pero el examen de admisión de la UNAM y las matemáticas se interpusieron en sus planes. “El examen de la UNAM requiere de matemáticas muy complicadas, eso nunca fue algo que disfrutara y que entendiera bien, pensé que eso no iba a resultar”. Jáuregui se inclinó por seguir su segunda pasión y estudiar Literatura, “no es verdad que cuando estudias literatura te enseñan a escribir, para nada, te enseñan a leer”. Años después, Gabriela Jáuregui ha aprendido a seguir cerca de su sueño de ser bióloga, disfruta leer acerca de ciencia, parte de su vida lectora la dedica a estudiar teoría, filosofía y la divulgación científica, como Robin Wall Kimmerer.

Estas autoras, como lo hicieron en su momentos sus predecesoras, continúan abriendo y ganando espacios para ellas y las que siguen. Jáuregui recuerda que hay una deuda histórica con las escritoras que han sido minorizadas y marginadas, leerlas, compartir su literatura y apoyarlas es un pequeño paso para seguir abonando a la lucha por la igualdad.

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