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Cuando el instinto de supervivencia se aprende en la escuela y la violencia dicta los horarios de la ciudad, Culiacán se acostumbra a una guerra que nadie declaró oficialmente.
“¡Cocodrilos, cocodrilos!”, gritan las maestras de un kínder en Culiacán durante un simulacro. Los “plebes” se lanzan al piso y se desplazan reptilianamente hacia los muros, tal y como se les ha indicado. “En mi casa, cuando oí disparos, yo corrí a meterme debajo de la cama”, cuenta Enrique, de 7 años. “Así me enseñó mi maestra”. Recién estalló la guerra el 9 de septiembre de 2024, las escuelas cerraron por semanas. Luego, el gobierno presionó para que volvieran a clases, aunque algunas jornadas más intensas empujan de nuevo a las clases en línea. Hasta el 25 de febrero, 30 niños habían sido asesinados, según informó el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
La ansiedad en las infancias se ha elevado a un grado de preocupación en padres y maestros. En algunas primarias, ahora todos los lunes se realizan sesiones llamadas Asamblea Grupal, en las que los alumnos platican cómo se sienten. “¡Estoy harta de pedirle a mis hijos que se agachen cuando voy manejando!”, gritó una madre a los diputados que no pudieron sesionar el día 30 de enero, cuando la manifestación ciudadana tomó el Congreso. “¡Me ha pasado ya cinco veces que vemos muertos!”, agregó la mujer, con el alma llena de furia y los ojos llenos de lágrimas.
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A la fecha se cuentan más de 900 muertos, y febrero tuvo un promedio de 4.5 homicidios al día, una cifra casi igual a la de enero, según el reporte del periódico local Noroeste. Si bien el robo de vehículos se redujo, aún se registraron 18.7 diarios, una cifra cercana a lo registrado en el pico de la violencia en octubre pasado. Así que no hay indicios de que esto vaya a terminar pronto. Por el contrario, el terror se extiende a otras poblaciones.
Te podría interesar: Festejos en la guerra: las narcofiestas en Culiacán
El carnaval de Mazatlán ha empezado con la noticia de que el grupo Firme canceló su presentación tras aparecer una presunta narcomanta en Tijuana con una amenaza de muerte dirigida a la agrupación. Esto al tiempo que el gobierno mexicano extraditó a 29 narcotraficantes a Estados Unidos para detener las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles comerciales. Una cifra inédita de deportación de criminales ya detenidos. Solo que la violencia está fuera de las cárceles de México.
Las tracateras (como le dicen acá al traca-traca de las metralletas) irrumpen a plena luz del día. Por las tardes, las escuelas vespertinas no han retomado del todo la actividad. El conflicto armado entre Los Chapitos y La Mayiza, que paralizó a la capital de Sinaloa los últimos meses de 2024, sigue imponiendo los horarios y la quiebra de negocios. Un café que sobrevive en el centro, y que vendía 30 000 pesos diarios, hoy solo vende 11 000. Los días de ráfagas si le va bien, 5 000.
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Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana. Es una situación de casi todos los días. Lo único que no se detiene es la actividad en los grupos de WhatsApp. Videos, fotos y textos advierten sobre las balaceras en tiempo real, pero se cuelan también centenares de noticias falsas. Un grupo llamado ChismeDirecto, por ejemplo, tiene 55 000 seguidores. Al cotejar su información con los periódicos de mayor credibilidad, entre 20 y 25% de su información es falsa.
Tampoco ha parado el “toque de queda”, autoimpuesto por los ciudadanos, que comienza en cuanto anochece. De cualquier forma, es difícil moverse en transporte público. Un audio viral sentenció a muerte a los choferes de Uber y Didi. Una parte de los conductores servía como halcones para transportar mercancías ilícitas, y las facciones criminales no dudaron en acabar con ellos, llevándose la vida o desapareciendo por horas a otros inocentes, choferes y usuarios. Pedir un Uber hoy es una prueba de paciencia. Hay que pedirlo quizá con media hora o más de antelación al tiempo de salida. “Culiacán era una cidad bulliciosa. Ahora después de las 10 de la noche es un silencio sepulcral. Y ese silencio es el síntoma de que hay algo. En el culiacanazo de 2019 no se escucharon ni los perros ladrar”, cuenta una mujer, estremecida. Otra la interrumpe y habla sobre el rumor de que ahora las bandas tiran portones de las casas y entran a violar y a robar.
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Los contextos de guerra afectan de manera particular a las mujeres. Heyde Mares, feminista abortera, relata el caso de Rosalinda, quien la buscó para que le ayudara en el proceso. Ella y su marido habían buscado con emoción embarazarse, pero al iniciar el conflicto, él se quedó sin trabajo. “Sí quería este año embarazarme, pero mi esposo tuvo que irse de la ciudad, como es músico ya no tenía trabajo, e iba a ser el triple de difícil”.
Entre septiembre y diciembre se contaron ocho casos de feminicidios y seis de homicidios dolosos a mujeres en el estado. En total fueron 29 feminicidios en el año. Este 2025, la fiscalía ya tiene dos casos más que podría declarar feminicidios. Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana.
Podrías leer: Frontera mexicana: elegir entre migrar o volverse narco
La ciudadanía no duda de la gravedad del problema ni tampoco de su origen. El gobernador Rubén Rocha Moya es el señalado, pero él no opina lo mismo de su administración. Y Morena, en vez de tomar distancia ante las sospechas de sus lazos con el crimen organizado, lo arropa. Andy López Beltrán, secretario de Organización, no solo le tendió una mano, sino las dos: una para levantarle el brazo en señal de respaldo y la otra para entregarle su credencial de afiliación al partido guinda. En este Congreso, también son mayoría.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha externado su inquietud. “[Quiero] decirle al pueblo de Sinaloa que estamos trabajando todos los días, que sabemos y lamentamos la situación que están viviendo, pero que no solo es una preocupación, es una ocupación permanente”, dijo hace unas semanas. En septiembre, se anunció el despliegue de hasta 12 000 elementos de seguridad. Hoy, la mayoría vigila las carreteras. En el centro de la ciudad, la presencia es mínima. Omar García Harfuch ya ha realizado tres visitas.
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¿Cuánto tiempo más sostendrán a Rocha? La ciudadanía salió a las calles, con todo y el temor en que viven, para exigir su destitución. “Es la oposición que alebresta”, acusan los funcionarios. “¿A cuál oposición? Si ni existe”, responden muchos.
“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”, expresó el comunicado de la Casa Blanca emitido el 1 de febrero.
“Hemos sido una sociedad que no se incomodó nunca con ser el punto de mayor venta de autos de lujo en el país”, dice una mujer, ocultando su nombre. Nadie quiere hablar.
Se teme a las mafias. Se teme al gobierno. “Hemos no solo adoptado sino encumbrado esta subcultura de buchones”. Las fiestas de graduación de los niños del kínder pueden celebrarse en Disney París, y por supuesto que la mayor parte de los amiguitos quiere estar invitada. “Y durante muchos años nos sentimos hasta protegidos y seguros de que aquí no iba a pasar nada porque esta gente estaba entre nosotros”. Y su negocio se hacía sin daños colaterales visibles; por el contrario, en percepción implicaba el progreso de la capital hacia el mundo del lujo que tanto anhelaba. En Culiacán, cuna del Opus Dei, lo primero que da estatus es el dinero. Desde hace más de dos décadas, la economía y la sociedad cada vez menos se pueden deslindar del crimen organizado.
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En realidad la fantasía viene cobrando factura desde hace tiempo. Por un lado, las dos facciones de uno de los grupos delincuenciales más poderosos del mundo están librando una batalla campal en su propio territorio. Por cierto, no muchos habitantes se acuerdan de las balaceras del 2008, después de que el Ejército mexicano detuvo a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, operador del cártel de Sinaloa, cuando supuestamente hubo una ruptura de la alianza entre El Chapo y los Beltrán Leyva, por una traición de parte de Guzmán Loera, según un escrito del Vicentillo, hijo de Ismael Zambada.
Por otra parte, todos los estratos sociales de la ciudad, con su millón de habitantes, están siendo afectados por la influencia de la delincuencia en la economía local. El consumo excesivo y con dinero ilícito provoca el aumento de precios afectando a todos y aumentando la desigualdad. Cristina Ibarra, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha puesto en la mesa dos sucesos observados: narcoinflación y narco gentrificación. La aparente bonanza escondía la realidad a la que ahora se enfrentan ciudadanos y empresarios.
Te recomendamos leer: Violencia en Sinaloa: el día a día de los periodistas
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La traición se volvió a hacer presente. El 25 de julio de 2024, el “Mayo” Zambada fue, según sus palabras, traicionado, secuestrado y llevado de México a Nuevo México para ser entregado a las autoridades de Estados Unidos. Así lo relata el Mayo en una carta que publicó días después: fue llamado por Joaquín Guzmán López para ayudar a mediar un conflicto entre el gobernador del estado, Rubén Rocha, y el exrector de la Universidad de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén.
La Fiscalía del estado informó que Cuén fue asesinado en un intento de asalto en una gasolinera de Culiacán. Posteriormente, la Fiscalía General de la República confirmó la presencia de sangre de la víctima en el rancho Huertos del Pedregal, lugar donde El Mayo había sido citado antes de ser llevado a territorio estadounidense. La fiscal estatal, Sara Bruna Quiñones, renunció a su cargo.
“El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses”, agregó la Casa Blanca al anunciar la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, empujando a finalizar el T-Mec, un acuerdo de libre comercio que él mismo ratificó durante su primer mandato.
Mientras que Estados Unidos debe presentar pruebas de lo declarado de forma oficial, en México se vive esta realidad.
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Cuando el instinto de supervivencia se aprende en la escuela y la violencia dicta los horarios de la ciudad, Culiacán se acostumbra a una guerra que nadie declaró oficialmente.
“¡Cocodrilos, cocodrilos!”, gritan las maestras de un kínder en Culiacán durante un simulacro. Los “plebes” se lanzan al piso y se desplazan reptilianamente hacia los muros, tal y como se les ha indicado. “En mi casa, cuando oí disparos, yo corrí a meterme debajo de la cama”, cuenta Enrique, de 7 años. “Así me enseñó mi maestra”. Recién estalló la guerra el 9 de septiembre de 2024, las escuelas cerraron por semanas. Luego, el gobierno presionó para que volvieran a clases, aunque algunas jornadas más intensas empujan de nuevo a las clases en línea. Hasta el 25 de febrero, 30 niños habían sido asesinados, según informó el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
La ansiedad en las infancias se ha elevado a un grado de preocupación en padres y maestros. En algunas primarias, ahora todos los lunes se realizan sesiones llamadas Asamblea Grupal, en las que los alumnos platican cómo se sienten. “¡Estoy harta de pedirle a mis hijos que se agachen cuando voy manejando!”, gritó una madre a los diputados que no pudieron sesionar el día 30 de enero, cuando la manifestación ciudadana tomó el Congreso. “¡Me ha pasado ya cinco veces que vemos muertos!”, agregó la mujer, con el alma llena de furia y los ojos llenos de lágrimas.
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A la fecha se cuentan más de 900 muertos, y febrero tuvo un promedio de 4.5 homicidios al día, una cifra casi igual a la de enero, según el reporte del periódico local Noroeste. Si bien el robo de vehículos se redujo, aún se registraron 18.7 diarios, una cifra cercana a lo registrado en el pico de la violencia en octubre pasado. Así que no hay indicios de que esto vaya a terminar pronto. Por el contrario, el terror se extiende a otras poblaciones.
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El carnaval de Mazatlán ha empezado con la noticia de que el grupo Firme canceló su presentación tras aparecer una presunta narcomanta en Tijuana con una amenaza de muerte dirigida a la agrupación. Esto al tiempo que el gobierno mexicano extraditó a 29 narcotraficantes a Estados Unidos para detener las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles comerciales. Una cifra inédita de deportación de criminales ya detenidos. Solo que la violencia está fuera de las cárceles de México.
Las tracateras (como le dicen acá al traca-traca de las metralletas) irrumpen a plena luz del día. Por las tardes, las escuelas vespertinas no han retomado del todo la actividad. El conflicto armado entre Los Chapitos y La Mayiza, que paralizó a la capital de Sinaloa los últimos meses de 2024, sigue imponiendo los horarios y la quiebra de negocios. Un café que sobrevive en el centro, y que vendía 30 000 pesos diarios, hoy solo vende 11 000. Los días de ráfagas si le va bien, 5 000.
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Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana. Es una situación de casi todos los días. Lo único que no se detiene es la actividad en los grupos de WhatsApp. Videos, fotos y textos advierten sobre las balaceras en tiempo real, pero se cuelan también centenares de noticias falsas. Un grupo llamado ChismeDirecto, por ejemplo, tiene 55 000 seguidores. Al cotejar su información con los periódicos de mayor credibilidad, entre 20 y 25% de su información es falsa.
Tampoco ha parado el “toque de queda”, autoimpuesto por los ciudadanos, que comienza en cuanto anochece. De cualquier forma, es difícil moverse en transporte público. Un audio viral sentenció a muerte a los choferes de Uber y Didi. Una parte de los conductores servía como halcones para transportar mercancías ilícitas, y las facciones criminales no dudaron en acabar con ellos, llevándose la vida o desapareciendo por horas a otros inocentes, choferes y usuarios. Pedir un Uber hoy es una prueba de paciencia. Hay que pedirlo quizá con media hora o más de antelación al tiempo de salida. “Culiacán era una cidad bulliciosa. Ahora después de las 10 de la noche es un silencio sepulcral. Y ese silencio es el síntoma de que hay algo. En el culiacanazo de 2019 no se escucharon ni los perros ladrar”, cuenta una mujer, estremecida. Otra la interrumpe y habla sobre el rumor de que ahora las bandas tiran portones de las casas y entran a violar y a robar.
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Los contextos de guerra afectan de manera particular a las mujeres. Heyde Mares, feminista abortera, relata el caso de Rosalinda, quien la buscó para que le ayudara en el proceso. Ella y su marido habían buscado con emoción embarazarse, pero al iniciar el conflicto, él se quedó sin trabajo. “Sí quería este año embarazarme, pero mi esposo tuvo que irse de la ciudad, como es músico ya no tenía trabajo, e iba a ser el triple de difícil”.
Entre septiembre y diciembre se contaron ocho casos de feminicidios y seis de homicidios dolosos a mujeres en el estado. En total fueron 29 feminicidios en el año. Este 2025, la fiscalía ya tiene dos casos más que podría declarar feminicidios. Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana.
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La ciudadanía no duda de la gravedad del problema ni tampoco de su origen. El gobernador Rubén Rocha Moya es el señalado, pero él no opina lo mismo de su administración. Y Morena, en vez de tomar distancia ante las sospechas de sus lazos con el crimen organizado, lo arropa. Andy López Beltrán, secretario de Organización, no solo le tendió una mano, sino las dos: una para levantarle el brazo en señal de respaldo y la otra para entregarle su credencial de afiliación al partido guinda. En este Congreso, también son mayoría.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha externado su inquietud. “[Quiero] decirle al pueblo de Sinaloa que estamos trabajando todos los días, que sabemos y lamentamos la situación que están viviendo, pero que no solo es una preocupación, es una ocupación permanente”, dijo hace unas semanas. En septiembre, se anunció el despliegue de hasta 12 000 elementos de seguridad. Hoy, la mayoría vigila las carreteras. En el centro de la ciudad, la presencia es mínima. Omar García Harfuch ya ha realizado tres visitas.
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¿Cuánto tiempo más sostendrán a Rocha? La ciudadanía salió a las calles, con todo y el temor en que viven, para exigir su destitución. “Es la oposición que alebresta”, acusan los funcionarios. “¿A cuál oposición? Si ni existe”, responden muchos.
“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”, expresó el comunicado de la Casa Blanca emitido el 1 de febrero.
“Hemos sido una sociedad que no se incomodó nunca con ser el punto de mayor venta de autos de lujo en el país”, dice una mujer, ocultando su nombre. Nadie quiere hablar.
Se teme a las mafias. Se teme al gobierno. “Hemos no solo adoptado sino encumbrado esta subcultura de buchones”. Las fiestas de graduación de los niños del kínder pueden celebrarse en Disney París, y por supuesto que la mayor parte de los amiguitos quiere estar invitada. “Y durante muchos años nos sentimos hasta protegidos y seguros de que aquí no iba a pasar nada porque esta gente estaba entre nosotros”. Y su negocio se hacía sin daños colaterales visibles; por el contrario, en percepción implicaba el progreso de la capital hacia el mundo del lujo que tanto anhelaba. En Culiacán, cuna del Opus Dei, lo primero que da estatus es el dinero. Desde hace más de dos décadas, la economía y la sociedad cada vez menos se pueden deslindar del crimen organizado.
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En realidad la fantasía viene cobrando factura desde hace tiempo. Por un lado, las dos facciones de uno de los grupos delincuenciales más poderosos del mundo están librando una batalla campal en su propio territorio. Por cierto, no muchos habitantes se acuerdan de las balaceras del 2008, después de que el Ejército mexicano detuvo a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, operador del cártel de Sinaloa, cuando supuestamente hubo una ruptura de la alianza entre El Chapo y los Beltrán Leyva, por una traición de parte de Guzmán Loera, según un escrito del Vicentillo, hijo de Ismael Zambada.
Por otra parte, todos los estratos sociales de la ciudad, con su millón de habitantes, están siendo afectados por la influencia de la delincuencia en la economía local. El consumo excesivo y con dinero ilícito provoca el aumento de precios afectando a todos y aumentando la desigualdad. Cristina Ibarra, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha puesto en la mesa dos sucesos observados: narcoinflación y narco gentrificación. La aparente bonanza escondía la realidad a la que ahora se enfrentan ciudadanos y empresarios.
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La traición se volvió a hacer presente. El 25 de julio de 2024, el “Mayo” Zambada fue, según sus palabras, traicionado, secuestrado y llevado de México a Nuevo México para ser entregado a las autoridades de Estados Unidos. Así lo relata el Mayo en una carta que publicó días después: fue llamado por Joaquín Guzmán López para ayudar a mediar un conflicto entre el gobernador del estado, Rubén Rocha, y el exrector de la Universidad de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén.
La Fiscalía del estado informó que Cuén fue asesinado en un intento de asalto en una gasolinera de Culiacán. Posteriormente, la Fiscalía General de la República confirmó la presencia de sangre de la víctima en el rancho Huertos del Pedregal, lugar donde El Mayo había sido citado antes de ser llevado a territorio estadounidense. La fiscal estatal, Sara Bruna Quiñones, renunció a su cargo.
“El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses”, agregó la Casa Blanca al anunciar la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, empujando a finalizar el T-Mec, un acuerdo de libre comercio que él mismo ratificó durante su primer mandato.
Mientras que Estados Unidos debe presentar pruebas de lo declarado de forma oficial, en México se vive esta realidad.
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Cuando el instinto de supervivencia se aprende en la escuela y la violencia dicta los horarios de la ciudad, Culiacán se acostumbra a una guerra que nadie declaró oficialmente.
“¡Cocodrilos, cocodrilos!”, gritan las maestras de un kínder en Culiacán durante un simulacro. Los “plebes” se lanzan al piso y se desplazan reptilianamente hacia los muros, tal y como se les ha indicado. “En mi casa, cuando oí disparos, yo corrí a meterme debajo de la cama”, cuenta Enrique, de 7 años. “Así me enseñó mi maestra”. Recién estalló la guerra el 9 de septiembre de 2024, las escuelas cerraron por semanas. Luego, el gobierno presionó para que volvieran a clases, aunque algunas jornadas más intensas empujan de nuevo a las clases en línea. Hasta el 25 de febrero, 30 niños habían sido asesinados, según informó el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
La ansiedad en las infancias se ha elevado a un grado de preocupación en padres y maestros. En algunas primarias, ahora todos los lunes se realizan sesiones llamadas Asamblea Grupal, en las que los alumnos platican cómo se sienten. “¡Estoy harta de pedirle a mis hijos que se agachen cuando voy manejando!”, gritó una madre a los diputados que no pudieron sesionar el día 30 de enero, cuando la manifestación ciudadana tomó el Congreso. “¡Me ha pasado ya cinco veces que vemos muertos!”, agregó la mujer, con el alma llena de furia y los ojos llenos de lágrimas.
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A la fecha se cuentan más de 900 muertos, y febrero tuvo un promedio de 4.5 homicidios al día, una cifra casi igual a la de enero, según el reporte del periódico local Noroeste. Si bien el robo de vehículos se redujo, aún se registraron 18.7 diarios, una cifra cercana a lo registrado en el pico de la violencia en octubre pasado. Así que no hay indicios de que esto vaya a terminar pronto. Por el contrario, el terror se extiende a otras poblaciones.
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El carnaval de Mazatlán ha empezado con la noticia de que el grupo Firme canceló su presentación tras aparecer una presunta narcomanta en Tijuana con una amenaza de muerte dirigida a la agrupación. Esto al tiempo que el gobierno mexicano extraditó a 29 narcotraficantes a Estados Unidos para detener las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles comerciales. Una cifra inédita de deportación de criminales ya detenidos. Solo que la violencia está fuera de las cárceles de México.
Las tracateras (como le dicen acá al traca-traca de las metralletas) irrumpen a plena luz del día. Por las tardes, las escuelas vespertinas no han retomado del todo la actividad. El conflicto armado entre Los Chapitos y La Mayiza, que paralizó a la capital de Sinaloa los últimos meses de 2024, sigue imponiendo los horarios y la quiebra de negocios. Un café que sobrevive en el centro, y que vendía 30 000 pesos diarios, hoy solo vende 11 000. Los días de ráfagas si le va bien, 5 000.
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Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana. Es una situación de casi todos los días. Lo único que no se detiene es la actividad en los grupos de WhatsApp. Videos, fotos y textos advierten sobre las balaceras en tiempo real, pero se cuelan también centenares de noticias falsas. Un grupo llamado ChismeDirecto, por ejemplo, tiene 55 000 seguidores. Al cotejar su información con los periódicos de mayor credibilidad, entre 20 y 25% de su información es falsa.
Tampoco ha parado el “toque de queda”, autoimpuesto por los ciudadanos, que comienza en cuanto anochece. De cualquier forma, es difícil moverse en transporte público. Un audio viral sentenció a muerte a los choferes de Uber y Didi. Una parte de los conductores servía como halcones para transportar mercancías ilícitas, y las facciones criminales no dudaron en acabar con ellos, llevándose la vida o desapareciendo por horas a otros inocentes, choferes y usuarios. Pedir un Uber hoy es una prueba de paciencia. Hay que pedirlo quizá con media hora o más de antelación al tiempo de salida. “Culiacán era una cidad bulliciosa. Ahora después de las 10 de la noche es un silencio sepulcral. Y ese silencio es el síntoma de que hay algo. En el culiacanazo de 2019 no se escucharon ni los perros ladrar”, cuenta una mujer, estremecida. Otra la interrumpe y habla sobre el rumor de que ahora las bandas tiran portones de las casas y entran a violar y a robar.
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Los contextos de guerra afectan de manera particular a las mujeres. Heyde Mares, feminista abortera, relata el caso de Rosalinda, quien la buscó para que le ayudara en el proceso. Ella y su marido habían buscado con emoción embarazarse, pero al iniciar el conflicto, él se quedó sin trabajo. “Sí quería este año embarazarme, pero mi esposo tuvo que irse de la ciudad, como es músico ya no tenía trabajo, e iba a ser el triple de difícil”.
Entre septiembre y diciembre se contaron ocho casos de feminicidios y seis de homicidios dolosos a mujeres en el estado. En total fueron 29 feminicidios en el año. Este 2025, la fiscalía ya tiene dos casos más que podría declarar feminicidios. Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana.
Podrías leer: Frontera mexicana: elegir entre migrar o volverse narco
La ciudadanía no duda de la gravedad del problema ni tampoco de su origen. El gobernador Rubén Rocha Moya es el señalado, pero él no opina lo mismo de su administración. Y Morena, en vez de tomar distancia ante las sospechas de sus lazos con el crimen organizado, lo arropa. Andy López Beltrán, secretario de Organización, no solo le tendió una mano, sino las dos: una para levantarle el brazo en señal de respaldo y la otra para entregarle su credencial de afiliación al partido guinda. En este Congreso, también son mayoría.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha externado su inquietud. “[Quiero] decirle al pueblo de Sinaloa que estamos trabajando todos los días, que sabemos y lamentamos la situación que están viviendo, pero que no solo es una preocupación, es una ocupación permanente”, dijo hace unas semanas. En septiembre, se anunció el despliegue de hasta 12 000 elementos de seguridad. Hoy, la mayoría vigila las carreteras. En el centro de la ciudad, la presencia es mínima. Omar García Harfuch ya ha realizado tres visitas.
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¿Cuánto tiempo más sostendrán a Rocha? La ciudadanía salió a las calles, con todo y el temor en que viven, para exigir su destitución. “Es la oposición que alebresta”, acusan los funcionarios. “¿A cuál oposición? Si ni existe”, responden muchos.
“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”, expresó el comunicado de la Casa Blanca emitido el 1 de febrero.
“Hemos sido una sociedad que no se incomodó nunca con ser el punto de mayor venta de autos de lujo en el país”, dice una mujer, ocultando su nombre. Nadie quiere hablar.
Se teme a las mafias. Se teme al gobierno. “Hemos no solo adoptado sino encumbrado esta subcultura de buchones”. Las fiestas de graduación de los niños del kínder pueden celebrarse en Disney París, y por supuesto que la mayor parte de los amiguitos quiere estar invitada. “Y durante muchos años nos sentimos hasta protegidos y seguros de que aquí no iba a pasar nada porque esta gente estaba entre nosotros”. Y su negocio se hacía sin daños colaterales visibles; por el contrario, en percepción implicaba el progreso de la capital hacia el mundo del lujo que tanto anhelaba. En Culiacán, cuna del Opus Dei, lo primero que da estatus es el dinero. Desde hace más de dos décadas, la economía y la sociedad cada vez menos se pueden deslindar del crimen organizado.
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En realidad la fantasía viene cobrando factura desde hace tiempo. Por un lado, las dos facciones de uno de los grupos delincuenciales más poderosos del mundo están librando una batalla campal en su propio territorio. Por cierto, no muchos habitantes se acuerdan de las balaceras del 2008, después de que el Ejército mexicano detuvo a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, operador del cártel de Sinaloa, cuando supuestamente hubo una ruptura de la alianza entre El Chapo y los Beltrán Leyva, por una traición de parte de Guzmán Loera, según un escrito del Vicentillo, hijo de Ismael Zambada.
Por otra parte, todos los estratos sociales de la ciudad, con su millón de habitantes, están siendo afectados por la influencia de la delincuencia en la economía local. El consumo excesivo y con dinero ilícito provoca el aumento de precios afectando a todos y aumentando la desigualdad. Cristina Ibarra, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha puesto en la mesa dos sucesos observados: narcoinflación y narco gentrificación. La aparente bonanza escondía la realidad a la que ahora se enfrentan ciudadanos y empresarios.
Te recomendamos leer: Violencia en Sinaloa: el día a día de los periodistas
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La traición se volvió a hacer presente. El 25 de julio de 2024, el “Mayo” Zambada fue, según sus palabras, traicionado, secuestrado y llevado de México a Nuevo México para ser entregado a las autoridades de Estados Unidos. Así lo relata el Mayo en una carta que publicó días después: fue llamado por Joaquín Guzmán López para ayudar a mediar un conflicto entre el gobernador del estado, Rubén Rocha, y el exrector de la Universidad de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén.
La Fiscalía del estado informó que Cuén fue asesinado en un intento de asalto en una gasolinera de Culiacán. Posteriormente, la Fiscalía General de la República confirmó la presencia de sangre de la víctima en el rancho Huertos del Pedregal, lugar donde El Mayo había sido citado antes de ser llevado a territorio estadounidense. La fiscal estatal, Sara Bruna Quiñones, renunció a su cargo.
“El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses”, agregó la Casa Blanca al anunciar la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, empujando a finalizar el T-Mec, un acuerdo de libre comercio que él mismo ratificó durante su primer mandato.
Mientras que Estados Unidos debe presentar pruebas de lo declarado de forma oficial, en México se vive esta realidad.
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Cuando el instinto de supervivencia se aprende en la escuela y la violencia dicta los horarios de la ciudad, Culiacán se acostumbra a una guerra que nadie declaró oficialmente.
“¡Cocodrilos, cocodrilos!”, gritan las maestras de un kínder en Culiacán durante un simulacro. Los “plebes” se lanzan al piso y se desplazan reptilianamente hacia los muros, tal y como se les ha indicado. “En mi casa, cuando oí disparos, yo corrí a meterme debajo de la cama”, cuenta Enrique, de 7 años. “Así me enseñó mi maestra”. Recién estalló la guerra el 9 de septiembre de 2024, las escuelas cerraron por semanas. Luego, el gobierno presionó para que volvieran a clases, aunque algunas jornadas más intensas empujan de nuevo a las clases en línea. Hasta el 25 de febrero, 30 niños habían sido asesinados, según informó el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
La ansiedad en las infancias se ha elevado a un grado de preocupación en padres y maestros. En algunas primarias, ahora todos los lunes se realizan sesiones llamadas Asamblea Grupal, en las que los alumnos platican cómo se sienten. “¡Estoy harta de pedirle a mis hijos que se agachen cuando voy manejando!”, gritó una madre a los diputados que no pudieron sesionar el día 30 de enero, cuando la manifestación ciudadana tomó el Congreso. “¡Me ha pasado ya cinco veces que vemos muertos!”, agregó la mujer, con el alma llena de furia y los ojos llenos de lágrimas.
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A la fecha se cuentan más de 900 muertos, y febrero tuvo un promedio de 4.5 homicidios al día, una cifra casi igual a la de enero, según el reporte del periódico local Noroeste. Si bien el robo de vehículos se redujo, aún se registraron 18.7 diarios, una cifra cercana a lo registrado en el pico de la violencia en octubre pasado. Así que no hay indicios de que esto vaya a terminar pronto. Por el contrario, el terror se extiende a otras poblaciones.
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El carnaval de Mazatlán ha empezado con la noticia de que el grupo Firme canceló su presentación tras aparecer una presunta narcomanta en Tijuana con una amenaza de muerte dirigida a la agrupación. Esto al tiempo que el gobierno mexicano extraditó a 29 narcotraficantes a Estados Unidos para detener las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles comerciales. Una cifra inédita de deportación de criminales ya detenidos. Solo que la violencia está fuera de las cárceles de México.
Las tracateras (como le dicen acá al traca-traca de las metralletas) irrumpen a plena luz del día. Por las tardes, las escuelas vespertinas no han retomado del todo la actividad. El conflicto armado entre Los Chapitos y La Mayiza, que paralizó a la capital de Sinaloa los últimos meses de 2024, sigue imponiendo los horarios y la quiebra de negocios. Un café que sobrevive en el centro, y que vendía 30 000 pesos diarios, hoy solo vende 11 000. Los días de ráfagas si le va bien, 5 000.
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Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana. Es una situación de casi todos los días. Lo único que no se detiene es la actividad en los grupos de WhatsApp. Videos, fotos y textos advierten sobre las balaceras en tiempo real, pero se cuelan también centenares de noticias falsas. Un grupo llamado ChismeDirecto, por ejemplo, tiene 55 000 seguidores. Al cotejar su información con los periódicos de mayor credibilidad, entre 20 y 25% de su información es falsa.
Tampoco ha parado el “toque de queda”, autoimpuesto por los ciudadanos, que comienza en cuanto anochece. De cualquier forma, es difícil moverse en transporte público. Un audio viral sentenció a muerte a los choferes de Uber y Didi. Una parte de los conductores servía como halcones para transportar mercancías ilícitas, y las facciones criminales no dudaron en acabar con ellos, llevándose la vida o desapareciendo por horas a otros inocentes, choferes y usuarios. Pedir un Uber hoy es una prueba de paciencia. Hay que pedirlo quizá con media hora o más de antelación al tiempo de salida. “Culiacán era una cidad bulliciosa. Ahora después de las 10 de la noche es un silencio sepulcral. Y ese silencio es el síntoma de que hay algo. En el culiacanazo de 2019 no se escucharon ni los perros ladrar”, cuenta una mujer, estremecida. Otra la interrumpe y habla sobre el rumor de que ahora las bandas tiran portones de las casas y entran a violar y a robar.
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Los contextos de guerra afectan de manera particular a las mujeres. Heyde Mares, feminista abortera, relata el caso de Rosalinda, quien la buscó para que le ayudara en el proceso. Ella y su marido habían buscado con emoción embarazarse, pero al iniciar el conflicto, él se quedó sin trabajo. “Sí quería este año embarazarme, pero mi esposo tuvo que irse de la ciudad, como es músico ya no tenía trabajo, e iba a ser el triple de difícil”.
Entre septiembre y diciembre se contaron ocho casos de feminicidios y seis de homicidios dolosos a mujeres en el estado. En total fueron 29 feminicidios en el año. Este 2025, la fiscalía ya tiene dos casos más que podría declarar feminicidios. Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana.
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La ciudadanía no duda de la gravedad del problema ni tampoco de su origen. El gobernador Rubén Rocha Moya es el señalado, pero él no opina lo mismo de su administración. Y Morena, en vez de tomar distancia ante las sospechas de sus lazos con el crimen organizado, lo arropa. Andy López Beltrán, secretario de Organización, no solo le tendió una mano, sino las dos: una para levantarle el brazo en señal de respaldo y la otra para entregarle su credencial de afiliación al partido guinda. En este Congreso, también son mayoría.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha externado su inquietud. “[Quiero] decirle al pueblo de Sinaloa que estamos trabajando todos los días, que sabemos y lamentamos la situación que están viviendo, pero que no solo es una preocupación, es una ocupación permanente”, dijo hace unas semanas. En septiembre, se anunció el despliegue de hasta 12 000 elementos de seguridad. Hoy, la mayoría vigila las carreteras. En el centro de la ciudad, la presencia es mínima. Omar García Harfuch ya ha realizado tres visitas.
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¿Cuánto tiempo más sostendrán a Rocha? La ciudadanía salió a las calles, con todo y el temor en que viven, para exigir su destitución. “Es la oposición que alebresta”, acusan los funcionarios. “¿A cuál oposición? Si ni existe”, responden muchos.
“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”, expresó el comunicado de la Casa Blanca emitido el 1 de febrero.
“Hemos sido una sociedad que no se incomodó nunca con ser el punto de mayor venta de autos de lujo en el país”, dice una mujer, ocultando su nombre. Nadie quiere hablar.
Se teme a las mafias. Se teme al gobierno. “Hemos no solo adoptado sino encumbrado esta subcultura de buchones”. Las fiestas de graduación de los niños del kínder pueden celebrarse en Disney París, y por supuesto que la mayor parte de los amiguitos quiere estar invitada. “Y durante muchos años nos sentimos hasta protegidos y seguros de que aquí no iba a pasar nada porque esta gente estaba entre nosotros”. Y su negocio se hacía sin daños colaterales visibles; por el contrario, en percepción implicaba el progreso de la capital hacia el mundo del lujo que tanto anhelaba. En Culiacán, cuna del Opus Dei, lo primero que da estatus es el dinero. Desde hace más de dos décadas, la economía y la sociedad cada vez menos se pueden deslindar del crimen organizado.
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En realidad la fantasía viene cobrando factura desde hace tiempo. Por un lado, las dos facciones de uno de los grupos delincuenciales más poderosos del mundo están librando una batalla campal en su propio territorio. Por cierto, no muchos habitantes se acuerdan de las balaceras del 2008, después de que el Ejército mexicano detuvo a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, operador del cártel de Sinaloa, cuando supuestamente hubo una ruptura de la alianza entre El Chapo y los Beltrán Leyva, por una traición de parte de Guzmán Loera, según un escrito del Vicentillo, hijo de Ismael Zambada.
Por otra parte, todos los estratos sociales de la ciudad, con su millón de habitantes, están siendo afectados por la influencia de la delincuencia en la economía local. El consumo excesivo y con dinero ilícito provoca el aumento de precios afectando a todos y aumentando la desigualdad. Cristina Ibarra, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha puesto en la mesa dos sucesos observados: narcoinflación y narco gentrificación. La aparente bonanza escondía la realidad a la que ahora se enfrentan ciudadanos y empresarios.
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La traición se volvió a hacer presente. El 25 de julio de 2024, el “Mayo” Zambada fue, según sus palabras, traicionado, secuestrado y llevado de México a Nuevo México para ser entregado a las autoridades de Estados Unidos. Así lo relata el Mayo en una carta que publicó días después: fue llamado por Joaquín Guzmán López para ayudar a mediar un conflicto entre el gobernador del estado, Rubén Rocha, y el exrector de la Universidad de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén.
La Fiscalía del estado informó que Cuén fue asesinado en un intento de asalto en una gasolinera de Culiacán. Posteriormente, la Fiscalía General de la República confirmó la presencia de sangre de la víctima en el rancho Huertos del Pedregal, lugar donde El Mayo había sido citado antes de ser llevado a territorio estadounidense. La fiscal estatal, Sara Bruna Quiñones, renunció a su cargo.
“El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses”, agregó la Casa Blanca al anunciar la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, empujando a finalizar el T-Mec, un acuerdo de libre comercio que él mismo ratificó durante su primer mandato.
Mientras que Estados Unidos debe presentar pruebas de lo declarado de forma oficial, en México se vive esta realidad.
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“¡Cocodrilos, cocodrilos!”, gritan las maestras de un kínder en Culiacán durante un simulacro. Los “plebes” se lanzan al piso y se desplazan reptilianamente hacia los muros, tal y como se les ha indicado. “En mi casa, cuando oí disparos, yo corrí a meterme debajo de la cama”, cuenta Enrique, de 7 años. “Así me enseñó mi maestra”. Recién estalló la guerra el 9 de septiembre de 2024, las escuelas cerraron por semanas. Luego, el gobierno presionó para que volvieran a clases, aunque algunas jornadas más intensas empujan de nuevo a las clases en línea. Hasta el 25 de febrero, 30 niños habían sido asesinados, según informó el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
La ansiedad en las infancias se ha elevado a un grado de preocupación en padres y maestros. En algunas primarias, ahora todos los lunes se realizan sesiones llamadas Asamblea Grupal, en las que los alumnos platican cómo se sienten. “¡Estoy harta de pedirle a mis hijos que se agachen cuando voy manejando!”, gritó una madre a los diputados que no pudieron sesionar el día 30 de enero, cuando la manifestación ciudadana tomó el Congreso. “¡Me ha pasado ya cinco veces que vemos muertos!”, agregó la mujer, con el alma llena de furia y los ojos llenos de lágrimas.
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A la fecha se cuentan más de 900 muertos, y febrero tuvo un promedio de 4.5 homicidios al día, una cifra casi igual a la de enero, según el reporte del periódico local Noroeste. Si bien el robo de vehículos se redujo, aún se registraron 18.7 diarios, una cifra cercana a lo registrado en el pico de la violencia en octubre pasado. Así que no hay indicios de que esto vaya a terminar pronto. Por el contrario, el terror se extiende a otras poblaciones.
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El carnaval de Mazatlán ha empezado con la noticia de que el grupo Firme canceló su presentación tras aparecer una presunta narcomanta en Tijuana con una amenaza de muerte dirigida a la agrupación. Esto al tiempo que el gobierno mexicano extraditó a 29 narcotraficantes a Estados Unidos para detener las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles comerciales. Una cifra inédita de deportación de criminales ya detenidos. Solo que la violencia está fuera de las cárceles de México.
Las tracateras (como le dicen acá al traca-traca de las metralletas) irrumpen a plena luz del día. Por las tardes, las escuelas vespertinas no han retomado del todo la actividad. El conflicto armado entre Los Chapitos y La Mayiza, que paralizó a la capital de Sinaloa los últimos meses de 2024, sigue imponiendo los horarios y la quiebra de negocios. Un café que sobrevive en el centro, y que vendía 30 000 pesos diarios, hoy solo vende 11 000. Los días de ráfagas si le va bien, 5 000.
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Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana. Es una situación de casi todos los días. Lo único que no se detiene es la actividad en los grupos de WhatsApp. Videos, fotos y textos advierten sobre las balaceras en tiempo real, pero se cuelan también centenares de noticias falsas. Un grupo llamado ChismeDirecto, por ejemplo, tiene 55 000 seguidores. Al cotejar su información con los periódicos de mayor credibilidad, entre 20 y 25% de su información es falsa.
Tampoco ha parado el “toque de queda”, autoimpuesto por los ciudadanos, que comienza en cuanto anochece. De cualquier forma, es difícil moverse en transporte público. Un audio viral sentenció a muerte a los choferes de Uber y Didi. Una parte de los conductores servía como halcones para transportar mercancías ilícitas, y las facciones criminales no dudaron en acabar con ellos, llevándose la vida o desapareciendo por horas a otros inocentes, choferes y usuarios. Pedir un Uber hoy es una prueba de paciencia. Hay que pedirlo quizá con media hora o más de antelación al tiempo de salida. “Culiacán era una cidad bulliciosa. Ahora después de las 10 de la noche es un silencio sepulcral. Y ese silencio es el síntoma de que hay algo. En el culiacanazo de 2019 no se escucharon ni los perros ladrar”, cuenta una mujer, estremecida. Otra la interrumpe y habla sobre el rumor de que ahora las bandas tiran portones de las casas y entran a violar y a robar.
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Los contextos de guerra afectan de manera particular a las mujeres. Heyde Mares, feminista abortera, relata el caso de Rosalinda, quien la buscó para que le ayudara en el proceso. Ella y su marido habían buscado con emoción embarazarse, pero al iniciar el conflicto, él se quedó sin trabajo. “Sí quería este año embarazarme, pero mi esposo tuvo que irse de la ciudad, como es músico ya no tenía trabajo, e iba a ser el triple de difícil”.
Entre septiembre y diciembre se contaron ocho casos de feminicidios y seis de homicidios dolosos a mujeres en el estado. En total fueron 29 feminicidios en el año. Este 2025, la fiscalía ya tiene dos casos más que podría declarar feminicidios. Es la narcopandemia. Es la guerra cotidiana.
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La ciudadanía no duda de la gravedad del problema ni tampoco de su origen. El gobernador Rubén Rocha Moya es el señalado, pero él no opina lo mismo de su administración. Y Morena, en vez de tomar distancia ante las sospechas de sus lazos con el crimen organizado, lo arropa. Andy López Beltrán, secretario de Organización, no solo le tendió una mano, sino las dos: una para levantarle el brazo en señal de respaldo y la otra para entregarle su credencial de afiliación al partido guinda. En este Congreso, también son mayoría.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha externado su inquietud. “[Quiero] decirle al pueblo de Sinaloa que estamos trabajando todos los días, que sabemos y lamentamos la situación que están viviendo, pero que no solo es una preocupación, es una ocupación permanente”, dijo hace unas semanas. En septiembre, se anunció el despliegue de hasta 12 000 elementos de seguridad. Hoy, la mayoría vigila las carreteras. En el centro de la ciudad, la presencia es mínima. Omar García Harfuch ya ha realizado tres visitas.
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“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México”, expresó el comunicado de la Casa Blanca emitido el 1 de febrero.
“Hemos sido una sociedad que no se incomodó nunca con ser el punto de mayor venta de autos de lujo en el país”, dice una mujer, ocultando su nombre. Nadie quiere hablar.
Se teme a las mafias. Se teme al gobierno. “Hemos no solo adoptado sino encumbrado esta subcultura de buchones”. Las fiestas de graduación de los niños del kínder pueden celebrarse en Disney París, y por supuesto que la mayor parte de los amiguitos quiere estar invitada. “Y durante muchos años nos sentimos hasta protegidos y seguros de que aquí no iba a pasar nada porque esta gente estaba entre nosotros”. Y su negocio se hacía sin daños colaterales visibles; por el contrario, en percepción implicaba el progreso de la capital hacia el mundo del lujo que tanto anhelaba. En Culiacán, cuna del Opus Dei, lo primero que da estatus es el dinero. Desde hace más de dos décadas, la economía y la sociedad cada vez menos se pueden deslindar del crimen organizado.
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Por otra parte, todos los estratos sociales de la ciudad, con su millón de habitantes, están siendo afectados por la influencia de la delincuencia en la economía local. El consumo excesivo y con dinero ilícito provoca el aumento de precios afectando a todos y aumentando la desigualdad. Cristina Ibarra, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha puesto en la mesa dos sucesos observados: narcoinflación y narco gentrificación. La aparente bonanza escondía la realidad a la que ahora se enfrentan ciudadanos y empresarios.
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La Fiscalía del estado informó que Cuén fue asesinado en un intento de asalto en una gasolinera de Culiacán. Posteriormente, la Fiscalía General de la República confirmó la presencia de sangre de la víctima en el rancho Huertos del Pedregal, lugar donde El Mayo había sido citado antes de ser llevado a territorio estadounidense. La fiscal estatal, Sara Bruna Quiñones, renunció a su cargo.
“El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses”, agregó la Casa Blanca al anunciar la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, empujando a finalizar el T-Mec, un acuerdo de libre comercio que él mismo ratificó durante su primer mandato.
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