Cuarto de Máquinas: Aprender a comunicar

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La galería Cuarto de Máquinas es un espacio perfecto para reflexionar sobre cómo nos conectamos hoy en día.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

Galería Cuarto de Máquinas, 1

Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

Galería Cuarto de Máquinas, 2

Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Archivo Gatopardo

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

Galería Cuarto de Máquinas, 3
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Cuarto de Máquinas: Aprender a comunicar

Cuarto de Máquinas: Aprender a comunicar

19
.
01
.
15
2015
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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La galería Cuarto de Máquinas es un espacio perfecto para reflexionar sobre cómo nos conectamos hoy en día.

Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

Galería Cuarto de Máquinas, 1

Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

Galería Cuarto de Máquinas, 2

Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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La galería Cuarto de Máquinas es un espacio perfecto para reflexionar sobre cómo nos conectamos hoy en día.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Hay algo muy curioso sobre la conectividad. Conforme se inventan más cosas que nos mantienen conectados, más se modifica y transforma la manera en que formamos vínculos con otros; tenemos que reaprender constantemente a conectarnos. Eso pensaba mientras conducía hacia una exposición en la galería Cuarto de Máquinas. En mi vehículo tengo lo necesario para estar conectada: Bluetooth, que me enlaza al celular y se proyecta en una increíble pantalla para decirme lo que necesito saber; el volante está diseñado para que no tenga que separar las manos de él y me mantenga conectada, y las bocinas, que recorren la cabina forrada de cuero, provocan suaves ronroneos con todo lo que busco oír, en el momento que lo quiera. Incluso tiene un sistema de asistencia para lo que no pueda averiguar con mi celular.

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Y no es que me queje, al contrario: por ese tipo de maravillas escogí este auto en particular y no cualquier otro del mercado. Mi Buick Enclave lo tiene todo, pero, lo mejor, es que me deja hacer lo que yo quiera para desconectarme o, mejor dicho, para conectarme como lo hacíamos antes de tener todos los medios tecnológicos que ahora existen.La exposición que fui a ver se llama “I Have Erections Too”, de Gwladys Alonzo. Mucho más allá de la evidente referencia al miembro masculino, la exposición remueve el discurso erótico, normaliza la palabra erección y la despoja del morbo, del tabú. Una mujer con erecciones, pero que no tienen nada que ver con sexo; el inicio de una conversación que me pareció de lo más sincera, de lo más noble.

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Desde que llegué a Colima 159, que hospedará esta galería sólo por un tiempo más, pues se mudará, pensé en las conexiones que hacemos, en los discursos repetitivos de la tecnología. Y cuando llego a la antigua, pero al mismo tiempo moderna, casa que alberga esta galería, me encuentro con las obras de arte de alguien que pudo hacer un discurso completamente nuevo con un tema que es tan viejo como el humano mismo: la diferencia entre sexos, con una mirada feminista fresca, amable, respetuosa.

Cuando volví a mi vehículo, me sentí renovada, como si ver lo que Gwladys Alonzo tenía que decir me hubiera hablado directamente: nos conectamos. Prendí el vehículo y, con él, todas las maravillosas formas de tecnología y comunicación que incluye; sentí la libertad y el lujo que significa tener todas esas formas de conectividad, que nos permiten crear vínculos más fuertes, más próximos y que, sin importar cuántos kilómetros se recorran, serán tan frescos y cercanos como si estuvieran ahí mismo, como si acabaran de crearse. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.

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