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Durante la época virreinal, el cimarrón se convirtió en un símbolo trasgresor. Esta es la historia detrás de la portada de la edición 228 de Gatopardo, una fotografía de Mara Sánchez-Renero.
En la época virreinal, los africanos fueron traídos a América Latina como esclavos. Algunos lograban liberarse de sus amos y se les conocía como “cimarrones”. Temerosos de ser esclavizados de nuevo, partían de forma clandestina a lugares apartados de las ciudades, sitios conocidos como “palenques” o “quilombos”.
A lo largo de la historia de México, los afrodescendientes han sido víctimas de racismo estructural; sin embargo, en los últimos años emprendieron una lucha por sus derechos y reconocimiento. Inspirada en este movimiento, la fotógrafa Mara Sánchez-Renero comenzó un proyecto para plasmar visualmente algunos de los elementos históricos que construyeron la identidad de estas comunidades.
Por supuesto, el cimarrón era un símbolo ineludible. Para representarlo, Sánchez-Renero utilizó una cabeza de borrego con tres cuernos, un regalo que su hermana le había comprado en un mercado ambulante.
Para comenzar este trabajo, viajó con la máscara a Cuajinicuilapa, Guerrero, una de las localidades con más población afrodescendiente en el país. Ahí conoció a Roberto, un hombre alto y fuerte, dueño de un billar. Mientras conversaban se asomó su hijo, un joven intrépido llamado Roberto Jr. Al día siguiente, en la madrugada, la fotógrafa y el chico partieron a un prado de maleza crecida y esperaron a que amaneciera. Esa primera fotografía que Sánchez-Renero tomó para el proyecto El cimarrón y su fandango es la portada de esta edición.
Durante la época virreinal, el cimarrón se convirtió en un símbolo trasgresor. Esta es la historia detrás de la portada de la edición 228 de Gatopardo, una fotografía de Mara Sánchez-Renero.
En la época virreinal, los africanos fueron traídos a América Latina como esclavos. Algunos lograban liberarse de sus amos y se les conocía como “cimarrones”. Temerosos de ser esclavizados de nuevo, partían de forma clandestina a lugares apartados de las ciudades, sitios conocidos como “palenques” o “quilombos”.
A lo largo de la historia de México, los afrodescendientes han sido víctimas de racismo estructural; sin embargo, en los últimos años emprendieron una lucha por sus derechos y reconocimiento. Inspirada en este movimiento, la fotógrafa Mara Sánchez-Renero comenzó un proyecto para plasmar visualmente algunos de los elementos históricos que construyeron la identidad de estas comunidades.
Por supuesto, el cimarrón era un símbolo ineludible. Para representarlo, Sánchez-Renero utilizó una cabeza de borrego con tres cuernos, un regalo que su hermana le había comprado en un mercado ambulante.
Para comenzar este trabajo, viajó con la máscara a Cuajinicuilapa, Guerrero, una de las localidades con más población afrodescendiente en el país. Ahí conoció a Roberto, un hombre alto y fuerte, dueño de un billar. Mientras conversaban se asomó su hijo, un joven intrépido llamado Roberto Jr. Al día siguiente, en la madrugada, la fotógrafa y el chico partieron a un prado de maleza crecida y esperaron a que amaneciera. Esa primera fotografía que Sánchez-Renero tomó para el proyecto El cimarrón y su fandango es la portada de esta edición.
Durante la época virreinal, el cimarrón se convirtió en un símbolo trasgresor. Esta es la historia detrás de la portada de la edición 228 de Gatopardo, una fotografía de Mara Sánchez-Renero.
En la época virreinal, los africanos fueron traídos a América Latina como esclavos. Algunos lograban liberarse de sus amos y se les conocía como “cimarrones”. Temerosos de ser esclavizados de nuevo, partían de forma clandestina a lugares apartados de las ciudades, sitios conocidos como “palenques” o “quilombos”.
A lo largo de la historia de México, los afrodescendientes han sido víctimas de racismo estructural; sin embargo, en los últimos años emprendieron una lucha por sus derechos y reconocimiento. Inspirada en este movimiento, la fotógrafa Mara Sánchez-Renero comenzó un proyecto para plasmar visualmente algunos de los elementos históricos que construyeron la identidad de estas comunidades.
Por supuesto, el cimarrón era un símbolo ineludible. Para representarlo, Sánchez-Renero utilizó una cabeza de borrego con tres cuernos, un regalo que su hermana le había comprado en un mercado ambulante.
Para comenzar este trabajo, viajó con la máscara a Cuajinicuilapa, Guerrero, una de las localidades con más población afrodescendiente en el país. Ahí conoció a Roberto, un hombre alto y fuerte, dueño de un billar. Mientras conversaban se asomó su hijo, un joven intrépido llamado Roberto Jr. Al día siguiente, en la madrugada, la fotógrafa y el chico partieron a un prado de maleza crecida y esperaron a que amaneciera. Esa primera fotografía que Sánchez-Renero tomó para el proyecto El cimarrón y su fandango es la portada de esta edición.
Durante la época virreinal, el cimarrón se convirtió en un símbolo trasgresor. Esta es la historia detrás de la portada de la edición 228 de Gatopardo, una fotografía de Mara Sánchez-Renero.
En la época virreinal, los africanos fueron traídos a América Latina como esclavos. Algunos lograban liberarse de sus amos y se les conocía como “cimarrones”. Temerosos de ser esclavizados de nuevo, partían de forma clandestina a lugares apartados de las ciudades, sitios conocidos como “palenques” o “quilombos”.
A lo largo de la historia de México, los afrodescendientes han sido víctimas de racismo estructural; sin embargo, en los últimos años emprendieron una lucha por sus derechos y reconocimiento. Inspirada en este movimiento, la fotógrafa Mara Sánchez-Renero comenzó un proyecto para plasmar visualmente algunos de los elementos históricos que construyeron la identidad de estas comunidades.
Por supuesto, el cimarrón era un símbolo ineludible. Para representarlo, Sánchez-Renero utilizó una cabeza de borrego con tres cuernos, un regalo que su hermana le había comprado en un mercado ambulante.
Para comenzar este trabajo, viajó con la máscara a Cuajinicuilapa, Guerrero, una de las localidades con más población afrodescendiente en el país. Ahí conoció a Roberto, un hombre alto y fuerte, dueño de un billar. Mientras conversaban se asomó su hijo, un joven intrépido llamado Roberto Jr. Al día siguiente, en la madrugada, la fotógrafa y el chico partieron a un prado de maleza crecida y esperaron a que amaneciera. Esa primera fotografía que Sánchez-Renero tomó para el proyecto El cimarrón y su fandango es la portada de esta edición.
En la época virreinal, los africanos fueron traídos a América Latina como esclavos. Algunos lograban liberarse de sus amos y se les conocía como “cimarrones”. Temerosos de ser esclavizados de nuevo, partían de forma clandestina a lugares apartados de las ciudades, sitios conocidos como “palenques” o “quilombos”.
A lo largo de la historia de México, los afrodescendientes han sido víctimas de racismo estructural; sin embargo, en los últimos años emprendieron una lucha por sus derechos y reconocimiento. Inspirada en este movimiento, la fotógrafa Mara Sánchez-Renero comenzó un proyecto para plasmar visualmente algunos de los elementos históricos que construyeron la identidad de estas comunidades.
Por supuesto, el cimarrón era un símbolo ineludible. Para representarlo, Sánchez-Renero utilizó una cabeza de borrego con tres cuernos, un regalo que su hermana le había comprado en un mercado ambulante.
Para comenzar este trabajo, viajó con la máscara a Cuajinicuilapa, Guerrero, una de las localidades con más población afrodescendiente en el país. Ahí conoció a Roberto, un hombre alto y fuerte, dueño de un billar. Mientras conversaban se asomó su hijo, un joven intrépido llamado Roberto Jr. Al día siguiente, en la madrugada, la fotógrafa y el chico partieron a un prado de maleza crecida y esperaron a que amaneciera. Esa primera fotografía que Sánchez-Renero tomó para el proyecto El cimarrón y su fandango es la portada de esta edición.
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