El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
*Fotografía de portada: Marco Vallejo Paquini.
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Tras un breve paso por la administración pública, Gastón Pavlovich ha conquistado Hollywood.
El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
*Fotografía de portada: Marco Vallejo Paquini.
Tras un breve paso por la administración pública, Gastón Pavlovich ha conquistado Hollywood.
El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
*Fotografía de portada: Marco Vallejo Paquini.
Tras un breve paso por la administración pública, Gastón Pavlovich ha conquistado Hollywood.
El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
*Fotografía de portada: Marco Vallejo Paquini.
Tras un breve paso por la administración pública, Gastón Pavlovich ha conquistado Hollywood.
El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
*Fotografía de portada: Marco Vallejo Paquini.
El mundo está hablando de la película de gánsteres más madura de Martin Scorsese, con la que volvió al género que lo consagró, que sabe a Donnie Brasco y a The Goodfather, y donde logró reunir a tres leyendas del cine estadounidense: Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Es la película más costosa de su filmografía, que sin la participación del gigante Netflix su realización no hubiera sido posible, pues ningún estudio estuvo dispuesto a financiarla: costó 160 millones de dólares (de acuerdo a Netflix). Así que The Irishman se proyectó en circuitos independientes hace unas semanas, para aterrizar finalmente en la plataforma de Reed Hastings. No es secreto para nadie que los nuevos jugadores —las plataformas de streaming— están cambiando las maneras de ver y hacer cine.
The Irishman generó tal expectativa mientras se iba mostrando en festivales como el de Nueva York y el de Los Angeles —siguiendo los pasos de Alfonso Cuarón con Roma—, que cerró el ciclo de premieres el pasado noviembre en Los Cabos Film Festival, en México, adonde llegó De Niro y Rodrigo Prieto (director de fotografía), convirtiéndose en una favorita para el Oscar.
De acuerdo a Netflix, The Irishman costó 160 millones de dólares, por lo que ningún estudio quería financiarla.
Gastón Pavlovich es el mexicano que coprodujo esta hazaña. Cuenta en entrevista con Gatopardo que estuvo “en medio de estas conversaciones y lamentablemente no llegamos a ningún acuerdo con las cadenas principales de cine. Nos fuimos con los independientes y me tocó descubrir todo un mundo bastante interesante. Creo que se está abriendo una puerta a la posibilidad de que la gente vea cine en distintos lugares. Hay un hambre por los contenidos. Es un brave new world e iremos encontrándole forma”, dice sentado en un salón del recién inaugurado Nobu Hotel, en Los Cabos, un día antes de la cena del Fondo Fílmico Gabriel Figueroa en el festival de Los Cabos.
Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera de México con Estados Unidos. Cuenta que desde su ventana podía ver Arizona. Estudió relaciones internacionales y se especializó en política económica por la Universidad de San Diego. En México, trabajó durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón en la administración pública, a la que le puso fin para perseguir una carrera cinematográfica. Luego de debutar como guionista y productor de la mexicana El estudiante (2009), produjo las películas independientes Max Rose (2013), de Daniel Noah, y A Hologram for the King (2016), de Tom Tykwer, con las que confirmó ser un productor arriesgado.
Conoció a Scorsese cuando sus agentes vieron el trabajo que hizo con Noah y Tykwer. Así que lo invitó a cenar a su casa y le propuso producir Silence (2016), un guion que llevaba veinte años en el cajón y que Hollywood rechazaba por su temática religiosa y alto costo. Pavlovich tomó el reto. Según contó a Vice, en agradecimiento por lo que hizo con Silence le ofreció lo que sería su siguiente proyecto.
Gastón Pavlovich es originario de Agua Prieta, Sonora, un pequeño pueblo en la frontera con Estados Unidos.
“Recuerdo haber estado en esas primeras cenas en su casa y notar que no había un lugar especial para todos sus premios. Cuando le pregunté si no tenía un cuarto especial, me enseñó una cortina negra en un rincón, al fondo, que escondía todos sus trofeos. Le pregunté la razón y me contó, muy religioso él, del pasaje de la Biblia y de los judíos en el exilio que veneran un becerro de oro. ‘Si me dedico a ver mis premios doraditos, me pueden cegar’. Es el tipo de persona con los pies en la tierra. Un artesano, un gran artesano”, cuenta.
Producirle dos películas a Scorsese, asegura, es algo maravilloso. “La relación directa con él, el uno a uno, es de caballeros, de gran sensibilidad y preocupación de estar en la misma frecuencia; nos compartíamos ideas”, dice el productor. “La parte difícil es tratar con el mundo de Scorsese. Un mundo de agentes, managers, abogados, gente de PR, todo un universo complejo en donde lo cuidan y lo tratan como rey. Navegar entre ese mundo fue para mí el mayor reto”.
Actualmente, Pavlovich planea hacer una serie con Endemol sobre la vida de María Antonieta Rivas Mercado (buscando que pueda salir del país), una serie sobre la historia de un México turbulento de principios de siglo, visto desde la mirada de una mujer.
“Sé que vengo de un mundo diferente, pero descubrí que entre la política y el cine hay un par de cosas similares. Los mejores gobernantes son aquellos que cuentan las mejores historias: cómo la narras, cómo convences a la gente que quieres que vote por ti. El que cuenta la mejor historia gana. Y ambos mundos están llenos de vanidad y egolatría”, concluye.
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