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Kate Horne

Kate Horne

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
05
.
09
.
19
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Entre matices

Kate Horne, reconocida documentalista británica, recuerda que alguna vez le dijeron —de una forma no especialmente positiva— “has hecho muchas películas en Colombia”, a lo que ella respondió: “Estoy interesada en llegar más a lo profundo que a lo ancho. Preferiría morir diciendo que entendí algo completamente, y que lo he contado en muchas formas diferentes, desde más de un ángulo”. Desde hace diez años, Horne (1978) busca contar historias a través de su cámara sobre el acontecer en Latinoamérica y de su gente: desde cómo García Márquez fue intermediario entre Estados Unidos y Cuba cuando no existían relaciones diplomáticas, hasta la fallida guerra contra las drogas en México. Horne es una narradora tenaz que ha sabido mostrar cómo la realidad se compone de diversos y pequeños matices. Originaria del Reino Unido, su vínculo principal es con Colombia, conexión que cosecha desde hace dos décadas. Cuando tenía 15 años de edad, la au-pair de su hermano, una chica colombiana que llegaba a su casa a trabajar, le enseñó los libros y relatos de García Márquez, el realismo mágico. “Me hablaba con tanta pasión de Colombia y la música que ya me había enamorado del país”, revela. Sin embargo, la estampa que se había formado cambió cuando supo que habían secuestrado al hermano de la au-pair entre un gran malestar político. Supo que el país atravesaba un conflicto armado desde décadas, y que había desembocado en actos de terrorismo, desapariciones, masacres. “El fenómeno era algo nuevo para mí, y exponerme a lo terrible que atravesaba su familia y varios otros colombianos fue fascinante pero también, al mismo tiempo, un horror”, explica. El fin de sus estudios de posgrado en español y francés coincidió con el secuestro de Ingrid Betancourt, cuya desaparición duró seis años hasta su eventual liberación. Desde antes de que fuera rescatada, Horne comenzó un rapport con la familia de la política franco-colombiana, y continuó incluso después de su liberación. Esta labor concluyó en Hostage in the Jungle (2010), documental dirigido por Angus MacQueen y producido por Horne, y es un testimonio personal sobre la experiencia de Betancourt. Esta historia tan sólo fue el comienzo: “El documental de Ingrid fue interesante, me contó sobre estas guerrillas jóvenes que la trataron con crueldad, pero no podía culparlos porque fue parte de cómo crecieron. Eran hermano contra hermano desde el momento en que nacieron. [...] Encontré un país con tantas historias y rico de tantas formas que he hecho cinco documentales al respecto”.Pero ha buscado mirar más allá. Horne produjo dos documentales, uno titulado Breaking the Taboo (2012) y el otro Narco Guns (2013), ambos sobre la fatídica guerra contra las drogas y la violencia que escala en México. Headshrinkers es un documental sobre los Shuar, uno de los pueblos originarios más importantes del Amazonas peruano y ecuatoriano, conocidos por su ritual de encoger cabezas. Horne también produjo y escribió el documental Gabo, la creación de Gabriel García Márquez (2015), sobre el ganador del Nobel, el cual le valió una nominación a los Emmys.Colombia sí ha visto, sin embargo, nacer muchas de sus historias. “Estaba fascinada por cómo funcionaba el país. La guerra y sus complejidades”. Y esa palabra, complejidad, está detrás de su trabajo como narradora. Los trabajos de Horne no están orientados a la resolución fácil, sino a explorar las varias facetas que componen un conflicto. Y cuando uno le pregunta sobre esto, ella recuerda su último trabajo, El Testigo: Caín y Abel (2018, disponible en Netflix), sobre Jesús Abad Colorado, un fotoperiodista de Medellín: “Él pudo haber tomado decisiones vengativas, porque su familia fue asesinada, pero decidió tomar una cámara. Es un artista. Tiene retratos increíbles sobre las víctimas de la guerra, y a todos les da un nombre, nadie es anónimo”.El Testigo es un recuento sobre la dificultad de unir a un país desgarrado por la violencia. Horne sigue a Colorado mientras él busca a las personas que fotografió para darles su retrato, y preguntarles si pueden perdonar. “No conozco a ninguna otra persona con un conocimiento enciclopédico de cada persona que ha fotografiado. Él cree que deberían de tener un álbum de fotos para ellos, para tener dignidad y saber que sus vivencias importan, que ese horror fue capturado”.En la descripción de su perfil de Instagram, Horne tiene escrita la palabra peacebuilding, y para ella, Abad Colorado es un ejemplo primordial de cómo alcanzarla: “Es una pregunta universal que se hace en muchos países: ¿cómo superas esos horrores? Sólo a través del diálogo seguro y de ambos partidos”. Horne no se considera historiadora ni periodista, sino una narradora que busca conectar a las personas a través de la realidad: “No hay nada tan emocionante como la realidad más extraña que la ficción. [...] Ése es el chiste, que los documentales te permiten contar historias que nadie creería en ficción”.

Collage de R.R., basado en la fotografía cortesía de la artista

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Kate Horne, reconocida documentalista británica, recuerda que alguna vez le dijeron —de una forma no especialmente positiva— “has hecho muchas películas en Colombia”, a lo que ella respondió: “Estoy interesada en llegar más a lo profundo que a lo ancho. Preferiría morir diciendo que entendí algo completamente, y que lo he contado en muchas formas diferentes, desde más de un ángulo”. Desde hace diez años, Horne (1978) busca contar historias a través de su cámara sobre el acontecer en Latinoamérica y de su gente: desde cómo García Márquez fue intermediario entre Estados Unidos y Cuba cuando no existían relaciones diplomáticas, hasta la fallida guerra contra las drogas en México. Horne es una narradora tenaz que ha sabido mostrar cómo la realidad se compone de diversos y pequeños matices. Originaria del Reino Unido, su vínculo principal es con Colombia, conexión que cosecha desde hace dos décadas. Cuando tenía 15 años de edad, la au-pair de su hermano, una chica colombiana que llegaba a su casa a trabajar, le enseñó los libros y relatos de García Márquez, el realismo mágico. “Me hablaba con tanta pasión de Colombia y la música que ya me había enamorado del país”, revela. Sin embargo, la estampa que se había formado cambió cuando supo que habían secuestrado al hermano de la au-pair entre un gran malestar político. Supo que el país atravesaba un conflicto armado desde décadas, y que había desembocado en actos de terrorismo, desapariciones, masacres. “El fenómeno era algo nuevo para mí, y exponerme a lo terrible que atravesaba su familia y varios otros colombianos fue fascinante pero también, al mismo tiempo, un horror”, explica. El fin de sus estudios de posgrado en español y francés coincidió con el secuestro de Ingrid Betancourt, cuya desaparición duró seis años hasta su eventual liberación. Desde antes de que fuera rescatada, Horne comenzó un rapport con la familia de la política franco-colombiana, y continuó incluso después de su liberación. Esta labor concluyó en Hostage in the Jungle (2010), documental dirigido por Angus MacQueen y producido por Horne, y es un testimonio personal sobre la experiencia de Betancourt. Esta historia tan sólo fue el comienzo: “El documental de Ingrid fue interesante, me contó sobre estas guerrillas jóvenes que la trataron con crueldad, pero no podía culparlos porque fue parte de cómo crecieron. Eran hermano contra hermano desde el momento en que nacieron. [...] Encontré un país con tantas historias y rico de tantas formas que he hecho cinco documentales al respecto”.Pero ha buscado mirar más allá. Horne produjo dos documentales, uno titulado Breaking the Taboo (2012) y el otro Narco Guns (2013), ambos sobre la fatídica guerra contra las drogas y la violencia que escala en México. Headshrinkers es un documental sobre los Shuar, uno de los pueblos originarios más importantes del Amazonas peruano y ecuatoriano, conocidos por su ritual de encoger cabezas. Horne también produjo y escribió el documental Gabo, la creación de Gabriel García Márquez (2015), sobre el ganador del Nobel, el cual le valió una nominación a los Emmys.Colombia sí ha visto, sin embargo, nacer muchas de sus historias. “Estaba fascinada por cómo funcionaba el país. La guerra y sus complejidades”. Y esa palabra, complejidad, está detrás de su trabajo como narradora. Los trabajos de Horne no están orientados a la resolución fácil, sino a explorar las varias facetas que componen un conflicto. Y cuando uno le pregunta sobre esto, ella recuerda su último trabajo, El Testigo: Caín y Abel (2018, disponible en Netflix), sobre Jesús Abad Colorado, un fotoperiodista de Medellín: “Él pudo haber tomado decisiones vengativas, porque su familia fue asesinada, pero decidió tomar una cámara. Es un artista. Tiene retratos increíbles sobre las víctimas de la guerra, y a todos les da un nombre, nadie es anónimo”.El Testigo es un recuento sobre la dificultad de unir a un país desgarrado por la violencia. Horne sigue a Colorado mientras él busca a las personas que fotografió para darles su retrato, y preguntarles si pueden perdonar. “No conozco a ninguna otra persona con un conocimiento enciclopédico de cada persona que ha fotografiado. Él cree que deberían de tener un álbum de fotos para ellos, para tener dignidad y saber que sus vivencias importan, que ese horror fue capturado”.En la descripción de su perfil de Instagram, Horne tiene escrita la palabra peacebuilding, y para ella, Abad Colorado es un ejemplo primordial de cómo alcanzarla: “Es una pregunta universal que se hace en muchos países: ¿cómo superas esos horrores? Sólo a través del diálogo seguro y de ambos partidos”. Horne no se considera historiadora ni periodista, sino una narradora que busca conectar a las personas a través de la realidad: “No hay nada tan emocionante como la realidad más extraña que la ficción. [...] Ése es el chiste, que los documentales te permiten contar historias que nadie creería en ficción”.

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Kate Horne, reconocida documentalista británica, recuerda que alguna vez le dijeron —de una forma no especialmente positiva— “has hecho muchas películas en Colombia”, a lo que ella respondió: “Estoy interesada en llegar más a lo profundo que a lo ancho. Preferiría morir diciendo que entendí algo completamente, y que lo he contado en muchas formas diferentes, desde más de un ángulo”. Desde hace diez años, Horne (1978) busca contar historias a través de su cámara sobre el acontecer en Latinoamérica y de su gente: desde cómo García Márquez fue intermediario entre Estados Unidos y Cuba cuando no existían relaciones diplomáticas, hasta la fallida guerra contra las drogas en México. Horne es una narradora tenaz que ha sabido mostrar cómo la realidad se compone de diversos y pequeños matices. Originaria del Reino Unido, su vínculo principal es con Colombia, conexión que cosecha desde hace dos décadas. Cuando tenía 15 años de edad, la au-pair de su hermano, una chica colombiana que llegaba a su casa a trabajar, le enseñó los libros y relatos de García Márquez, el realismo mágico. “Me hablaba con tanta pasión de Colombia y la música que ya me había enamorado del país”, revela. Sin embargo, la estampa que se había formado cambió cuando supo que habían secuestrado al hermano de la au-pair entre un gran malestar político. Supo que el país atravesaba un conflicto armado desde décadas, y que había desembocado en actos de terrorismo, desapariciones, masacres. “El fenómeno era algo nuevo para mí, y exponerme a lo terrible que atravesaba su familia y varios otros colombianos fue fascinante pero también, al mismo tiempo, un horror”, explica. El fin de sus estudios de posgrado en español y francés coincidió con el secuestro de Ingrid Betancourt, cuya desaparición duró seis años hasta su eventual liberación. Desde antes de que fuera rescatada, Horne comenzó un rapport con la familia de la política franco-colombiana, y continuó incluso después de su liberación. Esta labor concluyó en Hostage in the Jungle (2010), documental dirigido por Angus MacQueen y producido por Horne, y es un testimonio personal sobre la experiencia de Betancourt. Esta historia tan sólo fue el comienzo: “El documental de Ingrid fue interesante, me contó sobre estas guerrillas jóvenes que la trataron con crueldad, pero no podía culparlos porque fue parte de cómo crecieron. Eran hermano contra hermano desde el momento en que nacieron. [...] Encontré un país con tantas historias y rico de tantas formas que he hecho cinco documentales al respecto”.Pero ha buscado mirar más allá. Horne produjo dos documentales, uno titulado Breaking the Taboo (2012) y el otro Narco Guns (2013), ambos sobre la fatídica guerra contra las drogas y la violencia que escala en México. Headshrinkers es un documental sobre los Shuar, uno de los pueblos originarios más importantes del Amazonas peruano y ecuatoriano, conocidos por su ritual de encoger cabezas. Horne también produjo y escribió el documental Gabo, la creación de Gabriel García Márquez (2015), sobre el ganador del Nobel, el cual le valió una nominación a los Emmys.Colombia sí ha visto, sin embargo, nacer muchas de sus historias. “Estaba fascinada por cómo funcionaba el país. La guerra y sus complejidades”. Y esa palabra, complejidad, está detrás de su trabajo como narradora. Los trabajos de Horne no están orientados a la resolución fácil, sino a explorar las varias facetas que componen un conflicto. Y cuando uno le pregunta sobre esto, ella recuerda su último trabajo, El Testigo: Caín y Abel (2018, disponible en Netflix), sobre Jesús Abad Colorado, un fotoperiodista de Medellín: “Él pudo haber tomado decisiones vengativas, porque su familia fue asesinada, pero decidió tomar una cámara. Es un artista. Tiene retratos increíbles sobre las víctimas de la guerra, y a todos les da un nombre, nadie es anónimo”.El Testigo es un recuento sobre la dificultad de unir a un país desgarrado por la violencia. Horne sigue a Colorado mientras él busca a las personas que fotografió para darles su retrato, y preguntarles si pueden perdonar. “No conozco a ninguna otra persona con un conocimiento enciclopédico de cada persona que ha fotografiado. Él cree que deberían de tener un álbum de fotos para ellos, para tener dignidad y saber que sus vivencias importan, que ese horror fue capturado”.En la descripción de su perfil de Instagram, Horne tiene escrita la palabra peacebuilding, y para ella, Abad Colorado es un ejemplo primordial de cómo alcanzarla: “Es una pregunta universal que se hace en muchos países: ¿cómo superas esos horrores? Sólo a través del diálogo seguro y de ambos partidos”. Horne no se considera historiadora ni periodista, sino una narradora que busca conectar a las personas a través de la realidad: “No hay nada tan emocionante como la realidad más extraña que la ficción. [...] Ése es el chiste, que los documentales te permiten contar historias que nadie creería en ficción”.

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