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Hoy mismo México vive una crisis educativa muy diferente a las anteriores, y de la cual hasta ahora no se ha hablado. Está disminuyendo el porcentaje de asistencia escolar entre los hombres de bajos recursos que tienen de quince a veinticuatro años. El problema les afecta específicamente a ellos, porque el porcentaje de mujeres de las mismas edades y estratos que asisten a la escuela ahora es mayor que el de los hombres del mismo nivel socioeconómico. Sin el liderazgo de la SEP y Conacyt, el problema no se resolverá por sí mismo y generará más desigualdad y menor crecimiento económico.
Durante siglos México ha tenido una enorme deuda con las mujeres en cuanto al acceso a la educación. La falta de oportunidades y la cultura que favorecía a los hombres desembocaron en que los logros educativos fueran mucho más frecuentes en ellos que en ellas. Con todo, esta desigualdad se ha ido cerrando sustancialmente, tanto que ahora —por primera vez en la historia— la tendencia se ha invertido. En la era pospandémica, estamos empezando a ver en los datos que los hombres jóvenes son los más afectados en términos de asistencia escolar y, como era de esperarse, a los que tienen menos recursos les ha costado mucho seguir estudiando.
En la gráfica 1 incluyo el porcentaje de jóvenes entre quince y dieciocho años que declara estar asistiendo a la escuela. La gráfica está dividida entre hombres y mujeres y también muestra si la jefa o el jefe del hogar donde viven esos jóvenes tiene alta o baja escolaridad (al menos bachillerato, en el primer caso; menos que bachillerato, en el segundo). Esta última distinción nos permite saber si la asistencia escolar entre jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos está cambiando. La gráfica 2 expone datos similares en cuanto a la educación, pero incluye a hombres y mujeres de entre diecinueve y veinticuatro años.
Las tendencias nos enseñan varios resultados. Primero, la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado. Por ejemplo, en los estratos altos se advierte que las mujeres asisten a la escuela aproximadamente en la misma proporción que los hombres, algo que ocurre en los dos grupos de edad considerados en las gráficas de este artículo. El tercer resultado, y el más importante para este texto, es que los hombres de los estratos bajos han reducido su asistencia escolar, mientras que esta ha aumentado entre las mujeres del mismo nivel socioeconómico.
Esto último se puede analizar por rango de edad. Entre mujeres y hombres de quince a dieciocho años la diferencia en asistencia escolar fue de 8% en 2022; y entre quienes tienen de diecinueve a veinticuatro años, la diferencia fue de seis puntos, a favor de las mujeres. Hace apenas diez años estas disparidades en la educación no existían: estamos ante un cambio insólito. Dicho en pocas palabras, la crisis de asistencia a la escuela que estamos viendo en nuestro país está afectando principalmente a los hombres de menos recursos.
Hay que poner mucha atención en este cambio porque puede ocasionar problemas graves; para empezar, en términos de crecimiento económico: si el capital humano de un país, el cual se obtiene mediante la educación, se reduce —como está sucediendo ahora mismo entre los hombres jóvenes de estratos bajos—, hay menos potencial de que la economía crezca. Pero el asunto no se limita a lo económico, pues revela además una desigualdad social de peso. Los hombres de estratos altos no están en la misma situación, por lo tanto, es de esperarse que esta desigualdad en el acceso educativo se traslade al mercado laboral y se traduzca, en el futuro, en una mayor desigualdad de ingresos.
Por otro lado, si es cierto que las mujeres (heterosexuales) buscan una pareja que tenga al menos su mismo nivel de educación, entonces la brecha que hoy se está abriendo podría provocar que estos hombres jóvenes tengan menos posibilidades de formar una pareja o casarse. En otras palabras, cada vez habrá menos mujeres con baja escolaridad en relación con los hombres en ese nivel. Esto puede ocasionar un aumento en las conductas indeseadas para la sociedad. Por ejemplo, en países asiáticos se ha encontrado que ese desbalance ocasiona incrementos en violencia (aquí hay otro ejemplo, pero en comunidades migrantes de Alemania). En China incluso se ha notado que las familias llegan a endeudarse sustancialmente para que sus hijos puedan casarse. No sería una sorpresa, por lo tanto, que otros problemas sociales puedan desatarse, como la drogadicción y la relación con el crimen organizado, entre otros. A su vez, estos problemas económicos y sociales fomentan una mayor migración; el incremento reciente en la emigración de México bien podría deberse parcialmente a esto.
Así, hoy más que nunca, es urgente que se diseñen e implementen políticas públicas dirigidas a los hombres jóvenes de estratos bajos. Estas medidas deberían ser atractivas tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha, no solo porque la reducción en la asistencia escolar está creando más desigualdad, sino también porque esto incide en el crecimiento económico y en la estabilidad familiar. Pero ¿es viable elaborar políticas dirigidas exclusivamente a los hombres? El ambiente político que vivimos es complicado. Como mencioné al inicio de este artículo, históricamente las mujeres han sido desfavorecidas por la cultura y por las mismas políticas públicas. Argumentar que los hombres necesitan beneficiarse puede ocasionar costos políticos, sin embargo, hay que discutir estos temas con apertura y con la evidencia empírica en la mano. A final de cuentas, este tipo de medidas también favorecerían a las mujeres (directamente, pues esto podría disminuir la violencia y hacer que crezca la cohesión social en las comunidades). Como expongo en mi libro, no podemos quedarnos sin hacer nada porque las desigualdades terminan afectándonos a todos. Necesitamos el liderazgo de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para investigar y revertir esta situación. Si el Estado no se involucra, el declive en la asistencia escolar en este grupo de la población no se resolverá por su cuenta. Esperemos que esta alarma sea convincente y logre despertar la urgencia de actuar.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.
Hoy mismo México vive una crisis educativa muy diferente a las anteriores, y de la cual hasta ahora no se ha hablado. Está disminuyendo el porcentaje de asistencia escolar entre los hombres de bajos recursos que tienen de quince a veinticuatro años. El problema les afecta específicamente a ellos, porque el porcentaje de mujeres de las mismas edades y estratos que asisten a la escuela ahora es mayor que el de los hombres del mismo nivel socioeconómico. Sin el liderazgo de la SEP y Conacyt, el problema no se resolverá por sí mismo y generará más desigualdad y menor crecimiento económico.
Durante siglos México ha tenido una enorme deuda con las mujeres en cuanto al acceso a la educación. La falta de oportunidades y la cultura que favorecía a los hombres desembocaron en que los logros educativos fueran mucho más frecuentes en ellos que en ellas. Con todo, esta desigualdad se ha ido cerrando sustancialmente, tanto que ahora —por primera vez en la historia— la tendencia se ha invertido. En la era pospandémica, estamos empezando a ver en los datos que los hombres jóvenes son los más afectados en términos de asistencia escolar y, como era de esperarse, a los que tienen menos recursos les ha costado mucho seguir estudiando.
En la gráfica 1 incluyo el porcentaje de jóvenes entre quince y dieciocho años que declara estar asistiendo a la escuela. La gráfica está dividida entre hombres y mujeres y también muestra si la jefa o el jefe del hogar donde viven esos jóvenes tiene alta o baja escolaridad (al menos bachillerato, en el primer caso; menos que bachillerato, en el segundo). Esta última distinción nos permite saber si la asistencia escolar entre jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos está cambiando. La gráfica 2 expone datos similares en cuanto a la educación, pero incluye a hombres y mujeres de entre diecinueve y veinticuatro años.
Las tendencias nos enseñan varios resultados. Primero, la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado. Por ejemplo, en los estratos altos se advierte que las mujeres asisten a la escuela aproximadamente en la misma proporción que los hombres, algo que ocurre en los dos grupos de edad considerados en las gráficas de este artículo. El tercer resultado, y el más importante para este texto, es que los hombres de los estratos bajos han reducido su asistencia escolar, mientras que esta ha aumentado entre las mujeres del mismo nivel socioeconómico.
Esto último se puede analizar por rango de edad. Entre mujeres y hombres de quince a dieciocho años la diferencia en asistencia escolar fue de 8% en 2022; y entre quienes tienen de diecinueve a veinticuatro años, la diferencia fue de seis puntos, a favor de las mujeres. Hace apenas diez años estas disparidades en la educación no existían: estamos ante un cambio insólito. Dicho en pocas palabras, la crisis de asistencia a la escuela que estamos viendo en nuestro país está afectando principalmente a los hombres de menos recursos.
Hay que poner mucha atención en este cambio porque puede ocasionar problemas graves; para empezar, en términos de crecimiento económico: si el capital humano de un país, el cual se obtiene mediante la educación, se reduce —como está sucediendo ahora mismo entre los hombres jóvenes de estratos bajos—, hay menos potencial de que la economía crezca. Pero el asunto no se limita a lo económico, pues revela además una desigualdad social de peso. Los hombres de estratos altos no están en la misma situación, por lo tanto, es de esperarse que esta desigualdad en el acceso educativo se traslade al mercado laboral y se traduzca, en el futuro, en una mayor desigualdad de ingresos.
Por otro lado, si es cierto que las mujeres (heterosexuales) buscan una pareja que tenga al menos su mismo nivel de educación, entonces la brecha que hoy se está abriendo podría provocar que estos hombres jóvenes tengan menos posibilidades de formar una pareja o casarse. En otras palabras, cada vez habrá menos mujeres con baja escolaridad en relación con los hombres en ese nivel. Esto puede ocasionar un aumento en las conductas indeseadas para la sociedad. Por ejemplo, en países asiáticos se ha encontrado que ese desbalance ocasiona incrementos en violencia (aquí hay otro ejemplo, pero en comunidades migrantes de Alemania). En China incluso se ha notado que las familias llegan a endeudarse sustancialmente para que sus hijos puedan casarse. No sería una sorpresa, por lo tanto, que otros problemas sociales puedan desatarse, como la drogadicción y la relación con el crimen organizado, entre otros. A su vez, estos problemas económicos y sociales fomentan una mayor migración; el incremento reciente en la emigración de México bien podría deberse parcialmente a esto.
Así, hoy más que nunca, es urgente que se diseñen e implementen políticas públicas dirigidas a los hombres jóvenes de estratos bajos. Estas medidas deberían ser atractivas tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha, no solo porque la reducción en la asistencia escolar está creando más desigualdad, sino también porque esto incide en el crecimiento económico y en la estabilidad familiar. Pero ¿es viable elaborar políticas dirigidas exclusivamente a los hombres? El ambiente político que vivimos es complicado. Como mencioné al inicio de este artículo, históricamente las mujeres han sido desfavorecidas por la cultura y por las mismas políticas públicas. Argumentar que los hombres necesitan beneficiarse puede ocasionar costos políticos, sin embargo, hay que discutir estos temas con apertura y con la evidencia empírica en la mano. A final de cuentas, este tipo de medidas también favorecerían a las mujeres (directamente, pues esto podría disminuir la violencia y hacer que crezca la cohesión social en las comunidades). Como expongo en mi libro, no podemos quedarnos sin hacer nada porque las desigualdades terminan afectándonos a todos. Necesitamos el liderazgo de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para investigar y revertir esta situación. Si el Estado no se involucra, el declive en la asistencia escolar en este grupo de la población no se resolverá por su cuenta. Esperemos que esta alarma sea convincente y logre despertar la urgencia de actuar.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.
Hoy mismo México vive una crisis educativa muy diferente a las anteriores, y de la cual hasta ahora no se ha hablado. Está disminuyendo el porcentaje de asistencia escolar entre los hombres de bajos recursos que tienen de quince a veinticuatro años. El problema les afecta específicamente a ellos, porque el porcentaje de mujeres de las mismas edades y estratos que asisten a la escuela ahora es mayor que el de los hombres del mismo nivel socioeconómico. Sin el liderazgo de la SEP y Conacyt, el problema no se resolverá por sí mismo y generará más desigualdad y menor crecimiento económico.
Durante siglos México ha tenido una enorme deuda con las mujeres en cuanto al acceso a la educación. La falta de oportunidades y la cultura que favorecía a los hombres desembocaron en que los logros educativos fueran mucho más frecuentes en ellos que en ellas. Con todo, esta desigualdad se ha ido cerrando sustancialmente, tanto que ahora —por primera vez en la historia— la tendencia se ha invertido. En la era pospandémica, estamos empezando a ver en los datos que los hombres jóvenes son los más afectados en términos de asistencia escolar y, como era de esperarse, a los que tienen menos recursos les ha costado mucho seguir estudiando.
En la gráfica 1 incluyo el porcentaje de jóvenes entre quince y dieciocho años que declara estar asistiendo a la escuela. La gráfica está dividida entre hombres y mujeres y también muestra si la jefa o el jefe del hogar donde viven esos jóvenes tiene alta o baja escolaridad (al menos bachillerato, en el primer caso; menos que bachillerato, en el segundo). Esta última distinción nos permite saber si la asistencia escolar entre jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos está cambiando. La gráfica 2 expone datos similares en cuanto a la educación, pero incluye a hombres y mujeres de entre diecinueve y veinticuatro años.
Las tendencias nos enseñan varios resultados. Primero, la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado. Por ejemplo, en los estratos altos se advierte que las mujeres asisten a la escuela aproximadamente en la misma proporción que los hombres, algo que ocurre en los dos grupos de edad considerados en las gráficas de este artículo. El tercer resultado, y el más importante para este texto, es que los hombres de los estratos bajos han reducido su asistencia escolar, mientras que esta ha aumentado entre las mujeres del mismo nivel socioeconómico.
Esto último se puede analizar por rango de edad. Entre mujeres y hombres de quince a dieciocho años la diferencia en asistencia escolar fue de 8% en 2022; y entre quienes tienen de diecinueve a veinticuatro años, la diferencia fue de seis puntos, a favor de las mujeres. Hace apenas diez años estas disparidades en la educación no existían: estamos ante un cambio insólito. Dicho en pocas palabras, la crisis de asistencia a la escuela que estamos viendo en nuestro país está afectando principalmente a los hombres de menos recursos.
Hay que poner mucha atención en este cambio porque puede ocasionar problemas graves; para empezar, en términos de crecimiento económico: si el capital humano de un país, el cual se obtiene mediante la educación, se reduce —como está sucediendo ahora mismo entre los hombres jóvenes de estratos bajos—, hay menos potencial de que la economía crezca. Pero el asunto no se limita a lo económico, pues revela además una desigualdad social de peso. Los hombres de estratos altos no están en la misma situación, por lo tanto, es de esperarse que esta desigualdad en el acceso educativo se traslade al mercado laboral y se traduzca, en el futuro, en una mayor desigualdad de ingresos.
Por otro lado, si es cierto que las mujeres (heterosexuales) buscan una pareja que tenga al menos su mismo nivel de educación, entonces la brecha que hoy se está abriendo podría provocar que estos hombres jóvenes tengan menos posibilidades de formar una pareja o casarse. En otras palabras, cada vez habrá menos mujeres con baja escolaridad en relación con los hombres en ese nivel. Esto puede ocasionar un aumento en las conductas indeseadas para la sociedad. Por ejemplo, en países asiáticos se ha encontrado que ese desbalance ocasiona incrementos en violencia (aquí hay otro ejemplo, pero en comunidades migrantes de Alemania). En China incluso se ha notado que las familias llegan a endeudarse sustancialmente para que sus hijos puedan casarse. No sería una sorpresa, por lo tanto, que otros problemas sociales puedan desatarse, como la drogadicción y la relación con el crimen organizado, entre otros. A su vez, estos problemas económicos y sociales fomentan una mayor migración; el incremento reciente en la emigración de México bien podría deberse parcialmente a esto.
Así, hoy más que nunca, es urgente que se diseñen e implementen políticas públicas dirigidas a los hombres jóvenes de estratos bajos. Estas medidas deberían ser atractivas tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha, no solo porque la reducción en la asistencia escolar está creando más desigualdad, sino también porque esto incide en el crecimiento económico y en la estabilidad familiar. Pero ¿es viable elaborar políticas dirigidas exclusivamente a los hombres? El ambiente político que vivimos es complicado. Como mencioné al inicio de este artículo, históricamente las mujeres han sido desfavorecidas por la cultura y por las mismas políticas públicas. Argumentar que los hombres necesitan beneficiarse puede ocasionar costos políticos, sin embargo, hay que discutir estos temas con apertura y con la evidencia empírica en la mano. A final de cuentas, este tipo de medidas también favorecerían a las mujeres (directamente, pues esto podría disminuir la violencia y hacer que crezca la cohesión social en las comunidades). Como expongo en mi libro, no podemos quedarnos sin hacer nada porque las desigualdades terminan afectándonos a todos. Necesitamos el liderazgo de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para investigar y revertir esta situación. Si el Estado no se involucra, el declive en la asistencia escolar en este grupo de la población no se resolverá por su cuenta. Esperemos que esta alarma sea convincente y logre despertar la urgencia de actuar.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.
Hoy mismo México vive una crisis educativa muy diferente a las anteriores, y de la cual hasta ahora no se ha hablado. Está disminuyendo el porcentaje de asistencia escolar entre los hombres de bajos recursos que tienen de quince a veinticuatro años. El problema les afecta específicamente a ellos, porque el porcentaje de mujeres de las mismas edades y estratos que asisten a la escuela ahora es mayor que el de los hombres del mismo nivel socioeconómico. Sin el liderazgo de la SEP y Conacyt, el problema no se resolverá por sí mismo y generará más desigualdad y menor crecimiento económico.
Durante siglos México ha tenido una enorme deuda con las mujeres en cuanto al acceso a la educación. La falta de oportunidades y la cultura que favorecía a los hombres desembocaron en que los logros educativos fueran mucho más frecuentes en ellos que en ellas. Con todo, esta desigualdad se ha ido cerrando sustancialmente, tanto que ahora —por primera vez en la historia— la tendencia se ha invertido. En la era pospandémica, estamos empezando a ver en los datos que los hombres jóvenes son los más afectados en términos de asistencia escolar y, como era de esperarse, a los que tienen menos recursos les ha costado mucho seguir estudiando.
En la gráfica 1 incluyo el porcentaje de jóvenes entre quince y dieciocho años que declara estar asistiendo a la escuela. La gráfica está dividida entre hombres y mujeres y también muestra si la jefa o el jefe del hogar donde viven esos jóvenes tiene alta o baja escolaridad (al menos bachillerato, en el primer caso; menos que bachillerato, en el segundo). Esta última distinción nos permite saber si la asistencia escolar entre jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos está cambiando. La gráfica 2 expone datos similares en cuanto a la educación, pero incluye a hombres y mujeres de entre diecinueve y veinticuatro años.
Las tendencias nos enseñan varios resultados. Primero, la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado. Por ejemplo, en los estratos altos se advierte que las mujeres asisten a la escuela aproximadamente en la misma proporción que los hombres, algo que ocurre en los dos grupos de edad considerados en las gráficas de este artículo. El tercer resultado, y el más importante para este texto, es que los hombres de los estratos bajos han reducido su asistencia escolar, mientras que esta ha aumentado entre las mujeres del mismo nivel socioeconómico.
Esto último se puede analizar por rango de edad. Entre mujeres y hombres de quince a dieciocho años la diferencia en asistencia escolar fue de 8% en 2022; y entre quienes tienen de diecinueve a veinticuatro años, la diferencia fue de seis puntos, a favor de las mujeres. Hace apenas diez años estas disparidades en la educación no existían: estamos ante un cambio insólito. Dicho en pocas palabras, la crisis de asistencia a la escuela que estamos viendo en nuestro país está afectando principalmente a los hombres de menos recursos.
Hay que poner mucha atención en este cambio porque puede ocasionar problemas graves; para empezar, en términos de crecimiento económico: si el capital humano de un país, el cual se obtiene mediante la educación, se reduce —como está sucediendo ahora mismo entre los hombres jóvenes de estratos bajos—, hay menos potencial de que la economía crezca. Pero el asunto no se limita a lo económico, pues revela además una desigualdad social de peso. Los hombres de estratos altos no están en la misma situación, por lo tanto, es de esperarse que esta desigualdad en el acceso educativo se traslade al mercado laboral y se traduzca, en el futuro, en una mayor desigualdad de ingresos.
Por otro lado, si es cierto que las mujeres (heterosexuales) buscan una pareja que tenga al menos su mismo nivel de educación, entonces la brecha que hoy se está abriendo podría provocar que estos hombres jóvenes tengan menos posibilidades de formar una pareja o casarse. En otras palabras, cada vez habrá menos mujeres con baja escolaridad en relación con los hombres en ese nivel. Esto puede ocasionar un aumento en las conductas indeseadas para la sociedad. Por ejemplo, en países asiáticos se ha encontrado que ese desbalance ocasiona incrementos en violencia (aquí hay otro ejemplo, pero en comunidades migrantes de Alemania). En China incluso se ha notado que las familias llegan a endeudarse sustancialmente para que sus hijos puedan casarse. No sería una sorpresa, por lo tanto, que otros problemas sociales puedan desatarse, como la drogadicción y la relación con el crimen organizado, entre otros. A su vez, estos problemas económicos y sociales fomentan una mayor migración; el incremento reciente en la emigración de México bien podría deberse parcialmente a esto.
Así, hoy más que nunca, es urgente que se diseñen e implementen políticas públicas dirigidas a los hombres jóvenes de estratos bajos. Estas medidas deberían ser atractivas tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha, no solo porque la reducción en la asistencia escolar está creando más desigualdad, sino también porque esto incide en el crecimiento económico y en la estabilidad familiar. Pero ¿es viable elaborar políticas dirigidas exclusivamente a los hombres? El ambiente político que vivimos es complicado. Como mencioné al inicio de este artículo, históricamente las mujeres han sido desfavorecidas por la cultura y por las mismas políticas públicas. Argumentar que los hombres necesitan beneficiarse puede ocasionar costos políticos, sin embargo, hay que discutir estos temas con apertura y con la evidencia empírica en la mano. A final de cuentas, este tipo de medidas también favorecerían a las mujeres (directamente, pues esto podría disminuir la violencia y hacer que crezca la cohesión social en las comunidades). Como expongo en mi libro, no podemos quedarnos sin hacer nada porque las desigualdades terminan afectándonos a todos. Necesitamos el liderazgo de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para investigar y revertir esta situación. Si el Estado no se involucra, el declive en la asistencia escolar en este grupo de la población no se resolverá por su cuenta. Esperemos que esta alarma sea convincente y logre despertar la urgencia de actuar.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.
Hoy mismo México vive una crisis educativa muy diferente a las anteriores, y de la cual hasta ahora no se ha hablado. Está disminuyendo el porcentaje de asistencia escolar entre los hombres de bajos recursos que tienen de quince a veinticuatro años. El problema les afecta específicamente a ellos, porque el porcentaje de mujeres de las mismas edades y estratos que asisten a la escuela ahora es mayor que el de los hombres del mismo nivel socioeconómico. Sin el liderazgo de la SEP y Conacyt, el problema no se resolverá por sí mismo y generará más desigualdad y menor crecimiento económico.
Durante siglos México ha tenido una enorme deuda con las mujeres en cuanto al acceso a la educación. La falta de oportunidades y la cultura que favorecía a los hombres desembocaron en que los logros educativos fueran mucho más frecuentes en ellos que en ellas. Con todo, esta desigualdad se ha ido cerrando sustancialmente, tanto que ahora —por primera vez en la historia— la tendencia se ha invertido. En la era pospandémica, estamos empezando a ver en los datos que los hombres jóvenes son los más afectados en términos de asistencia escolar y, como era de esperarse, a los que tienen menos recursos les ha costado mucho seguir estudiando.
En la gráfica 1 incluyo el porcentaje de jóvenes entre quince y dieciocho años que declara estar asistiendo a la escuela. La gráfica está dividida entre hombres y mujeres y también muestra si la jefa o el jefe del hogar donde viven esos jóvenes tiene alta o baja escolaridad (al menos bachillerato, en el primer caso; menos que bachillerato, en el segundo). Esta última distinción nos permite saber si la asistencia escolar entre jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos está cambiando. La gráfica 2 expone datos similares en cuanto a la educación, pero incluye a hombres y mujeres de entre diecinueve y veinticuatro años.
Las tendencias nos enseñan varios resultados. Primero, la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado. Por ejemplo, en los estratos altos se advierte que las mujeres asisten a la escuela aproximadamente en la misma proporción que los hombres, algo que ocurre en los dos grupos de edad considerados en las gráficas de este artículo. El tercer resultado, y el más importante para este texto, es que los hombres de los estratos bajos han reducido su asistencia escolar, mientras que esta ha aumentado entre las mujeres del mismo nivel socioeconómico.
Esto último se puede analizar por rango de edad. Entre mujeres y hombres de quince a dieciocho años la diferencia en asistencia escolar fue de 8% en 2022; y entre quienes tienen de diecinueve a veinticuatro años, la diferencia fue de seis puntos, a favor de las mujeres. Hace apenas diez años estas disparidades en la educación no existían: estamos ante un cambio insólito. Dicho en pocas palabras, la crisis de asistencia a la escuela que estamos viendo en nuestro país está afectando principalmente a los hombres de menos recursos.
Hay que poner mucha atención en este cambio porque puede ocasionar problemas graves; para empezar, en términos de crecimiento económico: si el capital humano de un país, el cual se obtiene mediante la educación, se reduce —como está sucediendo ahora mismo entre los hombres jóvenes de estratos bajos—, hay menos potencial de que la economía crezca. Pero el asunto no se limita a lo económico, pues revela además una desigualdad social de peso. Los hombres de estratos altos no están en la misma situación, por lo tanto, es de esperarse que esta desigualdad en el acceso educativo se traslade al mercado laboral y se traduzca, en el futuro, en una mayor desigualdad de ingresos.
Por otro lado, si es cierto que las mujeres (heterosexuales) buscan una pareja que tenga al menos su mismo nivel de educación, entonces la brecha que hoy se está abriendo podría provocar que estos hombres jóvenes tengan menos posibilidades de formar una pareja o casarse. En otras palabras, cada vez habrá menos mujeres con baja escolaridad en relación con los hombres en ese nivel. Esto puede ocasionar un aumento en las conductas indeseadas para la sociedad. Por ejemplo, en países asiáticos se ha encontrado que ese desbalance ocasiona incrementos en violencia (aquí hay otro ejemplo, pero en comunidades migrantes de Alemania). En China incluso se ha notado que las familias llegan a endeudarse sustancialmente para que sus hijos puedan casarse. No sería una sorpresa, por lo tanto, que otros problemas sociales puedan desatarse, como la drogadicción y la relación con el crimen organizado, entre otros. A su vez, estos problemas económicos y sociales fomentan una mayor migración; el incremento reciente en la emigración de México bien podría deberse parcialmente a esto.
Así, hoy más que nunca, es urgente que se diseñen e implementen políticas públicas dirigidas a los hombres jóvenes de estratos bajos. Estas medidas deberían ser atractivas tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha, no solo porque la reducción en la asistencia escolar está creando más desigualdad, sino también porque esto incide en el crecimiento económico y en la estabilidad familiar. Pero ¿es viable elaborar políticas dirigidas exclusivamente a los hombres? El ambiente político que vivimos es complicado. Como mencioné al inicio de este artículo, históricamente las mujeres han sido desfavorecidas por la cultura y por las mismas políticas públicas. Argumentar que los hombres necesitan beneficiarse puede ocasionar costos políticos, sin embargo, hay que discutir estos temas con apertura y con la evidencia empírica en la mano. A final de cuentas, este tipo de medidas también favorecerían a las mujeres (directamente, pues esto podría disminuir la violencia y hacer que crezca la cohesión social en las comunidades). Como expongo en mi libro, no podemos quedarnos sin hacer nada porque las desigualdades terminan afectándonos a todos. Necesitamos el liderazgo de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para investigar y revertir esta situación. Si el Estado no se involucra, el declive en la asistencia escolar en este grupo de la población no se resolverá por su cuenta. Esperemos que esta alarma sea convincente y logre despertar la urgencia de actuar.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.
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