La historia detrás de las piezas más icónicas de El diseño de Cartier: Un legado vivo

La historia detrás de las piezas más icónicas de El diseño de Cartier: Un legado vivo

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Tiempo de Lectura: 00 min
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Fotografía de
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Traducción de

Más allá de su valor estético, El diseño de Cartier: Un legado vivo muestra cómo la Maison ha sido capaz de adaptarse a los gustos y necesidades de sus clientes a través de los años. Las piezas más icónicas de la exposición nacieron como respuesta a un mundo cambiante y, por ende, tienen un lugar muy especial en el contexto cultural e histórico en el que fueron creadas.

Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

Para más información, visita fundacionjumex.org

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Más allá de su valor estético, El diseño de Cartier: Un legado vivo muestra cómo la Maison ha sido capaz de adaptarse a los gustos y necesidades de sus clientes a través de los años. Las piezas más icónicas de la exposición nacieron como respuesta a un mundo cambiante y, por ende, tienen un lugar muy especial en el contexto cultural e histórico en el que fueron creadas.

Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

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Más allá de su valor estético, El diseño de Cartier: Un legado vivo muestra cómo la Maison ha sido capaz de adaptarse a los gustos y necesidades de sus clientes a través de los años. Las piezas más icónicas de la exposición nacieron como respuesta a un mundo cambiante y, por ende, tienen un lugar muy especial en el contexto cultural e histórico en el que fueron creadas.

Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

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Más allá de su valor estético, El diseño de Cartier: Un legado vivo muestra cómo la Maison ha sido capaz de adaptarse a los gustos y necesidades de sus clientes a través de los años. Las piezas más icónicas de la exposición nacieron como respuesta a un mundo cambiante y, por ende, tienen un lugar muy especial en el contexto cultural e histórico en el que fueron creadas.

Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

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Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

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Además de representar una idea, una técnica o una emoción, las obras que forman parte de una exposición deben ser capaces de hablarle al público sobre un momento específico de la historia. En el caso de El diseño de Cartier: Un legado vivo, que desde mediados de marzo y hasta el 14 de mayo se exhibe en el Museo Jumex, no son fotografías, pinturas o esculturas las que logran esto, sino una impresionante selección de joyas. Desde el collar Serpiente de María Félix hasta los Relojes Misteriosos de la Maison, las más de ciento sesenta piezas icónicas de la Colección Cartier, así como de colecciones privadas y documentos de archivo, utilizan el valor del diseño como herramienta para entender un mundo en constante cambio.

Gracias a la curaduría de Ana Elena Mallet y la museografía de Frida Escobedo, El diseño de Cartier: Un legado vivo habla mucho más allá de su valor estético. Por supuesto que cada pieza es un deleite visual y un despliegue de maestría en la elaboración y atención al detalle; sin embargo, se trata de objetos con una historia propia, es decir, representan un contexto que no puede abordarse ni apreciarse por separado. “Las piezas icónicas de alta joyería no solo son adornos, son recordatorios de momentos específicos en la historia. Son cultura material, nos permiten entender cómo se comporta la gente —sus gustos y costumbres— a través del tiempo”, asegura Mallet.

María Félix fotografiada por Max Clemente, luciendo sus aretes creados por Cartier París en 1966; su brazalete "Quimera", creado por Cartier París en1972 y su collar campana, creado por Cartier París en 1940 y modificado en 1972. Foto: © Max Clemente

Un aspecto que ha destacado mucho de esta exposición es su capacidad de hablarle a distintas audiencias, lo cual es un reflejo de la diversidad y del inconfundible espíritu pionero que ha caracterizado a Cartier desde sus orígenes. La buena recepción del público es, además, un testimonio de la riqueza de su patrimonio y savoir-faire en diversas áreas. Por medio de cinco núcleos temáticos y un discurso cronológico, El diseño de Cartier: Un legado vivo permite entender cómo es que la Maison ha sido capaz de evolucionar y adaptarse desde hace más de cien años.

La muestra comienza con “Los primeros años y el nacimiento de un estilo”, que retrata los inicios de Cartier y sus primeras aproximaciones a materiales que se volvieron parte esencial de su ADN, como el platino. A la par del crecimiento de la Maison, a principios del siglo XX, las mujeres empezaron a ser protagonistas de un mundo de consumo y estilo, tanto así que las bolsas de mano, las cigarreras y las plumas se volvieron piezas populares e icónicas, comercialmente hablando, para Cartier.

La sección “Curiosidad universal” nos habla de un cambio de percepción en el mundo y sus fronteras. El interés por destinos más remotos motivó a que los hermanos Cartier se embarcaran en múltiples viajes por la India, Egipto, China y Rusia, lugares donde exploraron la riqueza cultural y se inspiraron en ella para proyectar un presente moderno. Estas nuevas aproximaciones de referencias antiguas se pueden apreciar en piezas como el Cinturón Escarabajo de 1926.

El recorrido de El diseño de Cartier: Un legado vivo continúa con “El gusto de Jeanne Toussaint”, una sección dedicada a la mujer que se convirtió en directora creativa de la Maison en 1922. Culta, talentosa, sensible y adelantada a su época, Toussaint se inclinó por las representaciones escultóricas de animales, especialmente por figuras felinas como la pantera, porque las asociaba con la mujer cada vez más moderna y empoderada para la que diseñaba. Entre sus clientas estaban Wallis Simpson, duquesa de Windsor, y la socialité estadounidense Barbara Hutton, quien, por cierto, vivió un buen tiempo en México. Además de estos objetos de deseo, la visión progresista de Toussaint la llevó a crear piezas con tintes políticos, como el colorido Broche Ave Liberada, símbolo de la emancipación francesa tras la Segunda Guerra Mundial.

Otra cualidad que ha caracterizado a la Maison a lo largo de los años es su aportación al mundo de la alta relojería, por lo que no es sorpresa que El diseño de Cartier: Un legado vivo incluya una selección de sus piezas más icónicas. Dentro de “Medir el tiempo y portar la belleza” destaca la presencia de los Relojes Misteriosos, inspirados en el ilusionista Jean-Eugène Robert-Houdin (el primer modelo, lanzado en 1912, revolucionó la industria gracias a su innovador mecanismo, el cual hacía que las manecillas parecieran flotantes). También resalta la historia de Cartier con los relojes de pulsera, la cual tiene su origen en la amistad que existió entre Louis Cartier y el piloto aviador Alberto Santos Dumont.

Reloj Misterioso con un solo eje. Cartier París,1921. Oro, platino, citrino, onyx (base y columna), diamantes y esmalte. Procedencia: José Yves Limantour. Dimensiones: 12,88 x 9,00, 4,68cm. Colección Cartier.

Finalmente, si de personajes emblemáticos se trata, la exposición cierra con “María Félix y los íconos de la elegancia”, un homenaje a una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Debido a su talento, belleza, personalidad y estilo, la Doña fue una constante fuente de inspiración para músicos y artistas; sin embargo, uno de sus grandes amores siempre fue la alta joyería, tanto así que comisionó a la Maison múltiples e importantes piezas. Los collares Cocodrilo y Serpiente, específicamente, representaron grandes retos técnicos para el equipo creativo. No obstante, la petición se cumplió con maestría y estos se convirtieron en dos de las piezas más icónicas de la Colección Cartier.

Para más información, visita fundacionjumex.org

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