Teresa Margolles es una artista conceptual diplomada en medicina forense. Su obra retrata la descomposición que ha dejado a su paso la violencia en nuestro país. Póker de damas, su más reciente pieza, trae de regreso el recuerdo de Karla tras su asesinato.
En las pocas entrevistas que concede, Teresa Margolles remite a una idea constante: “las morgues son un termómetro social”. Si lo dice, es porque está convencida de que cada muerto que llega hasta ahí es un reflejo de lo que sucede afuera. Su trabajo como artista es testigo de que, hasta en las escenas brutales, se perciben diferencias. “Los cuerpos en las morgues están desnudos, pero limpios, pues hay un respeto del médico hacia ellos, y un interés por investigar las causas del fallecimiento; pero en las calles los cuerpos están más abandonados, se les encuentra con los pantalones abajo, con los calzones rotos, golpeadas, sucias”, soltó de golpe en una entrevista durante el programa Terrícoles, de Barcelona. En él apareció de trenzas negras y con una gorra que hace todo por ocultar sus ojos. Esa misma imagen se repite en todas las entrevistas que hay de ella en YouTube. Teresa Margolles nació en Culiacán en 1963 y antes de decidirse a dedicar buena parte de su vida a entender el vacío que sobreviene a la pérdida, ese que desgarra familias y destroza comunidades al anidar al monstruo de la violencia, fue una fotógrafa amateur. Estudió artes visuales en su natal Sinaloa, pero su interés en las morgues la llevó a diplomarse en medicina forense. Más tarde estudió comunicación en la UNAM, pero su inclinación a contar las historias detrás de las muertes violentas, ya estaba más que fundada. “¿Cómo poetizas el dolor, cómo filtras el horror para que pueda ser leído?”, termina por preguntarse a sí misma cada vez que la entrevistan. El rastro de la vida es la materia que constituye su obra, una materia fétida albergada incluso en las enzimas de la lengua perforada de un joven asesinado. La lengua (2000), que es una de sus primeras piezas, le perteneció a un joven punk cuya su madre no alcanzó a juntar el dinero para enterrarlo. Tras una negociación, el muchacho descansaría eternamente en un ataúd que Margolles guardaba, y ella se quedó a cambio con el músculo inerte de su boca, que hoy conserva en formol. [read more][caption id="attachment_252938" align="aligncenter" width="1794"]
Póker de damas (2020) de Teresa Margolles.[/caption]Para Alejandra Labastida, curadora del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), es claro que la obra de Margolles no es un estudio frío de la violencia, que atienda su gramática, sino que se centra en la pérdida que deja a su paso, acompañando eternamente a sus sobrevivientes. “Teresa te confronta con la realidad una vez que te acercaste a la pieza, que bajaste la guardia. Son piezas muy cargadas, y tienen dos momentos: el primero, cuando consigue la atención silenciosa y estética del espectador; y el segundo, cuando este descubre al leer la información, que los materiales exhibidos son restos de las escenas de un crimen”.Muchos familiares y amigos de las víctimas han contribuido con el trabajo de la artista. Margolles llegó a Ciudad Juárez en el año 2000, y se encontró con lo que para Labastida es la destrucción sistemática de la ciudad. “No solo es la violencia hacia los cuerpos, sino las condiciones creadas alrededor de eso. Llegar a Juárez fue una vuelta de tuerca en su carrera que hizo de la ciudad uno de sus colaboradores más importantes”, asegura la curadora.
"El rastro de la vida es la materia que constituye su obra, una materia fétida albergada incluso en las enzimas de la lengua perforada de un joven asesinado".
De ese periodo inicial surgió Sonidos de la muerte (2008) que toma el formato de una instalación auditiva con grabaciones en sitios donde fueron hallados los cuerpos de mujeres asesinadas. “Trabajar con los vivos duele más. El que se fue, se fue, pero afuera hay madres que buscan a sus hijas”, ha dicho repetidamente la artista. El olfato forense de Margolles sigue la pista de los fluidos corporales rumbo a la escena del crimen. En 2009 unas telas empapadas con la sangre de ejecutados en la frontera de México con Estados Unidos abarcaron en toda su extensión el Pabellón de México durante la Bienal de Venecia. La acción performática ¿De qué otra cosa podemos hablar? llevó la presencia de estos objetos a un segundo plano, en el que las telas ensangrentadas fueron colocadas en el edificio del Pabellón de Estados Unidos. Un gesto violento y provocador que condujo a reflexiones no solo necesarias, sino urgentes. “Prefiere ir rascando la herida en lugar de abrir nuevas”, dice Labastida sobre su trabajo. En 2012 Margolles presentó una recopilación de portadas del periódico PM de Ciudad Juárez, páginas de la nota roja de esa ciudad durante 2010, que condujeron a la exposición PM2010, un registro de la violencia que a ese punto era más que cotidiana en la ciudad.“Ella busca personas y cuerpos en condiciones de vulnerabilidad y de precariedad, que conecten con las semánticas que está tratando de investigar. (...) Hay artistas que tratan las mismas problemáticas, pero generalmente tienen un solo encuentro con los involucrados y siguen con sus vidas. Teresa los apoya activamente, no hace investigaciones frías, sociológicas, sino que involucra un acercamiento con las comunidades”, señala la curadora.[caption id="attachment_252940" align="aligncenter" width="1386"]
Póker de damas (2020) de Teresa Margolles.[/caption]A nadie sorprende que su lupa forense se haya detenido tanto tiempo en Ciudad Juárez, como si se tratara de un cuerpo al cual hallarle la causa de muerte. Esta finca no será demolida (2009-2013) es una serie fotográfica de más de 115 mil casas abandonadas en Juárez, sus imágenes introducen a La promesa (2012), una pieza tridimensional con forma de un muro de 1.50 de ancho por uno 1.50 de alto. La instalación resume las ilusiones quebrantadas de quienes crecen escuchando que el trabajo al otro lado de la frontera les garantizará una mejor vida. Para esta pieza, Margolles desmanteló en 11 días una casa abandonada por obreros que trabajaban en las maquilas de Juárez. La fueron demoliendo poco a poco, por cuadros o fragmentos que luego se compactaron en 20 toneladas de piedras: grandes, chicas y medianas. El cargamento llegó a la Ciudad de México en un trailer que siguió la ruta que habrían tomado los jornaleros en su regreso a Puebla o San Luis Potosí. Con este material se construyó el muro.“El terreno donde estaba la casa se donó a una asociación civil, y se convirtió en un centro comunitario donde realizan talleres, y se involucra a las familias de personas desaparecidas. También tienen un programa con las cárceles juveniles para que los chicos reduzcan su sentencia a través de estrategias de readaptación social”, señala Labastida.
“No solo es la violencia hacia los cuerpos, sino las condiciones creadas alrededor de eso. Llegar a Juárez fue una vuelta de tuerca en su carrera que hizo de la ciudad uno de sus colaboradores más importantes”.
En un intento por rastrear las muchas formas en las que el dolor une a la gente, Margolles renovó su entendimiento del duelo. De ese compromiso surgió Sutura (2018), la acción performática que empata el horror de Juárez y la ciudad croata de Zagreb, pues tras el regreso de la derecha en Croacia, las condiciones para la comunidad LGBT se recrudecieron. De ahí que Margolles realizara una serie de entrevistas con tres chicas transexuales que fueron víctimas de violencia.Aquellas entrevistas se unieron a las voces de mujeres mexicanas que recordaban los asesinatos de sus amigas transexuales dedicadas a la prostitución. Eran tres y vivían en Juárez. A una de ellas, Karla, la conoció cuando llegó a la ciudad para registrar cómo la vida nocturna se iba acabando, especialmente en el centro. Fueron amigas hasta que Karla se convirtió en una víctima más, al ser asesinada brutalmente en 2015.Tres años después, en un ejercicio por explorar la sutura como duelo, las huellas del crimen en su contra fueron enviadas de Ciudad Juárez a Zagreb, donde se cosieron a otras telas marcadas por la violencia. La pieza se inauguró en el Pabellón Francés de la ciudad, entre burbujas que flotaban en el salón. Lo que inicialmente pareció un gesto amable y juguetón, se tornó sombrío cuando los asistentes se enteraron que esas burbujas estaban hechas con la misma agua con que se lavaron cuerpos en morgues. Esta acción performática se llamó, En el aire (2017).[caption id="attachment_252939" align="aligncenter" width="1794"]
Póker de damas (2020) de Teresa Margolles.[/caption]“Veías a la gente corriendo, persiguiendo las burbujas con sus niños, pero cuando leían la ficha técnica, casi se les bajaba la presión, se ponían pálidos y corrían para llevarse a sus niños. Margolles logra momentos minimalistas, estéticos, que después se transforman en confrontaciones potentes”, explica Labastida. El recuerdo de Karla continúa presente en la obra de Margolles. Y fue también el centro de la más reciente de sus piezas, Póker de damas, que se exhibe en la sala 10 del MUAC, que no es más que un espacio digital creado en respuesta a la pandemia. La evocación que de ella hacen sus amigos consolida este proyecto, que tuvo que ser reformulado tras su crimen. La idea original era viajar con Karla a Zúrich, para que se encontrara con Sonia, otra trabajadora sexual ecuatoriana con una historia en común.Tras su muerte, Margolles invirtió la acción e invitó a Sonia a Juárez, donde la reunió en un hotel del centro con las amigas de Karla. Póker de damas, es una grabación de ese encuentro.“Se trata de resignificar la muerte de Karla y de darle un espacio a su comunidad para hablar de ella, pero de una manera muy crítica y pública. El duelo se vuelve una denuncia de las condiciones de vida, sociales y económicas, que permitieron que esto sucediera y permanezca inmune”, explica Labastida.El rastro de vida en los cadáveres descompuestos difícilmente dejara de ser la materia prima de Teresa Margolles durante el resto de su carrera, y las morgues mexicanas serán también difícilmente reemplazadas como termómetros de nuestra era. [/read]