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Vox, el partido de ultraderecha de España, lleva tiempo tendiendo redes con grupos políticos de América Latina. Están en busca de patriotas y demócratas a ambos lados del Atlántico, para defenderse de los malos, de los socialistas y comunistas más radicales que promueven su ideología. Esta es una crónica que surge a partir del evento Viva22, que se realizó el pasado mes de octubre.
Una pantalla sobre el escenario muestra imágenes de nebulosas mientras suena la “Marcha imperial”, el tema de Star Wars. Sobre las imágenes, un texto: “Desde los confines de la galaxia hasta Madrid llega la turbo ultra mega extrema derecha como nunca antes la habías visto”. Las luces se encienden y tres chicos en jeans, camiseta negra y gafas oscuras, InfoVlogger y Los Meconios, empiezan a cantar “Vamos a volver al 36”, una parodia de afirmaciones sarcásticas sobre lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha. Un público, mezcla de jóvenes, familias con niños y algunas personas mayores, hace todo lo posible por animarse y gritar y bailar como si estuviera en Coachella, aunque en esta ocasión a lo más que ha llegado es al Viva22.
Viva es el nombre de un festival que organiza Vox, el partido de ultraderecha de España, que en los últimos siete años ha logrado mover el espectro partidista del país hacia la derecha y sumar votantes con un perfil demográfico un poco más joven, más conservador y más católico. Por segundo año consecutivo, el fin de semana del Viva fue una mezcla de discursos políticos para mofarse del progresismo y espectáculos musicales a cargo de desconocidos con talento promedio.
“La izquierda que gobierna allá se llama Frente Popular
Rodeados de revolucionarios, pajilleros de sofá [...],
Somos la resistencia, somos fachas”.
Si estas frases no estuvieran es español, podríamos jugar a un “adivina en qué país se dijo”. En España, lo mismo que en Estados Unidos, Italia o Brasil, es cada vez más común encontrar una especie de “orgullo facha”, una suerte de contraseña con la cual se identifican los grupos de extrema derecha sin importar el lugar del mundo donde estén. El uso del discurso supremacista, nacionalista, racista, xenófobo, homófobo o machista parece haber sido redescubierto y reforzado, reivindicado por grupos que con frecuencia se quejan de un “exceso” de corrección política. Cualquiera de sus narrativas, lejos de alimentar el odio, es un ejercicio de la libertad de expresión.
En el caso de Europa, el avance de la ultraderecha empezó a notarse tras la crisis económica de 2008. La primera alerta se encendió con la llegada de Viktor Orbán al cargo de primer ministro de Hungría, en el cual permanece desde 2010. A esto se han sumado la percepción extendida de que los partidos políticos tradicionales no han hecho lo suficiente por atender a la ciudadanía y que el arribo de las redes sociales facilitó la diseminación de los discursos de odio y de las teorías de la conspiración, incluidas las creadas en torno a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, con el triunfo del partido ultraderechista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), encabezado por Giorgia Meloni, Italia se sumó a Polonia, donde dos partidos conservadores de ultraderecha llevaron a Mateusz Morawiecki a ser primer ministro, y a Suecia, donde Demócratas de Suecia, enraizado en el nazismo, resultó el segundo partido más votado. Con el eslogan “Suecia primero” —en clara referencia a la campaña presidencial de Donald Trump—, Demócratas de Suecia se convirtió en un elemento clave para formar el próximo gobierno sueco. Este mismo 2022, en Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen estuvo muy cerca de llegar a la presidencia, y en Alemania, Alternativa para Alemania —que defiende la disolución de la “eurozona”— adquiere fuerza en los estados del este del país.
En el caso de España, la cicatriz de la dictadura hizo que por algún tiempo el crecimiento de la derecha extrema avanzara un poco más lento que en sus países vecinos; por esta razón, el arribo de Vox, surgido en 2013 como una alternativa conservadora para ser “la voz de la España viva”, resultó una sorpresa para algunos. En un periodo más o menos breve, Vox pasó de ser un partido con incidencia menor y estrictamente local a tener presencia parlamentaria y posicionarse como “defensor” de los ciudadanos en las regiones más pobres de España, como Andalucía. Lo que lanzó a Vox al escenario nacional fueron justo las elecciones en esta región a finales de 2018, que le dieron doce de los 109 escaños del congreso andaluz.
“Cómo me gusta a mí la libertad, menos la tuya que votas mal.
La Iglesia católica es muy patriarcal, ven conmigo y hazte musulmán.
Llegó la justicia social, antes no había libertad”.
En abril de 2019, en una primera elección general, Vox, que había tenido 0.2% de los votos en 2015, obtuvo veinticuatro de los 350 escaños del Congreso de los Diputados (el congreso nacional); en noviembre de ese año, cuando se repitió la elección general, llegó a los 52 diputados que conserva hasta la fecha, y en los resultados de los candidatos a la presidencia, el fundador y presidente de Vox, Santiago Abascal, obtuvo 15% de los votos. Otro candidato de derecha que hace guiños a Trump, Abascal ha usado el eslogan “Hacer España grande otra vez” y suele escribir sobre los políticos “violentos” o “separatistas” que “odian la idea de una sola España”. El discurso del partido utiliza narrativas antiinmigrantes, racistas y “anticomunistas”, y suele calificar el trabajo de los medios de comunicación como “un peligro para la democracia”; una fórmula que a presidentes como Jair Bolsonaro, en Brasil, o al propio Trump, en Estados Unidos, les ha funcionado bastante bien.
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Mientras Vox replica el discurso nacionalista de otras organizaciones políticas de derecha radical, ha construido una agenda internacional en torno a la Iberosfera, término acuñado para referirse a los países iberoamericanos, con sus setecientos millones de habitantes. La estrategia para poner en marcha esta agenda está a cargo de la Fundación Disenso, una organización fundada por Vox que se financia bajo la normativa de la Ley Orgánica 8/2007, la cual rige la financiación de las entidades adscritas a partidos políticos en la Unión Europea. Disenso, cuyo presidente también es Santiago Abascal, suele ser definida como el think tank de Vox y ha sido la encargada de lanzar y promover el Foro Madrid, una alianza internacional de líderes y actores políticos para detener “el avance de la extrema izquierda” en países a ambos lados del Atlántico.
El documento fundacional de la iniciativa, “Carta de Madrid”, describe la Iberosfera como “una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”, que se encuentra parcialmente “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla [los dos principales foros de partidos y grupos políticos de izquierda de América Latina], que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta está suscrita por personajes como Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia; Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia de Perú; José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile —quien se opuso, por cierto, a derogar la Constitución de Pinochet—; Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente evangelista de Brasil; Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen; la política venezolana María Corina Machado; un sobrino del exvicepresidente estadounidense Michael Pence y, al menos, una decena de senadores del Partido Acción Nacional (PAN) en México. Think locally, do politics globally.
Otra iniciativa de la Fundación Disenso, que, a pesar de no tener tanta difusión como la “Carta de Madrid”, es una estrategia visionaria de internacionalización a mediano plazo, consiste en una propuesta para jóvenes de entre veinticinco y 35 años: el Programa de Jóvenes Líderes de la Iberosfera. En la convocatoria, Disenso especifica que los aspirantes a este programa formativo tendrán que ser de alguno de los países iberoamericanos, tener estudios en carreras afines a la ciencia política y compartir “el derecho a disentir frente a la corrección política global”. Tras la formación, los egresados “promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley”.
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Obtener una declaración por parte de Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, es una tarea que requiere de paciencia y concesiones. Frías —asesor en comunicación política, exfuncionario del Ayuntamiento de Madrid y autor del libro La hora de España. Una afirmación liberal conservadora (Deusto, 2020)— está dispuesto a dar respuestas claras, pero pide que no se editen ni reformulen, que ya bastante tiene con que por todos lados se les califique, a ellos y al partido, con adjetivos que no corresponden. “Nacionalistas”, por ejemplo.
—Un nacionalista excluye, reinventa la historia y la impone; un patriota, por el contrario, ama su historia tal y como es, con sus luces y sombras, y defiende, efectivamente, su identidad, pero no persigue su imposición —explica Frías en respuesta a un cuestionario enviado por medio de una portavoz—. Sirva de ejemplo el caso de determinados presidentes en Iberoamérica, y de izquierda radical, que han encontrado en el nacionalismo un escudo para tapar sus fracasos a través de la promoción de la leyenda negra española, tirando piedras incluso sobre su propia familia —denuncia.
Añade que la defensa de la soberanía de las naciones es compatible con la cooperación con socios “que comparten la necesidad de defender el Estado de derecho, la libertad, la vida y los derechos humanos ante la expansión de regímenes dictatoriales como el Castro-comunista, el de Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo”.
La formación para jóvenes a la que convoca Disenso, explica su director, busca que los egresados puedan influir en sus sociedades a través de la vida pública o privada, y lo más importante: que compartan “el derecho a disentir, a defender las libertades —política, de expresión, de prensa—, la soberanía de las naciones, la vida, la familia y el Estado de derecho frente a la arbitrariedad imperante y la tendencia hacia el autoritarismo, incluso de gobiernos democráticos”. El programa, cuya primera edición se realizó en 2021, tiene una duración de dos semanas y se realiza en Estados Unidos, Hungría, Polonia e Italia.
—Y en España —puntualiza Frías—. Hemos seleccionado estos países porque los candidatos pueden aprender mucho de lo realizado por algunos gobiernos en lo relativo a la implementación de determinadas políticas públicas, por la labor que realizan en la guerra cultural a través de sus think tanks, por sus intelectuales…, y también, claro está, porque allí se encuentra la mayor parte de nuestros socios internacionales de habla no hispana.
La primera generación de Jóvenes Líderes de la Iberosfera estuvo conformada por Alicia Galván, entonces asesora del PAN en el Senado mexicano; Angelo Bardini, del think tank Cescos de Uruguay; César Enrique Reyes, diputado por Arena en El Salvador; Macarena Bravo, activista chilena por la defensa de las libertades; Miguel Ángel Cetina, de la Misión Permanente de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos; Otto Solórzano, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, y Vanya Thais, del Proyecto Libertad en Perú. En esa edición, el grupo viajó a Madrid, Barcelona, Budapest, Varsovia y París.
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El festival de Vox de este año, Viva22, estuvo dedicado a la historia de España. Desde la fundación del partido, Santiago Abascal ha afirmado que el aprendizaje de esa Historia, con hache mayúscula, le está siendo negado a las nuevas generaciones.
Para instruir en la españolidad, los organizadores buscaron representar a un personaje histórico por cada una de las 52 provincias que existen en España. Reyes, toreros y conquistadores; sacerdotes y monjas; artistas y científicos fueron interpretados por actores disfrazados que portaban la bandera de su correspondiente provincia en un evento bautizado como “La historia que hicimos juntos”. Como los personajes históricos con tufo comunista no cabían en el recuento, Pablo Picasso o Federico García Lorca no aparecieron por el Viva22.
Los que sí tuvieron sus quince minutos de fama fueron Los Meconios, quienes, con su canción de frases machistas, homofóbicas, racistas y xenófobas, “Vamos a volver al 36” —en alusión a 1936, el año del golpe de Estado de Francisco Franco—, causaron indignación en el medio político español. La semana siguiente, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que busca los restos de las personas desaparecidas por el régimen franquista, pidió a la Fiscalía General que abriera una investigación y a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ejercer como denunciante contra un delito de odio.
“Si eres gay y quieres ir a ver el orgullo LGTB,
al Cogam debes enseñar el carné de buen homosexual.
Las feminsitas protestan por una violación grupal.
Hay diez más que investigar, me da igual son de Senegal”.
Además del desfile de disfraces de prohombres de la historia española, en el Viva22 estuvo presente la triada “Dios, patria y familia”, el eslogan de campaña que utilizó Giorgia Meloni en Italia, pero que es fácilmente atribuible a casi cualquier grupo de ultraderecha.
Durante la campaña electoral de Vox en Andalucía, a principios de 2022, Meloni asistió a un evento en su rol de dirigente de Hermanos de Italia, una escisión del Movimiento Social Italiano, partido fascista fundado en 1946 por seguidores de Mussolini. En esa ocasión dio un discurso de manual, con un histrionismo impostado que parecía emular al propio Mussolini. La dirigente admitiría más tarde que tal vez se le pasó la mano con el tono, pero no con el contenido —“Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”—. En ese mismo espíritu, Meloni envió un video al Viva22 que los organizadores presentaron con orgullo como uno de los platos fuertes de la fiesta. A la pasarela digital se sumaron videos de Trump, de Orbán y de integrantes de la ultraderecha de Portugal, y la presencia física del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
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“Estos nuevos movimientos deben ser entendidos como una hidra de muchas cabezas; si uno de sus activistas prominentes cae en desgracia, esto ya no es un golpe fatal; otros emergerán y los desprestigiados serán descartados”, afirma Joe Mulhall, investigador senior de Hope Not Hate, la organización antifascista más grande del Reino Unido, en “State of Hate”, un reporte sobre el extremismo de derecha, publicado en 2021, del cual es editor.
Mulhall considera que estos son, de forma genuina, movimientos trasnacionales. “Mientras que los activistas tradicionales se concentran en atender asuntos de importancia local o nacional, los activistas de la extrema derecha invariablemente se contextualizan a sí mismos internacional o globalmente. Se alían por breves periodos para colaborar en asuntos específicos, y estas redes son como sinapsis pasando información por todo el mundo”.
Jorge Martín Frías, el director de Disenso, define el rol de la organización en términos que coinciden bastante con esta definición.
—No se trata de una iniciativa partidaria, sino de una iniciativa que trasciende las fronteras ideológicas y que pretende desenmascarar y combatir a las organizaciones y regímenes liberticidas y, cómo no, recordar que hay [un] camino posible —explica—. Ninguna nación está condenada a sufrir la miseria, el encarcelamiento de ciudadanos y periodistas, el reparto de bienes nacionales entre las familias que alcanzan el poder o la cooperación con el narcotráfico y organizaciones criminales.
En los dos últimos años, Vox se ha esmerado en tender redes con grupos políticos de derecha y extrema derecha en América Latina a través de diversos representantes del partido, incluido el eurodiputado Hermann Tertsch. En enero de 2020 se reunieron en La Paz, Bolivia, con ministros de la entonces presidenta interina, Jeanine Áñez —quien sustituyó a Evo Morales—, para recabar pruebas que pudieran inculpar de financiación ilegal al partido Podemos, según reportes del diario El País. En 2021 asistieron a la toma de posesión del presidente de Ecuador, el conservador Guillermo Lasso, y fueron recibidos en Colombia por el expresidente Álvaro Uribe y en Lima por Keiko Fujimori. En septiembre de 2021, Santiago Abascal fue recibido en la Ciudad de México por un grupo de senadores del PAN, catorce de los cuales firmaron la “Carta de Madrid”, aunque más tarde el partido tuvo que desmarcarse, diciendo que los senadores habían actuado a título personal, y reivindicando su “sociedad institucional” con el Partido Popular de España.
En febrero de 2022, Vox organizó en Bogotá una edición del Foro Madrid, al que asistieron políticos y expresidentes de derecha de Chile, Perú, Brasil, México y España. El evento ocurrió poco antes de las elecciones en Colombia y Chile, en las que ganaron los izquierdistas Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente. Rumbo a las elecciones de octubre en Brasil, el partido financió un minidocumental contra el Foro de São Paulo, en el cual Eduardo Bolsonaro arremete contra el candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
La siguiente parada en el tour Iberosfera son las elecciones que se celebrarán en 2023, con Guatemala y Argentina como protagonistas, y las de 2024, que tendrán lugar en El Salvador, Venezuela y México, entre otros países, y Vox ya enfila su disenso para jugar algún papel junto a la derecha de esos países. El 11 de octubre, un par de días después del Viva22, el partido inauguró su II Cumbre de la Iberosfera en la sede de la Eurocámara en Madrid. La bienvenida estuvo a cargo de Tertsch, quien afirmó que Iberoamérica es “vital” para los desafíos de la ultraderecha europea. Durante la clausura, Abascal dijo que no tiene sentido que España, Portugal “y en gran medida Italia” desperdicien el potencial económico, humano, político y cultural de Iberoamérica. “Es importante que los patriotas, los demócratas de ambos lados del Atlántico estemos unidos como lo están los malos, los socialistas y los comunistas más extremistas, para defender la libertad”, concluyó.
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El festival Viva22 tuvo lugar apenas unos días después de que el video de un grupo de estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, un colegio masculino adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, se hiciera viral debido a que en él insultaban y lanzaban amenazas machistas a las alumnas de la residencia Santa Mónica, también adscrita a la Complutense. En la grabación se escucha cómo, en medio de la noche y de un edificio a otro, uno de los estudiantes grita: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas!”, y les promete que todas “follarán” en uno de los eventos tradicionales de la universidad. Al finalizar los gritos, todas las ventanas del edificio de los jóvenes se iluminan, y decenas de ellos se asoman lanzando gritos e imitando sonidos de animales. La indignación corrió a la velocidad de las redes sociales, seguida de la presión por parte de activistas y organizaciones para que la universidad condenara el acto y se expulsara a algunos de los jóvenes, y que la Fiscalía de Madrid iniciara una investigación por un presunto delito de odio. Desde la derecha partidista se minimizó el episodio y se describió como una broma que es “tradición” entre grupos de estudiantes. Santiago Abascal, por su parte, lo calificó de “tonterías […] de unos adolescentes inmaduros […]; unos jóvenes que probablemente habían bebido de más”. Pero Los Meconios cantan: “Las feministas protestan por una violación grupal. Hay diez más que investigar, me da igual, son de Senegal”.
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En el tablero político español, las posturas radicales de Vox han logrado que muchos votantes del Partido Popular, la formación política tradicional de derechas, volteen hacia esta opción por considerar que la política tradicional se ha quedado corta en la defensa de su modo de vida y sus principios. Sin embargo, la calificación de “extrema derecha” es un término del que, tanto al interior del partido como en Disenso, suelen desvincularse. Jorge Martín Frías asegura que él no puede hablar por todo el partido, pero sí por la fundación, cuando se le cuestiona sobre cómo acercar posiciones contrarias, justamente cuando vivimos en un momento de extremos.
—Aquí no hay extremos, lo que hay es una rebelión del sentido común ante todo aquello que lleva a la eliminación de puestos de trabajo, ante las élites progresistas que promueven ideologías —señala Frías, y añade que quienes consideran que esta posición es un extremismo son quienes tienen miedo al disenso—. Tienen miedo a debatir políticas que han empobrecido a las clases medias y populares; que han introducido ideología en los colegios a los que van nuestros hijos; que han capturado las universidades, antes espacios donde se aprendía a pensar y donde hoy se promueve la cultura de la cancelación; que subvencionan medios de comunicación; que imponen agendas como la Agenda 2030 —explica.
“State of Hate” menciona a Vox como el único partido ultraderechista de España y hace una lista de sus narrativas clave: antiinmigración, anti-Unión Europea, antifeminismo, antiglobalización, antiseparatismo y ultranacionalismo.
Tras cantar su parodia musical durante el concierto del Viva22, uno de los integrantes de Los Meconios lanzó un sarcástico: “Oye, que esto va a ser discurso de odio ya. Vamos a ir todos a la cárcel”. Un día después de que concluyera el festival, el periodista Manuel Jabois comentó en la emisora RAC1: “Sin odio ni nada que odiar, ese partido no tendría ningún sentido”.
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Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.
Vox, el partido de ultraderecha de España, lleva tiempo tendiendo redes con grupos políticos de América Latina. Están en busca de patriotas y demócratas a ambos lados del Atlántico, para defenderse de los malos, de los socialistas y comunistas más radicales que promueven su ideología. Esta es una crónica que surge a partir del evento Viva22, que se realizó el pasado mes de octubre.
Una pantalla sobre el escenario muestra imágenes de nebulosas mientras suena la “Marcha imperial”, el tema de Star Wars. Sobre las imágenes, un texto: “Desde los confines de la galaxia hasta Madrid llega la turbo ultra mega extrema derecha como nunca antes la habías visto”. Las luces se encienden y tres chicos en jeans, camiseta negra y gafas oscuras, InfoVlogger y Los Meconios, empiezan a cantar “Vamos a volver al 36”, una parodia de afirmaciones sarcásticas sobre lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha. Un público, mezcla de jóvenes, familias con niños y algunas personas mayores, hace todo lo posible por animarse y gritar y bailar como si estuviera en Coachella, aunque en esta ocasión a lo más que ha llegado es al Viva22.
Viva es el nombre de un festival que organiza Vox, el partido de ultraderecha de España, que en los últimos siete años ha logrado mover el espectro partidista del país hacia la derecha y sumar votantes con un perfil demográfico un poco más joven, más conservador y más católico. Por segundo año consecutivo, el fin de semana del Viva fue una mezcla de discursos políticos para mofarse del progresismo y espectáculos musicales a cargo de desconocidos con talento promedio.
“La izquierda que gobierna allá se llama Frente Popular
Rodeados de revolucionarios, pajilleros de sofá [...],
Somos la resistencia, somos fachas”.
Si estas frases no estuvieran es español, podríamos jugar a un “adivina en qué país se dijo”. En España, lo mismo que en Estados Unidos, Italia o Brasil, es cada vez más común encontrar una especie de “orgullo facha”, una suerte de contraseña con la cual se identifican los grupos de extrema derecha sin importar el lugar del mundo donde estén. El uso del discurso supremacista, nacionalista, racista, xenófobo, homófobo o machista parece haber sido redescubierto y reforzado, reivindicado por grupos que con frecuencia se quejan de un “exceso” de corrección política. Cualquiera de sus narrativas, lejos de alimentar el odio, es un ejercicio de la libertad de expresión.
En el caso de Europa, el avance de la ultraderecha empezó a notarse tras la crisis económica de 2008. La primera alerta se encendió con la llegada de Viktor Orbán al cargo de primer ministro de Hungría, en el cual permanece desde 2010. A esto se han sumado la percepción extendida de que los partidos políticos tradicionales no han hecho lo suficiente por atender a la ciudadanía y que el arribo de las redes sociales facilitó la diseminación de los discursos de odio y de las teorías de la conspiración, incluidas las creadas en torno a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, con el triunfo del partido ultraderechista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), encabezado por Giorgia Meloni, Italia se sumó a Polonia, donde dos partidos conservadores de ultraderecha llevaron a Mateusz Morawiecki a ser primer ministro, y a Suecia, donde Demócratas de Suecia, enraizado en el nazismo, resultó el segundo partido más votado. Con el eslogan “Suecia primero” —en clara referencia a la campaña presidencial de Donald Trump—, Demócratas de Suecia se convirtió en un elemento clave para formar el próximo gobierno sueco. Este mismo 2022, en Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen estuvo muy cerca de llegar a la presidencia, y en Alemania, Alternativa para Alemania —que defiende la disolución de la “eurozona”— adquiere fuerza en los estados del este del país.
En el caso de España, la cicatriz de la dictadura hizo que por algún tiempo el crecimiento de la derecha extrema avanzara un poco más lento que en sus países vecinos; por esta razón, el arribo de Vox, surgido en 2013 como una alternativa conservadora para ser “la voz de la España viva”, resultó una sorpresa para algunos. En un periodo más o menos breve, Vox pasó de ser un partido con incidencia menor y estrictamente local a tener presencia parlamentaria y posicionarse como “defensor” de los ciudadanos en las regiones más pobres de España, como Andalucía. Lo que lanzó a Vox al escenario nacional fueron justo las elecciones en esta región a finales de 2018, que le dieron doce de los 109 escaños del congreso andaluz.
“Cómo me gusta a mí la libertad, menos la tuya que votas mal.
La Iglesia católica es muy patriarcal, ven conmigo y hazte musulmán.
Llegó la justicia social, antes no había libertad”.
En abril de 2019, en una primera elección general, Vox, que había tenido 0.2% de los votos en 2015, obtuvo veinticuatro de los 350 escaños del Congreso de los Diputados (el congreso nacional); en noviembre de ese año, cuando se repitió la elección general, llegó a los 52 diputados que conserva hasta la fecha, y en los resultados de los candidatos a la presidencia, el fundador y presidente de Vox, Santiago Abascal, obtuvo 15% de los votos. Otro candidato de derecha que hace guiños a Trump, Abascal ha usado el eslogan “Hacer España grande otra vez” y suele escribir sobre los políticos “violentos” o “separatistas” que “odian la idea de una sola España”. El discurso del partido utiliza narrativas antiinmigrantes, racistas y “anticomunistas”, y suele calificar el trabajo de los medios de comunicación como “un peligro para la democracia”; una fórmula que a presidentes como Jair Bolsonaro, en Brasil, o al propio Trump, en Estados Unidos, les ha funcionado bastante bien.
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Mientras Vox replica el discurso nacionalista de otras organizaciones políticas de derecha radical, ha construido una agenda internacional en torno a la Iberosfera, término acuñado para referirse a los países iberoamericanos, con sus setecientos millones de habitantes. La estrategia para poner en marcha esta agenda está a cargo de la Fundación Disenso, una organización fundada por Vox que se financia bajo la normativa de la Ley Orgánica 8/2007, la cual rige la financiación de las entidades adscritas a partidos políticos en la Unión Europea. Disenso, cuyo presidente también es Santiago Abascal, suele ser definida como el think tank de Vox y ha sido la encargada de lanzar y promover el Foro Madrid, una alianza internacional de líderes y actores políticos para detener “el avance de la extrema izquierda” en países a ambos lados del Atlántico.
El documento fundacional de la iniciativa, “Carta de Madrid”, describe la Iberosfera como “una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”, que se encuentra parcialmente “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla [los dos principales foros de partidos y grupos políticos de izquierda de América Latina], que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta está suscrita por personajes como Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia; Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia de Perú; José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile —quien se opuso, por cierto, a derogar la Constitución de Pinochet—; Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente evangelista de Brasil; Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen; la política venezolana María Corina Machado; un sobrino del exvicepresidente estadounidense Michael Pence y, al menos, una decena de senadores del Partido Acción Nacional (PAN) en México. Think locally, do politics globally.
Otra iniciativa de la Fundación Disenso, que, a pesar de no tener tanta difusión como la “Carta de Madrid”, es una estrategia visionaria de internacionalización a mediano plazo, consiste en una propuesta para jóvenes de entre veinticinco y 35 años: el Programa de Jóvenes Líderes de la Iberosfera. En la convocatoria, Disenso especifica que los aspirantes a este programa formativo tendrán que ser de alguno de los países iberoamericanos, tener estudios en carreras afines a la ciencia política y compartir “el derecho a disentir frente a la corrección política global”. Tras la formación, los egresados “promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley”.
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Obtener una declaración por parte de Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, es una tarea que requiere de paciencia y concesiones. Frías —asesor en comunicación política, exfuncionario del Ayuntamiento de Madrid y autor del libro La hora de España. Una afirmación liberal conservadora (Deusto, 2020)— está dispuesto a dar respuestas claras, pero pide que no se editen ni reformulen, que ya bastante tiene con que por todos lados se les califique, a ellos y al partido, con adjetivos que no corresponden. “Nacionalistas”, por ejemplo.
—Un nacionalista excluye, reinventa la historia y la impone; un patriota, por el contrario, ama su historia tal y como es, con sus luces y sombras, y defiende, efectivamente, su identidad, pero no persigue su imposición —explica Frías en respuesta a un cuestionario enviado por medio de una portavoz—. Sirva de ejemplo el caso de determinados presidentes en Iberoamérica, y de izquierda radical, que han encontrado en el nacionalismo un escudo para tapar sus fracasos a través de la promoción de la leyenda negra española, tirando piedras incluso sobre su propia familia —denuncia.
Añade que la defensa de la soberanía de las naciones es compatible con la cooperación con socios “que comparten la necesidad de defender el Estado de derecho, la libertad, la vida y los derechos humanos ante la expansión de regímenes dictatoriales como el Castro-comunista, el de Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo”.
La formación para jóvenes a la que convoca Disenso, explica su director, busca que los egresados puedan influir en sus sociedades a través de la vida pública o privada, y lo más importante: que compartan “el derecho a disentir, a defender las libertades —política, de expresión, de prensa—, la soberanía de las naciones, la vida, la familia y el Estado de derecho frente a la arbitrariedad imperante y la tendencia hacia el autoritarismo, incluso de gobiernos democráticos”. El programa, cuya primera edición se realizó en 2021, tiene una duración de dos semanas y se realiza en Estados Unidos, Hungría, Polonia e Italia.
—Y en España —puntualiza Frías—. Hemos seleccionado estos países porque los candidatos pueden aprender mucho de lo realizado por algunos gobiernos en lo relativo a la implementación de determinadas políticas públicas, por la labor que realizan en la guerra cultural a través de sus think tanks, por sus intelectuales…, y también, claro está, porque allí se encuentra la mayor parte de nuestros socios internacionales de habla no hispana.
La primera generación de Jóvenes Líderes de la Iberosfera estuvo conformada por Alicia Galván, entonces asesora del PAN en el Senado mexicano; Angelo Bardini, del think tank Cescos de Uruguay; César Enrique Reyes, diputado por Arena en El Salvador; Macarena Bravo, activista chilena por la defensa de las libertades; Miguel Ángel Cetina, de la Misión Permanente de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos; Otto Solórzano, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, y Vanya Thais, del Proyecto Libertad en Perú. En esa edición, el grupo viajó a Madrid, Barcelona, Budapest, Varsovia y París.
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El festival de Vox de este año, Viva22, estuvo dedicado a la historia de España. Desde la fundación del partido, Santiago Abascal ha afirmado que el aprendizaje de esa Historia, con hache mayúscula, le está siendo negado a las nuevas generaciones.
Para instruir en la españolidad, los organizadores buscaron representar a un personaje histórico por cada una de las 52 provincias que existen en España. Reyes, toreros y conquistadores; sacerdotes y monjas; artistas y científicos fueron interpretados por actores disfrazados que portaban la bandera de su correspondiente provincia en un evento bautizado como “La historia que hicimos juntos”. Como los personajes históricos con tufo comunista no cabían en el recuento, Pablo Picasso o Federico García Lorca no aparecieron por el Viva22.
Los que sí tuvieron sus quince minutos de fama fueron Los Meconios, quienes, con su canción de frases machistas, homofóbicas, racistas y xenófobas, “Vamos a volver al 36” —en alusión a 1936, el año del golpe de Estado de Francisco Franco—, causaron indignación en el medio político español. La semana siguiente, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que busca los restos de las personas desaparecidas por el régimen franquista, pidió a la Fiscalía General que abriera una investigación y a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ejercer como denunciante contra un delito de odio.
“Si eres gay y quieres ir a ver el orgullo LGTB,
al Cogam debes enseñar el carné de buen homosexual.
Las feminsitas protestan por una violación grupal.
Hay diez más que investigar, me da igual son de Senegal”.
Además del desfile de disfraces de prohombres de la historia española, en el Viva22 estuvo presente la triada “Dios, patria y familia”, el eslogan de campaña que utilizó Giorgia Meloni en Italia, pero que es fácilmente atribuible a casi cualquier grupo de ultraderecha.
Durante la campaña electoral de Vox en Andalucía, a principios de 2022, Meloni asistió a un evento en su rol de dirigente de Hermanos de Italia, una escisión del Movimiento Social Italiano, partido fascista fundado en 1946 por seguidores de Mussolini. En esa ocasión dio un discurso de manual, con un histrionismo impostado que parecía emular al propio Mussolini. La dirigente admitiría más tarde que tal vez se le pasó la mano con el tono, pero no con el contenido —“Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”—. En ese mismo espíritu, Meloni envió un video al Viva22 que los organizadores presentaron con orgullo como uno de los platos fuertes de la fiesta. A la pasarela digital se sumaron videos de Trump, de Orbán y de integrantes de la ultraderecha de Portugal, y la presencia física del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
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“Estos nuevos movimientos deben ser entendidos como una hidra de muchas cabezas; si uno de sus activistas prominentes cae en desgracia, esto ya no es un golpe fatal; otros emergerán y los desprestigiados serán descartados”, afirma Joe Mulhall, investigador senior de Hope Not Hate, la organización antifascista más grande del Reino Unido, en “State of Hate”, un reporte sobre el extremismo de derecha, publicado en 2021, del cual es editor.
Mulhall considera que estos son, de forma genuina, movimientos trasnacionales. “Mientras que los activistas tradicionales se concentran en atender asuntos de importancia local o nacional, los activistas de la extrema derecha invariablemente se contextualizan a sí mismos internacional o globalmente. Se alían por breves periodos para colaborar en asuntos específicos, y estas redes son como sinapsis pasando información por todo el mundo”.
Jorge Martín Frías, el director de Disenso, define el rol de la organización en términos que coinciden bastante con esta definición.
—No se trata de una iniciativa partidaria, sino de una iniciativa que trasciende las fronteras ideológicas y que pretende desenmascarar y combatir a las organizaciones y regímenes liberticidas y, cómo no, recordar que hay [un] camino posible —explica—. Ninguna nación está condenada a sufrir la miseria, el encarcelamiento de ciudadanos y periodistas, el reparto de bienes nacionales entre las familias que alcanzan el poder o la cooperación con el narcotráfico y organizaciones criminales.
En los dos últimos años, Vox se ha esmerado en tender redes con grupos políticos de derecha y extrema derecha en América Latina a través de diversos representantes del partido, incluido el eurodiputado Hermann Tertsch. En enero de 2020 se reunieron en La Paz, Bolivia, con ministros de la entonces presidenta interina, Jeanine Áñez —quien sustituyó a Evo Morales—, para recabar pruebas que pudieran inculpar de financiación ilegal al partido Podemos, según reportes del diario El País. En 2021 asistieron a la toma de posesión del presidente de Ecuador, el conservador Guillermo Lasso, y fueron recibidos en Colombia por el expresidente Álvaro Uribe y en Lima por Keiko Fujimori. En septiembre de 2021, Santiago Abascal fue recibido en la Ciudad de México por un grupo de senadores del PAN, catorce de los cuales firmaron la “Carta de Madrid”, aunque más tarde el partido tuvo que desmarcarse, diciendo que los senadores habían actuado a título personal, y reivindicando su “sociedad institucional” con el Partido Popular de España.
En febrero de 2022, Vox organizó en Bogotá una edición del Foro Madrid, al que asistieron políticos y expresidentes de derecha de Chile, Perú, Brasil, México y España. El evento ocurrió poco antes de las elecciones en Colombia y Chile, en las que ganaron los izquierdistas Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente. Rumbo a las elecciones de octubre en Brasil, el partido financió un minidocumental contra el Foro de São Paulo, en el cual Eduardo Bolsonaro arremete contra el candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
La siguiente parada en el tour Iberosfera son las elecciones que se celebrarán en 2023, con Guatemala y Argentina como protagonistas, y las de 2024, que tendrán lugar en El Salvador, Venezuela y México, entre otros países, y Vox ya enfila su disenso para jugar algún papel junto a la derecha de esos países. El 11 de octubre, un par de días después del Viva22, el partido inauguró su II Cumbre de la Iberosfera en la sede de la Eurocámara en Madrid. La bienvenida estuvo a cargo de Tertsch, quien afirmó que Iberoamérica es “vital” para los desafíos de la ultraderecha europea. Durante la clausura, Abascal dijo que no tiene sentido que España, Portugal “y en gran medida Italia” desperdicien el potencial económico, humano, político y cultural de Iberoamérica. “Es importante que los patriotas, los demócratas de ambos lados del Atlántico estemos unidos como lo están los malos, los socialistas y los comunistas más extremistas, para defender la libertad”, concluyó.
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El festival Viva22 tuvo lugar apenas unos días después de que el video de un grupo de estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, un colegio masculino adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, se hiciera viral debido a que en él insultaban y lanzaban amenazas machistas a las alumnas de la residencia Santa Mónica, también adscrita a la Complutense. En la grabación se escucha cómo, en medio de la noche y de un edificio a otro, uno de los estudiantes grita: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas!”, y les promete que todas “follarán” en uno de los eventos tradicionales de la universidad. Al finalizar los gritos, todas las ventanas del edificio de los jóvenes se iluminan, y decenas de ellos se asoman lanzando gritos e imitando sonidos de animales. La indignación corrió a la velocidad de las redes sociales, seguida de la presión por parte de activistas y organizaciones para que la universidad condenara el acto y se expulsara a algunos de los jóvenes, y que la Fiscalía de Madrid iniciara una investigación por un presunto delito de odio. Desde la derecha partidista se minimizó el episodio y se describió como una broma que es “tradición” entre grupos de estudiantes. Santiago Abascal, por su parte, lo calificó de “tonterías […] de unos adolescentes inmaduros […]; unos jóvenes que probablemente habían bebido de más”. Pero Los Meconios cantan: “Las feministas protestan por una violación grupal. Hay diez más que investigar, me da igual, son de Senegal”.
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En el tablero político español, las posturas radicales de Vox han logrado que muchos votantes del Partido Popular, la formación política tradicional de derechas, volteen hacia esta opción por considerar que la política tradicional se ha quedado corta en la defensa de su modo de vida y sus principios. Sin embargo, la calificación de “extrema derecha” es un término del que, tanto al interior del partido como en Disenso, suelen desvincularse. Jorge Martín Frías asegura que él no puede hablar por todo el partido, pero sí por la fundación, cuando se le cuestiona sobre cómo acercar posiciones contrarias, justamente cuando vivimos en un momento de extremos.
—Aquí no hay extremos, lo que hay es una rebelión del sentido común ante todo aquello que lleva a la eliminación de puestos de trabajo, ante las élites progresistas que promueven ideologías —señala Frías, y añade que quienes consideran que esta posición es un extremismo son quienes tienen miedo al disenso—. Tienen miedo a debatir políticas que han empobrecido a las clases medias y populares; que han introducido ideología en los colegios a los que van nuestros hijos; que han capturado las universidades, antes espacios donde se aprendía a pensar y donde hoy se promueve la cultura de la cancelación; que subvencionan medios de comunicación; que imponen agendas como la Agenda 2030 —explica.
“State of Hate” menciona a Vox como el único partido ultraderechista de España y hace una lista de sus narrativas clave: antiinmigración, anti-Unión Europea, antifeminismo, antiglobalización, antiseparatismo y ultranacionalismo.
Tras cantar su parodia musical durante el concierto del Viva22, uno de los integrantes de Los Meconios lanzó un sarcástico: “Oye, que esto va a ser discurso de odio ya. Vamos a ir todos a la cárcel”. Un día después de que concluyera el festival, el periodista Manuel Jabois comentó en la emisora RAC1: “Sin odio ni nada que odiar, ese partido no tendría ningún sentido”.
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Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.
Vox, el partido de ultraderecha de España, lleva tiempo tendiendo redes con grupos políticos de América Latina. Están en busca de patriotas y demócratas a ambos lados del Atlántico, para defenderse de los malos, de los socialistas y comunistas más radicales que promueven su ideología. Esta es una crónica que surge a partir del evento Viva22, que se realizó el pasado mes de octubre.
Una pantalla sobre el escenario muestra imágenes de nebulosas mientras suena la “Marcha imperial”, el tema de Star Wars. Sobre las imágenes, un texto: “Desde los confines de la galaxia hasta Madrid llega la turbo ultra mega extrema derecha como nunca antes la habías visto”. Las luces se encienden y tres chicos en jeans, camiseta negra y gafas oscuras, InfoVlogger y Los Meconios, empiezan a cantar “Vamos a volver al 36”, una parodia de afirmaciones sarcásticas sobre lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha. Un público, mezcla de jóvenes, familias con niños y algunas personas mayores, hace todo lo posible por animarse y gritar y bailar como si estuviera en Coachella, aunque en esta ocasión a lo más que ha llegado es al Viva22.
Viva es el nombre de un festival que organiza Vox, el partido de ultraderecha de España, que en los últimos siete años ha logrado mover el espectro partidista del país hacia la derecha y sumar votantes con un perfil demográfico un poco más joven, más conservador y más católico. Por segundo año consecutivo, el fin de semana del Viva fue una mezcla de discursos políticos para mofarse del progresismo y espectáculos musicales a cargo de desconocidos con talento promedio.
“La izquierda que gobierna allá se llama Frente Popular
Rodeados de revolucionarios, pajilleros de sofá [...],
Somos la resistencia, somos fachas”.
Si estas frases no estuvieran es español, podríamos jugar a un “adivina en qué país se dijo”. En España, lo mismo que en Estados Unidos, Italia o Brasil, es cada vez más común encontrar una especie de “orgullo facha”, una suerte de contraseña con la cual se identifican los grupos de extrema derecha sin importar el lugar del mundo donde estén. El uso del discurso supremacista, nacionalista, racista, xenófobo, homófobo o machista parece haber sido redescubierto y reforzado, reivindicado por grupos que con frecuencia se quejan de un “exceso” de corrección política. Cualquiera de sus narrativas, lejos de alimentar el odio, es un ejercicio de la libertad de expresión.
En el caso de Europa, el avance de la ultraderecha empezó a notarse tras la crisis económica de 2008. La primera alerta se encendió con la llegada de Viktor Orbán al cargo de primer ministro de Hungría, en el cual permanece desde 2010. A esto se han sumado la percepción extendida de que los partidos políticos tradicionales no han hecho lo suficiente por atender a la ciudadanía y que el arribo de las redes sociales facilitó la diseminación de los discursos de odio y de las teorías de la conspiración, incluidas las creadas en torno a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, con el triunfo del partido ultraderechista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), encabezado por Giorgia Meloni, Italia se sumó a Polonia, donde dos partidos conservadores de ultraderecha llevaron a Mateusz Morawiecki a ser primer ministro, y a Suecia, donde Demócratas de Suecia, enraizado en el nazismo, resultó el segundo partido más votado. Con el eslogan “Suecia primero” —en clara referencia a la campaña presidencial de Donald Trump—, Demócratas de Suecia se convirtió en un elemento clave para formar el próximo gobierno sueco. Este mismo 2022, en Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen estuvo muy cerca de llegar a la presidencia, y en Alemania, Alternativa para Alemania —que defiende la disolución de la “eurozona”— adquiere fuerza en los estados del este del país.
En el caso de España, la cicatriz de la dictadura hizo que por algún tiempo el crecimiento de la derecha extrema avanzara un poco más lento que en sus países vecinos; por esta razón, el arribo de Vox, surgido en 2013 como una alternativa conservadora para ser “la voz de la España viva”, resultó una sorpresa para algunos. En un periodo más o menos breve, Vox pasó de ser un partido con incidencia menor y estrictamente local a tener presencia parlamentaria y posicionarse como “defensor” de los ciudadanos en las regiones más pobres de España, como Andalucía. Lo que lanzó a Vox al escenario nacional fueron justo las elecciones en esta región a finales de 2018, que le dieron doce de los 109 escaños del congreso andaluz.
“Cómo me gusta a mí la libertad, menos la tuya que votas mal.
La Iglesia católica es muy patriarcal, ven conmigo y hazte musulmán.
Llegó la justicia social, antes no había libertad”.
En abril de 2019, en una primera elección general, Vox, que había tenido 0.2% de los votos en 2015, obtuvo veinticuatro de los 350 escaños del Congreso de los Diputados (el congreso nacional); en noviembre de ese año, cuando se repitió la elección general, llegó a los 52 diputados que conserva hasta la fecha, y en los resultados de los candidatos a la presidencia, el fundador y presidente de Vox, Santiago Abascal, obtuvo 15% de los votos. Otro candidato de derecha que hace guiños a Trump, Abascal ha usado el eslogan “Hacer España grande otra vez” y suele escribir sobre los políticos “violentos” o “separatistas” que “odian la idea de una sola España”. El discurso del partido utiliza narrativas antiinmigrantes, racistas y “anticomunistas”, y suele calificar el trabajo de los medios de comunicación como “un peligro para la democracia”; una fórmula que a presidentes como Jair Bolsonaro, en Brasil, o al propio Trump, en Estados Unidos, les ha funcionado bastante bien.
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Mientras Vox replica el discurso nacionalista de otras organizaciones políticas de derecha radical, ha construido una agenda internacional en torno a la Iberosfera, término acuñado para referirse a los países iberoamericanos, con sus setecientos millones de habitantes. La estrategia para poner en marcha esta agenda está a cargo de la Fundación Disenso, una organización fundada por Vox que se financia bajo la normativa de la Ley Orgánica 8/2007, la cual rige la financiación de las entidades adscritas a partidos políticos en la Unión Europea. Disenso, cuyo presidente también es Santiago Abascal, suele ser definida como el think tank de Vox y ha sido la encargada de lanzar y promover el Foro Madrid, una alianza internacional de líderes y actores políticos para detener “el avance de la extrema izquierda” en países a ambos lados del Atlántico.
El documento fundacional de la iniciativa, “Carta de Madrid”, describe la Iberosfera como “una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”, que se encuentra parcialmente “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla [los dos principales foros de partidos y grupos políticos de izquierda de América Latina], que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta está suscrita por personajes como Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia; Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia de Perú; José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile —quien se opuso, por cierto, a derogar la Constitución de Pinochet—; Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente evangelista de Brasil; Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen; la política venezolana María Corina Machado; un sobrino del exvicepresidente estadounidense Michael Pence y, al menos, una decena de senadores del Partido Acción Nacional (PAN) en México. Think locally, do politics globally.
Otra iniciativa de la Fundación Disenso, que, a pesar de no tener tanta difusión como la “Carta de Madrid”, es una estrategia visionaria de internacionalización a mediano plazo, consiste en una propuesta para jóvenes de entre veinticinco y 35 años: el Programa de Jóvenes Líderes de la Iberosfera. En la convocatoria, Disenso especifica que los aspirantes a este programa formativo tendrán que ser de alguno de los países iberoamericanos, tener estudios en carreras afines a la ciencia política y compartir “el derecho a disentir frente a la corrección política global”. Tras la formación, los egresados “promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley”.
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Obtener una declaración por parte de Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, es una tarea que requiere de paciencia y concesiones. Frías —asesor en comunicación política, exfuncionario del Ayuntamiento de Madrid y autor del libro La hora de España. Una afirmación liberal conservadora (Deusto, 2020)— está dispuesto a dar respuestas claras, pero pide que no se editen ni reformulen, que ya bastante tiene con que por todos lados se les califique, a ellos y al partido, con adjetivos que no corresponden. “Nacionalistas”, por ejemplo.
—Un nacionalista excluye, reinventa la historia y la impone; un patriota, por el contrario, ama su historia tal y como es, con sus luces y sombras, y defiende, efectivamente, su identidad, pero no persigue su imposición —explica Frías en respuesta a un cuestionario enviado por medio de una portavoz—. Sirva de ejemplo el caso de determinados presidentes en Iberoamérica, y de izquierda radical, que han encontrado en el nacionalismo un escudo para tapar sus fracasos a través de la promoción de la leyenda negra española, tirando piedras incluso sobre su propia familia —denuncia.
Añade que la defensa de la soberanía de las naciones es compatible con la cooperación con socios “que comparten la necesidad de defender el Estado de derecho, la libertad, la vida y los derechos humanos ante la expansión de regímenes dictatoriales como el Castro-comunista, el de Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo”.
La formación para jóvenes a la que convoca Disenso, explica su director, busca que los egresados puedan influir en sus sociedades a través de la vida pública o privada, y lo más importante: que compartan “el derecho a disentir, a defender las libertades —política, de expresión, de prensa—, la soberanía de las naciones, la vida, la familia y el Estado de derecho frente a la arbitrariedad imperante y la tendencia hacia el autoritarismo, incluso de gobiernos democráticos”. El programa, cuya primera edición se realizó en 2021, tiene una duración de dos semanas y se realiza en Estados Unidos, Hungría, Polonia e Italia.
—Y en España —puntualiza Frías—. Hemos seleccionado estos países porque los candidatos pueden aprender mucho de lo realizado por algunos gobiernos en lo relativo a la implementación de determinadas políticas públicas, por la labor que realizan en la guerra cultural a través de sus think tanks, por sus intelectuales…, y también, claro está, porque allí se encuentra la mayor parte de nuestros socios internacionales de habla no hispana.
La primera generación de Jóvenes Líderes de la Iberosfera estuvo conformada por Alicia Galván, entonces asesora del PAN en el Senado mexicano; Angelo Bardini, del think tank Cescos de Uruguay; César Enrique Reyes, diputado por Arena en El Salvador; Macarena Bravo, activista chilena por la defensa de las libertades; Miguel Ángel Cetina, de la Misión Permanente de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos; Otto Solórzano, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, y Vanya Thais, del Proyecto Libertad en Perú. En esa edición, el grupo viajó a Madrid, Barcelona, Budapest, Varsovia y París.
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El festival de Vox de este año, Viva22, estuvo dedicado a la historia de España. Desde la fundación del partido, Santiago Abascal ha afirmado que el aprendizaje de esa Historia, con hache mayúscula, le está siendo negado a las nuevas generaciones.
Para instruir en la españolidad, los organizadores buscaron representar a un personaje histórico por cada una de las 52 provincias que existen en España. Reyes, toreros y conquistadores; sacerdotes y monjas; artistas y científicos fueron interpretados por actores disfrazados que portaban la bandera de su correspondiente provincia en un evento bautizado como “La historia que hicimos juntos”. Como los personajes históricos con tufo comunista no cabían en el recuento, Pablo Picasso o Federico García Lorca no aparecieron por el Viva22.
Los que sí tuvieron sus quince minutos de fama fueron Los Meconios, quienes, con su canción de frases machistas, homofóbicas, racistas y xenófobas, “Vamos a volver al 36” —en alusión a 1936, el año del golpe de Estado de Francisco Franco—, causaron indignación en el medio político español. La semana siguiente, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que busca los restos de las personas desaparecidas por el régimen franquista, pidió a la Fiscalía General que abriera una investigación y a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ejercer como denunciante contra un delito de odio.
“Si eres gay y quieres ir a ver el orgullo LGTB,
al Cogam debes enseñar el carné de buen homosexual.
Las feminsitas protestan por una violación grupal.
Hay diez más que investigar, me da igual son de Senegal”.
Además del desfile de disfraces de prohombres de la historia española, en el Viva22 estuvo presente la triada “Dios, patria y familia”, el eslogan de campaña que utilizó Giorgia Meloni en Italia, pero que es fácilmente atribuible a casi cualquier grupo de ultraderecha.
Durante la campaña electoral de Vox en Andalucía, a principios de 2022, Meloni asistió a un evento en su rol de dirigente de Hermanos de Italia, una escisión del Movimiento Social Italiano, partido fascista fundado en 1946 por seguidores de Mussolini. En esa ocasión dio un discurso de manual, con un histrionismo impostado que parecía emular al propio Mussolini. La dirigente admitiría más tarde que tal vez se le pasó la mano con el tono, pero no con el contenido —“Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”—. En ese mismo espíritu, Meloni envió un video al Viva22 que los organizadores presentaron con orgullo como uno de los platos fuertes de la fiesta. A la pasarela digital se sumaron videos de Trump, de Orbán y de integrantes de la ultraderecha de Portugal, y la presencia física del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
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“Estos nuevos movimientos deben ser entendidos como una hidra de muchas cabezas; si uno de sus activistas prominentes cae en desgracia, esto ya no es un golpe fatal; otros emergerán y los desprestigiados serán descartados”, afirma Joe Mulhall, investigador senior de Hope Not Hate, la organización antifascista más grande del Reino Unido, en “State of Hate”, un reporte sobre el extremismo de derecha, publicado en 2021, del cual es editor.
Mulhall considera que estos son, de forma genuina, movimientos trasnacionales. “Mientras que los activistas tradicionales se concentran en atender asuntos de importancia local o nacional, los activistas de la extrema derecha invariablemente se contextualizan a sí mismos internacional o globalmente. Se alían por breves periodos para colaborar en asuntos específicos, y estas redes son como sinapsis pasando información por todo el mundo”.
Jorge Martín Frías, el director de Disenso, define el rol de la organización en términos que coinciden bastante con esta definición.
—No se trata de una iniciativa partidaria, sino de una iniciativa que trasciende las fronteras ideológicas y que pretende desenmascarar y combatir a las organizaciones y regímenes liberticidas y, cómo no, recordar que hay [un] camino posible —explica—. Ninguna nación está condenada a sufrir la miseria, el encarcelamiento de ciudadanos y periodistas, el reparto de bienes nacionales entre las familias que alcanzan el poder o la cooperación con el narcotráfico y organizaciones criminales.
En los dos últimos años, Vox se ha esmerado en tender redes con grupos políticos de derecha y extrema derecha en América Latina a través de diversos representantes del partido, incluido el eurodiputado Hermann Tertsch. En enero de 2020 se reunieron en La Paz, Bolivia, con ministros de la entonces presidenta interina, Jeanine Áñez —quien sustituyó a Evo Morales—, para recabar pruebas que pudieran inculpar de financiación ilegal al partido Podemos, según reportes del diario El País. En 2021 asistieron a la toma de posesión del presidente de Ecuador, el conservador Guillermo Lasso, y fueron recibidos en Colombia por el expresidente Álvaro Uribe y en Lima por Keiko Fujimori. En septiembre de 2021, Santiago Abascal fue recibido en la Ciudad de México por un grupo de senadores del PAN, catorce de los cuales firmaron la “Carta de Madrid”, aunque más tarde el partido tuvo que desmarcarse, diciendo que los senadores habían actuado a título personal, y reivindicando su “sociedad institucional” con el Partido Popular de España.
En febrero de 2022, Vox organizó en Bogotá una edición del Foro Madrid, al que asistieron políticos y expresidentes de derecha de Chile, Perú, Brasil, México y España. El evento ocurrió poco antes de las elecciones en Colombia y Chile, en las que ganaron los izquierdistas Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente. Rumbo a las elecciones de octubre en Brasil, el partido financió un minidocumental contra el Foro de São Paulo, en el cual Eduardo Bolsonaro arremete contra el candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
La siguiente parada en el tour Iberosfera son las elecciones que se celebrarán en 2023, con Guatemala y Argentina como protagonistas, y las de 2024, que tendrán lugar en El Salvador, Venezuela y México, entre otros países, y Vox ya enfila su disenso para jugar algún papel junto a la derecha de esos países. El 11 de octubre, un par de días después del Viva22, el partido inauguró su II Cumbre de la Iberosfera en la sede de la Eurocámara en Madrid. La bienvenida estuvo a cargo de Tertsch, quien afirmó que Iberoamérica es “vital” para los desafíos de la ultraderecha europea. Durante la clausura, Abascal dijo que no tiene sentido que España, Portugal “y en gran medida Italia” desperdicien el potencial económico, humano, político y cultural de Iberoamérica. “Es importante que los patriotas, los demócratas de ambos lados del Atlántico estemos unidos como lo están los malos, los socialistas y los comunistas más extremistas, para defender la libertad”, concluyó.
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El festival Viva22 tuvo lugar apenas unos días después de que el video de un grupo de estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, un colegio masculino adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, se hiciera viral debido a que en él insultaban y lanzaban amenazas machistas a las alumnas de la residencia Santa Mónica, también adscrita a la Complutense. En la grabación se escucha cómo, en medio de la noche y de un edificio a otro, uno de los estudiantes grita: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas!”, y les promete que todas “follarán” en uno de los eventos tradicionales de la universidad. Al finalizar los gritos, todas las ventanas del edificio de los jóvenes se iluminan, y decenas de ellos se asoman lanzando gritos e imitando sonidos de animales. La indignación corrió a la velocidad de las redes sociales, seguida de la presión por parte de activistas y organizaciones para que la universidad condenara el acto y se expulsara a algunos de los jóvenes, y que la Fiscalía de Madrid iniciara una investigación por un presunto delito de odio. Desde la derecha partidista se minimizó el episodio y se describió como una broma que es “tradición” entre grupos de estudiantes. Santiago Abascal, por su parte, lo calificó de “tonterías […] de unos adolescentes inmaduros […]; unos jóvenes que probablemente habían bebido de más”. Pero Los Meconios cantan: “Las feministas protestan por una violación grupal. Hay diez más que investigar, me da igual, son de Senegal”.
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En el tablero político español, las posturas radicales de Vox han logrado que muchos votantes del Partido Popular, la formación política tradicional de derechas, volteen hacia esta opción por considerar que la política tradicional se ha quedado corta en la defensa de su modo de vida y sus principios. Sin embargo, la calificación de “extrema derecha” es un término del que, tanto al interior del partido como en Disenso, suelen desvincularse. Jorge Martín Frías asegura que él no puede hablar por todo el partido, pero sí por la fundación, cuando se le cuestiona sobre cómo acercar posiciones contrarias, justamente cuando vivimos en un momento de extremos.
—Aquí no hay extremos, lo que hay es una rebelión del sentido común ante todo aquello que lleva a la eliminación de puestos de trabajo, ante las élites progresistas que promueven ideologías —señala Frías, y añade que quienes consideran que esta posición es un extremismo son quienes tienen miedo al disenso—. Tienen miedo a debatir políticas que han empobrecido a las clases medias y populares; que han introducido ideología en los colegios a los que van nuestros hijos; que han capturado las universidades, antes espacios donde se aprendía a pensar y donde hoy se promueve la cultura de la cancelación; que subvencionan medios de comunicación; que imponen agendas como la Agenda 2030 —explica.
“State of Hate” menciona a Vox como el único partido ultraderechista de España y hace una lista de sus narrativas clave: antiinmigración, anti-Unión Europea, antifeminismo, antiglobalización, antiseparatismo y ultranacionalismo.
Tras cantar su parodia musical durante el concierto del Viva22, uno de los integrantes de Los Meconios lanzó un sarcástico: “Oye, que esto va a ser discurso de odio ya. Vamos a ir todos a la cárcel”. Un día después de que concluyera el festival, el periodista Manuel Jabois comentó en la emisora RAC1: “Sin odio ni nada que odiar, ese partido no tendría ningún sentido”.
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Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.
Vox, el partido de ultraderecha de España, lleva tiempo tendiendo redes con grupos políticos de América Latina. Están en busca de patriotas y demócratas a ambos lados del Atlántico, para defenderse de los malos, de los socialistas y comunistas más radicales que promueven su ideología. Esta es una crónica que surge a partir del evento Viva22, que se realizó el pasado mes de octubre.
Una pantalla sobre el escenario muestra imágenes de nebulosas mientras suena la “Marcha imperial”, el tema de Star Wars. Sobre las imágenes, un texto: “Desde los confines de la galaxia hasta Madrid llega la turbo ultra mega extrema derecha como nunca antes la habías visto”. Las luces se encienden y tres chicos en jeans, camiseta negra y gafas oscuras, InfoVlogger y Los Meconios, empiezan a cantar “Vamos a volver al 36”, una parodia de afirmaciones sarcásticas sobre lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha. Un público, mezcla de jóvenes, familias con niños y algunas personas mayores, hace todo lo posible por animarse y gritar y bailar como si estuviera en Coachella, aunque en esta ocasión a lo más que ha llegado es al Viva22.
Viva es el nombre de un festival que organiza Vox, el partido de ultraderecha de España, que en los últimos siete años ha logrado mover el espectro partidista del país hacia la derecha y sumar votantes con un perfil demográfico un poco más joven, más conservador y más católico. Por segundo año consecutivo, el fin de semana del Viva fue una mezcla de discursos políticos para mofarse del progresismo y espectáculos musicales a cargo de desconocidos con talento promedio.
“La izquierda que gobierna allá se llama Frente Popular
Rodeados de revolucionarios, pajilleros de sofá [...],
Somos la resistencia, somos fachas”.
Si estas frases no estuvieran es español, podríamos jugar a un “adivina en qué país se dijo”. En España, lo mismo que en Estados Unidos, Italia o Brasil, es cada vez más común encontrar una especie de “orgullo facha”, una suerte de contraseña con la cual se identifican los grupos de extrema derecha sin importar el lugar del mundo donde estén. El uso del discurso supremacista, nacionalista, racista, xenófobo, homófobo o machista parece haber sido redescubierto y reforzado, reivindicado por grupos que con frecuencia se quejan de un “exceso” de corrección política. Cualquiera de sus narrativas, lejos de alimentar el odio, es un ejercicio de la libertad de expresión.
En el caso de Europa, el avance de la ultraderecha empezó a notarse tras la crisis económica de 2008. La primera alerta se encendió con la llegada de Viktor Orbán al cargo de primer ministro de Hungría, en el cual permanece desde 2010. A esto se han sumado la percepción extendida de que los partidos políticos tradicionales no han hecho lo suficiente por atender a la ciudadanía y que el arribo de las redes sociales facilitó la diseminación de los discursos de odio y de las teorías de la conspiración, incluidas las creadas en torno a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, con el triunfo del partido ultraderechista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), encabezado por Giorgia Meloni, Italia se sumó a Polonia, donde dos partidos conservadores de ultraderecha llevaron a Mateusz Morawiecki a ser primer ministro, y a Suecia, donde Demócratas de Suecia, enraizado en el nazismo, resultó el segundo partido más votado. Con el eslogan “Suecia primero” —en clara referencia a la campaña presidencial de Donald Trump—, Demócratas de Suecia se convirtió en un elemento clave para formar el próximo gobierno sueco. Este mismo 2022, en Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen estuvo muy cerca de llegar a la presidencia, y en Alemania, Alternativa para Alemania —que defiende la disolución de la “eurozona”— adquiere fuerza en los estados del este del país.
En el caso de España, la cicatriz de la dictadura hizo que por algún tiempo el crecimiento de la derecha extrema avanzara un poco más lento que en sus países vecinos; por esta razón, el arribo de Vox, surgido en 2013 como una alternativa conservadora para ser “la voz de la España viva”, resultó una sorpresa para algunos. En un periodo más o menos breve, Vox pasó de ser un partido con incidencia menor y estrictamente local a tener presencia parlamentaria y posicionarse como “defensor” de los ciudadanos en las regiones más pobres de España, como Andalucía. Lo que lanzó a Vox al escenario nacional fueron justo las elecciones en esta región a finales de 2018, que le dieron doce de los 109 escaños del congreso andaluz.
“Cómo me gusta a mí la libertad, menos la tuya que votas mal.
La Iglesia católica es muy patriarcal, ven conmigo y hazte musulmán.
Llegó la justicia social, antes no había libertad”.
En abril de 2019, en una primera elección general, Vox, que había tenido 0.2% de los votos en 2015, obtuvo veinticuatro de los 350 escaños del Congreso de los Diputados (el congreso nacional); en noviembre de ese año, cuando se repitió la elección general, llegó a los 52 diputados que conserva hasta la fecha, y en los resultados de los candidatos a la presidencia, el fundador y presidente de Vox, Santiago Abascal, obtuvo 15% de los votos. Otro candidato de derecha que hace guiños a Trump, Abascal ha usado el eslogan “Hacer España grande otra vez” y suele escribir sobre los políticos “violentos” o “separatistas” que “odian la idea de una sola España”. El discurso del partido utiliza narrativas antiinmigrantes, racistas y “anticomunistas”, y suele calificar el trabajo de los medios de comunicación como “un peligro para la democracia”; una fórmula que a presidentes como Jair Bolsonaro, en Brasil, o al propio Trump, en Estados Unidos, les ha funcionado bastante bien.
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Mientras Vox replica el discurso nacionalista de otras organizaciones políticas de derecha radical, ha construido una agenda internacional en torno a la Iberosfera, término acuñado para referirse a los países iberoamericanos, con sus setecientos millones de habitantes. La estrategia para poner en marcha esta agenda está a cargo de la Fundación Disenso, una organización fundada por Vox que se financia bajo la normativa de la Ley Orgánica 8/2007, la cual rige la financiación de las entidades adscritas a partidos políticos en la Unión Europea. Disenso, cuyo presidente también es Santiago Abascal, suele ser definida como el think tank de Vox y ha sido la encargada de lanzar y promover el Foro Madrid, una alianza internacional de líderes y actores políticos para detener “el avance de la extrema izquierda” en países a ambos lados del Atlántico.
El documento fundacional de la iniciativa, “Carta de Madrid”, describe la Iberosfera como “una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”, que se encuentra parcialmente “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla [los dos principales foros de partidos y grupos políticos de izquierda de América Latina], que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta está suscrita por personajes como Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia; Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia de Perú; José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile —quien se opuso, por cierto, a derogar la Constitución de Pinochet—; Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente evangelista de Brasil; Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen; la política venezolana María Corina Machado; un sobrino del exvicepresidente estadounidense Michael Pence y, al menos, una decena de senadores del Partido Acción Nacional (PAN) en México. Think locally, do politics globally.
Otra iniciativa de la Fundación Disenso, que, a pesar de no tener tanta difusión como la “Carta de Madrid”, es una estrategia visionaria de internacionalización a mediano plazo, consiste en una propuesta para jóvenes de entre veinticinco y 35 años: el Programa de Jóvenes Líderes de la Iberosfera. En la convocatoria, Disenso especifica que los aspirantes a este programa formativo tendrán que ser de alguno de los países iberoamericanos, tener estudios en carreras afines a la ciencia política y compartir “el derecho a disentir frente a la corrección política global”. Tras la formación, los egresados “promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley”.
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Obtener una declaración por parte de Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, es una tarea que requiere de paciencia y concesiones. Frías —asesor en comunicación política, exfuncionario del Ayuntamiento de Madrid y autor del libro La hora de España. Una afirmación liberal conservadora (Deusto, 2020)— está dispuesto a dar respuestas claras, pero pide que no se editen ni reformulen, que ya bastante tiene con que por todos lados se les califique, a ellos y al partido, con adjetivos que no corresponden. “Nacionalistas”, por ejemplo.
—Un nacionalista excluye, reinventa la historia y la impone; un patriota, por el contrario, ama su historia tal y como es, con sus luces y sombras, y defiende, efectivamente, su identidad, pero no persigue su imposición —explica Frías en respuesta a un cuestionario enviado por medio de una portavoz—. Sirva de ejemplo el caso de determinados presidentes en Iberoamérica, y de izquierda radical, que han encontrado en el nacionalismo un escudo para tapar sus fracasos a través de la promoción de la leyenda negra española, tirando piedras incluso sobre su propia familia —denuncia.
Añade que la defensa de la soberanía de las naciones es compatible con la cooperación con socios “que comparten la necesidad de defender el Estado de derecho, la libertad, la vida y los derechos humanos ante la expansión de regímenes dictatoriales como el Castro-comunista, el de Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo”.
La formación para jóvenes a la que convoca Disenso, explica su director, busca que los egresados puedan influir en sus sociedades a través de la vida pública o privada, y lo más importante: que compartan “el derecho a disentir, a defender las libertades —política, de expresión, de prensa—, la soberanía de las naciones, la vida, la familia y el Estado de derecho frente a la arbitrariedad imperante y la tendencia hacia el autoritarismo, incluso de gobiernos democráticos”. El programa, cuya primera edición se realizó en 2021, tiene una duración de dos semanas y se realiza en Estados Unidos, Hungría, Polonia e Italia.
—Y en España —puntualiza Frías—. Hemos seleccionado estos países porque los candidatos pueden aprender mucho de lo realizado por algunos gobiernos en lo relativo a la implementación de determinadas políticas públicas, por la labor que realizan en la guerra cultural a través de sus think tanks, por sus intelectuales…, y también, claro está, porque allí se encuentra la mayor parte de nuestros socios internacionales de habla no hispana.
La primera generación de Jóvenes Líderes de la Iberosfera estuvo conformada por Alicia Galván, entonces asesora del PAN en el Senado mexicano; Angelo Bardini, del think tank Cescos de Uruguay; César Enrique Reyes, diputado por Arena en El Salvador; Macarena Bravo, activista chilena por la defensa de las libertades; Miguel Ángel Cetina, de la Misión Permanente de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos; Otto Solórzano, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, y Vanya Thais, del Proyecto Libertad en Perú. En esa edición, el grupo viajó a Madrid, Barcelona, Budapest, Varsovia y París.
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El festival de Vox de este año, Viva22, estuvo dedicado a la historia de España. Desde la fundación del partido, Santiago Abascal ha afirmado que el aprendizaje de esa Historia, con hache mayúscula, le está siendo negado a las nuevas generaciones.
Para instruir en la españolidad, los organizadores buscaron representar a un personaje histórico por cada una de las 52 provincias que existen en España. Reyes, toreros y conquistadores; sacerdotes y monjas; artistas y científicos fueron interpretados por actores disfrazados que portaban la bandera de su correspondiente provincia en un evento bautizado como “La historia que hicimos juntos”. Como los personajes históricos con tufo comunista no cabían en el recuento, Pablo Picasso o Federico García Lorca no aparecieron por el Viva22.
Los que sí tuvieron sus quince minutos de fama fueron Los Meconios, quienes, con su canción de frases machistas, homofóbicas, racistas y xenófobas, “Vamos a volver al 36” —en alusión a 1936, el año del golpe de Estado de Francisco Franco—, causaron indignación en el medio político español. La semana siguiente, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que busca los restos de las personas desaparecidas por el régimen franquista, pidió a la Fiscalía General que abriera una investigación y a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ejercer como denunciante contra un delito de odio.
“Si eres gay y quieres ir a ver el orgullo LGTB,
al Cogam debes enseñar el carné de buen homosexual.
Las feminsitas protestan por una violación grupal.
Hay diez más que investigar, me da igual son de Senegal”.
Además del desfile de disfraces de prohombres de la historia española, en el Viva22 estuvo presente la triada “Dios, patria y familia”, el eslogan de campaña que utilizó Giorgia Meloni en Italia, pero que es fácilmente atribuible a casi cualquier grupo de ultraderecha.
Durante la campaña electoral de Vox en Andalucía, a principios de 2022, Meloni asistió a un evento en su rol de dirigente de Hermanos de Italia, una escisión del Movimiento Social Italiano, partido fascista fundado en 1946 por seguidores de Mussolini. En esa ocasión dio un discurso de manual, con un histrionismo impostado que parecía emular al propio Mussolini. La dirigente admitiría más tarde que tal vez se le pasó la mano con el tono, pero no con el contenido —“Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”—. En ese mismo espíritu, Meloni envió un video al Viva22 que los organizadores presentaron con orgullo como uno de los platos fuertes de la fiesta. A la pasarela digital se sumaron videos de Trump, de Orbán y de integrantes de la ultraderecha de Portugal, y la presencia física del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
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“Estos nuevos movimientos deben ser entendidos como una hidra de muchas cabezas; si uno de sus activistas prominentes cae en desgracia, esto ya no es un golpe fatal; otros emergerán y los desprestigiados serán descartados”, afirma Joe Mulhall, investigador senior de Hope Not Hate, la organización antifascista más grande del Reino Unido, en “State of Hate”, un reporte sobre el extremismo de derecha, publicado en 2021, del cual es editor.
Mulhall considera que estos son, de forma genuina, movimientos trasnacionales. “Mientras que los activistas tradicionales se concentran en atender asuntos de importancia local o nacional, los activistas de la extrema derecha invariablemente se contextualizan a sí mismos internacional o globalmente. Se alían por breves periodos para colaborar en asuntos específicos, y estas redes son como sinapsis pasando información por todo el mundo”.
Jorge Martín Frías, el director de Disenso, define el rol de la organización en términos que coinciden bastante con esta definición.
—No se trata de una iniciativa partidaria, sino de una iniciativa que trasciende las fronteras ideológicas y que pretende desenmascarar y combatir a las organizaciones y regímenes liberticidas y, cómo no, recordar que hay [un] camino posible —explica—. Ninguna nación está condenada a sufrir la miseria, el encarcelamiento de ciudadanos y periodistas, el reparto de bienes nacionales entre las familias que alcanzan el poder o la cooperación con el narcotráfico y organizaciones criminales.
En los dos últimos años, Vox se ha esmerado en tender redes con grupos políticos de derecha y extrema derecha en América Latina a través de diversos representantes del partido, incluido el eurodiputado Hermann Tertsch. En enero de 2020 se reunieron en La Paz, Bolivia, con ministros de la entonces presidenta interina, Jeanine Áñez —quien sustituyó a Evo Morales—, para recabar pruebas que pudieran inculpar de financiación ilegal al partido Podemos, según reportes del diario El País. En 2021 asistieron a la toma de posesión del presidente de Ecuador, el conservador Guillermo Lasso, y fueron recibidos en Colombia por el expresidente Álvaro Uribe y en Lima por Keiko Fujimori. En septiembre de 2021, Santiago Abascal fue recibido en la Ciudad de México por un grupo de senadores del PAN, catorce de los cuales firmaron la “Carta de Madrid”, aunque más tarde el partido tuvo que desmarcarse, diciendo que los senadores habían actuado a título personal, y reivindicando su “sociedad institucional” con el Partido Popular de España.
En febrero de 2022, Vox organizó en Bogotá una edición del Foro Madrid, al que asistieron políticos y expresidentes de derecha de Chile, Perú, Brasil, México y España. El evento ocurrió poco antes de las elecciones en Colombia y Chile, en las que ganaron los izquierdistas Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente. Rumbo a las elecciones de octubre en Brasil, el partido financió un minidocumental contra el Foro de São Paulo, en el cual Eduardo Bolsonaro arremete contra el candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
La siguiente parada en el tour Iberosfera son las elecciones que se celebrarán en 2023, con Guatemala y Argentina como protagonistas, y las de 2024, que tendrán lugar en El Salvador, Venezuela y México, entre otros países, y Vox ya enfila su disenso para jugar algún papel junto a la derecha de esos países. El 11 de octubre, un par de días después del Viva22, el partido inauguró su II Cumbre de la Iberosfera en la sede de la Eurocámara en Madrid. La bienvenida estuvo a cargo de Tertsch, quien afirmó que Iberoamérica es “vital” para los desafíos de la ultraderecha europea. Durante la clausura, Abascal dijo que no tiene sentido que España, Portugal “y en gran medida Italia” desperdicien el potencial económico, humano, político y cultural de Iberoamérica. “Es importante que los patriotas, los demócratas de ambos lados del Atlántico estemos unidos como lo están los malos, los socialistas y los comunistas más extremistas, para defender la libertad”, concluyó.
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El festival Viva22 tuvo lugar apenas unos días después de que el video de un grupo de estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, un colegio masculino adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, se hiciera viral debido a que en él insultaban y lanzaban amenazas machistas a las alumnas de la residencia Santa Mónica, también adscrita a la Complutense. En la grabación se escucha cómo, en medio de la noche y de un edificio a otro, uno de los estudiantes grita: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas!”, y les promete que todas “follarán” en uno de los eventos tradicionales de la universidad. Al finalizar los gritos, todas las ventanas del edificio de los jóvenes se iluminan, y decenas de ellos se asoman lanzando gritos e imitando sonidos de animales. La indignación corrió a la velocidad de las redes sociales, seguida de la presión por parte de activistas y organizaciones para que la universidad condenara el acto y se expulsara a algunos de los jóvenes, y que la Fiscalía de Madrid iniciara una investigación por un presunto delito de odio. Desde la derecha partidista se minimizó el episodio y se describió como una broma que es “tradición” entre grupos de estudiantes. Santiago Abascal, por su parte, lo calificó de “tonterías […] de unos adolescentes inmaduros […]; unos jóvenes que probablemente habían bebido de más”. Pero Los Meconios cantan: “Las feministas protestan por una violación grupal. Hay diez más que investigar, me da igual, son de Senegal”.
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En el tablero político español, las posturas radicales de Vox han logrado que muchos votantes del Partido Popular, la formación política tradicional de derechas, volteen hacia esta opción por considerar que la política tradicional se ha quedado corta en la defensa de su modo de vida y sus principios. Sin embargo, la calificación de “extrema derecha” es un término del que, tanto al interior del partido como en Disenso, suelen desvincularse. Jorge Martín Frías asegura que él no puede hablar por todo el partido, pero sí por la fundación, cuando se le cuestiona sobre cómo acercar posiciones contrarias, justamente cuando vivimos en un momento de extremos.
—Aquí no hay extremos, lo que hay es una rebelión del sentido común ante todo aquello que lleva a la eliminación de puestos de trabajo, ante las élites progresistas que promueven ideologías —señala Frías, y añade que quienes consideran que esta posición es un extremismo son quienes tienen miedo al disenso—. Tienen miedo a debatir políticas que han empobrecido a las clases medias y populares; que han introducido ideología en los colegios a los que van nuestros hijos; que han capturado las universidades, antes espacios donde se aprendía a pensar y donde hoy se promueve la cultura de la cancelación; que subvencionan medios de comunicación; que imponen agendas como la Agenda 2030 —explica.
“State of Hate” menciona a Vox como el único partido ultraderechista de España y hace una lista de sus narrativas clave: antiinmigración, anti-Unión Europea, antifeminismo, antiglobalización, antiseparatismo y ultranacionalismo.
Tras cantar su parodia musical durante el concierto del Viva22, uno de los integrantes de Los Meconios lanzó un sarcástico: “Oye, que esto va a ser discurso de odio ya. Vamos a ir todos a la cárcel”. Un día después de que concluyera el festival, el periodista Manuel Jabois comentó en la emisora RAC1: “Sin odio ni nada que odiar, ese partido no tendría ningún sentido”.
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Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.
Vox, el partido de ultraderecha de España, lleva tiempo tendiendo redes con grupos políticos de América Latina. Están en busca de patriotas y demócratas a ambos lados del Atlántico, para defenderse de los malos, de los socialistas y comunistas más radicales que promueven su ideología. Esta es una crónica que surge a partir del evento Viva22, que se realizó el pasado mes de octubre.
Una pantalla sobre el escenario muestra imágenes de nebulosas mientras suena la “Marcha imperial”, el tema de Star Wars. Sobre las imágenes, un texto: “Desde los confines de la galaxia hasta Madrid llega la turbo ultra mega extrema derecha como nunca antes la habías visto”. Las luces se encienden y tres chicos en jeans, camiseta negra y gafas oscuras, InfoVlogger y Los Meconios, empiezan a cantar “Vamos a volver al 36”, una parodia de afirmaciones sarcásticas sobre lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha. Un público, mezcla de jóvenes, familias con niños y algunas personas mayores, hace todo lo posible por animarse y gritar y bailar como si estuviera en Coachella, aunque en esta ocasión a lo más que ha llegado es al Viva22.
Viva es el nombre de un festival que organiza Vox, el partido de ultraderecha de España, que en los últimos siete años ha logrado mover el espectro partidista del país hacia la derecha y sumar votantes con un perfil demográfico un poco más joven, más conservador y más católico. Por segundo año consecutivo, el fin de semana del Viva fue una mezcla de discursos políticos para mofarse del progresismo y espectáculos musicales a cargo de desconocidos con talento promedio.
“La izquierda que gobierna allá se llama Frente Popular
Rodeados de revolucionarios, pajilleros de sofá [...],
Somos la resistencia, somos fachas”.
Si estas frases no estuvieran es español, podríamos jugar a un “adivina en qué país se dijo”. En España, lo mismo que en Estados Unidos, Italia o Brasil, es cada vez más común encontrar una especie de “orgullo facha”, una suerte de contraseña con la cual se identifican los grupos de extrema derecha sin importar el lugar del mundo donde estén. El uso del discurso supremacista, nacionalista, racista, xenófobo, homófobo o machista parece haber sido redescubierto y reforzado, reivindicado por grupos que con frecuencia se quejan de un “exceso” de corrección política. Cualquiera de sus narrativas, lejos de alimentar el odio, es un ejercicio de la libertad de expresión.
En el caso de Europa, el avance de la ultraderecha empezó a notarse tras la crisis económica de 2008. La primera alerta se encendió con la llegada de Viktor Orbán al cargo de primer ministro de Hungría, en el cual permanece desde 2010. A esto se han sumado la percepción extendida de que los partidos políticos tradicionales no han hecho lo suficiente por atender a la ciudadanía y que el arribo de las redes sociales facilitó la diseminación de los discursos de odio y de las teorías de la conspiración, incluidas las creadas en torno a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, con el triunfo del partido ultraderechista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), encabezado por Giorgia Meloni, Italia se sumó a Polonia, donde dos partidos conservadores de ultraderecha llevaron a Mateusz Morawiecki a ser primer ministro, y a Suecia, donde Demócratas de Suecia, enraizado en el nazismo, resultó el segundo partido más votado. Con el eslogan “Suecia primero” —en clara referencia a la campaña presidencial de Donald Trump—, Demócratas de Suecia se convirtió en un elemento clave para formar el próximo gobierno sueco. Este mismo 2022, en Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen estuvo muy cerca de llegar a la presidencia, y en Alemania, Alternativa para Alemania —que defiende la disolución de la “eurozona”— adquiere fuerza en los estados del este del país.
En el caso de España, la cicatriz de la dictadura hizo que por algún tiempo el crecimiento de la derecha extrema avanzara un poco más lento que en sus países vecinos; por esta razón, el arribo de Vox, surgido en 2013 como una alternativa conservadora para ser “la voz de la España viva”, resultó una sorpresa para algunos. En un periodo más o menos breve, Vox pasó de ser un partido con incidencia menor y estrictamente local a tener presencia parlamentaria y posicionarse como “defensor” de los ciudadanos en las regiones más pobres de España, como Andalucía. Lo que lanzó a Vox al escenario nacional fueron justo las elecciones en esta región a finales de 2018, que le dieron doce de los 109 escaños del congreso andaluz.
“Cómo me gusta a mí la libertad, menos la tuya que votas mal.
La Iglesia católica es muy patriarcal, ven conmigo y hazte musulmán.
Llegó la justicia social, antes no había libertad”.
En abril de 2019, en una primera elección general, Vox, que había tenido 0.2% de los votos en 2015, obtuvo veinticuatro de los 350 escaños del Congreso de los Diputados (el congreso nacional); en noviembre de ese año, cuando se repitió la elección general, llegó a los 52 diputados que conserva hasta la fecha, y en los resultados de los candidatos a la presidencia, el fundador y presidente de Vox, Santiago Abascal, obtuvo 15% de los votos. Otro candidato de derecha que hace guiños a Trump, Abascal ha usado el eslogan “Hacer España grande otra vez” y suele escribir sobre los políticos “violentos” o “separatistas” que “odian la idea de una sola España”. El discurso del partido utiliza narrativas antiinmigrantes, racistas y “anticomunistas”, y suele calificar el trabajo de los medios de comunicación como “un peligro para la democracia”; una fórmula que a presidentes como Jair Bolsonaro, en Brasil, o al propio Trump, en Estados Unidos, les ha funcionado bastante bien.
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Mientras Vox replica el discurso nacionalista de otras organizaciones políticas de derecha radical, ha construido una agenda internacional en torno a la Iberosfera, término acuñado para referirse a los países iberoamericanos, con sus setecientos millones de habitantes. La estrategia para poner en marcha esta agenda está a cargo de la Fundación Disenso, una organización fundada por Vox que se financia bajo la normativa de la Ley Orgánica 8/2007, la cual rige la financiación de las entidades adscritas a partidos políticos en la Unión Europea. Disenso, cuyo presidente también es Santiago Abascal, suele ser definida como el think tank de Vox y ha sido la encargada de lanzar y promover el Foro Madrid, una alianza internacional de líderes y actores políticos para detener “el avance de la extrema izquierda” en países a ambos lados del Atlántico.
El documento fundacional de la iniciativa, “Carta de Madrid”, describe la Iberosfera como “una comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”, que se encuentra parcialmente “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla [los dos principales foros de partidos y grupos políticos de izquierda de América Latina], que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta está suscrita por personajes como Giorgia Meloni, ganadora de las elecciones en Italia; Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia de Perú; José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile —quien se opuso, por cierto, a derogar la Constitución de Pinochet—; Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente evangelista de Brasil; Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen; la política venezolana María Corina Machado; un sobrino del exvicepresidente estadounidense Michael Pence y, al menos, una decena de senadores del Partido Acción Nacional (PAN) en México. Think locally, do politics globally.
Otra iniciativa de la Fundación Disenso, que, a pesar de no tener tanta difusión como la “Carta de Madrid”, es una estrategia visionaria de internacionalización a mediano plazo, consiste en una propuesta para jóvenes de entre veinticinco y 35 años: el Programa de Jóvenes Líderes de la Iberosfera. En la convocatoria, Disenso especifica que los aspirantes a este programa formativo tendrán que ser de alguno de los países iberoamericanos, tener estudios en carreras afines a la ciencia política y compartir “el derecho a disentir frente a la corrección política global”. Tras la formación, los egresados “promoverán los principios de la libertad, la soberanía de las naciones, la vida, la familia, el Estado de derecho y el imperio de la ley”.
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Obtener una declaración por parte de Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, es una tarea que requiere de paciencia y concesiones. Frías —asesor en comunicación política, exfuncionario del Ayuntamiento de Madrid y autor del libro La hora de España. Una afirmación liberal conservadora (Deusto, 2020)— está dispuesto a dar respuestas claras, pero pide que no se editen ni reformulen, que ya bastante tiene con que por todos lados se les califique, a ellos y al partido, con adjetivos que no corresponden. “Nacionalistas”, por ejemplo.
—Un nacionalista excluye, reinventa la historia y la impone; un patriota, por el contrario, ama su historia tal y como es, con sus luces y sombras, y defiende, efectivamente, su identidad, pero no persigue su imposición —explica Frías en respuesta a un cuestionario enviado por medio de una portavoz—. Sirva de ejemplo el caso de determinados presidentes en Iberoamérica, y de izquierda radical, que han encontrado en el nacionalismo un escudo para tapar sus fracasos a través de la promoción de la leyenda negra española, tirando piedras incluso sobre su propia familia —denuncia.
Añade que la defensa de la soberanía de las naciones es compatible con la cooperación con socios “que comparten la necesidad de defender el Estado de derecho, la libertad, la vida y los derechos humanos ante la expansión de regímenes dictatoriales como el Castro-comunista, el de Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo”.
La formación para jóvenes a la que convoca Disenso, explica su director, busca que los egresados puedan influir en sus sociedades a través de la vida pública o privada, y lo más importante: que compartan “el derecho a disentir, a defender las libertades —política, de expresión, de prensa—, la soberanía de las naciones, la vida, la familia y el Estado de derecho frente a la arbitrariedad imperante y la tendencia hacia el autoritarismo, incluso de gobiernos democráticos”. El programa, cuya primera edición se realizó en 2021, tiene una duración de dos semanas y se realiza en Estados Unidos, Hungría, Polonia e Italia.
—Y en España —puntualiza Frías—. Hemos seleccionado estos países porque los candidatos pueden aprender mucho de lo realizado por algunos gobiernos en lo relativo a la implementación de determinadas políticas públicas, por la labor que realizan en la guerra cultural a través de sus think tanks, por sus intelectuales…, y también, claro está, porque allí se encuentra la mayor parte de nuestros socios internacionales de habla no hispana.
La primera generación de Jóvenes Líderes de la Iberosfera estuvo conformada por Alicia Galván, entonces asesora del PAN en el Senado mexicano; Angelo Bardini, del think tank Cescos de Uruguay; César Enrique Reyes, diputado por Arena en El Salvador; Macarena Bravo, activista chilena por la defensa de las libertades; Miguel Ángel Cetina, de la Misión Permanente de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos; Otto Solórzano, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, y Vanya Thais, del Proyecto Libertad en Perú. En esa edición, el grupo viajó a Madrid, Barcelona, Budapest, Varsovia y París.
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El festival de Vox de este año, Viva22, estuvo dedicado a la historia de España. Desde la fundación del partido, Santiago Abascal ha afirmado que el aprendizaje de esa Historia, con hache mayúscula, le está siendo negado a las nuevas generaciones.
Para instruir en la españolidad, los organizadores buscaron representar a un personaje histórico por cada una de las 52 provincias que existen en España. Reyes, toreros y conquistadores; sacerdotes y monjas; artistas y científicos fueron interpretados por actores disfrazados que portaban la bandera de su correspondiente provincia en un evento bautizado como “La historia que hicimos juntos”. Como los personajes históricos con tufo comunista no cabían en el recuento, Pablo Picasso o Federico García Lorca no aparecieron por el Viva22.
Los que sí tuvieron sus quince minutos de fama fueron Los Meconios, quienes, con su canción de frases machistas, homofóbicas, racistas y xenófobas, “Vamos a volver al 36” —en alusión a 1936, el año del golpe de Estado de Francisco Franco—, causaron indignación en el medio político español. La semana siguiente, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que busca los restos de las personas desaparecidas por el régimen franquista, pidió a la Fiscalía General que abriera una investigación y a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ejercer como denunciante contra un delito de odio.
“Si eres gay y quieres ir a ver el orgullo LGTB,
al Cogam debes enseñar el carné de buen homosexual.
Las feminsitas protestan por una violación grupal.
Hay diez más que investigar, me da igual son de Senegal”.
Además del desfile de disfraces de prohombres de la historia española, en el Viva22 estuvo presente la triada “Dios, patria y familia”, el eslogan de campaña que utilizó Giorgia Meloni en Italia, pero que es fácilmente atribuible a casi cualquier grupo de ultraderecha.
Durante la campaña electoral de Vox en Andalucía, a principios de 2022, Meloni asistió a un evento en su rol de dirigente de Hermanos de Italia, una escisión del Movimiento Social Italiano, partido fascista fundado en 1946 por seguidores de Mussolini. En esa ocasión dio un discurso de manual, con un histrionismo impostado que parecía emular al propio Mussolini. La dirigente admitiría más tarde que tal vez se le pasó la mano con el tono, pero no con el contenido —“Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”—. En ese mismo espíritu, Meloni envió un video al Viva22 que los organizadores presentaron con orgullo como uno de los platos fuertes de la fiesta. A la pasarela digital se sumaron videos de Trump, de Orbán y de integrantes de la ultraderecha de Portugal, y la presencia física del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
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“Estos nuevos movimientos deben ser entendidos como una hidra de muchas cabezas; si uno de sus activistas prominentes cae en desgracia, esto ya no es un golpe fatal; otros emergerán y los desprestigiados serán descartados”, afirma Joe Mulhall, investigador senior de Hope Not Hate, la organización antifascista más grande del Reino Unido, en “State of Hate”, un reporte sobre el extremismo de derecha, publicado en 2021, del cual es editor.
Mulhall considera que estos son, de forma genuina, movimientos trasnacionales. “Mientras que los activistas tradicionales se concentran en atender asuntos de importancia local o nacional, los activistas de la extrema derecha invariablemente se contextualizan a sí mismos internacional o globalmente. Se alían por breves periodos para colaborar en asuntos específicos, y estas redes son como sinapsis pasando información por todo el mundo”.
Jorge Martín Frías, el director de Disenso, define el rol de la organización en términos que coinciden bastante con esta definición.
—No se trata de una iniciativa partidaria, sino de una iniciativa que trasciende las fronteras ideológicas y que pretende desenmascarar y combatir a las organizaciones y regímenes liberticidas y, cómo no, recordar que hay [un] camino posible —explica—. Ninguna nación está condenada a sufrir la miseria, el encarcelamiento de ciudadanos y periodistas, el reparto de bienes nacionales entre las familias que alcanzan el poder o la cooperación con el narcotráfico y organizaciones criminales.
En los dos últimos años, Vox se ha esmerado en tender redes con grupos políticos de derecha y extrema derecha en América Latina a través de diversos representantes del partido, incluido el eurodiputado Hermann Tertsch. En enero de 2020 se reunieron en La Paz, Bolivia, con ministros de la entonces presidenta interina, Jeanine Áñez —quien sustituyó a Evo Morales—, para recabar pruebas que pudieran inculpar de financiación ilegal al partido Podemos, según reportes del diario El País. En 2021 asistieron a la toma de posesión del presidente de Ecuador, el conservador Guillermo Lasso, y fueron recibidos en Colombia por el expresidente Álvaro Uribe y en Lima por Keiko Fujimori. En septiembre de 2021, Santiago Abascal fue recibido en la Ciudad de México por un grupo de senadores del PAN, catorce de los cuales firmaron la “Carta de Madrid”, aunque más tarde el partido tuvo que desmarcarse, diciendo que los senadores habían actuado a título personal, y reivindicando su “sociedad institucional” con el Partido Popular de España.
En febrero de 2022, Vox organizó en Bogotá una edición del Foro Madrid, al que asistieron políticos y expresidentes de derecha de Chile, Perú, Brasil, México y España. El evento ocurrió poco antes de las elecciones en Colombia y Chile, en las que ganaron los izquierdistas Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente. Rumbo a las elecciones de octubre en Brasil, el partido financió un minidocumental contra el Foro de São Paulo, en el cual Eduardo Bolsonaro arremete contra el candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
La siguiente parada en el tour Iberosfera son las elecciones que se celebrarán en 2023, con Guatemala y Argentina como protagonistas, y las de 2024, que tendrán lugar en El Salvador, Venezuela y México, entre otros países, y Vox ya enfila su disenso para jugar algún papel junto a la derecha de esos países. El 11 de octubre, un par de días después del Viva22, el partido inauguró su II Cumbre de la Iberosfera en la sede de la Eurocámara en Madrid. La bienvenida estuvo a cargo de Tertsch, quien afirmó que Iberoamérica es “vital” para los desafíos de la ultraderecha europea. Durante la clausura, Abascal dijo que no tiene sentido que España, Portugal “y en gran medida Italia” desperdicien el potencial económico, humano, político y cultural de Iberoamérica. “Es importante que los patriotas, los demócratas de ambos lados del Atlántico estemos unidos como lo están los malos, los socialistas y los comunistas más extremistas, para defender la libertad”, concluyó.
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El festival Viva22 tuvo lugar apenas unos días después de que el video de un grupo de estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, un colegio masculino adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, se hiciera viral debido a que en él insultaban y lanzaban amenazas machistas a las alumnas de la residencia Santa Mónica, también adscrita a la Complutense. En la grabación se escucha cómo, en medio de la noche y de un edificio a otro, uno de los estudiantes grita: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas!”, y les promete que todas “follarán” en uno de los eventos tradicionales de la universidad. Al finalizar los gritos, todas las ventanas del edificio de los jóvenes se iluminan, y decenas de ellos se asoman lanzando gritos e imitando sonidos de animales. La indignación corrió a la velocidad de las redes sociales, seguida de la presión por parte de activistas y organizaciones para que la universidad condenara el acto y se expulsara a algunos de los jóvenes, y que la Fiscalía de Madrid iniciara una investigación por un presunto delito de odio. Desde la derecha partidista se minimizó el episodio y se describió como una broma que es “tradición” entre grupos de estudiantes. Santiago Abascal, por su parte, lo calificó de “tonterías […] de unos adolescentes inmaduros […]; unos jóvenes que probablemente habían bebido de más”. Pero Los Meconios cantan: “Las feministas protestan por una violación grupal. Hay diez más que investigar, me da igual, son de Senegal”.
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En el tablero político español, las posturas radicales de Vox han logrado que muchos votantes del Partido Popular, la formación política tradicional de derechas, volteen hacia esta opción por considerar que la política tradicional se ha quedado corta en la defensa de su modo de vida y sus principios. Sin embargo, la calificación de “extrema derecha” es un término del que, tanto al interior del partido como en Disenso, suelen desvincularse. Jorge Martín Frías asegura que él no puede hablar por todo el partido, pero sí por la fundación, cuando se le cuestiona sobre cómo acercar posiciones contrarias, justamente cuando vivimos en un momento de extremos.
—Aquí no hay extremos, lo que hay es una rebelión del sentido común ante todo aquello que lleva a la eliminación de puestos de trabajo, ante las élites progresistas que promueven ideologías —señala Frías, y añade que quienes consideran que esta posición es un extremismo son quienes tienen miedo al disenso—. Tienen miedo a debatir políticas que han empobrecido a las clases medias y populares; que han introducido ideología en los colegios a los que van nuestros hijos; que han capturado las universidades, antes espacios donde se aprendía a pensar y donde hoy se promueve la cultura de la cancelación; que subvencionan medios de comunicación; que imponen agendas como la Agenda 2030 —explica.
“State of Hate” menciona a Vox como el único partido ultraderechista de España y hace una lista de sus narrativas clave: antiinmigración, anti-Unión Europea, antifeminismo, antiglobalización, antiseparatismo y ultranacionalismo.
Tras cantar su parodia musical durante el concierto del Viva22, uno de los integrantes de Los Meconios lanzó un sarcástico: “Oye, que esto va a ser discurso de odio ya. Vamos a ir todos a la cárcel”. Un día después de que concluyera el festival, el periodista Manuel Jabois comentó en la emisora RAC1: “Sin odio ni nada que odiar, ese partido no tendría ningún sentido”.
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Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.
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