Un recorrido por la majestuosa Hacienda Patrón en Atotonilco el Alto, Jalisco, es una oportunidad para entender el inmenso patrimonio que representa el tequila para México. La marca es propiedad del multimillonario estadounidense John Paul DeJoria, un gran aficionado del tequila que hace casi 30 años decidió emprender la ambiciosa misión de crear el mejor del mundo.
Patrón conquistó el mercado de Estados Unidos y se colocó entre los destilados de mayor prestigio y ventas más elevadas en ese país. En esta enorme propiedad de 40 hectáreas, la compañía produce 2.5 millones de cajas de tequila al año. Su siguiente reto es extender su éxito entre los destilados ultrapremium en el mercado mexicano.

A esta hacienda se llega sólo por invitación. A pesar de su extensión, Patrón no tiene terrenos de siembra, trabaja con agricultores locales con los que tiene pactados pedidos de agave hasta el 2024, bajo un esquema de comercio justo.

El agave madura lentamente durante ocho años, y Patrón selecciona solamente aquéllos que tienen el contenido de azúcar ideal. Una vez que las piñas llegan a la hacienda, arranca la jornada del proceso artesanal: de los hornos de ladrillo, se transportan para molerse en su tahona de piedra volcánica y después a un molino de cilindros. La mezcla que surge se fermenta durante tres días, se destila y, dependiendo del tipo de tequila, se añeja un mínimo de dos meses, en el caso del Patrón Reposado, o hasta varios años, como el Añejo 7 años.

Todo pasa por la creatividad y el conocimiento del maestro tequilero Francisco Alcaraz, quien ha creado desde el tradicional tequila blanco hasta el más fino y personalizado Patrón Lalique (con un costo de siete mil quinientos dólares por botella). El paladar agradece cada minuto invertido en el resultado final.