Imelda Marcos: icono de poder, moda, corrupción y dictadura
«La mariposa de hierro», fue la Primera Dama más corrupta y poderosa de la historia de Filipinas.
En febrero 25 de 1986, después de varios intentos por parte Ferdinand Marcos para imponerse como presidente de Filipinas en las elecciones de 1986, una multitud de ciudadanos rodeaba el palacio Malacañang. Imelda y Ferdinand Marcos no podían seguir fingiendo que tenían el control del país: la economía había caído, el senador «Ninoy” Aquino fue asesinado en un intento de restaurar la democracia en el país y desde luego que la cifra no oficial de 30 mil muertes y el desplazamiento de más de un millón de filipinos por la dictadura justificaba el descontento ciudadano.
Ese día, después de mantener por casi 21 años la «dictadura conyugal» en Filipinas, la pareja vería el inicio de sus días en exilio y de una serie de intentos de ser sometidos ante la justicia.
Imelda Marcos, nacida el 2 de julio de 1929, huiría en helicóptero esa noche de febrero resguardada por el ejército estadounidense hacia la isla de Guam. Junto a ella huía su esposo, quien a pesar de su mal estado de salud y las condiciones en que había dejado su país, insistía en gobernar Filipinas.
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Imelda, la sexta hija del abogado Vicente Orestes Romualdez y Remedios Trinidad, tenía una colección de joyas valuada en 20 millones de dólares y sus visitas a Nueva York no podían ser más ostentosas en un momento en que Filipinas veía su economía hundirse.
Varios periodistas y corresponsales reportaban que el enojo de los filipinos hacia su gobierno se dirigía casi únicamente hacia Imelda Marcos, quien hizo del despilfarro del erario público su modo de vida. Para la gira del Papa en Filipinas en 1981, Imelda Marcos planeaba construirle un palacio de 37 millones de pesos que el Pontífice rechazó, debido a la situación económica del país. Ese mismo año, la Iglesia Católica le retiró el apoyo al gobierno de Marcos al condenar los abusos cometidos contra los derechos humanos de los filipinos durante su régimen, amparado en la Ley Marcial que impuso desde 1972.
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Imelda y Ferdinand Marcos se conocieron en 1947 cuando él, una figura política prominente en Filipinas, dio un discurso que impresionó a la joven. Sin embargo, fue hasta 1954 cuando comenzaron una relación formal. Ferdinand ya era miembro del Congreso en Filipinas y su ambición de poder lo llevaba en ascenso. Ahí, en la meca de las decisiones políticas filipinas, Imelda y Marcos se volvieron a encontrar, pues ella acompañaba a su primo Daniel, quien formaba parte del partido Nacionalista.
Él creía que Imelda se impresionaría con su carrera política, pero ella tenía también cierto poder intrínseco a su apellido: Romualdez. Su familia controlaba dos de las tres islas más grandes en Filipinas.
Un tercer participante fue clave en el cortejo de Ferdinand e Imelda: el periodista de The Manila Times, Joe Guevara. Fue él quien le dijo a Ferdinand todo sobre Imelda, quien ya era conocida por haber sido Miss Manila. Los tres se paseaban juntos, mientras Marcos acechaba a Imelda con una propuesta de matrimonio. Ella no estaba segura de querer casarse con él, hasta que Guevara intervino: «Más te vale que le respondas a este hombre. Está impaciente», le dijo a Romualdez.»Si algún día quieres ser la Primera Dama de la nación, debes aceptar la propuesta».
El matrimonio Marcos se concretó tan solo tres días después de conocerse, a pesar de que el proceso de cortejo entre ambos se conoce en Filipinas como el «torbellino de once días».
La boda sucedió en secreto, e Imelda se sentía insegura de una unión que no contó ni con el permiso de su padre ni con una ceremonia religiosa propia. Ella quiso darle la noticia a su familia, pero los medios de sociales le arruinaron la intención: «Casamiento discreto tras 11 días de romance entre belleza y senador”, se leía en los titulares.
Los amigos de Imelda pensaron que la premura de la unión se debió a que Ferdinand no quería que ella se enterara que él ya estaba casado y tenía tres hijos que vivían con él.
Dos semanas después de la unión por el civil se casaron en forma, ya con el consentimiento de su padre. Fue el primero de los muchos eventos extravagantes que protagonizarían los Marcos. Fue una celebración con mil invitados, entre los que se encontraban figuras políticas prominentes del país. La fiesta fue financiada por el entonces presidente, Ramón Magsaysay y se celebró en el Palacio Malacañang, la casa presidencial. Su pastel fue una réplica a escala del palacio legislativo.
A Imelda Marcos, la vida de segunda esposa no le sentó tan bien en un principio. Debía vestir como lo hacían las esposas de los senadores, administrar el gran salario de su esposo y mantener funcionando una casa donde trabajaban más de 35 personas. Se quejaba de la falta de privacidad y Ferdinand no tardo en mostrar su lado más controlador. Le decía qué usar y a qué esposas de los senadores mandar regalos y felicitaciones como detalles. Le decía también cómo maquillarse y en la cena le pesaba la comida para controlar su dieta.
La tensión le provocó migrañas, mareos y en 1957 finalmente un colapso nervioso. Imelda Marcos le había confesado ya a sus amigos cercanos que quería anular su matrimonio o mudarse a Leyte, donde creció.
Nick Joaquin, un columnista con acceso a su vida privada, escribió que cuando Ferdinand estaba cerca de Imelda, ella tenía dolores de cabeza que una pastilla no podía calmar. Cuando él salía de la habitación ella iba a su cuarto y golpeaba la cabeza contra la pared, desesperada por el dolor. La internaron en un hospital de Nueva York y le recomendaron dejar la vida pública, que por supuesto incluía a su esposo.
Imelda se negó a esto y se propuso aprender a manejar su nueva vida bajo un régimen de autoconvencimiento. «Realmente soy afortunada. Amo las fiestas de realeza y cortar listones en ceremonias de inauguración. No sé qué sería la vida sin la política», se repetía cada mañana. Dos años después, no sólo se sentía recuperada de lo que sea que le aquejaba, sino que también veía su vida como un «cuento de hadas».
En 1959, Imelda Marcos, ya emocionalmente fuerte, decidió ayudar a su esposo en su campaña por el Senado. Lo acompañaba a los eventos y cantaba canciones en tres idiomas para las comunidades rurales. Preparaba discursos y anotaba cualquier pequeño detalle que pudiera servirle para hablar con los lugareños.
Todo fue de gran aprendizaje para la campaña presidencial que emprendería su esposo en los sesenta. Como estrategia, decidieron separarse e ella ir casa por casa convenciendo a los filipinos de que Ferdinand Marcos debía ser presidente y ella la Primera Dama. Sin embargo, ella no era una jugadora limpia y para el día de la victoria en 1965, se había olvidado ya de sus promesas y en la misma fiesta de celebración empezó a señalar personas a las que «vetaría» de su círculo una vez en el poder. Todo se lo confió al periodista Joe Guervara, quien por supuesto tomó nota.
Ferdinand Marcos nunca subestimó el poder de su esposa desde esa campaña presidencial, e incluso le llamó su «arma secreta».
Aún en los últimos años de la dictadura que sostuvieron durante más de dos décadas, era Imelda era quien acudía a las reuniones con otros presidentes y lidiaba con los asuntos internacionales. Así conoció a muchos hombres poderosos entre los cuales estaban Lyndon Johnson y Richard Nixon, ambos ex presidentes de Estados Unidos, quienes la llamaban «la joya del pacífico» o «el Ángel de Asia».
De acuerdo con la periodista Katherine Ellison, también biógrafa de Imelda, la Primera Dama adquirió más poder que cualquier otro jefe de Estado en la historia de ese país.
«Las personas con frecuencia tratan a las mujeres hermosas como si fueran niños. Ven en ellas no sólo inocencia y potencial romántico, sino esperanza. Imelda, cuya belleza era notoria, invitaba a creer en ella y se aferró por años a las ilusiones que despertaba, hasta que fue claro que no tenía derecho a ellas», escribió Ellison en su libro, Imelda, la mariposa de hierro de las Filipinas.
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Al dejar el palacio definitivamente esa noche de 1986, la prensa y la policía fueron testigos de lo que la pareja dejó en Malacañang: 1060 pares de zapatos que pertenecían a Imelda, además de 888 bolsos y 71 lentes de sol.
También tenía una colección de collares, brazaletes y tiaras. Algo de eso se quedó en Filipinas y otra parte en la aduana rumbo a Estados Unidos. Entre sus pertenencias estaba también una bolsa blanca que firmó Fidel Castro en 1975 con un plumón. El mensaje decía: «Para Imelda, cariñosamente».
El cabello negro de crepé perfecto y los vestidos de telas finas con hombros estructurados se convirtieron en la marca característica de Imelda Marcos, y el término «Imeldífico» se usa hasta hoy en Filipinas como sinónimo de extravagancia.
Ferdinand Marcos falleció en 1989, tan solo tres años después de que se exiliaron en Hawaii.
A los dos se les investigó por corrupción y desvío de recursos por miles de millones de dólares y apenas en 2018, 30 años después de que se iniciaron las investigaciones, se determinó que Imelda Marcos debía cumplir una sentencia de 42 años en prisión por un desvió de recursos que le permitió a ella y a su esposo amasar una fortuna de entre 5 mil y 10 mil millones de euros provenientes del erario público de su país.
Además de dinero, su turbio patrimonio incluye inmuebles, diamantes, esmeraldas y rubíes tasados en 21 millones de dólares, además de obras de arte de Picasso, Van Gogh, Monet, Goya y Miró. En 2004, Suiza devolvió al fisco filipino 658 millones de dólares procedentes de cuentas irregulares de los Marcos, y las autoridades filipinas estiman que han logrado rescatar 4.000 millones de los sustraídos por la familia a lo largo de la historia.
Sin embargo, a sus 90 años de edad, sigue recurriendo a un sinfín de apelaciones que hasta la fecha la mantienen en libertad.
Imelda Marcos ha lanzado discos como cantante, además de una línea de ropa y accesorios. Volvió a Filipinas en 1991 y se postuló como candidata a la presidencia dos veces.
Su figura, amada y odiada, mantiene influencia electoral y sus hijos tienen cargos en el Senado.
El cantante y compositor, David Byrne escribió en 2010 un musical inspirado en su vida llamado Here Lies Love. La producción escénica de Byrne al lado de Fatboy Slim retrata la vida de Imelda Marcos, quien ha dicho que quiere para su tumba un epitafio con esa frase: «Aquí yace el amor».
El musical sobre Imelda Marcos concluye con “Why don’t you love me?”, una canción donde ella le reclama a su país por haberla echado y se pregunta por qué.
Just look at Nixon
They tore him apart
How could you be so hard?
I gave you my heart
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