Philip Roth: la lucha de escribir se acabó
Una de las plumas contemporáneas más premiadas y controvertidas de las últimas décadas.
Satírico, misógino, perverso, antirrepublicano, rebelde y acusado de antisemitismo, Philip Roth fue ante todo, un magnifico escritor. Una de las plumas contemporáneas más premiadas y controvertidas de las últimas décadas murió el 22 de mayo de 2018, a los 85 años de edad en un hospital de Manhattan tras una falla cardiaca.
Nació en Newark, New Jersey, el 19 de marzo de 1933 como el segundo hijo de una familia judía. Tras dejar truncos sus estudios en Leyes en la universidad de Bucknell en Lewisburg, Pensilvania, viró hacia las letras. Ya como estudiante universitario tenía un talento agudo para la sátira que lo llevó a escribir una parodia devastadora sobre el periódico de esa universidad. A pesar del disgusto que le provocó al decano, se graduó con honores y más tarde obtuvo el grado de maestro en la misma institución. Después se enlistó al ejército, pero lo dejó tras una lesión en la espalda.
Fue publicado por primera vez en la revista Commentary, pasando por el proceso creativo de grandes obras como Goodbye, Columbus, El mal de Portnoy o La gran novela americana. Su trabajo también reúne una serie de artículos, cartas, ensayos y entrevistas en medios como The New Yorker, The Paris Review o The London Sunday Times.
A pesar de ser un estudioso apasionado de la historia norteamericana y la tradición judía, que desmenuza a lo largo de su obra, Roth le rehuía a la etiqueta de “escritor judío estadounidense” y aseguraba no ser ni uno, ni otro. Otro de los hilos conductores en su obra eran la lujuria, la sexualidad, el deseo desenfrenado y esclavizante, descritos a través del cuerpo masculino. Fueron temas que exploró a través de sí mismo y de sus varios alter egos: Zuckermann, Kepesh, Portnoy, y personajes homónimos que prueban que, al final, Philip Roth fue siempre el centro de su propio trabajo. Una característica que nunca había sido tan explícita como en su libro Lecturas de mí mismo. Este libro refleja a un autor dividido entre el mundo escrito y el no escrito. El libro lleva al lector de la niñez y formación judía de Roth, al furor por el sexo de los años sesenta, y a su indignación por la guerra de Vietnam.
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“Hago una biografía de imitación, una historia falsa, llevo una existencia mitad imaginaria que proviene de mi vida misma,” le dijo en 1984 a Hermione Lee para Paris Review.
El premio Nobel se le escapó, pero ganó casi todos los demás: National Book Awards, el National Book Critics Circle, tres PEN/Faulkner Awards, un Pulitzer, el Man Booker International Prize y la National Humanities Medal que recibió de manos de Barack Obama en 2011, entre muchos otros.
En 2006, a sus 73 años, lanzó Everyman, con el que inauguró una larga y sorprendente racha de un libro al año. “¿Cómo? ¿Ya saco otro libro Philip Roth?”, se convirtió en una expresión frecuente. En esta etapa de su obra los temas transitaron hacia los golpes de la edad, la impotencia, las enfermedades y la mortalidad misma, de nuevo mirando hacia adentro, en este nuevo momento de su vida.
Influido por J. D. Salinger y Saul Bellow, Roth es un sobresaliente representante de la escuela neoyorquina. Su genial incorrección política y su visión secular del mundo le acarrearon también una larga lista detractores judíos, feministas y conservadores; sus más fuertes críticas, para escándalo de sus paisanos republicanos, fueron los ex presidentes Richard Nixon y George W. Bush.
Cargado de mordacidad y humor corrosivo, en 2012 anunció que dejaría de escribir en un Post-it sobre su computadora con la frase: “The struggle of writing is done” (La lucha de escribir se acabó).
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