Pancho Villa: estrella del cine estadounidense
Sus dotes y carisma lo llevaron a la pantalla grande en Broadway interpretándose a sí mismo.
A finales de 1913 la mirada del periodismo estadounidense se dirigió hacia uno de los personajes más emblemáticos de la Revolución Mexicana: José Doroteo Arango Arámbula, también conocido como Pancho Villa. Una guerrilla improvisada contra Victoriano Huerta y un ejército de diez mil hombres armados fueron acontecimientos que atrajeron el interés internacional sobre la política revolucionaria en México, aunado al carisma y los dotes de mando de Villa, que lo llevaron hasta la pantalla grande en Broadway con el personaje protagónico de su propia historia.
La astucia militar de Villa dio gran prestigio a la revolución, los vecinos estadounidenses admiraban la valentía del general, la prensa publicaba sensacionales noticias sobre al que ahora titulaban el “Napoleón mexicano”, y también, “El Robin Hood mexicano”, explica Federico Cervantes Muñoz Cano, militar mexicano que participó en la revolución, en su libro Francisco Villa y la Revolución.
Coincidencia o no, durante sus dos años de dominio en Chihuahua hubo un incremento en el nivel de vida y los precios de los artículos básicos bajó. Frente a esto, la prensa estadounidense envió corresponsales para conocer de cerca al Pancho Villa, hasta entonces el personaje más polémico de la Revolución Mexicana.
“Villa fue mirado con genuina simpatía por la administración de Wilson, por una sección de las fuerzas y el público en general. Las razones de esta simpatía son complejas, pero para algunos políticos norteamericanos, Villa era sobre todo un hombre fuerte que había impuesto el orden en México; en contraste con Carranza, aparentemente tenía autoridad y podía controlara los grupos revolucionarios”, señala Friedrich Katz, en su artículo The Secret War in Mexico, para la Universidad de Chicago.
John Reed, periodista estadounidense financiado por los diarios The World y Metropolitan Magazine de Nueva York, llegó en diciembre de 1911, acompañado de una cámara fotográfica y una cinematográfica para documentar al jefe rebelde.
En una publicación posterior a su visita, Reed describió a Villa para el Metropolitan Magazine como “el ser humano más natural que he conocido, natural en el sentido de estar más cerca de un animal salvaje, casi no dice nada. Tan callado que parece desconfiado. La boca la deja abierta y aunque no esté sonriendo se ve gentil, salvo en los ojos, que nunca se quedan quietos y están llenos de energía y brutalidad; son inteligentes como el infierno e igualmente inmisericordes. Los movimientos de sus piernas son torpes -siempre anduvo a caballo- pero los de sus manos y brazos son extraordinariamente sencillos, graciosos y directos. Se parecen al movimiento de un lobo. Es un hombre aterrador -ninguno de sus oficiales se atreve a cuestionar sus órdenes- y aquí es el dictador absoluto”.
Esta no fue la primera vez que el país recibió a numerosos camarógrafos extranjeros para documentar su historia. Durante el México porfiriano había periodistas internacionales trabajando en el país, que más tarde ofrecieron sus relatos a las compañías distribuidoras. Así pasó con México bárbaro, título de la serie de artículos que John Kenneth Turner publicó en 1910 en The American Magazine y que después se convirtieron en una película dirigida por Óscar Ménendez. Un importante y polémico reportaje sobre las condiciones de esclavitud y miseria que vivian miles de mexicanos bajo la dictadura de Porfirio Díaz. Ante el resto del mundo, estos reportajes se convirtieron una buena explicación de las causas que llevaron al estallido de la revolución.
De general revolucionario a estrella de cine
Para 1914, Harry Aitken, productor de cine y presidente de la casa productora Mutual Film Co, envío a su agente Frank M. Thayer a la ciudad de Chihuahua para entrevistarse con Villa y negociar un contrato para documentar su estrategias revolucionarias. Entre las condiciones del acuerdo, el general mexicano pidió recibir el 50% de las ganancias por la producción, y ofreció proporcionar caballos, alimentos y escolta al camarógrafo que lo acompañara a filmar sus batallas.
Thayer, también vicepresidente de Mutual Film, escribió impactado sobre su encuentro con Villa para el diario Noticias de México: “la capacidad ejecutiva de Villa es maravillosa. En menos de ocho semanas ha expulsado a los federales del estado de Chihuahua, ha abierto 483 kilómetros de vías férreas y líneas de telégrafo y hace funcionar el servicio regular del tren a la ciudad”.
En el contrato que firmó Villa el 3 de enero de 1914 se estipuló que si él ganaba, Mutual tenía el derecho de exhibir las películas en la zona liberada por el general y en la totalidad de Estados Unidos y Canadá. Si los camarógrafos no captaban buenas escenas de batallas, Villa se comprometió a fingirlas, a no permitir que operadores y fotógrafos de otras compañías lo retrataran, y a realizar los ataques durante la luz del día. Esto a cambio de recibir la mitad de los beneficios económicos del filme, aproximadamente 25,000 dólares, señala Terry Ramasaye en su artículo A History of the Motion Picture.
De acuerdo con el diario The New York Times, la película tuvo doble impacto: primero por su logros en la realización técnica y segundo, por su impulso a la estrategia revolucionaria. El acuerdo entre Mutual Film y el general incluía proporcionar ayuda económica y publicitaria a Villa para derrotar a Huerta. Además, Harry Aitken, el productor de la cinta, ordenó fabricar ocho cámaras de diseño especial que pudieran tenerse en alto para poder filmar las batallas sin que el operador de camara arriesgara su vida.
Puesta en escena
Villa organizó sus fuerzas con el fin de evitar la imagen de un ejército improvisado. Creó una escolta personal a la que llamó “Dorados”, uniformó a la infantería, a la caballería y él mismo vistió de uniforme.
El argumento de la película fue tomado de lo que el general contó a periodistas en varias entrevistas, una trama concebida como western, por la semejanza del personaje con los hombres del oeste que nutrieron las narrativas estadounidenses.
“La película tomó la idea de un Villa ranchero, cuya familia poseía suficientes tierras para mantenerse”, describe Aurelio de los Reyes, en su libro Con Villa en México. “En ella dos oficiales trabaron relaciones amorosas con sus hermanas, una de ellas, la menor, no cedió a las pretensiones sexuales de su enamorado, quien, ayudado por su compañero, la secuestró y violó. La víctima murió. Villa juró vengarla y no se cansó hasta que dio muerte al verdugo, de esa manera se convirtió en un fugitivo y prometió encontrar al cómplice. La Revolución ofreció la oportunidad deseada: Villa se sumó a los rebeldes siempre con la idea de venganza fija en su cabeza. Pronto se volvió comandante en jefe de las fuerzas constitucionalistas. Finalmente llegó la batalla de Torreón, Villa se metió en refriega y en el campo de batalla encontró al hombre que buscaba. Mientras se liberaba del combate, saldó su deuda de honor. Y el que había sido un forajido era ahora aclamado como el futuro presidente de México”.
Al leer este fragmento queda claro que el argumento de la película contenía los ingredientes característicos del género: violencia, romance, venganza, persecución, justicia por la propia mano del héroe, duelos, muerte y marginalidad de la ley.
Cuando las grabaciones y el montaje terminaron, la película prometía un estreno con diferentes nombres: El general Villa en batalla en Chihuahua, Juárez y Torreón, La vida del general Villa, El general Villa en batalla con escenas extras sobre la trágica historia de su juventud.
La primera exposición fue en las oficinas de Mutual Film, la productora, el 4 de mayo de 1914, para críticos teatrales y cinematográficos, escritores y artistas. La exhibición pública se realizó cinco días después, el 9 de mayo en el Lyric Theatre, en Broadway, con el título La vida del general Villa. La cinta, actualmente desaparecida, constaba de siete rollos de once minutos de duración cada uno. Los directores D. W. Griffith y Christy Cabanne participaron en la realización.
Impacto político
La calidad documental de la película rebasó la cantidad de audiencia para la que estaba destinada y fue catalogada como un documento auxiliar para la política interna y externa de Estados Unidos.
La vida del general Villa se exhibió cuando grupos políticos presionaban al gobierno del entonces presidente Woodrow Wilson para iniciar una ocupación de México con el supuesto objetivo de imponer la paz. Las imágenes servían como prueba de que las fuerzas mexicanas no resistirían la modernidad del ejército estadounidense.
Por otro lado, una edición del diario Reel Life en 1914, decía lo siguiente:
“Esta película serviría para desvanecer la idea que tiene la mayoría de los norteamericanos de que la invasión de México sería una vacacioncita para nuestros soldados. Estas tomas enseñan que Villa está equipado con moderna artillería de campaña francesa de 75 y 80mm y con ametralladoras automáticas Hotchkiss y Colt capaces de disparar treinta balas por segundo. Si intentáramos invadir México veríamos a todas las facciones unidas en tres meses, y con su conocimiento del terreno y la experiencia obtenida en las luchas de estos dos últimos años, nos veríamos con una formidable tarea en las manos si nos propusiéramos someter y llenar de guarniciones al país”.
Por su parte, el corresponsal de Metropolitan Magazine, John Reed, se sumó a esta postura diciendo: “a la primera infracción de nuestra parte, la nación mexicana se levantará contra nosotros como un solo hombre. Los soldados norteamericanos nada grave tienen que temer de la oposición del ejército mexicano. A los que tendrán que matar son a los peones y a sus mujeres, que pelearán en las calles y desde las puertas de sus casas”.
En otra publicación, esta vez del 23 de mayo de 1914, el diario estadounidense, Reel Life, también describió la situación política:
“Hay en México, hoy, un hombre fuerte: Villa. Partió de la idea de que tenía que hacer la guerra a la sociedad mexicana de acuerdo con el único código que conocía, y ese código justificaba métodos bárbaros. Con la pobre educación recibida, ha demostrado ser un gran dirigente de hombres. Ha crecido constantemente, no sólo en poder, sino en el conocimiento de lo que el mundo civilizado exige de él y de las necesidades de su país. Él dice que es hombre valiente, que cumple su palabra. En un momento crítico, ha tenido el valor de sostener sus convicciones y la capacidad intelectual suficiente, en lo que ha sido el único en su pueblo. Se nos presenta ahora una disyuntiva entre reconocer a este hombre como aliado o considerar que nos corresponde invadir México y declarar la guerra al pueblo mexicano, a quince millones de personas”.
José Doroteo Arango murió asesinado en una emboscada en Hidalgo del Parral, Chihuahua, inducido por el entonces presidente de México, Álvaro Obregón y por su sucesor, Plutarco Elías Calles, el 20 de julio de 1923. Durante la Revolución Mexicana encabezó la División del Norte, ejército armado para derrocar al régimen de Victoriano Huerta. Durante su liderazgo en el frente, entre 1913 y 1914, fue conocido como «El Centauro del Norte».
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