La Ciudad de México de Nacho López
La heterogénea obra fotográfica de Nacho López se exhibirá en el Museo del Palacio de Bellas Artes hasta el 10 de julio.
Resulta muy difícil hablar de la obra de Nacho López, y no porque sea complicada sino porque, a medida que se descubre, más heterogénea se vuelve. Fotógrafo, cineasta, crítico, poeta, escritor, profesor, cronista… nunca dejó de experimentar. El Museo del Palacio de Bellas Artes muestra ahora 235 fotografías recogidas en la primera gran exhibición que se hace del artista desde la que se realizó en el Museo de Arte Moderno en 1982, hace más de 30 años. “Nacho López. Fotógrafo de México” es una exhibición que demuestra que en el caso de Nacho López, una imagen vale más que mil palabras.
El fotógrafo tamaulipeco creció en un ambiente que cultivó su creatividad desde la infancia. Su padre, Don Ernesto, trabajaba para la compañía Palmolive y dedicaba su vida a vender jabones alrededor de la República. Él fue quien inculcó a Nacho desde pequeño la pasión por el cine y lo anecdótico, dado que la estrategia de marketing que usaba era la de portar un disfraz de Charles Chaplin.
López también desarrolló interés por el cine, que se vio reflejado más tarde en una mezcla de realidad y ficción que puso en práctica para sus tomas. Una muestra de ello es la serie fotográfica Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero (1953), donde contrató a una joven y desconocida Maty Huitrón para cruzar la plaza de Madero bajo la atención de hombres que se giraban a profesarle miradas lascivas. Una crónica y crítica social hecha con humor y agilidad que no ha pasado de moda y que el día de hoy, miraríamos bajo las nuevas condenas sociales del acoso.
Debido a este tipo de preparaciones para sus tomas, se ha llegado a considerar a Nacho López entre los primeros performers. En la serie Los Mirones (1951), el fotógrafo colocó a un conocido en plena calle mirando a un punto fijo en las alturas. Fue entonces cuando multitud de personas se agolparon alrededor de él, mirando hacia arriba, queriendo descubrir qué es lo que esa persona observaba con tanto interés. Una pre-performance que luego retomó el artista Francis Alÿs con Looking Up (2001), donde reinterpretó la serie de López grabando al mirón y a los mirones agrupados en plena calle de la Ciudad de México.
Pero Nacho no fue solamente un performer con una gran sentido del humor. El historiador José Antonio Rodríguez, curador de la exhibición, lo define como “humanista” y es que Nacho era ante todo, un estudioso de la sociedad. Miraba los acontecimientos desde una posición considerada y crítica, y bien podía retratar estas escenas artificiales que fotografiar las escenas más lúgubres y tristes de la metrópoli. Con Juanita, una joven asesinada en Iztapalapa (1965) y Vendedor de estampas religiosas (1950), López retrataba la realidad de las clases marginadas por los rincones de la capital. Se inmiscuía en los lugares más sórdidos, como hizo en Solo los humildes van al infierno (1954), serie de fotografías que publicó en la recién estrenada revista Siempre! junto al siguiente texto: “Cuatro semanas de visita en las delegaciones para descorrer al lector un infierno que olvidó el Dante…”.Todo esto forma parte de la extensa y dedicada labor periodística de Nacho, cronista de la Ciudad de México que realizaba además crítica de arte en el diario 1+1. Ahí y en sus clases, el fotógrafo hacía alarde de su convicción de que la fotografía debía tener un fin social y se opuso, en un primer momento, a la fotografía puramente estética y experimental. Perteneció al mismo tiempo al Consejo Mexicano de la Fotografía y respaldado por la institución, luchó para que esta fuese considerada una disciplina apta para integrarse en las bienales de arte.
La multiplicidad de temas y ocupaciones en la obra y la vida de Nacho López es lo que realmente formó una trayectoria muy personal e inefable. De la vida, de las diferencias, de la diversión, de todo sabía sacar belleza y transformarlo en un mensaje esperanzador. La inconmensurabilidad del contenido de una sola fotografía prueba que era un artista con un entendimiento abrumador de la realidad social del ser humano. Lo ético-fotográfico se convirtió para él en un deber sin abandonar las características estéticas del retrato y dejando a México un regalo invaluable: su historia social en imágenes.“Nacho López. Fotógrafo de México”
Hasta el 10 de julio de 2016
Museo del Palacio de Bellas Artes
Museopalaciodebellasartes.gob.mx
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