Recordamos la importancia del autor estadounidense Ray Bradbury en la literatura fantástica y de ciencia ficción.
El 5 de junio de 2012, la literatura perdió a un visionario. Ray Bradbury, autor de literatura fantástica, ciencia ficción y derivados, se convirtió en polvo estelar y se hizo uno con el Universo… o algo por el estilo.
A sus 91 años, Bradbury era el abuelito que muchos quisieran tener: inventaba las mejores historias, coleccionaba juguetes y recorría los pasillos de la Comic Con de San Diego repartiendo sonrisas, consejos y uno que otro autógrafo. Es difícil imaginar un mundo en el que autores como él ya no estén vivos. Pero como hubiera escrito Ray, ese mundo se desdobló en otro de posibilidades infinitas, donde el muchacho originario de Waukegan, Illinois, ya no escribe todos los días y donde miles de lectores abrirán por primera vez Las crónicas marcianas y alguien les dirá que su autor “fue”, no “es”.
Bradbury, el niño, leyó vorazmente a Edgar Allan Poe y Edgar Rice Burroughs, a Julio Verne y H.G. Wells. A los 12 años empezó a practicar ilusionismo, con la esperanza de convertirse en un mago profesional. A esa edad tuvo una experiencia que, de acuerdo con lo que contó en su página web, “cambió su vida para siempre”: su encuentro con el mago Mr. Electrico, en una feria ambulante.
Mr. Electrico lo tocó con una espada electrificada y le ordenó que viviera para siempre. Ray, el niño, empezó a escribir unos días después y no dejó de hacerlo hasta su muerte.
Un hombre feliz, Ray Douglas Bradbury llenó de magia y aventuras increíbles la mente de millones e inspiró la carrera literaria de otros escritores contemporáneos, como Neil Gaiman, uno de los más reconocidos y premiados autores de literatura fantástica de este siglo. “Puedo imaginar todo tipo de mundos y lugares, pero no puedo imaginar un mundo sin Bradbury. No Bradbury el hombre, sino Bradbury el constructor de sueños”, escribió Gaiman para prologar una reimpresión de The Machineries of Joy, una de las antologías icónicas de Ray Bradbury.
Bradbury también influyó en cineastas como el mexicano Guillermo del Toro, quien dijo a Vulture, tras la muerte del autor: “Me siento más solo. El mundo es amplio y yermo: Bradbury era uno de los titanes de la ficción fantástica y una voz única de la literatura estadounidense. El liricismo en su prosa influyó en muchas generaciones en todo el planeta. Humanista antes que todo, Bradbury nutrió mis esperanzas juveniles, el vuelo de mi imaginación. Su alma era gentil, pero su imaginación era feroz”.
Tras su muerte, el obituario de The New York Times habló de Ray como “el escritor más responsable de llevar la ciencia ficción moderna al mainstream literario”. Su obra ha sido adaptada a cine y televisión y ha servido como referencia o inspiración para otros autores. Entre los trabajos derivados destacan Fahrenheit 451 (1966), dirigida por François Truffaut, basada en la novela homónima, y decenas de episodios para emblemáticas series de TV, como La dimensión desconocida y Alfred Hitchcock presenta.
Su legado vive también en los diversos reconocimientos que se le dieron en vida, algunos más curiosos que otros: desde la existencia del Premio Ray Bradbury de guionismo que entrega la Science Fiction and Fantasy Writers of America hasta el nombramiento del asteroide Bradbury (el número 9766), descubierto en 1992, o el Dandelion Crater (Cráter Diente de León), un cráter en la Luna que fue bautizado por los astronautas del Apolo 15 en honor a la novela con tintes autobiográficos de Bradbury, Dandelion Wine (El vino del estío).
Así como el Hombre Ilustrado que Ray, el niño, vio por primera vez en la feria de Mr. Electrico, y sobre el cual Bradbury, el autor, escribió una antología de historias cortas, Ray Bradbury, el mago, le regaló al mundo ríos de tinta para dibujar sobre la piel de los soñadores. Descifró el secreto, y por eso vivirá para siempre.
*Fotografía: Ray Bradbury en la Universidad Estatal de Northwestern en Natchitoches, en 1991. Fotografía: Fred Merchán / Flickr.
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