Tiempo de lectura: 5 minutos“Tal vez dentro de algún tiempo, habrá otras jóvenes que siguiendo nuestro ejemplo, se lancen al difícil camino del periodismo, afrontando todas las espinas que en él se encuentran”
Las hijas del Anáhuac, 1873
Hasta la fecha se desconoce quién fue la primera mujer periodista en México, pues las pioneras de la prensa usaban pseudónimos, de acuerdo con la investigadora Elvira Hernández Carballido de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Varios especialistas consideran a Leona Vicario la precursora del quehacer periodístico mexicano, pues publicaba en varios diarios sus sentires patrióticos, mientras que describía de primera fuente los avances independentistas.
Décadas más tarde, en 1873, la poeta Ángela Lozano fue la primera mujer que dirigió un periódico literario junto al poeta Manuel Acuña.
Existían, sin embargo, periódicos o secciones dirigidas a las mujeres que datan de 1830, pero que eran escritos por hombres, de acuerdo con el libro Dos violetas del Anáhuac de Hernández Carballido.
Una de esas publicaciones era el Presente amistoso dedicado a las señoritas mexicanas de 1847, que dirigía Ignacio Cumplido. Desde su primer número se referían a las mujeres como seres con un “instinto de debilidad” que buscaban “un ser más fuerte que ellas para sostenerlas, protegerlas y defenderlas”.
Sin embargo, no todas las mujeres cumplían ese estereotipo y esa fue razón suficiente para la fundación de la Escuela de Artes y Oficios para Mujeres, que entre otras clases, impartía el curso de imprenta. La clase derivó en una gaceta hecha por las alumnas para probar sus conocimientos. Así nació Las hijas del Anáhuac, el primer semanario hecho por mujeres.
“¿Por qué si el hombre puede manifestar públicamente las galas de su inteligencia, la mujer ha de estar privada de hacerlo, habiendo como hay mujeres cuyos talentos igualan a los de los hombres?”, escribieron en su primer ejemplar, publicado el 19 de octubre de 1873. El semanario circuló hasta el 18 de enero de 1874 y era editado por Guadalupe Ramírez, Concepción García y Ontiveros y Josefa Castillo, aunque firmaban con nombres como Xiuhtzaltzin, Miahuaxochitl y Cuatlicue.
En 1888 Laureana Wright fundó el periódico Violetas del Anáhuac, que intentó llamarse como el de sus precursoras, pero el nombre ya estaba ocupado por otra publicación de carácter religioso.
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“Venimos al estadio de la prensa a llenar una necesidad: la de instruirnos y propagar la fe que nos inspiran las ciencias y las artes. La mujer contemporánea quiere abandonar para siempre el limbo de la ignorancia y con las alas levantadas desea llegar a las regiones de luz y verdad”, decía su manifiesto en el primer número publicado el 4 de diciembre de 1887.
Violetas del Anáhuac apelaba por mejorar el sistema de educación y porque las mujeres se insertaran en él. Había artículos de corte científico escritos por Dolores Correa Zapata y Laureana Wright hacía perfiles o escribía biografías de mujeres ilustres como Sor Juana Inés de la Cruz o Matilde P. Montoya, la primera doctora mexicana.
Entre la veintena de mujeres de las que Laureana escribió se encontraba también Carmen Romero Rubio de Díaz, la primera dama de México en ese entonces.
Aunque el periódico es considerado una de las primeras publicaciones con ideas feministas, eran por supuesto, ideas que pertenecían a su contexto, explica Hernández Carballido. «Las periodistas del siglo XIX, a pesar de demostrar ser inteligentes y creadoras, vivían todavía con la idea de ser compañeras del hombre, así como tener una familia», escribe en el libro El género es el mensaje. Mujeres periodistas en México.
Por eso, el «Periódico literario redactado por señoras», como se presentaba, hablaba sobre cómo debían comportarse las mujeres, cómo tener un buen matrimonio, cómo formarse en las instituciones educativas y cómo ser femeninas. Por otro lado, en 1887 la periodista Mateana Murguía denunció por primera vez la brecha salarial que existía entre profesores y profesoras. Su artículo tuvo una gran repercusión, pues tras su publicación los sueldos se nivelaron para las maestras.
En el artículo, Murguía mencionaba que los profesores ganaban 60 pesos y las profesoras 45, y aunque argumentaba que los 60 pesos eran insuficientes también para los hombres, la periodista subrayaba que, por lo menos, los hombres podían salir por la noche a dar lecciones a domicilio y ganar más dinero.
«Las profesoras, casi todas jóvenes, mientras su debilidad no esté suficientemente respetada por la cultura de nuestros compatriotas, no se atreven a salir de su casa para volver a las 8 o 9 de la noche, pues bien saben que en el camino se encontrarán mil impertinentes que las importunen y disgusten”, escribió Mateana.
Violetas del Anáhuac también publicaba novelas, cuentos y anécdotas en sus páginas para entretener a sus lectoras, historias en las cuales las mujeres eran el personaje central, que se enfrentaba a varios obstáculos.
En sus páginas también se hacía una crítica a las mujeres de la clase alta y la recién creada clase media en el Porfiriato. En el artículo titulado “Diario de una mujer del Gran mundo”, se señalaba a las mujeres que solo «se ilustraban» para impresionar a los hombres y juzgaban los matrimonios por dinero e interés. Criticaba también a las mujeres que salían a las verbenas hasta las tres de la madrugada y dejaban a sus hijos en atención de alguien más.
Sin embargo, las mujeres que escribían en Violetas del Anáhuac también pertenecían a la clase alta y a la clase media, eran chicas que tuvieron acceso a una educación de cierto privilegio.
El 17 de febrero de 1889 Violetas del Anáhuac anunció que Laureana Wright padecía una enfermedad y ya no podía dirigir el diario. En su lugar, Mateana Murguía dedicó las siguientes palabras a su antecesora: «Si todas las mujeres sintieran como ella, si todas las madres educaran como ella, si todas las escritoras pensaran como ella, la regeneración social pronto dejaría de ser una irrealizable utopía».
Wright fue una escritora y poeta que, desde los 19 años, era reconocida por sus símiles hombres dentro de los círculos intelectuales. Sus poemas se publicaban en algunos periódicos nacionales y en 1869 fue socia honoraria de Nezahualcóyotl, a la que también pertenecía Manuel Acuña.
También fue integrante de la sociedad científica «El Porvenir» en 1872 y el periodista Ignacio Ramírez la integró en el Liceo Hidalgo. A esta última sociedad pertenecía también el escritor José María Rodríguez y Cos, quien previamente había atacado a las periodistas de Violetas del Anáhuac, al decir que “el grupo de señoras que escriben para la prensa” eran mujeres “que no tienen qué hacer”.
Posteriormente, Rodríguez y Cos se disculpó con un poema llamado Las violetas:
“¿Y si estas violetas pensaran? ¿Y si escribieran?
¿Y si en ritmo sonoro,
bajo el modesto nombre de ‘Violetas de Anáhuac’
mil aplausos recibiesen
porque forman de ángeles un coro
que con envidia escuchan los poetas?”
Tras dejar el diario, Laureana Wright continuó escribiendo artículos sobre la emancipación de la mujer, la liberación femenina a través de la educación y casi es expulsada del país por criticar al presidente Manuel González. El ejecutivo de entonces le dijo que no podía opinar sobre el acontecer mexicano, ya que ella era «extranjera», a juzgar por su apellido, Wright, de origen norteamericano, como su padre. Sin embargo, Laureana y su madre eran mexicanas.
La periodista continuó trabajando, y fue ella quien publicó los primeros escritos feministas que hablaban sobre la igualdad de género en México. Uno de ellos fue el artículo «La mujer perfecta», publicado por El Correo de las señoras en 1893:
“Si se considera a la mujer como niña, que como a tal se la proteja y se la ampare; si se la considera como mujer, que le den todos los elementos educativos y todos los derechos sociales de los que disfruta el hombre. Desgraciadamente, no sucede ni lo uno ni lo otro, especialmente en México, donde la mujer conserva casi todas las prescripciones del feudalismo paterno y marital”, escribía Laureana.
Sin explicación alguna, las Violetas del Anáhuac se dejó de publicar el 24 de junio de 1889 y la mayoría de las colaboradoras continuó escribiendo ensayos y crónicas para otros periódicos.
“Escribid, bellas jóvenes de nuestra patria, y estudiad mucho, porque solo ayudando a la inteligencia con la instrucción, se pueden construir hermosas y correctas composiciones”.
-Violetas del Anáhuac.