Adictos a nuestros teléfonos: cómo recuperar la vida que se nos va en la pantalla
Celulares tontos, aplicaciones para desconectarte y otras que establecen límites de uso de aquellas plataformas que más te distraen. Las opciones para recuperar el control de tu tiempo son muchas; sin embargo, ¿es nuestra voluntad el único obstáculo?
Decidido a recuperar algo de la atención que le ha robado la pantalla de su smartphone durante años, Víctor Hugo Juárez tomó medidas de mitigación: eliminó la mayoría de sus redes sociales, desinstaló sus aplicaciones móviles y se forzó a consultar las que todavía utiliza solamente desde sus sitios web. De 32 años, Juárez es uno de los millennials que creció a la par que el internet. Las redes sociales y los teléfonos evolucionaron para convertirse en un elemento constante en su ambiente laboral y social. Ahora busca una vida más desconectada.
El usuario promedio consulta su teléfono más de 50 veces al día pero, según las encuestas hechas alrededor del mundo, hay quienes llegan hasta las 144 veces. Entre consultar notificaciones, doom scrolling en redes sociales y conversaciones en WhatsApp, los mexicanos pasan cuatro horas y 23 minutos al día frente a la pantalla de un smartphone, de acuerdo con un estudio de DataReportal. Es una tendencia que solo se ha incrementado a medida que los teléfonos ofrecen sistemas operativos más completos, hardware más poderoso y hay acceso a internet más barato y desde cualquier sitio. El precio que pagamos es nuestra atención.
“Ir perdiendo poco a poco la atención es uno de los principales efectos que a mí me molestan y frustran en mi día a día”, dice Juárez, quien vive en la Ciudad de México. No es un problema que lo haya llevado a aislarse socialmente, pero sí a pensar constantemente en lo que lo tiene anclado a la pantalla, como interacciones en redes sociales, noticias o correos electrónicos. “No puedo estar mucho tiempo enfocado en una sola cosa, porque ya tengo otros veinte estímulos distintos del mismo dispositivo”, elabora.
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Como los más de 91 millones de usuarios de Facebook en México, los 65 millones de usuarios mensuales de WhatsApp, o los 17 millones de personas, aproximadamente, que tienen una cuenta en X, Juárez depende de los servicios de estas plataformas para realizar su trabajo. Ahí consulta noticias, se comunica con sus jefes y se entera de tendencias y eventos. Pero también, como usuario regular de internet, usa su teléfono para entretenerse, chatear con amigos, consumir contenido, adquirir productos en tiendas en línea o conocer personas en apps de citas. Un universo de posibilidades al alcance de unos pocos toques en la pantalla, pero que Víctor Hugo no considera que le hayan servido para ser más eficiente, como siempre promete la tecnología, sino para añadir distractores y estrés. “Te hace creer que puedes ser multitasking solo porque puedes leer muchas notificaciones aparentemente al mismo tiempo, y en cambio hace todo más lento y peor”, dice.
En 2024, el teléfono promedio tiene una pantalla de 6.5 pulgadas, una memoria de mínimo 128 GB y acceso a internet móvil cada vez más veloz gracias a la expansión de redes 5G. Y siguen creciendo: la pantalla del recién presentado iPhone 16 Pro Max llega a las 6.9 pulgadas. La tendencia del crecimiento de las pantallas se debe a que ofrecen una mayor facilidad para disfrutar videos e interactuar con aplicaciones: las tablets, que normalmente comenzaban en 7 pulgadadas, se volvieron innecesarias para muchos si se tiene un teléfono grande. Según We Are Social y Hootsuite, el usuario común usa al menos 30 aplicaciones al mes; de las más utilizadas por tiempo dedicado son las apps de redes sociales. Los usuarios pasan al menos 34 horas al mes en Tiktok, 28 horas en YouTube y casi 20 horas mensuales en Facebook, según un reporte de Data Reportal. Las tres son aplicaciones donde el contenido multimedia es la estrella. Incluso Facebook, la plataforma que cambió la forma de relacionarnos, ha dado un fuerte impulso a los videos verticales en años recientes.
Desconexión digital
El ecosistema móvil está dominado en su mayoría por dos grandes consorcios: Google con el sistema operativo Android, que tienen instalado el 70.7 por ciento de los smartphones a nivel mundial; y Apple con iOS y su 28.5 por ciento de penetración en el mercado, según Statista. El pequeño restante está repartido entre sistemas alternativos, como el que usan una nueva generación de fabricantes móviles que enarbolan la desconexión y atención plena como bandera.
“Las apps y las redes sociales utilizan la Economía de la Atención como modelos de negocio, alardeando de cuánto tiempo pasa la gente en sus aplicaciones”, explica por videollamada Kaiwei Tang, desde Brooklyn. “Todas necesitan tu engagement para que puedan hacer dinero, y nosotros decidimos hacer algo radicalmente opuesto”. El concepto al que hace referencia el emprendedor es la competencia feroz por la atención de las personas para pasar tiempo en sus aplicaciones, pero también en sitios web, programas de televisión, noticias, videojuegos y más.
Tang es el CEO y cofundador de Light, una pequeña empresa tecnológica que creó el Light Phone, un teléfono minimalista que ya va por su tercera generación. Renuncia a los sistemas operativos dominantes por un software básico y monocromático que se limita a llamadas, mensajes, cámara, música (no en streaming sino local), y un par de apps más, y es compatible con redes 5G y WiFi. Diseñador de producto de profesión, Tang dice que los teléfonos deberían ser como un desarmador, que después de usarlo se guarda de vuelta, y no una máquina llena de componentes distractivos y anuncios.
“Los teléfonos inteligentes modernos han dejado de ser una herramienta. Son un portal hacia las redes sociales, el entretenimiento y la recolección de datos”, dice el CEO de 32 años. Su empresa surgió en 2014 tras participar en un programa de Google que tenía como finalidad desarrollar apps, pero ahí conoció a su socio, Joe Hollier, y juntos formaron una startup que no se trataba de introuducir más apps, sino de reducirlas al mínimo. El primer Light Phone se lanzó en la plataforma de Kickstarter, donde unos 3 200 interesados aportaron capital para hacerlo realidad, y lo recibieron a inicios de 2017.
Chris Kaspar toma la llamada para ser entrevistado desde su propio teléfono minimalista: el Wisephone, que es vendido por su startup, Techless.
“Hace tiempo, cuando surgió la comida rápida, casi nadie se dio cuenta lo malo que era para nosotros. Y cuando los smartphones fueron creados, ofrecieron igualmente la conveniencia como su propuesta de valor”, dice desde Texas, “Y al igual que la comida rápida es mala para nosotros, ya nos estamos dando cuenta que la tecnología tan conveniente que nos mantiene hiperconectados, en realidad drena nuestra energía, concentración, y nos está volviendo mentalmente inestables”.
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Como el Light Phone, el Wisephone es un teléfono minimalista con solo un pequeño arsenal de aplicaciones a su disposición. Pero su enfoque para lograr su objetivo no fue crear un teléfono desde cero, sino modificar una versión del sistema operativo Android con una interfaz básica, en blanco y negro, llamada WiseOS. El software restringe su capacidad a menos de diez apps: reloj, calculadora, mensajes, cámara, teléfono, mapas y estado del clima. La primera versión de su producto fue un Motorola Moto E que funcionaba con el sistema operativo de la startup. El Wisephone II, que saldrá a la venta a finales de este año, permitirá el acceso a algunas aplicaciones adicionales como Uber, Venmo (para realizar pagos), o incluso apps médicas, pero ninguna de redes sociales o juegos.
“Tendrá apps cuidadosamente seleccionadas, herramientas muy prácticas, que no construimos nosotros pero no son distractoras y caben en nuestra filosofía de diseño”, asegura. Kaspar dice que la filosofía del Wisephone es que no tenga nada que sea adictivo o distractor. En su lugar, prefiere herramientas prácticas que ayuden a las personas a vivir su vida de forma simple.
Transitar hacia el uso de estos equipos demanda un cambio drástico en los hábitos de los usuarios. En esencia es renunciar a las comodidades de los smartphones actuales por un teléfono que, pese a tener acceso a internet, está diseñado para ser la antítesis de la distracción y ser solamente una herramienta portátil de comunicación, con algunos añadidos. Los fundadores de ambas startups defienden sus productos que van en sentido contrario a las tendencias actuales, y proponen que el acceso a redes sociales y otras aplicaciones de trabajo o entretenimiento se haga desde otros equipos, como computadoras o televisores.
“Muchas personas usan la excusa de que necesitan tener correo electrónico en sus bolsillos cuando en realidad pueden consultarlo en la computadora”, dice Kaspar. Aunque gran parte de su sentido de libertad lo debe a que no tiene cuentas en redes sociales. “No he tenido por años, y no siento que me esté perdiendo de nada”, reconoce el emprendedor.
Tang dice que empresas como la suya están surgiendo para hacer de gatekeepers, o intermediarios, entre los usuarios y el universo de aplicaciones que lucran con el tiempo que la gente pasa en pantalla. Por eso entre sus clientes principales, además de personas que buscan una vida menos conectada a internet, hay padres que los compran para sus niños y adolescentes, así como celebridades preocupadas por su privacidad.
“¿Cuándo fue la última vez que alguien dijo ‘oh, acabo de pasar seis horas en Instagram y Tiktok y me hizo sentir muy bien’? Nunca”, dice Tang. “Esto es una adicción. Si te pones a reflexionar en que pasas seis o siete horas en tu smartphone por día debes estar de acuerdo en que se ha convertido en un problema”.
Llevar una vida más desconectada viene con un precio, al menos si se opta por las opciones de estas dos compañías. El Wisephone II cuesta $400 dólares, con entrega para diciembre, mientras que el Light Phone III está en $499 dólares en su preventa, y $799 cuando se lance al público en febrero de 2025. Es el mismo precio del nuevo iPhone 16. Ambos teléfonos se venden liberados para ser usado con la mayoría de compañías telefónicas (hay una lista) y con envío internacional (incluyendo México), aunque el foco de sus ventas se ha mantenido en el mercado estadounidense.
“Las personas en los niveles de ingresos más altos realmente valoran nuestro teléfono porque entienden el valor de su tiempo, su concentración y atención”, dice Kaspar. Entre el mercado de personas que ha comprado el Wisephone se encuentran profesionales creativos, diseñadores, artistas, así como algunos grupos religiosos y personas de dinero, según el emprendedor.
“Yo creo que muy poca gente, un muy bajo porcentaje de usuarios a nivel general van a poder decir, ‘ah, me voy a comprar este teléfono de 400 dólares para bajarle un poquito el ritmo’”, opina Javier Matuk, periodista de tecnología, residente de la Ciudad de México. En su carrera de más de 25 años de experiencia ha sido testigo de la evolución móvil en todas sus etapas, y ve a los nuevos teléfonos minimalistas como un nicho pequeño que no es mejor que la alternativa más evidente y sencilla: eliminar todas aquellas aplicaciones que distraigan a los usuarios de sus teléfonos actuales.
“Para que esto sea una tendencia sí tiene que cambiar mucho el para qué usamos el celular. Quitando la parte de perder el tiempo, hoy muchos trabajamos con el celular, es nuestra forma de subsistir”, considera.
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De acuerdo con la agencia de análisis The Competitive Intelligence Unit (The CIU), cuatro por ciento de los usuarios de telefonía móvil en México no tienen smartphones, lo que quiere decir que en su lugar utilizan celulares básicos, también conocidos como feature phones. En este nicho han identificado tres tipos de perfiles: adultos mayores que no han entrado en la digitalización, niños que antes recibían smartphones desde muy chicos, y personas preocupadas por la ciberseguridad que no quieren un teléfono inteligente.
Los celulares básicos se pueden comprar desde $300 y sirven para hacer llamadas, enviar mensajes y poco más. Algunos incorporan cámara, radio FM y tarjeta de memoria para música local. Otros llegan a tener versiones básicas de WhatsApp y Facebook. Por sus funciones y precio accesible, son utilizados como segundo teléfono o incluso como equipo principal, como herramienta drástica para acortar el tiempo en pantalla, explica Rolando Alamilla, gerente de investigación de mercados de The CIU. En esta categoría se ofrecen varios celulares Nokia (marca revivida por la empresa HDM), Ghia y Senwa, ofrecidos en tiendas de autoservicio pero también en las de los operadores móviles, como Telcel.
“Es un nicho que existe, hay gente que prefiere estar comunicada por otros medios, porque ven un gran riesgo en esta exposición que tenemos de nuestra vida y nuestros datos al estar tan conectados”, dice Alamilla.
Cuando activistas digitales y usuarios comenzaron a externar preocupación por el tiempo de uso que los usuarios dedican a sus equipos, así como de la recolección excesiva de datos, las empresas respondieron con herramientas de salud digital y privacidad. Estas consisten en configuraciones de uso que limitan el tiempo de pantalla a ciertas horas al día, bloquean el acceso a aplicaciones determinadas después de alcanzar un límite de uso o hacen incómoda de otras maneras la experiencia de uso de los equipos, como poner las pantallas en escala de grises. Por otro lado, controles de privacidad más estrictos ahora permiten aprobar o denegar permisos de acceso a los contactos, la ubicación, el micrófono, entre otros ajustes. Estas configuraciones ya vienen de fábrica en iOS y Android, y algunos fabricantes, como Samsung o Huawei, en ocasiones añaden opciones adicionales.
Juárez, que tiene formación periodística y ha pasado su vida laboral entre medios y oficinas de monitoreo de noticias, recuerda acontecimientos puntuales que han contribuido en los últimos años sentirse receloso de la tecnología que debe cargar en el bolsillo diariamente: el escándalo de datos de Facebook y Cambridge Analytica en 2016, cuando los datos de unos 87 millones de usuarios de la red social fueron usados para propaganda política. También las constantes brechas de seguridad y subsecuentes filtraciones de datos de los servicios en línea, y la preocupación sobre el capitalismo de vigilancia, término acuñado por la socióloga Shoshana Zuboff que habla del lucro de las empresas tecnológicas con la información de sus usuarios.
“Todo esto ha tenido un efecto bastante estremecedor para mí y ha sido una batalla que siempre pierdo, porque finalmente hay tantas cosas que ya requieren, para facilitarte la vida, el uso de constante de un sistema de datos ya general, por ejemplo que tengas que usar Google para muchas cosas”, dice. Se refiere a la funcionalidad de Google (y Facebook) para iniciar sesión en otros sitios, sin tener que crear una cuenta para cada uno, pero que al final lo ha atado a mantener su perfil de Google para tenerlo vinculado a tantos otros servicios.
Información y autocontrol
Para Matuk no hay receta o fórmula mágica que mejore nuestra relación con la tecnología, mas que el autocontrol. El periodista está a favor de desinstalar aplicaciones intrusivas o distractoras, establecer límites de tiempo en pantalla y aprovechar las herramientas de tiempo en pantalla que ya vienen instaladas en los teléfonos inteligentes. También hay apps adicionales para reducir la costumbre de desbloquear el teléfono y acudir de inmediato a alguna red social. One Sec retrasa la apertura de apps seleccionadas, lo que ayuda a reflexionar si se quieren usar o no, Opal tiene varios ajustes de tiempo en pantalla, y Forest ayuda a establecer tiempos de concentración.
El fundador del Wisephone también ha adoptado reglas adicionales para controlar el uso de la tecnología móvil. En el entorno familiar recomienda no permitir pantallas de ningún tipo en las recámaras, no dar smartphones a los niños menores de 16 años, y establecer tiempos límites de uso de computadoras y equipos. También evita tomar el teléfono como primera actividad al despertar. Pero dice que las apps que establecen tiempos máximos de uso no siempre funcionan, pues al final dependen de la voluntad de los usuarios.
“Lo que termina sucediendo muchas veces es que los sistemas incrementales, o sistemas blandos que no tienen límites estrictos, terminan por no servir a las personas de la forma que quieren y vuelven a sus viejas costumbres”, dice Kaspar. Por eso piensa que un teléfono minimalista es el cambio radical que puede servir a esta meta.
Últimamente, a Juárez le ha servido, además de borrar cuentas de redes sociales y apps que no necesita, apagar la conexión a internet y apartarse físicamente de su teléfono cuando hace otras actividades, como leer, caminar o hacer ejercicio.
“Yo no quisiera desearle a la tecnología que no fuera lo que es hoy en el sentido de lo que puedes lograr”, reconoce Juárez, “En los últimos años mi aprendizaje ha ido de ‘no me puedo despegar porque algo va a pasar o porque algo voy a necesitar, a precisamente ‘no pasa nada’, y entre más espacios de mi día encuentro así me voy dando cuenta de todo ese nuevo tiempo que tengo para estar plenamente en un momento dado haciendo otra actividad”, dice.
JOSÉ LUIS ADRIANO tiene una maestría en Data Journalism por la Universidad de Misuri y es licenciado en Periodismo por la Universidad de Guadalajara. Actualmente es periodista de tecnología freelance; colabora para medios como TecReview, Gatopardo y Expansión, y es reportero de datos en The Dallas Morning News. Ha cubierto eventos sobre tecnología en España, Brasil, Argentina, Corea del Sur y Estados Unidos, y asistió a ferias como el Mobile World Congress o el Consumer Electronics Show, cuando fue reportero y después editor en la sección de tecnología de Reforma. Ha escrito sobre ciberseguridad, tecnología de consumo, redes sociales y big data, entre otros temas relacionados con la ciencia y la tecnología. En esta edición escribió sobre el impacto de las IA y ChatGPT.
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