7S: Juchitán, las Muxes y el sismo
A un año del sismo de Juchitán, Oaxaca, las autoridades siguen sin ayudar a reconstruír. A consecuencia, son las muxes quienes lo hacen.
Juchitán no fue el epicentro, pero lo parecía. Cuadras enteras se derrumbaron en segundos y después de los tres minutos que duró el sismo ya había al menos 36 muertos en la zona. Juchitán no fue el epicentro, pero si el punto de encuentro de la comunidad muxe que ayudó –como pudo– a ese municipio que fue el más dañado del sismo del 7 de septiembre de 2017. Juchitán antes del terremoto había sido golpeado también por el olvido y la pobreza.
A un año del sismo, muchas de las casas de adobe y techo de tejavana típicas de este municipio al sur de Oaxaca, siguen apiladas en montañas de escombro, algunas aún muestran los colores de muros de donde penden calendarios o fotografías que miran hacia la calle. Otras se han convertido en terrenos baldíos donde la hierba crece abundantemente entre las piedras. Su palacio municipal, uno de los más grandes del país, sigue destruido esperando algún día volver. Desde el terremoto Juchitán no es el mismo y su gente tampoco.
Rubitch, una de las muxes más conocidas de esta ciudad, es famosa en la comunidad por haber ganado el título de Reina en una de las fiestas más grandes de Oaxaca. Ella cuenta que desde el terremoto no ha podido dormir bien. Padece ansiedad. De vez en cuando toma pastillas para poder calmarla. Rubitch cuenta que esperó con miedo la llegada del siete de septiembre de este año, como si la fecha anunciara la llegada de otro terremoto. “Creo que todo Juchitán está igual, en la espera”, dice la ex reina angustiada pero con la corona bien puesta. «Mis amigos me dicen Rubitch, pero en el trabajo me dicen Rubén”.
Rubén es director de un preescolar en una comunidad rural a menos de dos horas de Juchitán. Ser muxe, implica nacer con el sexo masculino pero asumiendo un rol femenino en la comunidad o en la familia. Rubitch dice, “somos un tercer género”. Uno que vive la admiración y discriminación de su comunidad al mismo tiempo, y que ayudó a muchos durante los días siguientes al sismo. Ese terremoto con epicentro en Tonalá, en el estado de Chiapas, fue catalogado como el temblor más fuerte en el territorio en los últimos 100 años y le cambió la cara por completo a esta ciudad.
Rubitch, perdió su casa, pero no fue la única. Cuenta que “el día después del sismo, varias cuadras habían desaparecido por completo. Como si las hubieran bombardeado. Algo que ves en las películas y que no crees vivirlo. A veces no había forma de reconocer en qué calle estabas y terminabas perdiéndote. Cuando fuimos a comprar alimentos, nos dimos cuenta que varias tiendas también se habían caído; las casas, el palacio municipal, la iglesia, el mercado, todo Juchitán estaba en ruinas”.
Rubén fue a la escuela donde trabaja para revisar si había algún daño por los sismos. Se dio cuenta que se habían dañado dos salones de los seis que tiene la escuela; pero también se dañaron las paredes y el techo de la dirección y de uno de los baños. Algo que ha hecho modificar las clases y la vida de los niños. «Apenas el lunes [3 de septiembre del 2018] —cuenta Rubí indignada— mandaron ayuda para comenzar a reparar la escuela.» Así ha sucedido en Oaxaca, en Chiapas, en Morelos y hasta en la Ciudad de México.
Pero la ayuda ha llegado a Juchitán a cuentagotas; quienes reaccionaron fueron las muxes y las mujeres del Istmo que perdieron casas, lugares trabajo y familia.
Rubí cuenta que «las muxes que se dedican a la danza, los estilistas, los artesanos, también las muxes activistas, las que bordan, y sus amigos de todos lados del mundo, organizaron una red de ayuda en Facebook y lograron traer trailers y camiones repletos de comida y medicamento, pero también lonas, casas de campaña y hasta camas. A veces nos enviaban dinero que se repartió en toda la comunidad, también llegó ropa, zapatos, de todo un poco. la única condición que pedían era enviar una foto o algo que comprobara que la ayuda estaba llegando a quién tenía que llegar”.
“Muchas ayudaron en los albergues, cocinando, cuidando niños, repartiendo lonas y casas de campaña porque además del terremoto nos llovió a cántaros y nunca ha parado de temblar». Desde el sismo de 8.2 grados se han reportado más de 26 mil replicas, y la gente aún tiene miedo.
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Jennifer es el nombre muxe de Eduardo, él se dedica a hacer trajes típicos y costuras. Su casa no sufrió tantos daños, pero aún hay muros cuarteados y un baño que parece que podría caer en cualquier momento. La primera ayuda que le llegó, fue en forma de una despensa con alimentos básicos que le ayudaron a sobrepasar la crisis, al menos por unas semanas.
“La reconstrucción la he visto avanzar un poco lento, por muchas razones. Digamos que una de ellas es por el apoyo que no fue recibido por toda la gente que lo necesitaba y también por la escasez de trabajadores que se dediquen a la construcción», dice Jennifer.
Según un reporte presentado por presidencia, con motivo del 6to informe de gobierno, la reconstrucción sólo ha avanzado cerca de un 30% en estas estados como Oaxaca y Chiapas, que parecen sumidos en el olvido. Rubitch está de acuerdo: no sólo la mano de obra ha sido difícil de conseguir, también han subido los precios de los materiales y de los trabajadores. «Algunos, o los pocos que han recibido alguna ayuda del FONDEN —que recibieron entre 15 y 120 mil pesos—, lo han usado para rentar casas o comprar cosas básicas para sobrevivir».
«Otra cosa que ha cambiado en Juchitán son las construcciones, las casas bonitas de hace tiempo, las casonas oaxaqueñas con sus techos de madera o de teja se han convertido en casas tipo Fovissste, en baldíos, en montañas de tabique. El terremoto nos vino a cambiar la vida, ni quiera uno se puede ir a sentar al parque porque desde que se cayo el mercado está lleno de locales», reclama Jennifer
Rubitch, orgullosa, dice que las muxes ayudaron. Pero a pesar de su esfuerzo, la discriminación persiste hacia ellas, quizá las que más la padecen son las muxes mayores, muchas de ellas de 70 u 80 años y que forjaron su patrimonio vendiendo dulces de almendra o de calabaza, tejiendo o bordando y que perdieron una vida de trabajo en minutos. Muchas perdieron sus casas, sus puestos. Rubitch se dice preocupada por ellas y se pregunta “con lo poco que les dieron ¿cómo se van a recuperar? ”.
Desde hace unos días carros con banderas tricolores rodean el centro esperando el 15 septiembre —como cada año— mientras tanto los juchitecas y sus mujeres muxes esperan recuperar lo que el sismo les quitó.
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