Aún no hay TLCAN: el acuerdo firmado es bilateral
México y Estados Unidos llegaron a un acuerdo en su revisión del TLCAN. Canadá quedó fuera de esta fase de la negociación.
En la teoría de la negociación, el tablero de juego, los actores, los temas, las estrategias, el tiempo y el espacio son elementos fundamentales para determinar el resultado. Después de un año de intenso debate entre Estados Unidos, México y Canadá, los dos primeros países llegaron a un acuerdo comercial preliminar en relación al TLCAN. Se espera que Canadá, después de estar cinco semanas ausente de la negociación de los temas más delicados de la relación bilateral México-Estados, se sume al acuerdo en los próximos días. Su integración es clave para que este bloque comercial siga siendo el segundo más importante del mundo en términos de volumen y monto después de la Unión Europea.
Dentro de los temas más complicados de la negociación se encontraron los sectores primario (productos agrícolas) y secundario (industria automotriz), la cláusula de salida del tratado, y los capítulos relativos a la resolución de controversias, propiedad intelectual, y servicios financieros. El sector agrícola se mantendrá abierto y se establecieron medidas para evitar distorsiones de mercado a través de subsidios o salvaguardias especiales. Para la industria automotriz, se convino que el 75% de los componentes provendrán de los países firmantes, las empresas tendrán tres años para adaptarse a este nuevo requerimiento que exige más acero y aluminio local, y los empleados laborando en el sector deberán ganar al menos 16 USD por hora. Respecto a la cláusula de terminación, la propuesta de Estados Unidos era concluir y, en su caso renegociar, el contrato cada cinco años. Sin embargo, se acordó que el tratado tendrá una vigencia de 16 años, y cada seis se revisará.
En cuanto al capítulo 19 del tratado, referente a la resolución de controversias, se desconoce el detalle, al parecer el mecanismo de paneles se mantendrá, así como la posibilidad de tener árbitros y jueces de los tres países. El capítulo 17 sobre propiedad intelectual incluyó medidas para evitar productos falsificados o piratas. El capítulo 14 de servicios financieros también se modificó para reducir restricciones a las firmas y transacciones financieras. Una novedad del acuerdo fue incluir un capítulo sobre comercio digital, para eximirlo de aranceles.
Llegar a este punto de la negociación requirió de mucho trabajo por todas las partes, pero el éxito obtenido, por calificarlo como lo hacen los gobiernos involucrados, (yo no he leído las letras chiquitas del acuerdo) tuvo que ver con el tiempo como variable determinante.
Por parte de Estados Unidos, el presidente Donald Trump está a la mitad de su administración, buscando cumplir sus promesas de campaña. Recordemos que entre las más sonadas estaba la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el impuesto fronterizo, la construcción del muro y la reducción de los impuestos para los grandes contribuyentes. Hasta ahora, únicamente ha cumplido la última promesa, en 2017, mediante decreto del Ejecutivo y la autorización del Congreso.
En este sentido, sin nada más que presumir (o alardear, como es su estilo), el presidente Trump necesitaba dar por cumplida otra promesa, sobre todo porque habrá elecciones intermedias en noviembre próximo, donde se renovará una tercera parte del Senado y la totalidad del Congreso. Para Trump, mantener la mayoría en ambas cámaras para los siguientes dos años de su administración significa poder avanzar en su agenda, seguir en campaña para reelegirse en 2020 y evitar que se abran investigaciones sobre otras áreas de su gobierno.
Además, Donald Trump no tenía otra opción que cumplir una vistosa promesa de campaña lo antes posible, independientemente de que hubiera o no insatisfacción por parte de los productores y consumidores estadounidenses, pues él se encuentra involucrado en múltiples escándalos personales e investigaciones gubernamentales que lo podrían llevar a la silla del acusado. Un juicio político le impediría concluir su administración o buscar la reelección. Las buenas noticias en el tiempo correcto distraen la atención del público y se convierten en una cortina de humo.
Por parte de México, el tiempo también jugó un papel crucial para llegar a donde hoy estamos parados en este acuerdo preliminar. Los negociadores mexicanos querían llegar a un arreglo antes de que tome posesión el presidente electo el próximo 1 de diciembre, no sólo para continuar con la narrativa modernista de la actual administración y evitar echar por la borda un año de trabajo en la negociación, sino porque de cara al futuro, resulta fundamental proteger políticas públicas como la Reforma Energética, mediante un instrumento legal internacional que brinde certeza jurídica. Y no hablo sólo del futuro de México y la necesidad de seguir atrayendo inversiones, me refiero al 2024 y lo que venga después. En política, como en la vida, hay apuestas que son de largo plazo y el TLCAN es una de ellas.
Para Estados Unidos y México el tiempo se acababa el 31 de agosto del 2018. Es decir, 90 días antes de que entre legal y formalmente en funciones la próxima administración mexicana, y coincide con los 90 días que dicta la legislación estadounidense para que el Congreso revise y apruebe el acuerdo. Bien dicen que el tiempo apremia.
Personalmente, he sido crítica de la larga transición mexicana, con tiempos y procesos difíciles de empatar con la realidad del país, que requiere mayor dinamismo, agilidad y eficiencia de las instituciones y actores involucrados. Sin embargo, los tiempos marcados por este proceso permitieron llevar a las partes a un acuerdo, que pareciera “una bendición disfrazada”. Esperemos que los consensos adquiridos sean de beneficio para ambos. Creo en el profesionalismo del equipo mexicano y en que la presión de estos apremiantes 90 días no haya provocado que accedieran a asuntos que no sean favorecedores para el país en el corto, mediano y largo plazos en los distintos sectores del acuerdo comercial.
Por lo pronto, más allá de las congratulaciones en la esfera política bilateral, la evaluación que tenemos del acuerdo preliminar obtenido ha sido determinada por los mercados. La incertidumbre del futuro del TLCAN pareciera desaparecer. Desde la semana pasada, cuando diariamente los actores de la negociación de las partes anunciaban la posible conclusión de la etapa de negociación, el peso mexicano se ha apreciado y la mayoría de las emisoras locales del mercado accionario han tenido ganancias.
Pero ahora, ¿qué falta? En los próximos días habrá que analizar la postura de Canadá, y en los meses siguientes la postura del poder Legislativo de los países firmantes, sean dos o tres, esperando que siga siendo un acuerdo trilateral. Pareciera que la parte más difícil de la negociación ya concluyó, o al menos esa la lectura. Desde la parte estadounidense, los republicanos, con mayoría en el Congreso, tradicionalmente han apoyado el libre comercio. En México esperamos que el Senado, en línea con lo expresado por el presidente actual y el presidente electo, apoyen los términos acordados. Los 90 días para Estados Unidos corren a partir de que el presidente Trump entregue el acuerdo al Congreso, y para México, a partir de que se instale la nueva legislatura el sábado 1 de septiembre.
Sin embargo, en un mundo de imprevistos, cambiante, y de actores ocurrentes, esto no acaba hasta que se acaba, como en los deportes. Hasta ahora, el tiempo y la perseverancia ha apremiado, pero no hay que minimizar el papel de los Legislativos, como contrapesos. Habrá que esperar. El tiempo dirá.
*Marianna Lara Otaola es maestra en Política Comparada por la London School of Economics and Political Science
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