Estructuras para la catástrofe
Con intervenciones casi imperceptibles a objetos cotidianos, la obra de Ariel Schlesinger se presenta por primera vez en México.
Al entrar a la Sala de Arte Público Siqueiros, durante la más reciente exposición del artista israelí Ariel Schlesinger, el espectador seguramente experimentará la misma sensación que en una fábrica, atestada de máquinas extrañas cuyo funcionamiento no entiende pero observa maravillado. Entre grandes chirridos e intensos destellos de luz, unos tanques de gas sueltan burbujas de jabón sobre rejas electrificadas que producen una violenta llamarada de fuego al caer, suficiente para llenar el espacio de luz y calor. Las máquinas repiten su tarea sin sentido, convirtiendo algo inocente como una burbuja en un acto amenazante.
“Aunque estas máquinas parecen vivas, no lo son”, dice Michele Fiedler, curadora de la exposición, “son absolutamente ignorantes, nosotros las manejamos, están a nuestra total disposición. Es un comentario político de cómo hay una mano invisible detrás de cada estructura con la que interactuamos. Pueden ser objetos o estructuras políticas, económicas, de poder, todas son inconscientes”.
Esta idea permea las 13 obras que conforman la exposición “Las estructuras son inconscientes”. Para el artista, nacido en Jerusalén en 1980, los objetos, pese a sus múltiples usos, carecen de voluntad y propósito por sí mismos. A través de instalaciones, fotografías y videos de 2017, Schlesinger subraya nuestra responsabilidad ante los objetos, con qué fin y cómo los utilizamos, para abrir la posibilidad de entenderlos de formas distintas. “Toda esa historia intrínseca se va cuando un objeto se empieza a utilizar de otra forma, por ejemplo, un carro-bomba o distintos aparatos que inconscientemente se han vuelto otra cosa. Ariel Schlesinger le da nueva vida y nuevas muertes a los objetos”, explica Fiedler.
La obra que da título a la muestra hace evidente que una característica de Schlesinger es la invisibilidad. El artista pidió que no se diera mantenimiento al barandal de cobre que conecta la planta baja con el primer piso. El metal, otrora reluciente, continúa su oxidación sin interrupciones, se oscurece con la grasa de las manos que lo recorren. “Este barandal que tocamos todos los días no tiene idea si lo limpiamos o no, no le importa si está limpio o si está sucio”, dice Fiedler. “Está totalmente vivo ahora mismo. Tiene capa sobre capa de comentarios.”
En Lienzos quemados Schlesinger pinta con fuego, dejando cenizas y varios huecos sobre la tela. En sus fotografías “Sin título” muestra efímeras composiciones con objetos que por la presencia del fuego sólo pueden registrarse en fotos. Y en A la distancia de un brazo vemos una rama sobre la que se enciende una tímida flama, aunque nada indique que la madera arda. Es, de hecho, una escultura de bronce con un mecanismo de combustión, como una lámpara. Aquí el fuego representa lo incontrolable. “Su misión es mostrar este potencial de catástrofe”, concluye Fiedler.
Quizás sea ahí, en esa frágil frontera entre la belleza y el desastre, donde Schlesinger nos sugiere buscar el arte.
Las estructuras son inconscientes
Hasta el 3 de septiembre
Sala de Arte Público Siqueiros
saps-latallera.org
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