Juan Pablo Villalobos, reír en la tragedia
Alejandro Maciel
Fotografía de Ritta Trejo
«No voy a pedirle a nadie que me crea» de Juan Pablo Villalobos es una historia para reflexionar sobre los límites del humor.
Algo hay de cierto en una de las frases de Roberto Bolaño en Los detectives salvajes: “Todo lo que empieza como comedia acaba como tragicomedia”, que bien puede describir el más reciente trabajo del mexicano Juan Pablo Villalobos, No voy a pedirle a nadie que me crea, novela negra que pone fuertes dosis de humor en donde uno esperaría angustia, duelo o silencio. Obra con la que ganó el Premio Herralde de Novela, convirtiéndose en el sexto mexicano en obtener el reconocimiento junto a nombres como Juan Villoro o Guadalupe Nettel.
Villalobos se ha vuelto uno de los nuevos escritores en lengua hispana más reconocidos; The Guardian y The New York Times lo han comparado con Lewis Carroll por su capacidad de crear mundos oscuros, surrealistas pero a la vez humorísticos. “En todos mis libros está la intención de hacer humor con temas muy delicados, como la violencia, la pobreza, la desigualdad, la vejez, y en éste lo único que hago es llevarlo hasta sus últimas consecuencias”, dice el autor en entrevista para Gatopardo.
Desde 2003, Villalobos reside en Barcelona y desde allá, su ciudad adoptiva, ha publicado la totalidad de su obra: Fiesta en la madriguera (2010), la relación filial entre un niño y su padre narcotraficante; Si viviéramos en un lugar normal (2012), una parodia sobre lo que significa ser pobre en una familia numerosa, y Te vendo un perro (2014), la historia de un taquero jubilado de aspiraciones artísticas.
Esta nueva entrega mezcla elementos de la novela negra y del crimen organizado. El protagonista es su alter ego, Juan Pablo Villalobos, quien está a punto de viajar a Barcelona para realizar su doctorado. Un día, un primo lejano lo invita a participar en un negocio imposible de rechazar. Asiste a la cita, que termina siendo una trampa, y se ve obligado a viajar a Barcelona pero como contacto entre la mafia mexicana y la española.
A lo largo del texto, a Juan Pablo (el narrador) lo obligan a cambiar el tema de su tesis, a separarse de su novia, a enamorarse de una lesbiana y, encima, tiene que lidiar con una dermatitis nerviosa. Con esto, Villalobos (el escritor) realiza un ejercicio para reflexionar sobre cuáles son los límites del humor y de qué se vale y de qué no para reírse.
La novela (y el título) “surge por una especie de concepción que tengo de la literatura de explorar los límites del realismo, de llevar y probar hasta dónde el lector puede creer lo que sucede en el libro”, explica. “Es un desafío al lector: si no quieres, no me creas. Pero en el fondo le estás pidiendo, de una manera irónica, que crea.”
No voy a pedirle a nadie que me crea es una novela que, poco a poco, se va quedando sin personajes, y por eso pareciera quedar inconclusa. “Era una forma de decir que esto es lo que pasa en México: historias que se quedan sin contar porque las personas que deberían contarlas desaparecen.” Así es como se asocian dos mundos, lo que sucede en México y en España. “Quería escribir una novela donde se conjugaran mis realidades: el país del que provengo y el país donde vivo”, concluye el novelista.
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