Mil historias que contar para Santullo y Plá
Marcela Vargas
Fotografía de Diego Berruecos
La nueva película de Rodrigo Plá, «Un monstruo de mil cabezas», llega a los cines comerciales para jugar con la memoria y la fragilidad de la psique humana.
Después de colaborar juntos en la multipremiada La demora en 2012, el dúo creativo integrado por el cineasta uruguayo-mexicano Rodrigo Plá y la escritora Laura Santullo regresa a las salas de cine con Un monstruo de mil cabezas. Esta película, ganadora del Ariel 2016 por Mejor Guion Adaptado, aborda desde ángulos insospechados la fortaleza de los vínculos familiares y la fragilidad de la psique humana. Plá y Santullo exploran una vertiginosa noche en la vida de Sonia Bonet —interpretada por Jana Raluy—, una ama de casa que, presa de la desesperación, intenta obligar a una compañía de seguros a salvar la vida de su esposo moribundo.
Inspirada por el documental canadiense La corporación, en el que se muestra la fragmentación y carácter sociópata de las grandes empresas —“no tienen empatía, no tienen culpa, no sienten”—, Laura Santullo comenzó hace algunos años a germinar la posibilidad de tratar ese tema a través de la ficción. Aunque la idea original se acercaba más al funcionamiento de estas organizaciones, la versión final de Un monstruo de mil cabezas se ocupa de cómo se pierden las personas en estos sistemas y “cómo impacta sobre gente de carne y hueso, cómo esas estructuras de poder o de negocios desdibujan, deterioran o vienen a romper en mil pedazos la vida de la gente de a de veras”, cuenta en entrevista con Gatopardo.
Santullo escribió Un monstruo de mil cabezas primero como novela y, ya que profundizó en las motivaciones de los personajes y concretó las voces narrativas de la historia —contada de manera coral—, transformó el libro en guion. “Para nosotros, esa novela […] era la aventura de estar en la cabeza de esas personas. Fue un material súper rico para trabajar con los actores, entonces optamos por dárselos a ellos en primera instancia para que también tuvieran un espacio de imaginación”, agrega Plá.
Con un elenco conformado por Sebastián Aguirre, Emilio Echevarría, Hugo Albores, Úrsula Pruneda y Noé Hernández, entre otros, la película remite en su estructura a otras corales como Rashomon de Akira Kurosawa, donde “muchas veces no es sólo la anécdota lo que nos interesa transmitir, sino cómo esa anécdota impacta en cada uno de los personajes”, cuenta Santullo.
Para ambos era fundamental jugar con las perspectivas de la historia, de modo que, de manera similar al clásico de Kurosawa, el hilo conductor es una serie de testimonios alrededor de un juicio penal contra Sonia Bonet. “El hecho de abordarlo desde varios lugares permitía que hubiera una lectura más amplia. No era sólo decir ‘vamos con ella’, era más compleja la situación, se perdía si sólo mirábamos el mundo a través de la lucha, la tristeza, el dolor de esta mujer, que ahí está, pero queda matizado con la mirada de los otros”, explica Santullo. “Ella es víctima y agresora”, añade Plá.
Este ejercicio se traduce gracias al uso de los fuera de foco, reflejos y profundidad de campo, que hacen que la “verdad” nunca esté a cuadro sin una limitante visual. “Es un juego con la intimidad de los personajes”, dice Plá sobre la destacada fotografía de Odei Zabaleta. “Lo que estamos viendo es la construcción de la memoria. Lo que vemos está distorsionado por ese punto de vista.”
Un monstruo de mil cabezas explora, al final del día, la experiencia humana de los personajes. Para la guionista, uno va al cine a verse reflejado, a ser cuestionado de alguna manera. “¿Y qué es lo que te cuestiona? La experiencia de los otros en la pantalla”, concluye.
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