Lila Downs, la voz de la guesa
La oaxaqueña siempre ha sido una voz politizada, pues canta sobre lo que le importa.
La guesa (o guetza según algunos) la usan algunas comunidades mixtecas, de Oaxaca, para describir el trabajo en comunidad, la ayuda mutua. “Un intercambio de dar y recibir”, lo describe Lila Downs mientras platica el trabajo que ha hecho en 25 años y al mismo tiempo los planes que tiene para la gira de este año, que se inauguran con el lanzamiento de su álbum más reciente Al chile.
Ana Lila Downs Sánchez nació en Tlaxiaco, un pueblo en el noroeste del estado de Oaxaca el 9 de septiembre de 1968. Anastasia Sánchez, la mamá de la cantante mexicana, conoció a Allen Downs, un profesor de arte de la Universidad de Minnesota cuando vino a México para filmar el vuelo de un ave que viajaba de Canadá a la península de Yucatán.
Comenzó su carrera como solista en 1994 en México, después de haber sido la vocalista de Los Cadetes de Yodoyuxi y La Trova Serrana en Los Ángeles. También estudió antropología en la Universidad de Minnesota, y aunque no se dedica a las ciencias sociales de forma tradicional, Downs ha logrado llevarse a la música el estudio de las manifestaciones sociales y culturales.
En 25 años de carrera ha hecho, por supuesto, muchísimas cosas, pero la bandera que ha tomado es la de la identidad mexicana. “Para mi era fácil copiar a los rockeros ingleses, norteamericanos, lo difícil era crear algo propio; que sonara fresco y que respetara la esencia de la canción mexicana”, dijo Downs para Gatopardo. Con esa inspiración publicó en 1994 su primer álbum, Ofrenda.
Pasaron otros 11 álbumes, hasta llegar a Cariñito, que llega al mundo el 5 de abril del 2019. En este tenía ganas de trabajo en equipo, de escuchar banda, de acceder a la cultura típica mexicana desde las agrupaciones. Empezó a trabajar con Camilo Lara (Instituto Mexicano del Sonido) para que produjera el disco por su acercamiento a la música popular; “tiene una noción un poco antropológica”, dice Downs. Luego se reunieron con bandas y sonideros en la Ciudad de México para grabar las canciones. Aunque platicaron con muchos, los que se quedaron “como siempre debe ser”, fueron La Sonora Tropicana y el Conjunto Costa Azul.
Para la segunda parte del proyecto, Lila Downs se regresó a sus tierras. Había que cantar desde la autenticidad, y no hay nada más auténtico para ella que su Oaxaca. Se fueron a Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec, y habían pasado solo unos meses después de los terremotos que llevaron a los escombros esa población. “Fue muy difícil ver eso, pero también lindo porque la gente es aguerrida y fuerte y el grupo que grabamos así es”, Downs se encontraba con la debilidad pero también con el poder de la comunidad, de la guesa. Grabaron con un grupo musical formado por niños y adolescentes con los que interpretó “La cumbia del mole” y “La llorona”, cantada en zapoteco y en español.
Después grabaron con la Banda Tierra Mojada, con la que ha colaborado durante muchos años. Cantaron “La marmota”, que habla sobre la violencia que se vive en México, en honor al líder de la agrupación, Virgilio Ruiz García, a quien asesinaron durante una gira en Guanajuato.
El nombre del álbum Al Chile, lo escogió la Downs en honor a las bandas de viento típicas de Costa Chica, Guerrero. La combinación de música y baile que se ha generado en esta tradición, con bandas a las que se les conoce como Chile Frito por su falta de afinación en los instrumentos y amateurismo al tocarlos, ha tomado un rol importantísimo en la identidad musical guerrerense. Por ello, la cantante quiso que formara parte de la cosmogonía de su álbum.
En Al chile es manifestación de los orígenes mexicanos, pero también de la transformación de la música y de la cultura. Del lugar al que hemos llegado, tanto negativa como positivamente.
La cantante invitó a Yalitza Aparicio a cantar en una de sus canciones. “Yo quiero oír por todo el mundo/ ser libre y feliz/ yo sé que hay alguien así como yo/ me está esperando a mi”, cantó Downs, de improvisto y de forma naturalísima, cuando quiso hacer referencia a la canción que pensó para la actriz de Roma. “Es una canción de amor, pero que habla también del camino que tienes que recorrer para entender y apreciarte a ti misma”.
La madre de Downs, Anastasia, huyó de un matrimonio arreglado con un hombre abusivo, y cuando se casó con Allan dejó las cosas muy claras. Ella no iba a ser infeliz. El padre de Downs murió y la vida de ambas mujeres se transformó. “Fui aprendiendo que yo tenía el poder en mis manos, podía defenderme. Eso me hizo madurar”, le contó una vez a J.H Hernández.
Ahora sus batallas feministas se enfocan en la educación de su hijo y en dejar de solapar a los hombres que la rodean. “He aprendido que yo me he hecho daño a mí misma, en mi propio entorno familiar, al sobreproteger a los hombres de mi familia. He entendido que yo no les estoy ayudando, ni a ellos ni a mí, al hacer eso y creo que es la lección más íntima y distinta de la que he aprendido en estos últimos años”, dijo y después agregó que de temas polémicos, la madre tierra tiene mucho que decir. “nadie quiere hablar de la sobrepoblación porque todos queremos tener a nuestro propio hijo, pero hay que entrarle de frente y ese es un tema bien polémico que ni siquiera se ha empezado a hablar”.
Lila Downs siempre ha sido una voz politizada, aún sin intentarlo. Canta de lo que le importa y se impone ante las modas europeas defendiendo el valor de los orígenes indígenas, en un país polarizado y racista. Por eso canta: “la música puede crear en unas cuantas frases este sentimiento que nos une y que de pronto olvidamos quién es moreno, quién es blanco, quién es negro, quién es pobre, quien es trabajador, quién es multimillonario, estas cosas que nos dividen”.
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