Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
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André Marín comenzó en el oficio periodístico desde los 14 años, cuando pisó una redacción por primera vez.
Más que una semblanza de André Marín, esta es una narración en primer plano sobre los matices de uno de los periodistas deportivos más relevantes de los últimos 40 años, un apasionado del futbol.
Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
Más que una semblanza de André Marín, esta es una narración en primer plano sobre los matices de uno de los periodistas deportivos más relevantes de los últimos 40 años, un apasionado del futbol.
Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
André Marín comenzó en el oficio periodístico desde los 14 años, cuando pisó una redacción por primera vez.
Más que una semblanza de André Marín, esta es una narración en primer plano sobre los matices de uno de los periodistas deportivos más relevantes de los últimos 40 años, un apasionado del futbol.
Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
Más que una semblanza de André Marín, esta es una narración en primer plano sobre los matices de uno de los periodistas deportivos más relevantes de los últimos 40 años, un apasionado del futbol.
Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
André Marín comenzó en el oficio periodístico desde los 14 años, cuando pisó una redacción por primera vez.
Era 1995 y Televisión Azteca aún no tenía los derechos televisivos de la selección mexicana; André Marín y José Manuel Nieto, su camarógrafo, tenían que subirse a los árboles para captar alguna imagen del entrenamiento. El Güero, como muchos conocimos a Marín, solito puso de cabeza al área deportiva de Televisa por la audacia y terquedad puestos en ganar la nota.
André fue un periodista único en su tipo, de los últimos de la vieja guardia que abrazaron el periodismo desde el oficio. Sin concluir la preparatoria, a los 14 años pisó por primera vez una redacción; a la misma edad en que muchos preferíamos jugar una cascarita en el colegio o en la cuadra de la casa. Ayudó que su abuela materna, María Isabel Fernández Vega, española, era amiga del periodista deportivo más respetado y encumbrado de todo México, José Ramón Fernández, “Joserra”. Allí empezó la relación profesional, de por vida, entre el futbol y Marín.
En aquella redacción del Ajusco, él leía todos los diarios deportivos, analizaba todos los resúmenes de futbol internacional, los sumarios de la OTI que llegaban a Imevisión en la década de los ochenta, todo para cumplir su primer trabajo al hacer un compendio sobre el futbol europeo que los domingos por la noche eran transmitidos en Deportv.
Gracias a una radio de onda corta que le regaló su abuelo, monitoreaba lo sucedido en el deporte de España. Era la época de Migueli y Gary Lineker en el Barcelona, club del que Marín fue aficionado; también los tiempos donde al Calcio Italiano se le consideraba el mejor futbol del mundo. Marín nunca ocultó el orgullo hacia su padre italiano, aunque nunca lo conoció, vaya golpe de la vida. Supo que tuvo más medios hermanos “regados en el mundo; mi papá terminó viviendo en California y trabajó de actor en películas, pero yo solo lo conocí por fotografías”.
El adolescente prodigio también mostró sus habilidades en un programa de radio de la Ciudad de México: Dos en el Área, conducido por José Luis Lamadrid, Rafa Puente, Antonio Roca y Francisco Javier González. “Marcaba todos los días para dejar un comentario. Un día pedí ir a cabina porque era mi cumpleaños, y me aceptaron; ese mismo día pedí trabajo”, me contó que tanta fue su insistencia que de radioescucha se convirtió en colaborador.
Corría 1988 y aquel adolescente se abrió sitio como reportero de cancha en los partidos locales de los Pumas, club del cual nunca renegó el cariño que le guardaba por ser el primer equipo al que le dio cobertura periodística, trayectoria que se extendió por 36 años. André corría por el costado de la cancha a ganar las entrevistas; esperaba el tiempo necesario luego de los partidos para arrinconar al entrevistado en turno y no dejarlo ir sin una declaración. También les pedía el teléfono, al tiempo de entablar amistad con ellos.
Tensiones en el Ajusco
Conocí a André en 2007, cuando daba mis primeros pasos en TV Azteca buscando un lugar en el área de deportes. Como otro de tantos aficionados que creció viendo a José Ramón Fernández en Canal 13, guardaba el anhelo de pertenecer a su equipo de colaboradores. Cuando tuve la oportunidad de integrarme a la redacción de Los Protagonistas, a inicios de 2009, ya no estaba Joserra en la televisora, aunque se abrió la posibilidad de trabajar con Marín todos los días.
El programa había disminuido su doble emisión diaria a únicamente contar con el horario nocturno. Eran los tiempos en los que la televisión abierta o tradicional empezó a ceder ante nuevos competidores digitales. El rating disminuyó y los anunciantes diversificaron sus inversiones. Todos los colaboradores teníamos claro que André Marín era el capo de la información; sin embargo, de a poco perdió el liderazgo con los cambios de directivos ocurridos en ese momento. En tan solo dos años las tensiones se volvieron insostenibles y tras dejar el Ajusco, luego de 25 años en la empresa, a principios de 2012, lo fichó Fox Sports México como su estelar.
Lo cierto es que Marín realmente dejó de estar en Azteca Deportes al terminar la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010, separado por voluntad propia y la del grupo comandado por Christian Martinoli y Luis García. Una revuelta en el Ajusco que llevó a una amarga despedida que se prolongó más de lo necesario: un año en el que André cedió los reflectores mientras Martinoli, García y Jorge Campos consolidaban el mejor tridente de la narrativa deportiva en México, que ha permanecido incólume hasta la actualidad.
André Marín siempre mantuvo su postura de periodista serio, de la vieja guardia. Basta recordar el día en que durante todos sus enlaces desde Sudáfrica se mantuvo estoico sin pronunciar una sola palabra al aire: le parecía un insulto eso del “payasismo deportivo”, frase acuñada por García y Martinoli que abiertamente aceptaban que su labor era más cercana al entretenimiento y el humor que al periodismo serio de la vieja guardia. Otra muestra de su personalidad fue cuando, en 2009, renunció a las coberturas de la selección mexicana para TV Azteca, luego de 20 años. En Johannesburgo no participó del programa estelar, conducido por Martinoli y García, por la marcada diferencia de estilos. En cambio, prefirió la emisión de cierre de Los Protagonistas junto a comentaristas y exfutbolistas más cercanos a su carácter como David Medrano, Emilio Butragueño y Tomás Boy. Treinta minutos al aire, antes de la medianoche en México, de análisis a la antigua y debate genuino.
André, el terco
Antes de la inauguración del Mundial de Sudáfrica, el estudio aún no se podía ocupar y realizamos el programa en vivo en la explanada del Soccer City. Teníamos pocas horas para habituarnos al jet lag y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir en vivo a las 6:30 a.m., 11:30 p.m. en la Ciudad de México.
Hubo una ocasión que estábamos a -5 grados Celsius; solo André, el camarógrafo conocido como José Martín “el Bote” Valencia y yo aguantamos el frío invernal de Sudáfrica. André era terco y prefería ir en vivo bajo esas condiciones a grabar el programa.
“¿Qué tal que se muere Pelé? Y nosotros abriendo el teaser con notas de color en el mercado de Johannesburgo”, sentenciaba y sus escuderos nos cuadrábamos en la intemperie, mientras toda la producción estaba metida en el remolque de transmisión. La nota es impaciente, él lo sabía, y en cualquier momento podía brincar la escurridiza liebre de la primicia.
También disfruté mucho la entrevista que André consiguió con Fabio Capello, el técnico italiano que a ese Mundial acudió como comentarista de la RAI, cadena de televisión de Italia. Marín quería un “mano a mano”, como se dice en el argot periodístico. Habló con el representante y quedaron de hacer la entrevista en un café de la Plaza Mandela. En perfecto español, Capello respondió y analizó la participación de México en la justa. En el mismo lugar almorzaba Javier Zanetti, jugador argentino del Inter de Milán, que no dejaba de prestarles atención y observarlos de reojo.
Como aquel adolescente de los años ochenta, Marín armaba su agenda desde muy temprano: hablaba por teléfono todas las mañanas a todos los clubes, a todos los jugadores o representantes. Fue el Capo en pescar la nota. Se hablaba de tú con Cuauhtémoc Blanco, quien fue su padrino en el programa La Última Palabra, de Fox Sports. A Luis García lo llevó a la televisión luego de su retiro del futbol. Además de ser un reportero férreo, André fue amigo íntimo de muchos de sus primeros entrevistados a nivel de cancha. Se iba de vacaciones con Javier “Vasco” Aguirre, actual técnico de la selección mexicana.
Por su audacia, Marín se ganó el reconocimiento y el cariño de jugadores de la selección mexicana: mientras Fernando Schwartz, el reportero de Televisa, dormía en el mismo hotel de concentración del equipo, André tenía prohibida la entrada. De ahí que continuamente se le viera trepado en los árboles con tal de conseguir una sola imagen de esas concentraciones, sobre todo en el proceso previo al Mundial Francia 1998. Muchos lo recordamos por aparecer esposado y detenido por la policía francesa, eso sí con la misión cumplida.
También te puede interesar leer el cuento de futbol: "Mino Tragedias".
Oficio periodístico
André perteneció a una generación dorada, según los espectadores de esos años. Un gran público mexicano y centroamericano creció viendo Deportv y Los Protagonistas a finales de la década de los ochenta y noventa. Desde 1988, Joserra enviaba a Marín a las coberturas más emblemáticas, ya fueran Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. El jefe de aquella generación dorada confiaba en él, al grado de encargarle la misión de seguir a César Luis Menotti y a la selección; allí terminó de conocer a todos en el mundo del futbol mexicano. Como reportero habló con Hugo Sánchez, con Miguel Mejía Barón, con los dueños y directivos de los equipos. Habló con quien se tuviera que hablar para realizar su trabajo.
Sin quererlo, y por mandato de José Ramón, se convirtió en el mejor insider de la selección. Lo más cercano en el periodismo político es el reportero al que se le encarga la cobertura de Presidencia y todo aquello relacionado con el mandatario en turno. Así estuvo André por 20 años. Oficio, oficio, oficio. El periodista debe buscar la información siempre. “Ya hablaste, ya fuiste”, decía. El mejor resultado de tu trabajo es cuando “los demás medios te retoman, y no al revés. Información fresca”, repetía. André me enseñó a crear una agenda propia y siempre me instruyó: “Una cosa es que tengas los números telefónicos y otra cosa es que te contesten”.
Cuando André empezó en los medios no había internet, y el teléfono siempre costaba, más si era para saber algo de España, por ejemplo. A él le gustaba leer Don Balón, una revista española de futbol, ya que su abuelo materno, José Puig, era un aficionado del Barcelona y con gusto compartía sus lecturas con su hijo-nieto. Aquel imaginario lo dotó de información que el resto de su generación no tenía. De ahí la seguridad con que se presentaba ante los más influyentes del mundo deportivo. Dejando a un lado la amistad de su abuela con José Ramón Fernández, ¿cómo un adolescente puede presentarse a una radio, a una empresa, y tener trabajo a los dos días?
“Tres mil pesos al mes, traducidos como ahora, eso ganaba y con eso tenía que ir y venir”, contaba André siempre que se discutían los salarios en la redacción. Él era quien dictaba la agenda, literal, si uno como reportero o realizador tenía que hablar con tal o cual persona, André proporcionaba el número. Todos los lunes escribía su columna, “La uno”, “La dos”, “La trece”, y así cada jornada del futbol mexicano. Aunque era muy escueto en su narrativa, a diferencia de otros columnistas que encargan sus textos a los redactores o asistentes, él siempre escribió sus artículos del Excélsior o donde fuese que colaborara. Algunos podrían considerarlo demasiado rudimentario y más ahora con la inteligencia artificial, pero esa fue su esencia. Aprendió a escribir profesionalmente imitando a los “mejores de su época”; se hizo reportero en las calles y en las canchas; me atrevo a decir que la mejor agenda la tuvo él por mucho tiempo. Siempre decente, aunque siempre cortante si no era de su interés algún asunto o alguna persona.
A pesar de su obsesión por el periodismo tradicional, vivió la transición de los medios análogos a lo digital de una forma muy peculiar. Siempre apostó por la tecnología y, si era necesario, “ponía mi tarjeta de crédito para levantar el satélite y enviar el material a México”. A veces, un envío satelital desde África o Asia podría costar mil dólares el minuto, nos contaba a quienes formábamos la redacción de deportes en TV Azteca. André creció con máquinas de escribir y telefax, pasó por el radio de onda corta y el bíper (aquel aparato de bolsillo al que llegaban mensajes telegráficos por vía satelital cuando no había teléfonos inteligentes), y trasladó su quehacer periodístico a la era de las redes sociales, siempre figurando como referente, ya fuera en TV Azteca, Fox Sports, Televisa o cualquier medio en el cual colaboró. André le dio la vuelta al mundo cubriendo a la selección mexicana de futbol, copas, torneos, mundiales.
El “traidor”
Terco y chapado a las antiguas redacciones, nunca dejaba de fumar. Ya prohibido el tabaco en sitios públicos como las oficinas de Azteca, André se encerraba en el baño del primer piso del edificio de Producción a fumar todos los días, minutos antes de irse al estudio. “¡No dejes que nadie entre!”, me pedía, como su buen escudero que aguardaba afuera. También era duro y obsesivo con el trabajo, los cambios directivos en Azteca lo llevaron a enfrentamientos con varios productores y editores de poca o nula experiencia en la televisión deportiva.
Tuvo duros encontronazos con otros conductores. Toño Rosique en su momento señaló que a André “le gustaba jugar sucio”. La competencia por el cuadro y los reflectores creó mucha fricción. En la última etapa de trabajo con Christian Martinoli y Luis García, los observé en el palco del estadio narrando los partidos de Cruz Azul sin voltearse a ver. Cuando venían los cortes en la emisión nocturna de Los Protagonistas en el set se hacía un silencio sepulcral. La relación estaba rota.
Entre los matices de André también estaba la nobleza. Siempre fue derecho con la gente de a pie, los de producción, los camarógrafos, la redacción, de alguna manera había una amistad genuina porque éramos las únicas personas con las que cotidianamente convivió.
Mediáticamente fue un “hijo de José Ramón”, “el hijo consentido”. Eso le trajo muchos reflectores, el americanismo se puso en su contra por mucho tiempo; a mi parecer, con los años se convirtió en un personaje de añoranza para todo el público futbolero. En su momento también fue el “hijo malo”, “el traidor”, y cosas sin sentido que se difundían en los tabloides de México. Lo llamaron así cuando José Ramón Fernández fue despedido de TV Azteca, erróneamente culpaban a André de su salida.
A pesar de todo, Marín fue único entre los periodistas deportivos y eso nadie se lo va a poder arrebatar jamás. A finales de 2023, fue anunciado, junto con David Faitelson, como refuerzo estelar de TUDN, la marca deportiva de Televisa.
Antes de partir
En la cobertura de la final de ida entre Santos y Toluca de 2009 una vez más tuve la oportunidad de acompañarlo a Torreón. Luego de concluir el primer programa en vivo, nos fuimos a cenar unos tacos. Pasaba de la medianoche cuando Charly, el chofer que nos transportaba, nos llevó del restaurante al hotel. “¡Agáchate cabrón!”, gritó André. De regreso al hotel habíamos quedado atrapados en medio de una balacera. Charly frenó en seco, condujo en reversa y dio una vuelta en “u” para escapar del enfrentamiento. Llegamos aterrados al hotel y no permitió que Charly volviera a salir hasta que amaneciera. Temprano por la mañana me llamó para preguntarme cómo me sentía y si había podido dormir. “Nunca me habían tocado balazos en una cobertura”, me dijo entre risas durante el desayuno, aunque imperó el nerviosismo todo ese día y en la transmisión del juego.
La última vez que hablé con André Marín fue el 14 de febrero de 2024, ese día falleció en un accidente de automóvil Diego “el Puma” Chávez, jugador de los Bravos de FC Juárez. André me marcó al filo del mediodía para confirmar la noticia. En el club aún no publicábamos el comunicado oficial. Con él no pude negarme. Confirmé la terrible noticia que sacudió al futbol mexicano e internacional y todavía me pidió hablar conmigo al aire en su programa de radio a las 3 de la tarde. No supe cómo negarme al ser el responsable de prensa en el club, al final fue André uno de mis maestros más entrañables y, además, amigo.
El lunes 16 de septiembre de 2024 lo primero que leo en mi celular es un mensaje de Joaquín del Olmo avisando de la muerte de André Marín. Sabíamos de su hospitalización en Monterrey y de su doble trasplante de pulmón; siempre confiamos en poder charlar una vez más con él. Ya no hubo oportunidad.
André Marín se ha ido muy rápido. A sus 52 años, la despedida fue muy pronta, dejando a su esposa y tres hijos. Detrás de él hay una estela y un legado que trabajó desde que, sentado frente a su radio de onda corta, imaginaba cómo era estar a ras de cancha atestiguando las hazañas de 22 hombres tras un balón. Un legado en los medios deportivos al que muy pocos lograrán acercarse.
Hasta siempre, querido André.
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