Andrea Bajani, el hallazgo de las letras italianas

Andrea Bajani, el hallazgo de las letras italianas

08
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20
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Tiempo de Lectura: 00 min

Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Andrea Bajani, el hallazgo de las letras italianas

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Poeta y novelista, Bajani ha ganado todos los premios habidos y por haber. Elefanta, editorial independiente que editó su novela Un bien al mundo (2019), lo traduce al español y lo publica por primera vez en México.

Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

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A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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Andrea Bajani habla frente a una audiencia de trescientos estudiantes en una preparatoria pública de Guadalajara. El evento consiste en responder a las preguntas que los adolescentes escribieron detrás de unas cartas de lotería. Frente a él, en la mesita de centro, va colocando El Tambor, La Botella, El Catrín. Es la primera vez que el autor visita México y, aunque entiende bien el español, no se anima a hablarlo. Se nota que los jóvenes lo intrigan y lo conmueven, quizá por eso se abandona al juego con una alegría seria. A sus 44 años ha ganado ya todos los premios importantes de Italia, pero hay algo en su actitud, probablemente su espontaneidad, que lo asemeja al público de esa mañana.

“¿Qué escritores despertaron tu interés por la literatura?”, pregunta un estudiante. Bajani se recarga en la silla y asegura: “Son muchos. Si tuviéramos tiempo, podría contestarte en cinco horas. Siempre me interesaron los escritores de prosa detrás de los cuales se escucha un poeta. Para mí es muy importante sentir la musicalidad en la lengua, como pasa con Auden y con Kundera, que descubrí más o menos a tu edad”.

Hace trece años, cuando acababa de publicar Se consideri le colpe, traducida al español como Mapa de una ausencia (Siruela, 2017), supo que el escritor Antonio Tabucchi iba a cenar en París en casa de un conocido suyo. La admiración que sentía por el autor de Sostiene Pereira, al que nunca había visto en persona, lo llevó a subirse a un tren y aparecer, sin anunciarse, en medio de la cena. Tabucchi, sorprendido de verlo ahí, sacó un sobre cerrado que llevaba en su bolso, y le dijo: “justo hoy por la mañana le escribí una carta para contarle lo mucho que me gustó su novela”. Esa noche comenzó una relación importantísima en la vida de ambos escritores que Bajani narra maravillosamente en su novela Mi Riconosci, un libro sobre la amistad y el luto, escrito en estado de gracia, que incomprensiblemente no se ha traducido a nuestra lengua.

“Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. Si logro llegar al final, salgo transformado."

Hay autores que buscan durante toda su vida escribir un libro específico y el resto de su obra constituye rodeos o intentos, más o menos fallidos, por conseguirlo. Bajani en cambio muda de piel cada cierto tiempo. Cuando todos pensaban que estaba en pleno dominio de un estilo, sorprendió a sus lectores con Un bien al mundo (Elefanta, 2019), la novela que vino a presentar a México y que parece escrita por otra persona. Se trata de una historia en apariencia simple: en un pueblo pequeño y sin nombre, viven un niño y su dolor. Este último lo acompaña a todas partes a manera de un animal de compañía. Se trata de un mundo ligeramente distinto, en el que son visibles las cosas que intuimos pero que no solemos ver: el dolor de la gente, la violencia, el silencio que lo devora todo. Acerca de esta novela Michael Cunningham escribió: “Bajani es un original de verdad. Un bien al mundo está poseída por el ritmo simple y cadencioso que yo asocio a los cuentos de hadas […], pero la historia que cuenta es totalmente para adultos y sucede en un mundo excesivamente real”.

A pesar de las mutaciones estilísticas de su autor, las novelas de Andrea Bajani tienen puntos en común. Si en Mapa de una ausencia Lorenzo, el personaje principal, sufrió el abandono de su madre y construyó su vida en torno a sus recuerdos, en Un bien al mundo los padres, demasiado presentes, extienden alrededor del niño un auténtico desierto afectivo en el que las únicas emociones son la frustración, la tristeza y la violencia de los adultos. La ingenuidad que uno percibe en este libro es deliberada y responde a la voluntad de volver a crear el mundo a partir del lenguaje. ¿Para qué? Para mirarlo con ojos nuevos y frescos, para descubrirlo con toda su belleza y todo su horror como hacen los niños. Y eso nos permite a sus lectores regresar en el tiempo al lugar arquetípico de nuestra infancia, porque el pueblo vacío de Un bien al mundo es eso en realidad, ese lugar confinado en nuestra memoria, al que tratamos de entrar desde el diván del psicoanalista, sabiendo que está resguardado por una jauría de dolores.

Como los escritores que más le interesan, Bajani es poeta y novelista. “¿Cuál es tu proceso creativo cuando escribes uno y otro género?”, pregunta otro de los adolescentes al reverso de una carta. “En mi caso un periodo poético no dura más de un mes. Durante ese tiempo, los poemas llegan solos, y lo único que hago es ajustarlos. Me puedo pasar un día entero corrigiendo cinco líneas, pero estoy tranquilo porque el poema ya está ahí. Luego desparecen y no vuelven durante uno o dos años. Son como esos amigos que no ves en mucho tiempo y cuando regresan es como si los hubieras visto el día anterior. En cambio, empezar una novela es un infierno. Escribo temprano por la mañana, todos los días durante muchos meses, lleno de dudas e incertidumbre. A veces las desecho a la mitad porque no sé cómo continuar, pero si logro llegar al final, salgo totalmente transformado”, y así es también como quedamos sus lectores después de leer cada uno de sus libros.

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