La culpa por comer o disfrutar la cena cargada de calorías afecta, primordialmente a las mujeres, cada año. En estas fiestas decembrinas podemos cambiar una costumbre que hace daño a otros y dejar de opinar sobre el cuerpo de otras personas.
Navidad y Año Nuevo son fechas para reunirte con tu familia para disfrutar, comer y más, pero también la temporada en que se reúnen los prejuicios y las prácticas violentas. Una ensayista, una nutrióloga y una psicóloga nos ayudaron a entender las raíces de la gordofobia y cómo puede afectar a las personas.
María Fernanda Ampuero, escritora ecuatoriana, ha reflexionado sobre los orígenes de la gordofobia que, afirma, están relacionados con la religión y con la culpa católica. “Es común para las mujeres escuchar constantemente el tema de que al comer ciertas cosas estamos pecando; con la carga de catolicismo, de sacrificio y de ayuno desde la religión. El peso que tiene la palabra pecado es muy fuerte para vincularlo con una cosa placentera, familiar, feliz, de celebración, como es la Navidad o el fin de año”.
En Ecuador, México y toda Latinoamérica tenemos en común una cocina con miles de sabores y variedades, así como la costumbre de reunirnos en festines con sobremesas que pueden prolongarse hasta la madrugada. Sin embargo, la ensayista señala que para las mujeres ese placer está socialmente sancionado; de hecho, todos los placeres lo están.
"para las mujeres ese placer está socialmente sancionado; de hecho, todos los placeres lo están".
“En Latinoamérica, esa cantidad de comida demencial y ese festín de carbohidratos y de grasas y de todo lo que nos gusta y es delicioso, mezclado con la culpa que tenemos por disfrutar, no solo disfrutar de la comida, sino del sexo, de nuestro cuerpo, de la mar; es el hedonismo que está completamente prohibido para las mujeres. Siempre tenemos que darnos golpes de pecho de por qué hacemos las cosas”, dice.
Desde hace algunos años, en las redes sociales ha cobrado más fuerza la voz del personal de la salud cuyos diagnósticos y tratamientos no están centrados en el peso. Una de ellas es Raquel Lobatón, nutrióloga incluyente, educadora en diabetes y proveedora de confianza corporal.
Pedir perdón a los comensales de una mesa por comer postre, o anteponer a este acto la promesa de iniciar dieta en próximos días son actos que Raquel Lobatón atribuye a lo que se conoce como “cultura de dietas”, un sistema de creencias y costumbres que ―sobre todo― afecta a las mujeres y a las niñas.
"La cultura de dietas demoniza alimentos, al tiempo que otros alimentos los endiosa
Lobatón tiene un enfoque llamado salud en todas las tallas y, desde esa perspectiva, nos dice: “La cultura de dietas tiene un pensamiento sumamente simplista y binario con respecto a los alimentos. De tal forma que los clasifica en dos únicas posibles categorías: son buenos o son malos, son saludables o no son saludables. La cultura de dietas demoniza alimentos, al tiempo que otros alimentos los endiosa o los vuelve como alimentos supremos”.
Ana Pau Molina, conocida en Instagram como Acuerpada, es psicóloga certificada en Terapia Cognitivo Conductual para Trastornos de la Conducta Alimentaria por el Centro de Investigación de Trastornos de la Conducta Alimentaria, en Oxford. Ella cuestiona el concepto de salud que intenta vender la industria de alimentos.
“Nadie tiene un completo bienestar físico, emocional y social. Nadie. Yo pienso en la gente de mi familia nuclear y tenemos una persona que tiene alergias todo el tiempo. Otra persona que usa lentes, otra persona que trabaja demasiado y entonces nunca va a las reuniones. Otra persona que le duelen las rodillas, otra persona que tiene acné o tiene psoriasis. Entonces, realmente si buscáramos a una persona que sea 100% saludable, yo creo que no existe en absoluto. Entonces creer que un alimento nos va a poder dar la absoluta salud y llevarnos hacia allá, no es realista”, asegura.
Ana Pau Molina dice que la cultura de dietas ha llevado a sus pacientes a mantenerse en un estado de hipervigilancia que desemboca conductas desordenadas de la alimentación. “Nos lleva a escondernos para comer. Tener miedo a comer frente a otras personas. No sale de la nada, es un miedo instaurado por tantos comentarios y por tanta hipervigilancia durante tantos años. Ahora hay gente en mi consultorio que tiene 30 o 40 años, y en la oficina no pueden comer en el comedor común porque tienen miedo a que se les esté señalando todo el tiempo lo que están comiendo”, explica.
Esta situación, nos dice la especialista, puede tener como consecuencias los atracones, en los que una persona consume comida que le está restringida, en cantidades que pueden llevarla a autolesionarse con síntomas como dolor de estómago, ganas de vomitar o incluso provocarse el vómito después de comer. Y aunque la cantidad de comida que es necesaria para considerarse un atracón depende de cada persona, es muy común que estén asociados también con sensaciones de culpa, dolor y angustia.
Al respecto, Raquel Lobatón dice: “Los atracones están relacionados con la restricción. Sí tiene que ver con las dietas. Las personas que no hacemos dieta, que nunca hemos hecho dieta, difícilmente llegamos a tener un atracón. El atracón es una respuesta normal a la restricción. Por ejemplo, si dejara de beber agua toda la semana, y solo me permitiera tomarla el fin de semana, ¿tú crees que yo voy a ser capaz de tomar un vaso chiquito y darle traguitos pequeños o me voy a empinar el garrafón? Es mi cuerpo pidiéndome a gritos el agua que no le di en la semana ¿Por qué creemos que con la comida no va a pasar igual?”. Además, la nutrióloga nos propone esta reflexión: “Si yo me empino el garrafón, ¿es porque soy adicta al agua?, ¿o porque no tengo fuerza de voluntad?, ¿o porque no tengo amor propio? Veamos cuántas mentiras nos contaron”.
Todo este bombardeo violento sobre nuestro cuerpo hace que este se convierta en “algo” que odiamos y que jamás aceptaremos hasta que logremos modificarlo. Aún cuando es el que nos brinda la capacidad de caminar, correr, reír y llorar de felicidad, así como de abrazar a quienes amamos. Sobre esto, Ana Pau Molina nos dice: “No tenemos que enamorarnos de nuestro cuerpo y no tenemos que amar cada parte de él para estar bien y para vivir en libertad. Creo que lo que le otorga más libertad a mis consultantes en el tema del cuerpo es entender que ellas nunca fueron el problema, que ellas no fallaron, que las dietas les fallaron a ellas”.
De la mano de la periodista Viridiana Castillo, este episodio de Semanario Gatopardo busca mostrar diferentes perspectivas de lo que hoy parece una utopía: que todos los cuerpos gocen los mismos derechos.
Entendemos que el camino por andar no es sencillo; sin embargo, queremos invitarte a que veas este tema desde otro ángulo. Que la forma en la que te has vinculado con tu cuerpo y la alimentación quizás te puso en un lugar no grato pero que, como menciona Raquel Lobatón: “Puede cambiar. Es un proceso, es una práctica. Toma su tiempo, mucha paciencia y sobre todo mucha, mucha, mucha autocompasión”.
“No tenemos que enamorarnos de nuestro cuerpo y no tenemos que amar cada parte de él para estar bien y para vivir en libertad"