Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

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Tiempo de Lectura: 00 min

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.

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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

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Realización de
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Traducción de

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Archivo Gatopardo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

30
.
11
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24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
30
.
11
.
24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.
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Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

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11
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24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Realización de
Ilustración de
Traducción de
Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.
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Tiempo de Lectura: 00 min

Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.
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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

También puede gustarte esta crónica "La masacre de los pingüinos: la reconstrucción de un crimen que llegó a un juicio histórico"

Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

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El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

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Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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Una orca sigue su camino con trozos de tiburón ballena entre los dientes. Foto: Kelsey Williamson.

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

Las orcas mexicanas que aprendieron a cazar al pez más grande del mundo

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Lideradas por las hembras, las orcas tienen complejas y ancestrales estrategias de caza, transmitidas de generación en generación. Científicos de Baja California Sur han documentado una de las más letales.

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En 2015, Érick Higuera, biólogo, buzo e investigador independiente, fue testigo de una escena que parecía sacada de un documental de la naturaleza: “Vi a un par de orcas macho atacar a un ballenato de ballena jorobada”, me cuenta reviviendo el asombro de aquel momento. El ballenato no estaba solo, había otras dos ballenas jorobadas a su lado.

El género al que pertenecen las ballenas jorobadas es Megaptera; es decir, “aleta grande”, y justo estas enormes aletas suelen estar cubiertas de percebes bastante filosos que forman una defensa infranqueable contra los ataques. El combate era disparejo, y las orcas lo sabían. Sin embargo, en apenas siete minutos lograron lo que parecía imposible: le arrebataron la cría a dos ballenas adultas.

Las orcas son capaces de las mayores proezas predatorias, son bastante inteligentes, atacan en parejas o en grupos, heredan su conocimiento de generación en generación y han desarrollado comportamientos que los especialistas ya denominan cultura. Érick, quien comenzó su fascinación por las orcas casi tres décadas atrás, recuerda cómo, en 1997, en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, su profesora de mastozoología ya hablaba de la necesidad de estudiar y registrar a las orcas del golfo de California. “En esa época no había drones ni iPhones ni había dinero para hacer recorridos en helicóptero. Lo que había era una panga y unos binoculares, pero era fácil ver que las orcas ya comían muchas presas distintas”, dice.

Orcas en Baja California Sur
Las orcas toman un respiro antes de darle un golpe final al tiburón ballena. Foto: Kelsey Williamson

Las orcas son depredadores tope, esto significa que están en lo más alto de la cadena alimenticia, y consumen una gran diversidad de presas. Igual que nuestras preferencias locales y las nuevas tendencias gastronómicas, las orcas cazan lo que está en la zona y es de temporada. Las poblaciones de orcas de Noruega y Groenlandia se especializan en cazar arenques, mientras que en el noreste del océano Pacífico su dieta se basa casi por completo en el salmón. “En la parte sur del golfo de California, las orcas cazan rayas diablo. Queríamos documentarlo para poder entender mejor el rol ecológico de las orcas en el golfo”, me explica Érick.

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Este descubrimiento y las estrategias utilizadas por las orcas para cazar fueron registradas en colaboración con cineastas submarinos. El trabajo culminó en un episodio de la serie Planeta Tierra de la BBC, y en un artículo científico que detalla las técnicas para cazar rayas diablo (Mobula munkiana), y otras especies de rayas, como las llamadas “tecolotes” (Rhinoptera bonasus). Érick describe estas tácticas con precisión: “Las acorralan y luego las embisten —dice mientras simula el movimiento con sus manos—, y así nomás las agarran". Cuando las rayas pueden picarlas con la cola e inyectarles veneno, “las orcas primero les pegan coletazos para destantearlas y luego poder atacarlas”, me explica el buzo.

Érick ha seguido a las orcas del golfo de California desde el 2018, triangulando información con pescadores y otros navegantes de la zona. Los capitanes que llevan grupos de turistas a ver ballenas también saben que hay un biólogo interesado en esta especie. Y así llegó el primer aviso que cambió el rumbo de sus investigaciones. “Estábamos siguiendo el movimiento de una familia de orcas que entran del Pacífico. Dentro del grupo había un macho al que le perdimos la pista como por dos semanas. Lo volvieron a ver ya por otro lado del golfo, comiéndose a un tiburón ballena”, dice Érick.

Era una mañana soleada en mayo de 2018, el mar estaba tranquilo y era un gran día para salir a ver ballenas. En punto del mediodía, en la parte norte del archipiélago de Espíritu Santo, dos botes de turistas vieron a una orca macho acercarse a un tiburón ballena juvenil. Este macho era un viejo conocido de Érick, ya lo había grabado comiendo rayas y le había puesto el nombre de Moctezuma. Para cuando los botes lograron acercarse, el tiburón ballena ya había muerto. En un par de videos que los turistas lograron filmar, se le ve aún moviéndose, aunque estaba panza arriba, en la superficie del mar y con una gran herida en uno de sus costados, junto a la aleta pectoral. Moctezuma hundió a su presa, la cual unos instantes después apareció de nuevo en la superficie. La orca lo embistió varias veces intentando voltearlo. Después se observó una gran mancha de sangre y algunos pedazos del tiburón ballena en la superficie que atrajeron a gaviotas y fragatas. Moctezuma se mantuvo en la superficie tomando varios respiros para luego alejarse del sitio. El cadáver del tiburón ballena había desaparecido también.

Después de este encuentro, a Érick le interesó aún más la especie y esta familia en particular. “Siempre las veíamos cazando rayas, y después distintas personas nos contaron de otros ataques a tiburones ballena”, dice. El biólogo quería saber más sobre sus estrategias de caza, y empezó a hacerse preguntas que requerían de una experta en tiburones ballena para ser respondidas. Buscó la ayuda de Francesca Pancaldi, otra investigadora independiente que estudió un doctorado en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, analizando el impacto de la contaminación marina en tiburones ballena.

Francesca me explica cómo, a pesar de su tamaño imponente, los tiburones ballena no tienen muchas defensas. “Son muy lentos y sus dientes son muy pequeños. Además, suelen ser solitarios. Solo se reúnen en zonas de alimentación y para reproducirse”. Lo que logra mantener a los depredadores a raya es su enorme tamaño. El tiburón ballena es el pez más grande del océano y puede alcanzar los 12 metros de longitud. Pero en el Golfo de California las orcas no atacan a estos gigantes adultos, van tras los juveniles. Ellos “rondan entre los cinco y siete metros; necesitan alimentarse en la superficie, y este es un momento muy vulnerable”, precisa Francesca.

Orcas en Baja California Sur
Una familia de orcas se organiza para embestir a un tiburón ballena juvenil para luego alimentarse de su hígado. Foto: Kelsey Williamson.

Además del cuándo, se necesita saber cómo. “Las orcas no atacarían la parte dorsal, donde la piel es oscura con manchas blancas, de un tiburón ballena. Es muy duro, tiene una estratificación de cartílago que es muy espesa”, dice Francesca. En cambio, el lado ventral del tiburón ballena es mucho más suave y prácticamente carece de protección; además, las aletas pélvicas y los órganos sexuales masculinos —que son externos— sirven como asideros para sus atacantes.

Cerca de esta parte de su cuerpo, del vientre, de la panza, se encuentra uno de los alimentos más nutritivos de todo el océano: el hígado de tiburón. “La aorta que irriga al hígado está muy poco protegida; si sufren una herida ahí, se desangran muy rápido”, explica Francesca. El hígado de un tiburón es bastante grande, puede alcanzar hasta el 10% de su peso, y cada gramo está cargado de nutrientes. Además de cumplir sus funciones, el hígado ayuda a los tiburones —que siendo peces carecen de pulmones— a flotar. Esto porque el hígado está formado principalmente por lípidos que son menos densos que el agua: lípidos, deliciosos y nutritivos lípidos. “Es una gran comida. Y estos depredadores lo saben”, dice Érick.

En otro video en el que se ve a un grupo de orcas alimentándose de un tiburón ballena “le dan preferencia a los juveniles”, según el investigador. Como si se tratara de tu propia madre dándote cucharadas de aceite de hígado de tiburón ballena. Y las madres, o mejor dicho, las abuelas, tienen un rol de extrema importancia en los grupos de las orcas. En principio porque los grupos son familias compuestas por la abuela, las hijas, las nietas y algunos machos, casi siempre emparentados con ellas. Las abuelas suelen coordinar ataques y enseñar a cazar a las demás, así como decidir el momento en que deben mudarse a otras aguas y la ruta por seguir.

La abuela de la familia de Moctezuma se llama Wáay, que en maya significa "bruja", porque su aleta dorsal parece un sombrero de bruja, según quienes investigan a estas orcas. “No sabemos la relación que tiene la familia con Moctezuma, aunque nunca ha presentado conductas de cortejo con las hembras del grupo”, dice Érick, apuntando a que probablemente sea un hijo de Wáay. “Faltaría hacer un análisis de ADN o de llamados y vocalizaciones para tener los datos concluyentes”, dice el buzo.

También puede interesarte leer el ensayo de Francisco Serratos "Lo que hemos hecho con los océanos".

Desde ese primer avistamiento de Moctezuma con un tiburón ballena en 2018, se han logrado fotografiar y grabar otros tres encuentros. Todos han sido descritos en gran detalle en un artículo científico publicado en la revista Frontiers in Marine Science por Érick —desde las asociaciones civiles Conexiones Terramar y Protección y Conservación Pelágica—, Francesca, y otros cuatro colaboradores de Estados Unidos.

El segundo encuentro, grabado por otro turista el 20 de junio del 2021, cerca de las tres de la tarde, muestra a Wáay, a Moctezuma y a otras cuatro orcas —incluyendo una cría—, nadando cerca de un tiburón ballena juvenil que, de nuevo, se encontraba panza arriba y con una herida en el vientre. “Ahí ya empezábamos a pensar que los tiburones ballena juveniles sí eran un blanco de caza para las orcas”, me dice Érick, algo que hasta ahora solo se había reportado de manera esporádica, pero que por fin se logra describir a detalle en este estudio.

El tercer evento de caza sucedió el 27 de abril del año pasado. Un video muestra a un tiburón ballena juvenil nadando solitario cuando Moctezuma empieza a nadar debajo de él. Rápidamente aparece una segunda orca que muerde la aleta pélvica del tiburón ballena, dejándolo desangrarse. La orca salió a respirar mientras su presa —aparentemente muerta— se hundía. Momentos después, grandes trozos de la carne de un animal —probablemente del tiburón ballena— empezaron a flotar en el área.

Orcas en Baja California Sur
El tiburón ballena es arrastrado a la superficie, mientras una orca muerde su aleta pélvica. Foto: Kelsey Williamson.

“El cuarto evento sucedió este año —el 26 de mayo—, y logró confirmar nuestras hipótesis”, dice alegremente Érick. “Lo grabaron unas colegas nuestras, Kathryn Ayres y Kelsey Williamson —quienes también firman el artículo de investigación—”. Érick y Francesca se voltean a ver y entre risas confiesan: “Somos los únicos del equipo de investigación que no hemos logrado ver la caza en vivo”. El video es contundente. Moctezuma no participa en esta ocasión, pero la técnica es la misma, y es tan precisa como letal. Dos orcas adultas van tras las aletas pélvicas de la presa juvenil, y la arrastran a la superficie, donde la voltean. Voltear a un tiburón ballena panza arriba hace la caza mucho más sencilla, ya que estos peces —al igual que otros tiburones— sufren de un comportamiento llamado inmovilidad tónica, en el que al voltearse quedan inmóviles temporalmente y, por lo tanto, completamente indefensos. Una de las orcas golpea la cabeza del tiburón ballena, cuando otras dos —una adulta y un juvenil— se unen a la caza. La juvenil va directo a la zona del vientre, que empieza a sangrar profusamente. El ataque orquestado continúa hasta matar a la presa, y se ve a las orcas alejarse, cada una con un pedazo de tiburón ballena en la boca.

“No creo que sea un comportamiento nuevo; más bien ahora hay muchos más ojos y cámaras en el mar”, me dice Francesca. Este comentario es una respuesta a mi pregunta sobre si la caza de las orcas pone en riesgo a la población de tiburones ballena. “No representa un problema de conservación; el verdadero problema es la colisión con los botes. Más del 70% de los tiburones ballena de La Paz están lesionados por culpa de los botes”, aclara la especialista.

También se refiere al proyecto Saguaro, que pretende construir un gasoducto que conecte a Texas con el golfo de California, de donde zarparían buques tanque con destino a China. Francesca no logra ver un futuro prometedor si el proyecto se lleva a cabo: “Va a pasar por las zonas migratorias de muchas especies de ballenas y tiburones. Además, la tecnología tiene fallas: los hidrocarburos se esparcen por el mar y eso afecta a todo: desde el plancton hasta al depredador tope, y llegaría a los humanos. Afectaría directamente a las comunidades, ya que sin ballenas ni tiburones ballena, el turismo se vendría abajo”. Y esto es igualmente un llamado a la acción a nivel global. En un estudio publicado en la revista Science, se estima que menos del 7% de las localidades donde es más común que haya choques entre embarcaciones y ballenas, tienen regulaciones que permitan la protección de los cetáceos.

Este turismo del que habla Francesca ha cambiado la economía local. “Hay expescadores, extiburoneros que ya no tienen que salir a pescar. Ahora llevan turistas; pasaron de pescadores a capitanes y a empresarios”, explica Érick. Sin embargo, Francesca insiste en la necesidad de un plan de manejo ordenado, legal y sustentable para proteger tanto a las orcas como a las comunidades locales. Por eso también son importantes investigaciones como esta, “para darle al gobierno toda la información completa y necesaria para poder hacer estos planes de manejo”, comenta Érick, y con ello poder seguir aprendiendo sobre las orcas.

El misterio de las orcas, de sus costumbres y su capacidad de aprendizaje, sigue fascinándonos. Con sus etéreas cinco toneladas, y la fuerza de un bíblico Leviatán, también son capaces de boberías como inventar la moda de usar un salmón muerto de sombrero —que sucedió en el verano de 1987 y, al parecer, ha vuelto este año—. Pero también son capaces de sufrir, aprender y rebelarse, como fue el caso de las Gladis, aquella pandilla de orcas que atacaban yates en la península ibérica. Incluso  pueden expresar duelo durante más de una semana al perder una cría. Por eso cada vez que se anuncia un nuevo comportamiento —o al menos uno que desconocíamos— mi corazón se acelera. Siento que estamos presenciando una nueva corriente cultural. Como si surgiera una nueva vanguardia artística que Wáay y Moctezuma están transmitiendo a las nuevas generaciones de orcas del golfo de California. ¡Qué vivan las orcas y sus tradiciones!

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