En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
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En la edición 185 de Gatopardo escribimos sobre el periodista León Krauze, el sismo del 19 de septiembre de 2017 y la dictadura argentina.
En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
En la edición 185 de Gatopardo escribimos sobre el periodista León Krauze, el sismo del 19 de septiembre de 2017 y la dictadura argentina.
En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
En la edición 185 de Gatopardo escribimos sobre el periodista León Krauze, el sismo del 19 de septiembre de 2017 y la dictadura argentina.
En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
En la edición 185 de Gatopardo escribimos sobre el periodista León Krauze, el sismo del 19 de septiembre de 2017 y la dictadura argentina.
En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
En medio del cierre de esta edición, la tierra se movió con intensidad. Quienes trabajamos en Gatopardo y Travesías Media salimos apresurados de nuestra oficina en la colonia Condesa, una de las zonas más afectadas de la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre. Las horas siguientes fueron de terror ante la incertidumbre de la magnitud de la catástrofe. Tomamos la decisión de suspender el cierre de la revista hasta asegurar la seguridad para nuestro equipo. Dos días después del fuerte terremoto, regresamos a la sala de redacción. A pesar de los derrumbes, las múltiples tragedias, los rumores, las alarmas y los recuerdos, retomamos nuestras labores. Todos alternamos nuestro trabajo periodístico con ayuda a las víctimas. Pero sabíamos que terminar este número era una parte importante de las labores de reconstrucción.
Ya de regreso a la normalidad —si es que se puede llamar así— seleccionamos un portafolio de Santiago Arau. El fotógrafo ha recorrido la Ciudad de México desde el día del temblor para retratar la destrucción en diferentes colonias. Publicamos sus imágenes sin ninguna intención sensacionalista; lo hacemos para registrar un evento que sacudió fuertemente una de las ciudades más grandes del mundo y que es nuestra casa. Es un testimonio gráfico de lo ocurrido, sin olvidar que la otra mitad del país —Oaxaca, Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero— también está arrasada. Aún es imposible calcular cuánto va a costar o cuánto se va a tardar la reparación en cada uno de esos estados. Ya haremos una investigación más profunda sobre las consecuencias nefastas del sismo. Por ahora sólo dejamos estas imágenes impactantes de la fuerza destructiva de la naturaleza.
Uno de los temas más relevantes del periodismo en la actualidad es la relación entre la identidad y el pasado. Todos los reportajes que publicamos este mes giran sobre esos dos ejes. En el primero de ellos, Juan Manuel Mannarino reconstruye la historia de varios hijos de represores de la dictadura militar argentina, ocurrida entre 1976 y 1983. Muchos de ellos descubrieron, ya adultos, que sus padres fueron cómplices de las torturas y desapariciones que siguen irresueltas. Las diferentes reacciones de estos hijos —que hablan por primera vez y aceptaron ser retratados por Leonardo Vaca— muestran lo complejo que puede ser convivir con un pasado desconocido.Así mismo, el reportaje de Omar Millán y las fotografías de Guillermo Arias ponen en escena la realidad confusa de los deportados en Baja California. Estos mexicanos regresan a su país después de ser detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde luego, este aterrizaje es traumático: muchos de ellos, en particular los más jóvenes, forjaron su identidad en Estados Unidos. No ven un futuro claro en México y se sienten extranjeros en su propio país.León Krauze, el personaje de portada este mes, conoce bien las consecuencias de ser un extranjero. Él también es un migrante y desde que dejó México —para trabajar en el canal Univision en Los Ángeles— ha explorado esta condición. Krauze se ha dedicado a escuchar a todos los latinos que tienen una historia para contar. No duda en afirmar que su vocación se divide entre la información y el activismo. Krauze conversó en varias oportunidades con Alejandra González y posó para la cámara de Diego Berruecos en su casa y oficina.Por último, Rosa Beltrán nos entregó un magnífico texto sobre uno de sus recuerdos más preciados. La narradora mexicana cuenta cómo, durante gran parte del siglo pasado, Acapulco fue uno de los destinos favoritos de los viajeros en México, su familia entre ellos. Beltrán pasó muchos momentos de su juventud en el puerto donde se respiraba un aire de libertad y sofisticación únicos en el país. Tanto así que fue un mito para su generación. La autora se pregunta qué pasó con el puerto que hoy es un campo de batalla.
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