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París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración Mara Hernández
08
.
07
.
24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En nombre de la seguridad y de la protección de la imagen de la capital y del país durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024, las autoridades parisinas realizan una limpieza de la ciudad que incluye el desplazamiento de migrantes, trabajadoras sexuales y personas sintecho.

Alrededor de las 7 de la noche, la Plaza del Ayuntamiento de París comienza a llenarse con un grupo de visitantes recurrentes que acude a este punto de la ciudad para recibir un plato de sopa caliente, un trozo de pan y algo de fruta que la asociación Utopía 56 se encarga de repartirles a diario.

Esta noche llueve con fuerza, el agua forma pequeños ríos en las avenidas que flanquean al Hôtel de Ville, un espectacular palacio neorrenacentista cuyo frente, desde hace meses, está decorado con banderines y los anillos olímpicos. El asiduo gentío se refugia debajo del techo de un enorme y lujoso centro comercial cercano a la Plaza, provocando distintas reacciones en las personas que salen con sus bolsas llenas de productos de valor inestimable. Hay mujeres jóvenes, con bebés sujetados con telas en la espalda y otros más en carriolas, que buscan en las bolsas que lleva la asociación algo de ropa, toallas femeninas y pañales; también hay hombres jóvenes que se saludan entre sí antes de que llegue la olla gigantesca con la cena, señores mayores que cargan con bolsas de lona en las que transportan todas sus posesiones. Familias. Unos cuantos borrachos que a veces se alborotan un poco, y señoras que se sientan para descansar el evidentemente agotado cuerpo.

Una de estas personas es Homayoon Khajah, quien desde hace tres meses ha hecho fila cada día, junto con su hijo adolescente, para echarle algo al estómago y pedir apoyo legal a la gente de la asociación. Mezclando francés, inglés y algunas palabras en árabe cuenta que en París no lleva mucho tiempo, pero que su andar comenzó en 2014, cuando los talibanes lo obligaron a huir de Afganistán, su país natal, so pena de muerte, por pertenecer a una etnia que repudiaban. Entonces, Homayoon tomó de la mano a su hijo de 4 años y emprendieron una travesía a pie que duró seis meses hasta que llegaron a Europa para pedir asilo.

Ahora cuenta que hace dos días, los policías de la zona llegaron a donde él y otras 20 personas sintecho tenían sus tiendas de campaña y destrozaron sus refugios con lo poco que tenían y que les permitía sobrevivir en la hostil intemperie parisina en la que desde hace días no ha parado de llover. “Nos dijeron que ya no nos podemos quedar en esa parte porque esa zona será ocupada para los Juegos Olímpicos. Si antes era difícil, ahora será peor”. Homayoon habla de áreas aledañas al Hôtel de Ville, muy cerca del río Sena, en el que se realizará, entre otros eventos, la ceremonia de inauguración.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (JO-P) de París 2024 se llevarán a cabo del 26 de julio al 11 de agosto, y del 28 de agosto al 8 de septiembre. Uno de los valores principales establecidos por el Comité Olímpico Internacional (COI) es el compromiso con la promoción y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, para Homayoon Khajah, los derechos humanos se han convertido en un mito, en algo que existe en papel y que los gobiernos y organizaciones promocionan pero sin disposición a garantizar. Tras pedir asilo en tres países distintos y lograrlo sólo ocho años después en Francia, sigue sin tener acceso a una vivienda, por lo que no puede inscribir a su hijo en la escuela pública ni encontrar un trabajo. La llegada de los JO-P significa una complicación más para alcanzar lo que para él es, simplemente, una vida digna.

“La están convirtiendo en una Disneylandia […] con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos [los turistas] vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”, Noah, activista.

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“La están convirtiendo en una Disneylandia”, dice Noah —quien prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad— sobre París, mientras se toma una cerveza en la zona norte de la ciudad, a unos cinco kilómetros del Ayuntamiento. Noah es miembro de Saccage 2024 —despojo, en francés—, una organización que se opone a “la devastación ecológica y social provocada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024”. Su comparación con un parque de diversiones alude a las transformaciones radicales de la capital: barrios gentrificados, expulsión de residentes y un incremento de la presencia policial en zonas donde suelen estar trabajadoras sexuales o en barrios de personas migrantes, como en el que estamos ahora. Noah reclama que la ciudad se está transformando, pero no para beneficio de quienes la habitan sino para recibir a los turistas, “con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”.

La mayoría de las competencias del magno evento deportivo sucederán en el norte y en la periferia de París, donde se encuentran las zonas más problemáticas, pobres y con menor acceso a educación. Con el fin de asegurarse de tener la capacidad necesaria para llevar a cabo los eventos, se han construido y remodelado muchos espacios. “Ha sido una muy buena excusa para realizar muchas obras, y al hacerlas han desalojado a la gente. Y sabemos muy bien que las personas que se fueron de aquí nunca podrán volver”, explica el activista. Tal es el caso de 224 personas —la mayoría migrantes de África subsahariana y Magreb— que fueron desalojadas de sus casas en el barrio de Saint-Ouen para construir la Villa Olímpica, donde residirán alrededor de 2 500 atletas durante el verano. Después planean transformar la Villa en espacios comerciales para emprendedores, en los cuales también se impartirán formaciones. Desde hace tiempo ese barrio se ha gentrificado considerablemente y la Villa Olímpica ha acelerado el proceso.

Para las personas desalojadas la única opción es distanciarse aún más de la capital y retirarse a periferias más lejanas, lo que se traduce en menor acceso a servicios, incrementos en el costo y tiempo invertido en el transporte (entre más lejos del centro, más caro y menos frecuente) y, en muchos casos, el desarraigo de las comunidades.

Saccage 2024 se ha dedicado a difundir información sobre el impacto de los JO-P desde hace un año, cuando comenzaron las transformaciones más significativas y la expulsión de gente de las calles y de las zonas que se necesitaban desalojar para construir nuevos edificios. El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, los ha declarado una amenaza para el “buen desarrollo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos” y dijo en una entrevista con el medio Parisien que no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en el éxito de este magno evento.

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“Acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos significa organizar el mayor acontecimiento del mundo, símbolo de apertura, diversidad y universalidad”, se lee en una de las páginas de información oficial del evento. Se ha prometido que los JO-P serán de bajo impacto ambiental y “en beneficio del mayor número posible de personas, permitiendo que todo aquel que lo desee viva la aventura olímpica y paralímpica”.

Desde que en 1894 se realizaron los primeros JO de la era moderna, el evento ha sido una importante herramienta política. El profesor e historiador Pascal Charitas, de la Universidad Nanterre en Francia, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y comprender el soft-power —ese poder que no se ejerce a través de la violencia, sino del convencimiento y el deseo— en estos magnos eventos. Además, la carga simbólica en estos Juegos es significativa, dado que en esta ocasión se celebra también el centenario de las Olimpiadas; por lo que Francia tiene un enorme interés en mostrar su mejor cara, y en demostrarse como una potencia mundial. “Los Juegos Olímpicos son deporte, pero también todo lo que va en conjunto, es un gran paquete”, dice Charitas; se refiere a la difusión de ciertos valores particulares y explica que, tal como sucede con la educación, son un arma cultural, aunque con la particularidad de que su impacto reverbera en la percepción local y en la imagen que se tiene del país en el extranjero.

“El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, Pascal Charitas, historiador.

Además, Francia está en una situación económica y política muy particular. Por un lado, el presidente Emmanuel Macron anunció el jueves 6 de junio que enviará a Ucrania aviones de combate, implicando así al país directamente en la guerra entre Ucrania y Rusia. Hay, además, una crisis económica en Europa que se agudiza y que impacta cada vez más a Francia. A dicha situación se suma una radicalización política de la sociedad en la que la extrema derecha toma cada vez más fuerza, incluso con la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular que logró impedir a la Agrupación Nacional (RN) que ganara la mayoría en la Asamblea Nacional, en las más recientes elecciones. “El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, declara Charitas. Es un evento que puede contribuir a fortalecer el proyecto de nación, a la unificación, e incluso a la permanencia del partido actual en el poder.

Todo está en su poder simbólico, analiza el historiador, y la referencia implícita a la herencia patrimonial, en la que se hacen guiños a los valores culturales y a lo que se considera importante en Francia para que el mundo entero los vea. Un ejemplo notable es la ruta del maratón —en la que además pueden participar atletas no profesionales— que seguirá el mismo recorrido que hicieron alrededor de 7 000 mujeres el 5 de octubre de 1789 para lograr una rectificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se incluyeran los derechos de las mujeres. Se hace un guiño a lo que significa Francia, a sus luchas y logros históricos, explica el académico; es una forma de exhibir al país y de destacar a París como un ícono.

Sin embargo, estas acciones también sacan a la luz los problemas estructurales que acosan a la sociedad francesa. El historiador explica que se crea un efecto de lupa, con el que los problemas cotidianos se vuelven más evidentes. Habla de los problemas con el transporte, la contaminación del río Sena y la calidad del aire, que empeora significativamente durante los meses de verano, pero también de la agudización de las cuestiones migratorias.

Charitas hace énfasis en el incremento de los sistemas de videovigilancia algorítmica (VSA), cuyo objetivo es automatizar el procesamiento de imágenes de cámaras de vigilancia, mediante una capa algorítmica añadida a las cámaras “clásicas” de videovigilancia. De esta forma, las imágenes captadas por las cámaras son analizadas por algoritmos entrenados para detectar, en tiempo real, situaciones predefinidas. Aunque las autoridades aseguran que la utilización de este tipo de “medidas de excepción”, implementadas para prevenir ataques terroristas durante los eventos olímpicos, estarán vigentes sólo hasta marzo de 2025, al historiador le inquieta en particular la posibilidad de que se convierta en una práctica común que implicaría una permanente privación de la libertad.

La seguridad es una de las principales preocupaciones del gobierno francés frente a los JO-P. En una conferencia de prensa el presidente Macron, dijo: “No minimizamos la situación, el mundo está en desorden. Tenemos una guerra en Europa (en Ucrania), vemos lo que sucede en Oriente Medio, sabemos que hay un riesgo terrorista; pero nos preparamos para afrontarlo con transparencia”. Una de las principales acciones ha sido aumentar significativamente la presencia de cuerpos policiales. Además del reclutamiento de más elementos (que escala a 18 000 personas), llegarán 35 000 miembros de fuerza de orden de toda Francia y cerca de 2 200 elementos que vendrán de otros países, como Polonia y Alemania que ya han confirmado su participación. “Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, declaró Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Como parte de la estrategia, recientemente se actualizaron leyes que autorizan los rastreos y la vigilancia utilizando inteligencia artificial, drones y cámaras del circuito cerrado de la ciudad. También habrá helicópteros con francotiradores vigilantes, cerca de 15 000 perros de seguridad y rastreo de bombas. “Habrá 47 000 personas uniformadas durante el periodo olímpico sobre 3 000 kilómetros de banquetas. Eso es uno de ellos cada 10 o 20 metros”, dice Antoine De Clerck, coordinador de prensa del colectivo Le Reverse de la Médaille (El reverso de la medalla), en el que 90 asociaciones solidarias que trabajan a diario con personas en situación precaria (personas sin hogar o mal alojadas, personas usuarias de drogas, trabajadoras sexuales, exiliados, beneficiarios de ayuda alimentaria, etc.) se han movilizado para que “la dinámica de los Juegos no sea sinónimo de mayor exclusión, sino que, por el contrario, dejen un legado social positivo”, explican en su página web.

El despliegue de las fuerzas policiales aumentadas ya se ha visto en la ciudad. Si antes era raro ver policías con armas largas en lugares públicos, ahora es muy común. También se ve un aumento de seguridad del transporte, con revisiones del pago en la entrada y los documentos de las personas. El sistema de alerta y gestión de crisis Vigipirate, que incluye el despliegue de un cuerpo policíaco especial que se distingue por su uniforme de camuflaje café y cuya misión es prevenir posibles ataques terroristas. Por toda la ciudad se han desplegado policías que detienen a personas basados en la “delincuencia por apariencia”, un concepto de la teoría de criminología antropológica del italiano Cesare Lombroso que, según él, permite identificar a un criminal en potencia a partir de ciertos rasgos físicos e incluso por su sola apariencia, ideas que la policía francesa ha acuñado para la ocasión.

“Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Desde asociaciones como Saccage 2024 y Le Revers de la Médaille se ha reclamado que las preparaciones para los JO-P han incluido una ardua labor de limpieza social y racial. Elisa Koubi, integrante del segundo colectivo mencionado, describe esta idea como la percepción de que la ciudad debe verse casi artificial, limpia y ordenada, para presentarse impecable a los visitantes. “Así que están sacando a la gente de las calles, a los sintecho, a los inmigrantes, a los campamentos improvisados y a las trabajadoras sexuales”, comenta Koubi, quien también es miembro de STRASS, el Sindicato de Trabajo Sexual en Francia.

El 70 % de las personas que ejercen el trabajo sexual son migrantes y desde diciembre se han visto redadas en los bosques aledaños, particularmente en el de Boulogne. Con la excusa de detener a los clientes llegan a revisar los papeles migratorios de las trabajadoras y quienes no los tengan terminan en la comisaría o en centros de detención administrativa, con el objetivo de la deportación. Francia es abolicionista del trabajo sexual; sin embargo, desde 2016 se implementó la Ley No. 2016-444, que establece la penalización de las personas que soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambió de un pago; es decir, los clientes, y no las personas que ejercen la prostitución. Aún así, no ha dejado de haber persecución, cuenta Koubi; por el contrario, desde diciembre de 2023 se ha incrementado, lo cual coincide con la aplicación de una polémica nueva ley de migración que, entre otras cosas, restablece el delito de estancia irregular en el territorio francés.

“Se hace todo lo posible para fastidiarlos y hacer que se marchen”, explica Koubi. Esto ha provocado que abandonen las zonas donde solían trabajar; lo que las aísla, les dificulta encontrar clientes, las expone a más violencia y las aleja del apoyo de asociaciones que se dedican a defenderles. En STRASS han registrado un aumento en la violencia a las personas trabajadoras sexuales trans y hay una gran preocupación por el entorpecimiento a la protección de víctimas de trata porque, dice la activista, la policía no percibe a las trabajadoras sexuales como personas vulnerables en sus espacios de trabajo ni como víctimas, sino como delincuentes migrantes que deben ser expulsadas del territorio francés.

Hay una preocupación por parte de organizaciones de protección a los derechos humanos por el modus operandi de las fuerzas policiales y la política francesa de limpieza social de la ciudad. Se observa una lógica de represión hacia las personas en situaciones más precarias “y todo en nombre de los Juegos Olímpicos”, dice Koubi.

Las personas que viven en situaciones de precariedad —migrantes, sintecho, consumidoras de drogas, trabajadoras sexuales— son puestas en un estado de vulnerabilidad por los JO-P, se explica desde las asociaciones. El primer factor causante es que se espera que este verano lleguen a París 16 000 000 de turistas, a un espacio relativamente reducido —la capital tan solo mide 105.4 kilómetros cuadrados, una decimosexta parte de lo que mide Londres, donde se realizaron los JO-P en 2012—. El segundo factor es que las ciudades anfitrionas de los Olímpicos siempre buscarán mostrar sólo la versión que les favorece, “una de postal, una imagen que tiene enormes implicaciones turísticas, políticas”, explica Antoine de Clerck, de Le Reverse de la Médaille: “Así, lo que otras ciudades han hecho en otros años, y lo que París está haciendo ahora, es esconder a todas estas poblaciones que no queremos mostrar a los turistas y a las cámaras de todo el mundo”. La basura se barre y se esconde debajo de la alfombra, aunque esa basura sean personas que no serán beneficiadas por este evento, sino que, por el contrario, vino a complicar sus vidas aún más.

Aunque Francia ha anunciado estos JO-P como inclusivos, con puerta abierta y gratuita a la inauguración y clausura, también ha dejado en claro que hay un rostro de París que es el que van a defender y buscarán mostrarle al mundo. Aquel que no tiene campamentos de migrantes junto al Sena.

Esta gran celebración, como lo ha sido en todas sus ediciones, es una radiografía del estado del mundo y del país que acoge las competencias. Es una manifestación de sus estrategias políticas, de sus posturas ante las controversias, de sus prioridades y de las narrativas que defienden. La disneylandización de una ciudad trae consigo la exclusión y el desplazamiento hacia la periferia de miles de personas que forman parte de las dinámicas internas de ésta; y al excluirlas la ciudad misma borra parte de su identidad. Siendo un ente viviente, dinámico y complejo, se intenta convertir en un lugar aséptico y prístino que favorece el turismo de masas, el nacionalismo y el mantener una posición privilegiada y hegemónica en la geopolítica mundial. Sin embargo, ¿para quiénes son las ciudades si no son de quienes las habitan?

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En nombre de la seguridad y de la protección de la imagen de la capital y del país durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024, las autoridades parisinas realizan una limpieza de la ciudad que incluye el desplazamiento de migrantes, trabajadoras sexuales y personas sintecho.

Alrededor de las 7 de la noche, la Plaza del Ayuntamiento de París comienza a llenarse con un grupo de visitantes recurrentes que acude a este punto de la ciudad para recibir un plato de sopa caliente, un trozo de pan y algo de fruta que la asociación Utopía 56 se encarga de repartirles a diario.

Esta noche llueve con fuerza, el agua forma pequeños ríos en las avenidas que flanquean al Hôtel de Ville, un espectacular palacio neorrenacentista cuyo frente, desde hace meses, está decorado con banderines y los anillos olímpicos. El asiduo gentío se refugia debajo del techo de un enorme y lujoso centro comercial cercano a la Plaza, provocando distintas reacciones en las personas que salen con sus bolsas llenas de productos de valor inestimable. Hay mujeres jóvenes, con bebés sujetados con telas en la espalda y otros más en carriolas, que buscan en las bolsas que lleva la asociación algo de ropa, toallas femeninas y pañales; también hay hombres jóvenes que se saludan entre sí antes de que llegue la olla gigantesca con la cena, señores mayores que cargan con bolsas de lona en las que transportan todas sus posesiones. Familias. Unos cuantos borrachos que a veces se alborotan un poco, y señoras que se sientan para descansar el evidentemente agotado cuerpo.

Una de estas personas es Homayoon Khajah, quien desde hace tres meses ha hecho fila cada día, junto con su hijo adolescente, para echarle algo al estómago y pedir apoyo legal a la gente de la asociación. Mezclando francés, inglés y algunas palabras en árabe cuenta que en París no lleva mucho tiempo, pero que su andar comenzó en 2014, cuando los talibanes lo obligaron a huir de Afganistán, su país natal, so pena de muerte, por pertenecer a una etnia que repudiaban. Entonces, Homayoon tomó de la mano a su hijo de 4 años y emprendieron una travesía a pie que duró seis meses hasta que llegaron a Europa para pedir asilo.

Ahora cuenta que hace dos días, los policías de la zona llegaron a donde él y otras 20 personas sintecho tenían sus tiendas de campaña y destrozaron sus refugios con lo poco que tenían y que les permitía sobrevivir en la hostil intemperie parisina en la que desde hace días no ha parado de llover. “Nos dijeron que ya no nos podemos quedar en esa parte porque esa zona será ocupada para los Juegos Olímpicos. Si antes era difícil, ahora será peor”. Homayoon habla de áreas aledañas al Hôtel de Ville, muy cerca del río Sena, en el que se realizará, entre otros eventos, la ceremonia de inauguración.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (JO-P) de París 2024 se llevarán a cabo del 26 de julio al 11 de agosto, y del 28 de agosto al 8 de septiembre. Uno de los valores principales establecidos por el Comité Olímpico Internacional (COI) es el compromiso con la promoción y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, para Homayoon Khajah, los derechos humanos se han convertido en un mito, en algo que existe en papel y que los gobiernos y organizaciones promocionan pero sin disposición a garantizar. Tras pedir asilo en tres países distintos y lograrlo sólo ocho años después en Francia, sigue sin tener acceso a una vivienda, por lo que no puede inscribir a su hijo en la escuela pública ni encontrar un trabajo. La llegada de los JO-P significa una complicación más para alcanzar lo que para él es, simplemente, una vida digna.

“La están convirtiendo en una Disneylandia […] con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos [los turistas] vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”, Noah, activista.

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“La están convirtiendo en una Disneylandia”, dice Noah —quien prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad— sobre París, mientras se toma una cerveza en la zona norte de la ciudad, a unos cinco kilómetros del Ayuntamiento. Noah es miembro de Saccage 2024 —despojo, en francés—, una organización que se opone a “la devastación ecológica y social provocada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024”. Su comparación con un parque de diversiones alude a las transformaciones radicales de la capital: barrios gentrificados, expulsión de residentes y un incremento de la presencia policial en zonas donde suelen estar trabajadoras sexuales o en barrios de personas migrantes, como en el que estamos ahora. Noah reclama que la ciudad se está transformando, pero no para beneficio de quienes la habitan sino para recibir a los turistas, “con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”.

La mayoría de las competencias del magno evento deportivo sucederán en el norte y en la periferia de París, donde se encuentran las zonas más problemáticas, pobres y con menor acceso a educación. Con el fin de asegurarse de tener la capacidad necesaria para llevar a cabo los eventos, se han construido y remodelado muchos espacios. “Ha sido una muy buena excusa para realizar muchas obras, y al hacerlas han desalojado a la gente. Y sabemos muy bien que las personas que se fueron de aquí nunca podrán volver”, explica el activista. Tal es el caso de 224 personas —la mayoría migrantes de África subsahariana y Magreb— que fueron desalojadas de sus casas en el barrio de Saint-Ouen para construir la Villa Olímpica, donde residirán alrededor de 2 500 atletas durante el verano. Después planean transformar la Villa en espacios comerciales para emprendedores, en los cuales también se impartirán formaciones. Desde hace tiempo ese barrio se ha gentrificado considerablemente y la Villa Olímpica ha acelerado el proceso.

Para las personas desalojadas la única opción es distanciarse aún más de la capital y retirarse a periferias más lejanas, lo que se traduce en menor acceso a servicios, incrementos en el costo y tiempo invertido en el transporte (entre más lejos del centro, más caro y menos frecuente) y, en muchos casos, el desarraigo de las comunidades.

Saccage 2024 se ha dedicado a difundir información sobre el impacto de los JO-P desde hace un año, cuando comenzaron las transformaciones más significativas y la expulsión de gente de las calles y de las zonas que se necesitaban desalojar para construir nuevos edificios. El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, los ha declarado una amenaza para el “buen desarrollo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos” y dijo en una entrevista con el medio Parisien que no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en el éxito de este magno evento.

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“Acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos significa organizar el mayor acontecimiento del mundo, símbolo de apertura, diversidad y universalidad”, se lee en una de las páginas de información oficial del evento. Se ha prometido que los JO-P serán de bajo impacto ambiental y “en beneficio del mayor número posible de personas, permitiendo que todo aquel que lo desee viva la aventura olímpica y paralímpica”.

Desde que en 1894 se realizaron los primeros JO de la era moderna, el evento ha sido una importante herramienta política. El profesor e historiador Pascal Charitas, de la Universidad Nanterre en Francia, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y comprender el soft-power —ese poder que no se ejerce a través de la violencia, sino del convencimiento y el deseo— en estos magnos eventos. Además, la carga simbólica en estos Juegos es significativa, dado que en esta ocasión se celebra también el centenario de las Olimpiadas; por lo que Francia tiene un enorme interés en mostrar su mejor cara, y en demostrarse como una potencia mundial. “Los Juegos Olímpicos son deporte, pero también todo lo que va en conjunto, es un gran paquete”, dice Charitas; se refiere a la difusión de ciertos valores particulares y explica que, tal como sucede con la educación, son un arma cultural, aunque con la particularidad de que su impacto reverbera en la percepción local y en la imagen que se tiene del país en el extranjero.

“El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, Pascal Charitas, historiador.

Además, Francia está en una situación económica y política muy particular. Por un lado, el presidente Emmanuel Macron anunció el jueves 6 de junio que enviará a Ucrania aviones de combate, implicando así al país directamente en la guerra entre Ucrania y Rusia. Hay, además, una crisis económica en Europa que se agudiza y que impacta cada vez más a Francia. A dicha situación se suma una radicalización política de la sociedad en la que la extrema derecha toma cada vez más fuerza, incluso con la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular que logró impedir a la Agrupación Nacional (RN) que ganara la mayoría en la Asamblea Nacional, en las más recientes elecciones. “El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, declara Charitas. Es un evento que puede contribuir a fortalecer el proyecto de nación, a la unificación, e incluso a la permanencia del partido actual en el poder.

Todo está en su poder simbólico, analiza el historiador, y la referencia implícita a la herencia patrimonial, en la que se hacen guiños a los valores culturales y a lo que se considera importante en Francia para que el mundo entero los vea. Un ejemplo notable es la ruta del maratón —en la que además pueden participar atletas no profesionales— que seguirá el mismo recorrido que hicieron alrededor de 7 000 mujeres el 5 de octubre de 1789 para lograr una rectificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se incluyeran los derechos de las mujeres. Se hace un guiño a lo que significa Francia, a sus luchas y logros históricos, explica el académico; es una forma de exhibir al país y de destacar a París como un ícono.

Sin embargo, estas acciones también sacan a la luz los problemas estructurales que acosan a la sociedad francesa. El historiador explica que se crea un efecto de lupa, con el que los problemas cotidianos se vuelven más evidentes. Habla de los problemas con el transporte, la contaminación del río Sena y la calidad del aire, que empeora significativamente durante los meses de verano, pero también de la agudización de las cuestiones migratorias.

Charitas hace énfasis en el incremento de los sistemas de videovigilancia algorítmica (VSA), cuyo objetivo es automatizar el procesamiento de imágenes de cámaras de vigilancia, mediante una capa algorítmica añadida a las cámaras “clásicas” de videovigilancia. De esta forma, las imágenes captadas por las cámaras son analizadas por algoritmos entrenados para detectar, en tiempo real, situaciones predefinidas. Aunque las autoridades aseguran que la utilización de este tipo de “medidas de excepción”, implementadas para prevenir ataques terroristas durante los eventos olímpicos, estarán vigentes sólo hasta marzo de 2025, al historiador le inquieta en particular la posibilidad de que se convierta en una práctica común que implicaría una permanente privación de la libertad.

La seguridad es una de las principales preocupaciones del gobierno francés frente a los JO-P. En una conferencia de prensa el presidente Macron, dijo: “No minimizamos la situación, el mundo está en desorden. Tenemos una guerra en Europa (en Ucrania), vemos lo que sucede en Oriente Medio, sabemos que hay un riesgo terrorista; pero nos preparamos para afrontarlo con transparencia”. Una de las principales acciones ha sido aumentar significativamente la presencia de cuerpos policiales. Además del reclutamiento de más elementos (que escala a 18 000 personas), llegarán 35 000 miembros de fuerza de orden de toda Francia y cerca de 2 200 elementos que vendrán de otros países, como Polonia y Alemania que ya han confirmado su participación. “Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, declaró Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Como parte de la estrategia, recientemente se actualizaron leyes que autorizan los rastreos y la vigilancia utilizando inteligencia artificial, drones y cámaras del circuito cerrado de la ciudad. También habrá helicópteros con francotiradores vigilantes, cerca de 15 000 perros de seguridad y rastreo de bombas. “Habrá 47 000 personas uniformadas durante el periodo olímpico sobre 3 000 kilómetros de banquetas. Eso es uno de ellos cada 10 o 20 metros”, dice Antoine De Clerck, coordinador de prensa del colectivo Le Reverse de la Médaille (El reverso de la medalla), en el que 90 asociaciones solidarias que trabajan a diario con personas en situación precaria (personas sin hogar o mal alojadas, personas usuarias de drogas, trabajadoras sexuales, exiliados, beneficiarios de ayuda alimentaria, etc.) se han movilizado para que “la dinámica de los Juegos no sea sinónimo de mayor exclusión, sino que, por el contrario, dejen un legado social positivo”, explican en su página web.

El despliegue de las fuerzas policiales aumentadas ya se ha visto en la ciudad. Si antes era raro ver policías con armas largas en lugares públicos, ahora es muy común. También se ve un aumento de seguridad del transporte, con revisiones del pago en la entrada y los documentos de las personas. El sistema de alerta y gestión de crisis Vigipirate, que incluye el despliegue de un cuerpo policíaco especial que se distingue por su uniforme de camuflaje café y cuya misión es prevenir posibles ataques terroristas. Por toda la ciudad se han desplegado policías que detienen a personas basados en la “delincuencia por apariencia”, un concepto de la teoría de criminología antropológica del italiano Cesare Lombroso que, según él, permite identificar a un criminal en potencia a partir de ciertos rasgos físicos e incluso por su sola apariencia, ideas que la policía francesa ha acuñado para la ocasión.

“Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Desde asociaciones como Saccage 2024 y Le Revers de la Médaille se ha reclamado que las preparaciones para los JO-P han incluido una ardua labor de limpieza social y racial. Elisa Koubi, integrante del segundo colectivo mencionado, describe esta idea como la percepción de que la ciudad debe verse casi artificial, limpia y ordenada, para presentarse impecable a los visitantes. “Así que están sacando a la gente de las calles, a los sintecho, a los inmigrantes, a los campamentos improvisados y a las trabajadoras sexuales”, comenta Koubi, quien también es miembro de STRASS, el Sindicato de Trabajo Sexual en Francia.

El 70 % de las personas que ejercen el trabajo sexual son migrantes y desde diciembre se han visto redadas en los bosques aledaños, particularmente en el de Boulogne. Con la excusa de detener a los clientes llegan a revisar los papeles migratorios de las trabajadoras y quienes no los tengan terminan en la comisaría o en centros de detención administrativa, con el objetivo de la deportación. Francia es abolicionista del trabajo sexual; sin embargo, desde 2016 se implementó la Ley No. 2016-444, que establece la penalización de las personas que soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambió de un pago; es decir, los clientes, y no las personas que ejercen la prostitución. Aún así, no ha dejado de haber persecución, cuenta Koubi; por el contrario, desde diciembre de 2023 se ha incrementado, lo cual coincide con la aplicación de una polémica nueva ley de migración que, entre otras cosas, restablece el delito de estancia irregular en el territorio francés.

“Se hace todo lo posible para fastidiarlos y hacer que se marchen”, explica Koubi. Esto ha provocado que abandonen las zonas donde solían trabajar; lo que las aísla, les dificulta encontrar clientes, las expone a más violencia y las aleja del apoyo de asociaciones que se dedican a defenderles. En STRASS han registrado un aumento en la violencia a las personas trabajadoras sexuales trans y hay una gran preocupación por el entorpecimiento a la protección de víctimas de trata porque, dice la activista, la policía no percibe a las trabajadoras sexuales como personas vulnerables en sus espacios de trabajo ni como víctimas, sino como delincuentes migrantes que deben ser expulsadas del territorio francés.

Hay una preocupación por parte de organizaciones de protección a los derechos humanos por el modus operandi de las fuerzas policiales y la política francesa de limpieza social de la ciudad. Se observa una lógica de represión hacia las personas en situaciones más precarias “y todo en nombre de los Juegos Olímpicos”, dice Koubi.

Las personas que viven en situaciones de precariedad —migrantes, sintecho, consumidoras de drogas, trabajadoras sexuales— son puestas en un estado de vulnerabilidad por los JO-P, se explica desde las asociaciones. El primer factor causante es que se espera que este verano lleguen a París 16 000 000 de turistas, a un espacio relativamente reducido —la capital tan solo mide 105.4 kilómetros cuadrados, una decimosexta parte de lo que mide Londres, donde se realizaron los JO-P en 2012—. El segundo factor es que las ciudades anfitrionas de los Olímpicos siempre buscarán mostrar sólo la versión que les favorece, “una de postal, una imagen que tiene enormes implicaciones turísticas, políticas”, explica Antoine de Clerck, de Le Reverse de la Médaille: “Así, lo que otras ciudades han hecho en otros años, y lo que París está haciendo ahora, es esconder a todas estas poblaciones que no queremos mostrar a los turistas y a las cámaras de todo el mundo”. La basura se barre y se esconde debajo de la alfombra, aunque esa basura sean personas que no serán beneficiadas por este evento, sino que, por el contrario, vino a complicar sus vidas aún más.

Aunque Francia ha anunciado estos JO-P como inclusivos, con puerta abierta y gratuita a la inauguración y clausura, también ha dejado en claro que hay un rostro de París que es el que van a defender y buscarán mostrarle al mundo. Aquel que no tiene campamentos de migrantes junto al Sena.

Esta gran celebración, como lo ha sido en todas sus ediciones, es una radiografía del estado del mundo y del país que acoge las competencias. Es una manifestación de sus estrategias políticas, de sus posturas ante las controversias, de sus prioridades y de las narrativas que defienden. La disneylandización de una ciudad trae consigo la exclusión y el desplazamiento hacia la periferia de miles de personas que forman parte de las dinámicas internas de ésta; y al excluirlas la ciudad misma borra parte de su identidad. Siendo un ente viviente, dinámico y complejo, se intenta convertir en un lugar aséptico y prístino que favorece el turismo de masas, el nacionalismo y el mantener una posición privilegiada y hegemónica en la geopolítica mundial. Sin embargo, ¿para quiénes son las ciudades si no son de quienes las habitan?

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París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración Mara Hernández
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Tiempo de Lectura: 00 min

En nombre de la seguridad y de la protección de la imagen de la capital y del país durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024, las autoridades parisinas realizan una limpieza de la ciudad que incluye el desplazamiento de migrantes, trabajadoras sexuales y personas sintecho.

Alrededor de las 7 de la noche, la Plaza del Ayuntamiento de París comienza a llenarse con un grupo de visitantes recurrentes que acude a este punto de la ciudad para recibir un plato de sopa caliente, un trozo de pan y algo de fruta que la asociación Utopía 56 se encarga de repartirles a diario.

Esta noche llueve con fuerza, el agua forma pequeños ríos en las avenidas que flanquean al Hôtel de Ville, un espectacular palacio neorrenacentista cuyo frente, desde hace meses, está decorado con banderines y los anillos olímpicos. El asiduo gentío se refugia debajo del techo de un enorme y lujoso centro comercial cercano a la Plaza, provocando distintas reacciones en las personas que salen con sus bolsas llenas de productos de valor inestimable. Hay mujeres jóvenes, con bebés sujetados con telas en la espalda y otros más en carriolas, que buscan en las bolsas que lleva la asociación algo de ropa, toallas femeninas y pañales; también hay hombres jóvenes que se saludan entre sí antes de que llegue la olla gigantesca con la cena, señores mayores que cargan con bolsas de lona en las que transportan todas sus posesiones. Familias. Unos cuantos borrachos que a veces se alborotan un poco, y señoras que se sientan para descansar el evidentemente agotado cuerpo.

Una de estas personas es Homayoon Khajah, quien desde hace tres meses ha hecho fila cada día, junto con su hijo adolescente, para echarle algo al estómago y pedir apoyo legal a la gente de la asociación. Mezclando francés, inglés y algunas palabras en árabe cuenta que en París no lleva mucho tiempo, pero que su andar comenzó en 2014, cuando los talibanes lo obligaron a huir de Afganistán, su país natal, so pena de muerte, por pertenecer a una etnia que repudiaban. Entonces, Homayoon tomó de la mano a su hijo de 4 años y emprendieron una travesía a pie que duró seis meses hasta que llegaron a Europa para pedir asilo.

Ahora cuenta que hace dos días, los policías de la zona llegaron a donde él y otras 20 personas sintecho tenían sus tiendas de campaña y destrozaron sus refugios con lo poco que tenían y que les permitía sobrevivir en la hostil intemperie parisina en la que desde hace días no ha parado de llover. “Nos dijeron que ya no nos podemos quedar en esa parte porque esa zona será ocupada para los Juegos Olímpicos. Si antes era difícil, ahora será peor”. Homayoon habla de áreas aledañas al Hôtel de Ville, muy cerca del río Sena, en el que se realizará, entre otros eventos, la ceremonia de inauguración.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (JO-P) de París 2024 se llevarán a cabo del 26 de julio al 11 de agosto, y del 28 de agosto al 8 de septiembre. Uno de los valores principales establecidos por el Comité Olímpico Internacional (COI) es el compromiso con la promoción y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, para Homayoon Khajah, los derechos humanos se han convertido en un mito, en algo que existe en papel y que los gobiernos y organizaciones promocionan pero sin disposición a garantizar. Tras pedir asilo en tres países distintos y lograrlo sólo ocho años después en Francia, sigue sin tener acceso a una vivienda, por lo que no puede inscribir a su hijo en la escuela pública ni encontrar un trabajo. La llegada de los JO-P significa una complicación más para alcanzar lo que para él es, simplemente, una vida digna.

“La están convirtiendo en una Disneylandia […] con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos [los turistas] vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”, Noah, activista.

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“La están convirtiendo en una Disneylandia”, dice Noah —quien prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad— sobre París, mientras se toma una cerveza en la zona norte de la ciudad, a unos cinco kilómetros del Ayuntamiento. Noah es miembro de Saccage 2024 —despojo, en francés—, una organización que se opone a “la devastación ecológica y social provocada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024”. Su comparación con un parque de diversiones alude a las transformaciones radicales de la capital: barrios gentrificados, expulsión de residentes y un incremento de la presencia policial en zonas donde suelen estar trabajadoras sexuales o en barrios de personas migrantes, como en el que estamos ahora. Noah reclama que la ciudad se está transformando, pero no para beneficio de quienes la habitan sino para recibir a los turistas, “con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”.

La mayoría de las competencias del magno evento deportivo sucederán en el norte y en la periferia de París, donde se encuentran las zonas más problemáticas, pobres y con menor acceso a educación. Con el fin de asegurarse de tener la capacidad necesaria para llevar a cabo los eventos, se han construido y remodelado muchos espacios. “Ha sido una muy buena excusa para realizar muchas obras, y al hacerlas han desalojado a la gente. Y sabemos muy bien que las personas que se fueron de aquí nunca podrán volver”, explica el activista. Tal es el caso de 224 personas —la mayoría migrantes de África subsahariana y Magreb— que fueron desalojadas de sus casas en el barrio de Saint-Ouen para construir la Villa Olímpica, donde residirán alrededor de 2 500 atletas durante el verano. Después planean transformar la Villa en espacios comerciales para emprendedores, en los cuales también se impartirán formaciones. Desde hace tiempo ese barrio se ha gentrificado considerablemente y la Villa Olímpica ha acelerado el proceso.

Para las personas desalojadas la única opción es distanciarse aún más de la capital y retirarse a periferias más lejanas, lo que se traduce en menor acceso a servicios, incrementos en el costo y tiempo invertido en el transporte (entre más lejos del centro, más caro y menos frecuente) y, en muchos casos, el desarraigo de las comunidades.

Saccage 2024 se ha dedicado a difundir información sobre el impacto de los JO-P desde hace un año, cuando comenzaron las transformaciones más significativas y la expulsión de gente de las calles y de las zonas que se necesitaban desalojar para construir nuevos edificios. El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, los ha declarado una amenaza para el “buen desarrollo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos” y dijo en una entrevista con el medio Parisien que no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en el éxito de este magno evento.

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“Acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos significa organizar el mayor acontecimiento del mundo, símbolo de apertura, diversidad y universalidad”, se lee en una de las páginas de información oficial del evento. Se ha prometido que los JO-P serán de bajo impacto ambiental y “en beneficio del mayor número posible de personas, permitiendo que todo aquel que lo desee viva la aventura olímpica y paralímpica”.

Desde que en 1894 se realizaron los primeros JO de la era moderna, el evento ha sido una importante herramienta política. El profesor e historiador Pascal Charitas, de la Universidad Nanterre en Francia, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y comprender el soft-power —ese poder que no se ejerce a través de la violencia, sino del convencimiento y el deseo— en estos magnos eventos. Además, la carga simbólica en estos Juegos es significativa, dado que en esta ocasión se celebra también el centenario de las Olimpiadas; por lo que Francia tiene un enorme interés en mostrar su mejor cara, y en demostrarse como una potencia mundial. “Los Juegos Olímpicos son deporte, pero también todo lo que va en conjunto, es un gran paquete”, dice Charitas; se refiere a la difusión de ciertos valores particulares y explica que, tal como sucede con la educación, son un arma cultural, aunque con la particularidad de que su impacto reverbera en la percepción local y en la imagen que se tiene del país en el extranjero.

“El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, Pascal Charitas, historiador.

Además, Francia está en una situación económica y política muy particular. Por un lado, el presidente Emmanuel Macron anunció el jueves 6 de junio que enviará a Ucrania aviones de combate, implicando así al país directamente en la guerra entre Ucrania y Rusia. Hay, además, una crisis económica en Europa que se agudiza y que impacta cada vez más a Francia. A dicha situación se suma una radicalización política de la sociedad en la que la extrema derecha toma cada vez más fuerza, incluso con la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular que logró impedir a la Agrupación Nacional (RN) que ganara la mayoría en la Asamblea Nacional, en las más recientes elecciones. “El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, declara Charitas. Es un evento que puede contribuir a fortalecer el proyecto de nación, a la unificación, e incluso a la permanencia del partido actual en el poder.

Todo está en su poder simbólico, analiza el historiador, y la referencia implícita a la herencia patrimonial, en la que se hacen guiños a los valores culturales y a lo que se considera importante en Francia para que el mundo entero los vea. Un ejemplo notable es la ruta del maratón —en la que además pueden participar atletas no profesionales— que seguirá el mismo recorrido que hicieron alrededor de 7 000 mujeres el 5 de octubre de 1789 para lograr una rectificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se incluyeran los derechos de las mujeres. Se hace un guiño a lo que significa Francia, a sus luchas y logros históricos, explica el académico; es una forma de exhibir al país y de destacar a París como un ícono.

Sin embargo, estas acciones también sacan a la luz los problemas estructurales que acosan a la sociedad francesa. El historiador explica que se crea un efecto de lupa, con el que los problemas cotidianos se vuelven más evidentes. Habla de los problemas con el transporte, la contaminación del río Sena y la calidad del aire, que empeora significativamente durante los meses de verano, pero también de la agudización de las cuestiones migratorias.

Charitas hace énfasis en el incremento de los sistemas de videovigilancia algorítmica (VSA), cuyo objetivo es automatizar el procesamiento de imágenes de cámaras de vigilancia, mediante una capa algorítmica añadida a las cámaras “clásicas” de videovigilancia. De esta forma, las imágenes captadas por las cámaras son analizadas por algoritmos entrenados para detectar, en tiempo real, situaciones predefinidas. Aunque las autoridades aseguran que la utilización de este tipo de “medidas de excepción”, implementadas para prevenir ataques terroristas durante los eventos olímpicos, estarán vigentes sólo hasta marzo de 2025, al historiador le inquieta en particular la posibilidad de que se convierta en una práctica común que implicaría una permanente privación de la libertad.

La seguridad es una de las principales preocupaciones del gobierno francés frente a los JO-P. En una conferencia de prensa el presidente Macron, dijo: “No minimizamos la situación, el mundo está en desorden. Tenemos una guerra en Europa (en Ucrania), vemos lo que sucede en Oriente Medio, sabemos que hay un riesgo terrorista; pero nos preparamos para afrontarlo con transparencia”. Una de las principales acciones ha sido aumentar significativamente la presencia de cuerpos policiales. Además del reclutamiento de más elementos (que escala a 18 000 personas), llegarán 35 000 miembros de fuerza de orden de toda Francia y cerca de 2 200 elementos que vendrán de otros países, como Polonia y Alemania que ya han confirmado su participación. “Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, declaró Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Como parte de la estrategia, recientemente se actualizaron leyes que autorizan los rastreos y la vigilancia utilizando inteligencia artificial, drones y cámaras del circuito cerrado de la ciudad. También habrá helicópteros con francotiradores vigilantes, cerca de 15 000 perros de seguridad y rastreo de bombas. “Habrá 47 000 personas uniformadas durante el periodo olímpico sobre 3 000 kilómetros de banquetas. Eso es uno de ellos cada 10 o 20 metros”, dice Antoine De Clerck, coordinador de prensa del colectivo Le Reverse de la Médaille (El reverso de la medalla), en el que 90 asociaciones solidarias que trabajan a diario con personas en situación precaria (personas sin hogar o mal alojadas, personas usuarias de drogas, trabajadoras sexuales, exiliados, beneficiarios de ayuda alimentaria, etc.) se han movilizado para que “la dinámica de los Juegos no sea sinónimo de mayor exclusión, sino que, por el contrario, dejen un legado social positivo”, explican en su página web.

El despliegue de las fuerzas policiales aumentadas ya se ha visto en la ciudad. Si antes era raro ver policías con armas largas en lugares públicos, ahora es muy común. También se ve un aumento de seguridad del transporte, con revisiones del pago en la entrada y los documentos de las personas. El sistema de alerta y gestión de crisis Vigipirate, que incluye el despliegue de un cuerpo policíaco especial que se distingue por su uniforme de camuflaje café y cuya misión es prevenir posibles ataques terroristas. Por toda la ciudad se han desplegado policías que detienen a personas basados en la “delincuencia por apariencia”, un concepto de la teoría de criminología antropológica del italiano Cesare Lombroso que, según él, permite identificar a un criminal en potencia a partir de ciertos rasgos físicos e incluso por su sola apariencia, ideas que la policía francesa ha acuñado para la ocasión.

“Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Desde asociaciones como Saccage 2024 y Le Revers de la Médaille se ha reclamado que las preparaciones para los JO-P han incluido una ardua labor de limpieza social y racial. Elisa Koubi, integrante del segundo colectivo mencionado, describe esta idea como la percepción de que la ciudad debe verse casi artificial, limpia y ordenada, para presentarse impecable a los visitantes. “Así que están sacando a la gente de las calles, a los sintecho, a los inmigrantes, a los campamentos improvisados y a las trabajadoras sexuales”, comenta Koubi, quien también es miembro de STRASS, el Sindicato de Trabajo Sexual en Francia.

El 70 % de las personas que ejercen el trabajo sexual son migrantes y desde diciembre se han visto redadas en los bosques aledaños, particularmente en el de Boulogne. Con la excusa de detener a los clientes llegan a revisar los papeles migratorios de las trabajadoras y quienes no los tengan terminan en la comisaría o en centros de detención administrativa, con el objetivo de la deportación. Francia es abolicionista del trabajo sexual; sin embargo, desde 2016 se implementó la Ley No. 2016-444, que establece la penalización de las personas que soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambió de un pago; es decir, los clientes, y no las personas que ejercen la prostitución. Aún así, no ha dejado de haber persecución, cuenta Koubi; por el contrario, desde diciembre de 2023 se ha incrementado, lo cual coincide con la aplicación de una polémica nueva ley de migración que, entre otras cosas, restablece el delito de estancia irregular en el territorio francés.

“Se hace todo lo posible para fastidiarlos y hacer que se marchen”, explica Koubi. Esto ha provocado que abandonen las zonas donde solían trabajar; lo que las aísla, les dificulta encontrar clientes, las expone a más violencia y las aleja del apoyo de asociaciones que se dedican a defenderles. En STRASS han registrado un aumento en la violencia a las personas trabajadoras sexuales trans y hay una gran preocupación por el entorpecimiento a la protección de víctimas de trata porque, dice la activista, la policía no percibe a las trabajadoras sexuales como personas vulnerables en sus espacios de trabajo ni como víctimas, sino como delincuentes migrantes que deben ser expulsadas del territorio francés.

Hay una preocupación por parte de organizaciones de protección a los derechos humanos por el modus operandi de las fuerzas policiales y la política francesa de limpieza social de la ciudad. Se observa una lógica de represión hacia las personas en situaciones más precarias “y todo en nombre de los Juegos Olímpicos”, dice Koubi.

Las personas que viven en situaciones de precariedad —migrantes, sintecho, consumidoras de drogas, trabajadoras sexuales— son puestas en un estado de vulnerabilidad por los JO-P, se explica desde las asociaciones. El primer factor causante es que se espera que este verano lleguen a París 16 000 000 de turistas, a un espacio relativamente reducido —la capital tan solo mide 105.4 kilómetros cuadrados, una decimosexta parte de lo que mide Londres, donde se realizaron los JO-P en 2012—. El segundo factor es que las ciudades anfitrionas de los Olímpicos siempre buscarán mostrar sólo la versión que les favorece, “una de postal, una imagen que tiene enormes implicaciones turísticas, políticas”, explica Antoine de Clerck, de Le Reverse de la Médaille: “Así, lo que otras ciudades han hecho en otros años, y lo que París está haciendo ahora, es esconder a todas estas poblaciones que no queremos mostrar a los turistas y a las cámaras de todo el mundo”. La basura se barre y se esconde debajo de la alfombra, aunque esa basura sean personas que no serán beneficiadas por este evento, sino que, por el contrario, vino a complicar sus vidas aún más.

Aunque Francia ha anunciado estos JO-P como inclusivos, con puerta abierta y gratuita a la inauguración y clausura, también ha dejado en claro que hay un rostro de París que es el que van a defender y buscarán mostrarle al mundo. Aquel que no tiene campamentos de migrantes junto al Sena.

Esta gran celebración, como lo ha sido en todas sus ediciones, es una radiografía del estado del mundo y del país que acoge las competencias. Es una manifestación de sus estrategias políticas, de sus posturas ante las controversias, de sus prioridades y de las narrativas que defienden. La disneylandización de una ciudad trae consigo la exclusión y el desplazamiento hacia la periferia de miles de personas que forman parte de las dinámicas internas de ésta; y al excluirlas la ciudad misma borra parte de su identidad. Siendo un ente viviente, dinámico y complejo, se intenta convertir en un lugar aséptico y prístino que favorece el turismo de masas, el nacionalismo y el mantener una posición privilegiada y hegemónica en la geopolítica mundial. Sin embargo, ¿para quiénes son las ciudades si no son de quienes las habitan?

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En nombre de la seguridad y de la protección de la imagen de la capital y del país durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024, las autoridades parisinas realizan una limpieza de la ciudad que incluye el desplazamiento de migrantes, trabajadoras sexuales y personas sintecho.

Alrededor de las 7 de la noche, la Plaza del Ayuntamiento de París comienza a llenarse con un grupo de visitantes recurrentes que acude a este punto de la ciudad para recibir un plato de sopa caliente, un trozo de pan y algo de fruta que la asociación Utopía 56 se encarga de repartirles a diario.

Esta noche llueve con fuerza, el agua forma pequeños ríos en las avenidas que flanquean al Hôtel de Ville, un espectacular palacio neorrenacentista cuyo frente, desde hace meses, está decorado con banderines y los anillos olímpicos. El asiduo gentío se refugia debajo del techo de un enorme y lujoso centro comercial cercano a la Plaza, provocando distintas reacciones en las personas que salen con sus bolsas llenas de productos de valor inestimable. Hay mujeres jóvenes, con bebés sujetados con telas en la espalda y otros más en carriolas, que buscan en las bolsas que lleva la asociación algo de ropa, toallas femeninas y pañales; también hay hombres jóvenes que se saludan entre sí antes de que llegue la olla gigantesca con la cena, señores mayores que cargan con bolsas de lona en las que transportan todas sus posesiones. Familias. Unos cuantos borrachos que a veces se alborotan un poco, y señoras que se sientan para descansar el evidentemente agotado cuerpo.

Una de estas personas es Homayoon Khajah, quien desde hace tres meses ha hecho fila cada día, junto con su hijo adolescente, para echarle algo al estómago y pedir apoyo legal a la gente de la asociación. Mezclando francés, inglés y algunas palabras en árabe cuenta que en París no lleva mucho tiempo, pero que su andar comenzó en 2014, cuando los talibanes lo obligaron a huir de Afganistán, su país natal, so pena de muerte, por pertenecer a una etnia que repudiaban. Entonces, Homayoon tomó de la mano a su hijo de 4 años y emprendieron una travesía a pie que duró seis meses hasta que llegaron a Europa para pedir asilo.

Ahora cuenta que hace dos días, los policías de la zona llegaron a donde él y otras 20 personas sintecho tenían sus tiendas de campaña y destrozaron sus refugios con lo poco que tenían y que les permitía sobrevivir en la hostil intemperie parisina en la que desde hace días no ha parado de llover. “Nos dijeron que ya no nos podemos quedar en esa parte porque esa zona será ocupada para los Juegos Olímpicos. Si antes era difícil, ahora será peor”. Homayoon habla de áreas aledañas al Hôtel de Ville, muy cerca del río Sena, en el que se realizará, entre otros eventos, la ceremonia de inauguración.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (JO-P) de París 2024 se llevarán a cabo del 26 de julio al 11 de agosto, y del 28 de agosto al 8 de septiembre. Uno de los valores principales establecidos por el Comité Olímpico Internacional (COI) es el compromiso con la promoción y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, para Homayoon Khajah, los derechos humanos se han convertido en un mito, en algo que existe en papel y que los gobiernos y organizaciones promocionan pero sin disposición a garantizar. Tras pedir asilo en tres países distintos y lograrlo sólo ocho años después en Francia, sigue sin tener acceso a una vivienda, por lo que no puede inscribir a su hijo en la escuela pública ni encontrar un trabajo. La llegada de los JO-P significa una complicación más para alcanzar lo que para él es, simplemente, una vida digna.

“La están convirtiendo en una Disneylandia […] con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos [los turistas] vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”, Noah, activista.

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“La están convirtiendo en una Disneylandia”, dice Noah —quien prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad— sobre París, mientras se toma una cerveza en la zona norte de la ciudad, a unos cinco kilómetros del Ayuntamiento. Noah es miembro de Saccage 2024 —despojo, en francés—, una organización que se opone a “la devastación ecológica y social provocada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024”. Su comparación con un parque de diversiones alude a las transformaciones radicales de la capital: barrios gentrificados, expulsión de residentes y un incremento de la presencia policial en zonas donde suelen estar trabajadoras sexuales o en barrios de personas migrantes, como en el que estamos ahora. Noah reclama que la ciudad se está transformando, pero no para beneficio de quienes la habitan sino para recibir a los turistas, “con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”.

La mayoría de las competencias del magno evento deportivo sucederán en el norte y en la periferia de París, donde se encuentran las zonas más problemáticas, pobres y con menor acceso a educación. Con el fin de asegurarse de tener la capacidad necesaria para llevar a cabo los eventos, se han construido y remodelado muchos espacios. “Ha sido una muy buena excusa para realizar muchas obras, y al hacerlas han desalojado a la gente. Y sabemos muy bien que las personas que se fueron de aquí nunca podrán volver”, explica el activista. Tal es el caso de 224 personas —la mayoría migrantes de África subsahariana y Magreb— que fueron desalojadas de sus casas en el barrio de Saint-Ouen para construir la Villa Olímpica, donde residirán alrededor de 2 500 atletas durante el verano. Después planean transformar la Villa en espacios comerciales para emprendedores, en los cuales también se impartirán formaciones. Desde hace tiempo ese barrio se ha gentrificado considerablemente y la Villa Olímpica ha acelerado el proceso.

Para las personas desalojadas la única opción es distanciarse aún más de la capital y retirarse a periferias más lejanas, lo que se traduce en menor acceso a servicios, incrementos en el costo y tiempo invertido en el transporte (entre más lejos del centro, más caro y menos frecuente) y, en muchos casos, el desarraigo de las comunidades.

Saccage 2024 se ha dedicado a difundir información sobre el impacto de los JO-P desde hace un año, cuando comenzaron las transformaciones más significativas y la expulsión de gente de las calles y de las zonas que se necesitaban desalojar para construir nuevos edificios. El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, los ha declarado una amenaza para el “buen desarrollo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos” y dijo en una entrevista con el medio Parisien que no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en el éxito de este magno evento.

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“Acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos significa organizar el mayor acontecimiento del mundo, símbolo de apertura, diversidad y universalidad”, se lee en una de las páginas de información oficial del evento. Se ha prometido que los JO-P serán de bajo impacto ambiental y “en beneficio del mayor número posible de personas, permitiendo que todo aquel que lo desee viva la aventura olímpica y paralímpica”.

Desde que en 1894 se realizaron los primeros JO de la era moderna, el evento ha sido una importante herramienta política. El profesor e historiador Pascal Charitas, de la Universidad Nanterre en Francia, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y comprender el soft-power —ese poder que no se ejerce a través de la violencia, sino del convencimiento y el deseo— en estos magnos eventos. Además, la carga simbólica en estos Juegos es significativa, dado que en esta ocasión se celebra también el centenario de las Olimpiadas; por lo que Francia tiene un enorme interés en mostrar su mejor cara, y en demostrarse como una potencia mundial. “Los Juegos Olímpicos son deporte, pero también todo lo que va en conjunto, es un gran paquete”, dice Charitas; se refiere a la difusión de ciertos valores particulares y explica que, tal como sucede con la educación, son un arma cultural, aunque con la particularidad de que su impacto reverbera en la percepción local y en la imagen que se tiene del país en el extranjero.

“El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, Pascal Charitas, historiador.

Además, Francia está en una situación económica y política muy particular. Por un lado, el presidente Emmanuel Macron anunció el jueves 6 de junio que enviará a Ucrania aviones de combate, implicando así al país directamente en la guerra entre Ucrania y Rusia. Hay, además, una crisis económica en Europa que se agudiza y que impacta cada vez más a Francia. A dicha situación se suma una radicalización política de la sociedad en la que la extrema derecha toma cada vez más fuerza, incluso con la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular que logró impedir a la Agrupación Nacional (RN) que ganara la mayoría en la Asamblea Nacional, en las más recientes elecciones. “El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, declara Charitas. Es un evento que puede contribuir a fortalecer el proyecto de nación, a la unificación, e incluso a la permanencia del partido actual en el poder.

Todo está en su poder simbólico, analiza el historiador, y la referencia implícita a la herencia patrimonial, en la que se hacen guiños a los valores culturales y a lo que se considera importante en Francia para que el mundo entero los vea. Un ejemplo notable es la ruta del maratón —en la que además pueden participar atletas no profesionales— que seguirá el mismo recorrido que hicieron alrededor de 7 000 mujeres el 5 de octubre de 1789 para lograr una rectificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se incluyeran los derechos de las mujeres. Se hace un guiño a lo que significa Francia, a sus luchas y logros históricos, explica el académico; es una forma de exhibir al país y de destacar a París como un ícono.

Sin embargo, estas acciones también sacan a la luz los problemas estructurales que acosan a la sociedad francesa. El historiador explica que se crea un efecto de lupa, con el que los problemas cotidianos se vuelven más evidentes. Habla de los problemas con el transporte, la contaminación del río Sena y la calidad del aire, que empeora significativamente durante los meses de verano, pero también de la agudización de las cuestiones migratorias.

Charitas hace énfasis en el incremento de los sistemas de videovigilancia algorítmica (VSA), cuyo objetivo es automatizar el procesamiento de imágenes de cámaras de vigilancia, mediante una capa algorítmica añadida a las cámaras “clásicas” de videovigilancia. De esta forma, las imágenes captadas por las cámaras son analizadas por algoritmos entrenados para detectar, en tiempo real, situaciones predefinidas. Aunque las autoridades aseguran que la utilización de este tipo de “medidas de excepción”, implementadas para prevenir ataques terroristas durante los eventos olímpicos, estarán vigentes sólo hasta marzo de 2025, al historiador le inquieta en particular la posibilidad de que se convierta en una práctica común que implicaría una permanente privación de la libertad.

La seguridad es una de las principales preocupaciones del gobierno francés frente a los JO-P. En una conferencia de prensa el presidente Macron, dijo: “No minimizamos la situación, el mundo está en desorden. Tenemos una guerra en Europa (en Ucrania), vemos lo que sucede en Oriente Medio, sabemos que hay un riesgo terrorista; pero nos preparamos para afrontarlo con transparencia”. Una de las principales acciones ha sido aumentar significativamente la presencia de cuerpos policiales. Además del reclutamiento de más elementos (que escala a 18 000 personas), llegarán 35 000 miembros de fuerza de orden de toda Francia y cerca de 2 200 elementos que vendrán de otros países, como Polonia y Alemania que ya han confirmado su participación. “Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, declaró Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Como parte de la estrategia, recientemente se actualizaron leyes que autorizan los rastreos y la vigilancia utilizando inteligencia artificial, drones y cámaras del circuito cerrado de la ciudad. También habrá helicópteros con francotiradores vigilantes, cerca de 15 000 perros de seguridad y rastreo de bombas. “Habrá 47 000 personas uniformadas durante el periodo olímpico sobre 3 000 kilómetros de banquetas. Eso es uno de ellos cada 10 o 20 metros”, dice Antoine De Clerck, coordinador de prensa del colectivo Le Reverse de la Médaille (El reverso de la medalla), en el que 90 asociaciones solidarias que trabajan a diario con personas en situación precaria (personas sin hogar o mal alojadas, personas usuarias de drogas, trabajadoras sexuales, exiliados, beneficiarios de ayuda alimentaria, etc.) se han movilizado para que “la dinámica de los Juegos no sea sinónimo de mayor exclusión, sino que, por el contrario, dejen un legado social positivo”, explican en su página web.

El despliegue de las fuerzas policiales aumentadas ya se ha visto en la ciudad. Si antes era raro ver policías con armas largas en lugares públicos, ahora es muy común. También se ve un aumento de seguridad del transporte, con revisiones del pago en la entrada y los documentos de las personas. El sistema de alerta y gestión de crisis Vigipirate, que incluye el despliegue de un cuerpo policíaco especial que se distingue por su uniforme de camuflaje café y cuya misión es prevenir posibles ataques terroristas. Por toda la ciudad se han desplegado policías que detienen a personas basados en la “delincuencia por apariencia”, un concepto de la teoría de criminología antropológica del italiano Cesare Lombroso que, según él, permite identificar a un criminal en potencia a partir de ciertos rasgos físicos e incluso por su sola apariencia, ideas que la policía francesa ha acuñado para la ocasión.

“Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Desde asociaciones como Saccage 2024 y Le Revers de la Médaille se ha reclamado que las preparaciones para los JO-P han incluido una ardua labor de limpieza social y racial. Elisa Koubi, integrante del segundo colectivo mencionado, describe esta idea como la percepción de que la ciudad debe verse casi artificial, limpia y ordenada, para presentarse impecable a los visitantes. “Así que están sacando a la gente de las calles, a los sintecho, a los inmigrantes, a los campamentos improvisados y a las trabajadoras sexuales”, comenta Koubi, quien también es miembro de STRASS, el Sindicato de Trabajo Sexual en Francia.

El 70 % de las personas que ejercen el trabajo sexual son migrantes y desde diciembre se han visto redadas en los bosques aledaños, particularmente en el de Boulogne. Con la excusa de detener a los clientes llegan a revisar los papeles migratorios de las trabajadoras y quienes no los tengan terminan en la comisaría o en centros de detención administrativa, con el objetivo de la deportación. Francia es abolicionista del trabajo sexual; sin embargo, desde 2016 se implementó la Ley No. 2016-444, que establece la penalización de las personas que soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambió de un pago; es decir, los clientes, y no las personas que ejercen la prostitución. Aún así, no ha dejado de haber persecución, cuenta Koubi; por el contrario, desde diciembre de 2023 se ha incrementado, lo cual coincide con la aplicación de una polémica nueva ley de migración que, entre otras cosas, restablece el delito de estancia irregular en el territorio francés.

“Se hace todo lo posible para fastidiarlos y hacer que se marchen”, explica Koubi. Esto ha provocado que abandonen las zonas donde solían trabajar; lo que las aísla, les dificulta encontrar clientes, las expone a más violencia y las aleja del apoyo de asociaciones que se dedican a defenderles. En STRASS han registrado un aumento en la violencia a las personas trabajadoras sexuales trans y hay una gran preocupación por el entorpecimiento a la protección de víctimas de trata porque, dice la activista, la policía no percibe a las trabajadoras sexuales como personas vulnerables en sus espacios de trabajo ni como víctimas, sino como delincuentes migrantes que deben ser expulsadas del territorio francés.

Hay una preocupación por parte de organizaciones de protección a los derechos humanos por el modus operandi de las fuerzas policiales y la política francesa de limpieza social de la ciudad. Se observa una lógica de represión hacia las personas en situaciones más precarias “y todo en nombre de los Juegos Olímpicos”, dice Koubi.

Las personas que viven en situaciones de precariedad —migrantes, sintecho, consumidoras de drogas, trabajadoras sexuales— son puestas en un estado de vulnerabilidad por los JO-P, se explica desde las asociaciones. El primer factor causante es que se espera que este verano lleguen a París 16 000 000 de turistas, a un espacio relativamente reducido —la capital tan solo mide 105.4 kilómetros cuadrados, una decimosexta parte de lo que mide Londres, donde se realizaron los JO-P en 2012—. El segundo factor es que las ciudades anfitrionas de los Olímpicos siempre buscarán mostrar sólo la versión que les favorece, “una de postal, una imagen que tiene enormes implicaciones turísticas, políticas”, explica Antoine de Clerck, de Le Reverse de la Médaille: “Así, lo que otras ciudades han hecho en otros años, y lo que París está haciendo ahora, es esconder a todas estas poblaciones que no queremos mostrar a los turistas y a las cámaras de todo el mundo”. La basura se barre y se esconde debajo de la alfombra, aunque esa basura sean personas que no serán beneficiadas por este evento, sino que, por el contrario, vino a complicar sus vidas aún más.

Aunque Francia ha anunciado estos JO-P como inclusivos, con puerta abierta y gratuita a la inauguración y clausura, también ha dejado en claro que hay un rostro de París que es el que van a defender y buscarán mostrarle al mundo. Aquel que no tiene campamentos de migrantes junto al Sena.

Esta gran celebración, como lo ha sido en todas sus ediciones, es una radiografía del estado del mundo y del país que acoge las competencias. Es una manifestación de sus estrategias políticas, de sus posturas ante las controversias, de sus prioridades y de las narrativas que defienden. La disneylandización de una ciudad trae consigo la exclusión y el desplazamiento hacia la periferia de miles de personas que forman parte de las dinámicas internas de ésta; y al excluirlas la ciudad misma borra parte de su identidad. Siendo un ente viviente, dinámico y complejo, se intenta convertir en un lugar aséptico y prístino que favorece el turismo de masas, el nacionalismo y el mantener una posición privilegiada y hegemónica en la geopolítica mundial. Sin embargo, ¿para quiénes son las ciudades si no son de quienes las habitan?

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Ilustración Mara Hernández

París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

París 2024: nos reservamos el derecho de admisión

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En nombre de la seguridad y de la protección de la imagen de la capital y del país durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024, las autoridades parisinas realizan una limpieza de la ciudad que incluye el desplazamiento de migrantes, trabajadoras sexuales y personas sintecho.

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Realización de
Ilustración de
Traducción de

Alrededor de las 7 de la noche, la Plaza del Ayuntamiento de París comienza a llenarse con un grupo de visitantes recurrentes que acude a este punto de la ciudad para recibir un plato de sopa caliente, un trozo de pan y algo de fruta que la asociación Utopía 56 se encarga de repartirles a diario.

Esta noche llueve con fuerza, el agua forma pequeños ríos en las avenidas que flanquean al Hôtel de Ville, un espectacular palacio neorrenacentista cuyo frente, desde hace meses, está decorado con banderines y los anillos olímpicos. El asiduo gentío se refugia debajo del techo de un enorme y lujoso centro comercial cercano a la Plaza, provocando distintas reacciones en las personas que salen con sus bolsas llenas de productos de valor inestimable. Hay mujeres jóvenes, con bebés sujetados con telas en la espalda y otros más en carriolas, que buscan en las bolsas que lleva la asociación algo de ropa, toallas femeninas y pañales; también hay hombres jóvenes que se saludan entre sí antes de que llegue la olla gigantesca con la cena, señores mayores que cargan con bolsas de lona en las que transportan todas sus posesiones. Familias. Unos cuantos borrachos que a veces se alborotan un poco, y señoras que se sientan para descansar el evidentemente agotado cuerpo.

Una de estas personas es Homayoon Khajah, quien desde hace tres meses ha hecho fila cada día, junto con su hijo adolescente, para echarle algo al estómago y pedir apoyo legal a la gente de la asociación. Mezclando francés, inglés y algunas palabras en árabe cuenta que en París no lleva mucho tiempo, pero que su andar comenzó en 2014, cuando los talibanes lo obligaron a huir de Afganistán, su país natal, so pena de muerte, por pertenecer a una etnia que repudiaban. Entonces, Homayoon tomó de la mano a su hijo de 4 años y emprendieron una travesía a pie que duró seis meses hasta que llegaron a Europa para pedir asilo.

Ahora cuenta que hace dos días, los policías de la zona llegaron a donde él y otras 20 personas sintecho tenían sus tiendas de campaña y destrozaron sus refugios con lo poco que tenían y que les permitía sobrevivir en la hostil intemperie parisina en la que desde hace días no ha parado de llover. “Nos dijeron que ya no nos podemos quedar en esa parte porque esa zona será ocupada para los Juegos Olímpicos. Si antes era difícil, ahora será peor”. Homayoon habla de áreas aledañas al Hôtel de Ville, muy cerca del río Sena, en el que se realizará, entre otros eventos, la ceremonia de inauguración.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (JO-P) de París 2024 se llevarán a cabo del 26 de julio al 11 de agosto, y del 28 de agosto al 8 de septiembre. Uno de los valores principales establecidos por el Comité Olímpico Internacional (COI) es el compromiso con la promoción y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, para Homayoon Khajah, los derechos humanos se han convertido en un mito, en algo que existe en papel y que los gobiernos y organizaciones promocionan pero sin disposición a garantizar. Tras pedir asilo en tres países distintos y lograrlo sólo ocho años después en Francia, sigue sin tener acceso a una vivienda, por lo que no puede inscribir a su hijo en la escuela pública ni encontrar un trabajo. La llegada de los JO-P significa una complicación más para alcanzar lo que para él es, simplemente, una vida digna.

“La están convirtiendo en una Disneylandia […] con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos [los turistas] vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”, Noah, activista.

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“La están convirtiendo en una Disneylandia”, dice Noah —quien prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad— sobre París, mientras se toma una cerveza en la zona norte de la ciudad, a unos cinco kilómetros del Ayuntamiento. Noah es miembro de Saccage 2024 —despojo, en francés—, una organización que se opone a “la devastación ecológica y social provocada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2024”. Su comparación con un parque de diversiones alude a las transformaciones radicales de la capital: barrios gentrificados, expulsión de residentes y un incremento de la presencia policial en zonas donde suelen estar trabajadoras sexuales o en barrios de personas migrantes, como en el que estamos ahora. Noah reclama que la ciudad se está transformando, pero no para beneficio de quienes la habitan sino para recibir a los turistas, “con bonitas boutiques de lujo y calles recién pavimentadas, para que ellos vivan su pequeña fantasía, mientras que la gente que vive en París la va a pasar mal”.

La mayoría de las competencias del magno evento deportivo sucederán en el norte y en la periferia de París, donde se encuentran las zonas más problemáticas, pobres y con menor acceso a educación. Con el fin de asegurarse de tener la capacidad necesaria para llevar a cabo los eventos, se han construido y remodelado muchos espacios. “Ha sido una muy buena excusa para realizar muchas obras, y al hacerlas han desalojado a la gente. Y sabemos muy bien que las personas que se fueron de aquí nunca podrán volver”, explica el activista. Tal es el caso de 224 personas —la mayoría migrantes de África subsahariana y Magreb— que fueron desalojadas de sus casas en el barrio de Saint-Ouen para construir la Villa Olímpica, donde residirán alrededor de 2 500 atletas durante el verano. Después planean transformar la Villa en espacios comerciales para emprendedores, en los cuales también se impartirán formaciones. Desde hace tiempo ese barrio se ha gentrificado considerablemente y la Villa Olímpica ha acelerado el proceso.

Para las personas desalojadas la única opción es distanciarse aún más de la capital y retirarse a periferias más lejanas, lo que se traduce en menor acceso a servicios, incrementos en el costo y tiempo invertido en el transporte (entre más lejos del centro, más caro y menos frecuente) y, en muchos casos, el desarraigo de las comunidades.

Saccage 2024 se ha dedicado a difundir información sobre el impacto de los JO-P desde hace un año, cuando comenzaron las transformaciones más significativas y la expulsión de gente de las calles y de las zonas que se necesitaban desalojar para construir nuevos edificios. El Ministro del Interior, Gérald Darmanin, los ha declarado una amenaza para el “buen desarrollo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos” y dijo en una entrevista con el medio Parisien que no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en el éxito de este magno evento.

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“Acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos significa organizar el mayor acontecimiento del mundo, símbolo de apertura, diversidad y universalidad”, se lee en una de las páginas de información oficial del evento. Se ha prometido que los JO-P serán de bajo impacto ambiental y “en beneficio del mayor número posible de personas, permitiendo que todo aquel que lo desee viva la aventura olímpica y paralímpica”.

Desde que en 1894 se realizaron los primeros JO de la era moderna, el evento ha sido una importante herramienta política. El profesor e historiador Pascal Charitas, de la Universidad Nanterre en Francia, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y comprender el soft-power —ese poder que no se ejerce a través de la violencia, sino del convencimiento y el deseo— en estos magnos eventos. Además, la carga simbólica en estos Juegos es significativa, dado que en esta ocasión se celebra también el centenario de las Olimpiadas; por lo que Francia tiene un enorme interés en mostrar su mejor cara, y en demostrarse como una potencia mundial. “Los Juegos Olímpicos son deporte, pero también todo lo que va en conjunto, es un gran paquete”, dice Charitas; se refiere a la difusión de ciertos valores particulares y explica que, tal como sucede con la educación, son un arma cultural, aunque con la particularidad de que su impacto reverbera en la percepción local y en la imagen que se tiene del país en el extranjero.

“El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, Pascal Charitas, historiador.

Además, Francia está en una situación económica y política muy particular. Por un lado, el presidente Emmanuel Macron anunció el jueves 6 de junio que enviará a Ucrania aviones de combate, implicando así al país directamente en la guerra entre Ucrania y Rusia. Hay, además, una crisis económica en Europa que se agudiza y que impacta cada vez más a Francia. A dicha situación se suma una radicalización política de la sociedad en la que la extrema derecha toma cada vez más fuerza, incluso con la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular que logró impedir a la Agrupación Nacional (RN) que ganara la mayoría en la Asamblea Nacional, en las más recientes elecciones. “El país está desestabilizado y fraccionado, y Macron ha enviado muchas señales y ha utilizado muchos eventos para lograr unificar a la población. Los Juegos Olímpicos son uno de ellos”, declara Charitas. Es un evento que puede contribuir a fortalecer el proyecto de nación, a la unificación, e incluso a la permanencia del partido actual en el poder.

Todo está en su poder simbólico, analiza el historiador, y la referencia implícita a la herencia patrimonial, en la que se hacen guiños a los valores culturales y a lo que se considera importante en Francia para que el mundo entero los vea. Un ejemplo notable es la ruta del maratón —en la que además pueden participar atletas no profesionales— que seguirá el mismo recorrido que hicieron alrededor de 7 000 mujeres el 5 de octubre de 1789 para lograr una rectificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se incluyeran los derechos de las mujeres. Se hace un guiño a lo que significa Francia, a sus luchas y logros históricos, explica el académico; es una forma de exhibir al país y de destacar a París como un ícono.

Sin embargo, estas acciones también sacan a la luz los problemas estructurales que acosan a la sociedad francesa. El historiador explica que se crea un efecto de lupa, con el que los problemas cotidianos se vuelven más evidentes. Habla de los problemas con el transporte, la contaminación del río Sena y la calidad del aire, que empeora significativamente durante los meses de verano, pero también de la agudización de las cuestiones migratorias.

Charitas hace énfasis en el incremento de los sistemas de videovigilancia algorítmica (VSA), cuyo objetivo es automatizar el procesamiento de imágenes de cámaras de vigilancia, mediante una capa algorítmica añadida a las cámaras “clásicas” de videovigilancia. De esta forma, las imágenes captadas por las cámaras son analizadas por algoritmos entrenados para detectar, en tiempo real, situaciones predefinidas. Aunque las autoridades aseguran que la utilización de este tipo de “medidas de excepción”, implementadas para prevenir ataques terroristas durante los eventos olímpicos, estarán vigentes sólo hasta marzo de 2025, al historiador le inquieta en particular la posibilidad de que se convierta en una práctica común que implicaría una permanente privación de la libertad.

La seguridad es una de las principales preocupaciones del gobierno francés frente a los JO-P. En una conferencia de prensa el presidente Macron, dijo: “No minimizamos la situación, el mundo está en desorden. Tenemos una guerra en Europa (en Ucrania), vemos lo que sucede en Oriente Medio, sabemos que hay un riesgo terrorista; pero nos preparamos para afrontarlo con transparencia”. Una de las principales acciones ha sido aumentar significativamente la presencia de cuerpos policiales. Además del reclutamiento de más elementos (que escala a 18 000 personas), llegarán 35 000 miembros de fuerza de orden de toda Francia y cerca de 2 200 elementos que vendrán de otros países, como Polonia y Alemania que ya han confirmado su participación. “Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, declaró Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Como parte de la estrategia, recientemente se actualizaron leyes que autorizan los rastreos y la vigilancia utilizando inteligencia artificial, drones y cámaras del circuito cerrado de la ciudad. También habrá helicópteros con francotiradores vigilantes, cerca de 15 000 perros de seguridad y rastreo de bombas. “Habrá 47 000 personas uniformadas durante el periodo olímpico sobre 3 000 kilómetros de banquetas. Eso es uno de ellos cada 10 o 20 metros”, dice Antoine De Clerck, coordinador de prensa del colectivo Le Reverse de la Médaille (El reverso de la medalla), en el que 90 asociaciones solidarias que trabajan a diario con personas en situación precaria (personas sin hogar o mal alojadas, personas usuarias de drogas, trabajadoras sexuales, exiliados, beneficiarios de ayuda alimentaria, etc.) se han movilizado para que “la dinámica de los Juegos no sea sinónimo de mayor exclusión, sino que, por el contrario, dejen un legado social positivo”, explican en su página web.

El despliegue de las fuerzas policiales aumentadas ya se ha visto en la ciudad. Si antes era raro ver policías con armas largas en lugares públicos, ahora es muy común. También se ve un aumento de seguridad del transporte, con revisiones del pago en la entrada y los documentos de las personas. El sistema de alerta y gestión de crisis Vigipirate, que incluye el despliegue de un cuerpo policíaco especial que se distingue por su uniforme de camuflaje café y cuya misión es prevenir posibles ataques terroristas. Por toda la ciudad se han desplegado policías que detienen a personas basados en la “delincuencia por apariencia”, un concepto de la teoría de criminología antropológica del italiano Cesare Lombroso que, según él, permite identificar a un criminal en potencia a partir de ciertos rasgos físicos e incluso por su sola apariencia, ideas que la policía francesa ha acuñado para la ocasión.

“Entre más nos acerquemos a los Juegos Olímpicos, más vamos a saturar el espacio público de policías”, Laurent Nuñez, prefecto de la policía de París.

Desde asociaciones como Saccage 2024 y Le Revers de la Médaille se ha reclamado que las preparaciones para los JO-P han incluido una ardua labor de limpieza social y racial. Elisa Koubi, integrante del segundo colectivo mencionado, describe esta idea como la percepción de que la ciudad debe verse casi artificial, limpia y ordenada, para presentarse impecable a los visitantes. “Así que están sacando a la gente de las calles, a los sintecho, a los inmigrantes, a los campamentos improvisados y a las trabajadoras sexuales”, comenta Koubi, quien también es miembro de STRASS, el Sindicato de Trabajo Sexual en Francia.

El 70 % de las personas que ejercen el trabajo sexual son migrantes y desde diciembre se han visto redadas en los bosques aledaños, particularmente en el de Boulogne. Con la excusa de detener a los clientes llegan a revisar los papeles migratorios de las trabajadoras y quienes no los tengan terminan en la comisaría o en centros de detención administrativa, con el objetivo de la deportación. Francia es abolicionista del trabajo sexual; sin embargo, desde 2016 se implementó la Ley No. 2016-444, que establece la penalización de las personas que soliciten, acepten u obtengan relaciones sexuales a cambió de un pago; es decir, los clientes, y no las personas que ejercen la prostitución. Aún así, no ha dejado de haber persecución, cuenta Koubi; por el contrario, desde diciembre de 2023 se ha incrementado, lo cual coincide con la aplicación de una polémica nueva ley de migración que, entre otras cosas, restablece el delito de estancia irregular en el territorio francés.

“Se hace todo lo posible para fastidiarlos y hacer que se marchen”, explica Koubi. Esto ha provocado que abandonen las zonas donde solían trabajar; lo que las aísla, les dificulta encontrar clientes, las expone a más violencia y las aleja del apoyo de asociaciones que se dedican a defenderles. En STRASS han registrado un aumento en la violencia a las personas trabajadoras sexuales trans y hay una gran preocupación por el entorpecimiento a la protección de víctimas de trata porque, dice la activista, la policía no percibe a las trabajadoras sexuales como personas vulnerables en sus espacios de trabajo ni como víctimas, sino como delincuentes migrantes que deben ser expulsadas del territorio francés.

Hay una preocupación por parte de organizaciones de protección a los derechos humanos por el modus operandi de las fuerzas policiales y la política francesa de limpieza social de la ciudad. Se observa una lógica de represión hacia las personas en situaciones más precarias “y todo en nombre de los Juegos Olímpicos”, dice Koubi.

Las personas que viven en situaciones de precariedad —migrantes, sintecho, consumidoras de drogas, trabajadoras sexuales— son puestas en un estado de vulnerabilidad por los JO-P, se explica desde las asociaciones. El primer factor causante es que se espera que este verano lleguen a París 16 000 000 de turistas, a un espacio relativamente reducido —la capital tan solo mide 105.4 kilómetros cuadrados, una decimosexta parte de lo que mide Londres, donde se realizaron los JO-P en 2012—. El segundo factor es que las ciudades anfitrionas de los Olímpicos siempre buscarán mostrar sólo la versión que les favorece, “una de postal, una imagen que tiene enormes implicaciones turísticas, políticas”, explica Antoine de Clerck, de Le Reverse de la Médaille: “Así, lo que otras ciudades han hecho en otros años, y lo que París está haciendo ahora, es esconder a todas estas poblaciones que no queremos mostrar a los turistas y a las cámaras de todo el mundo”. La basura se barre y se esconde debajo de la alfombra, aunque esa basura sean personas que no serán beneficiadas por este evento, sino que, por el contrario, vino a complicar sus vidas aún más.

Aunque Francia ha anunciado estos JO-P como inclusivos, con puerta abierta y gratuita a la inauguración y clausura, también ha dejado en claro que hay un rostro de París que es el que van a defender y buscarán mostrarle al mundo. Aquel que no tiene campamentos de migrantes junto al Sena.

Esta gran celebración, como lo ha sido en todas sus ediciones, es una radiografía del estado del mundo y del país que acoge las competencias. Es una manifestación de sus estrategias políticas, de sus posturas ante las controversias, de sus prioridades y de las narrativas que defienden. La disneylandización de una ciudad trae consigo la exclusión y el desplazamiento hacia la periferia de miles de personas que forman parte de las dinámicas internas de ésta; y al excluirlas la ciudad misma borra parte de su identidad. Siendo un ente viviente, dinámico y complejo, se intenta convertir en un lugar aséptico y prístino que favorece el turismo de masas, el nacionalismo y el mantener una posición privilegiada y hegemónica en la geopolítica mundial. Sin embargo, ¿para quiénes son las ciudades si no son de quienes las habitan?

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