El dramaturgo que surgió de la muerte
Recordamos la vida y obra del dramaturgo estadounidense Eugene O’Neill, a 65 años de su muerte.
En 1912, mientras sufría complicaciones de tuberculosis, el joven Eugene O’Neill replanteó su vida. Por los últimos años, el hijo del actor irlandés James O’Neill y la compositora Ella Quinlan, había olvidado las pasiones que despertaron en él durante su época escolar y se había dedicado a trabajos marinos y sindicales, además de caer en el alcoholismo y la depresión.
Si lograba vencer a la tuberculosis y salir del sanatorio donde estaba previsto que viviría sus últimos días, O’Neill regresaría a una de sus más grandes pasiones: el teatro. Un año después, completamente recuperado de su enfermedad, comenzó a escribir su primera obra, la cual estrenaría durante su primer año en Harvard. Sin saberlo, Eugene O’Neill estaría iniciando una de las carreras teatrales que definirían el siglo XX.
Aunque el teatro siempre fue una parte importante en el crecimiento de O’Neill, dada la importancia que su padre tuvo en los escenarios neoyorquinos de principios de siglo, nunca pudo dedicarse por completo a ello. Después de su esporádico paso por la Universidad de Princeton, el joven estadounidense abandonó sus sueños de dedicarse a dramaturgia. Se enlistó como marinero y vivió en diversos puertos alrededor del mundo. En 1912 su matrimonio terminó y él intentó suicidarse. Después, enfermó de tuberculosis y estuvo cerca de morir. Encontrarse postrado en una cama, lo motivó a regresar a la dramaturgia.
En 1914, O’Neill ingresó a un curso en técnica dramática instruido por el profesor George Baker de la Universidad de Harvard. A pesar de que el joven escritor abandonó el curso un año después, pues se creía con las capacidades necesarias para continuar con su trabajo, le sirvió para encontrarse con diversos dramaturgos novatos con los que desarrolló una gran amistad.
En 1920, tras preparar cuatro obras de teatro y veinte obras cortas con el colectivo artístico The Provincetown Players, O’Neill estrenó en Broadway su primera obra publicada, Más allá del horizonte (Beyond the Horizon), en la que hacía un cercano retrato a la vida de dos hermanos: Andrew y Robert, cuyas vidas cambiarían después que Robert sale al mar con su tío Dick, un capitán de barco y Andrew se mantiene a la espera de casarse con su prometida Ruth.
La obra fue uno de los grandes éxitos de Broadway en la década de los veinte y le dio al dramaturgo su primer Premio Pulitzer de Drama. O’Neill también cosecharía grandes resultados en las tablas neoyorquinas durante la década con obras como The Straw, de 1921, The Emperor Jones, The Hairy Ape y Dynamo, además de recibir el Pulitzer en 1922 con Anna Christie y 1928 por Strange Interlude.
La muerte de sus padres y su hermano mayor motivarían al escritor a sumergirse más en su oficio, ahora interesado en los dramas familiares y personales que afectaban a la sociedad trabajadora e inmigrante de los Estados Unidos durante la primera mitad de 1900. En 1936, O’Neill recibió el Premio Nobel de Literatura.
Tres años después iniciaría una segunda época de éxitos con la publicación de las obras El repartidor de hielo (The Iceman Cometh, estrenada en teatro en 1946) y Una luna para los malnacidos (A Moon for the Misbegotten, 1947).
Su obra, Largo viaje hacia la noche (Long Day’s Journey into Night), inspirada levemente en su vida en el mar y su juventud, obtendría el aclamo del mundo editorial y el público, convirtiéndose rápidamente en un bestseller, un éxito de taquilla cuando llegó al teatro en 1956 y le valió a O’Neill su último Premio Pulitzer, entregado tras la muerte del autor el 27 de noviembre de 1953, víctima de neumonía.
Su última obra, A Touch of Poet (1958), la primera de una puesta en nueve actos sobre en el sistema de clases que rigió a los Estados Unidos en 1828, fue escrita por dictado a su última mujer, Carlotta Monterey, quien después se encargó de destruir los últimos manuscritos del autor a su petición. Sin embargo, la muerte de dio una nueva vida tanto a Eugene O’Neill, como al teatro estadounidense. With the exception of The Iceman Cometh (1946), all of O’Neill’s later works were produced after his death.
* Fotografía de portada: Wikimedia Commons
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