La danza de la provocación
El director argentino Gaspar Noé regresa al cine con Clímax.
A lo largo de su carrera, el director argentino Gaspar Noé ha buscado provocar en el espectador el mismo shock que él experimentó después de que su madre lo llevó a ver Saló, o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, en su cumpleaños 18. Noé, quien desde entonces ha tomado el trabajo del italiano como una inspiración, quedó tan sorprendido ante lo presentado en pantalla que esperó quince años para volver a someterse a ese shock. Y lo hace en Climax, con una abrumadora fiesta multicolor donde hace gala de sus dotes como realizador y provocador.
De cierta forma, el cineasta, afincado en Francia desde principios de los 2000, ha logrado cumplir sus aspiraciones gracias a sus perturbadores trabajos cinematográficos. Está, sin duda, Irreversible, su segundo largometraje, que erizó la piel del público del Festival de Cine de Cannes en 2002 con una escena que representaba una cruenta violación en tiempo real; mientras que Love, un extraño drama vacío que sólo podría recordarse gracias a sus escenas de sexo explícito filmadas en tercera dimensión, puso en alerta a los censores de todo el mundo, consiguiendo las clasificaciones restrictivas más altas en la mayoría de los territorios donde se exhibió en pantalla grande.
“Lo de Pasolini es cine serio, lo mío es más divertido”, confesó en entrevista con Gatopardo tras la presentación de su nueva película en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia. “En lo mío creo que hay algo que quiere ser terrorífico o angustiante y termina siendo sorprendente para el público”.
En la cinta, ganadora del premio a Mejor Película en el Festival de Sitges y el premio principal en la Quincena de los Realizadores de Cannes, Noé cuenta el trágico desenlace que tiene una fiesta entre un grupo de jóvenes bailarines que fueron drogados mientras celebraban el inicio de sus carreras en la escena artística europea. La sustancia que todos ingirieron, en una suerte de sangría, provoca que todos los asistentes pierdan la cordura y recurran a sus instintos más salvajes.
Aunque la trama, según afirman los créditos iniciales, está basada en un caso real, el argentino asegura que se tomó ciertas libertades que le permitían, más que realizar una recreación, ejecutar un elaborado juego de luces, música estridente (la mayoría perteneciente a la corriente dance de mediados de los noventa, compilada en un soundtrack por Thomas Bangalter de Daft Punk y Aphex Twin, entre otros), planos secuencia y eventos violentos diseñados para sacudir al espectador en todos sus sentidos.
En la histeria que se suscita en la propia cinta, Noé entrega algunos de los agresivos tópicos que ha utilizado a lo largo de su carrera —nuevamente una violación o el abuso de sustancias—, algo destacable dado el ambiente de corrección que ronda en el planeta. “No sé qué es la corrección política, más bien todo mundo tiene miedo de ser atacado por otra comunidad. Cuando ves el cine de los años setenta te das cuenta de que se tocaban temas que ya no se pueden tocar más”, señaló el cineasta.
Confirmándose como un director incómodo, salvo en la cinematografía francesa que lo ha arropado desde el principio de su carrera y a la que el cineasta dedica su cinta, Gaspar Noé confía que el público internacional podrá abrazar su película y quedarse con un sabor de boca que los perturbe, los emocione en cuanto escuchen los sonidos de alguna de las canciones compiladas, o incluso los haga dudar a volver a tomar una bebida mezclada.
“Hay películas que te transportan y hay otras que no. Creo que esta película es una mezcla de géneros que para muchos podría ser una bola de fuego, y espero que lo sea”, sentencia Noé, quien con Climax está, tal vez, más cerca de Pasolini.
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