La nueva amenaza es un virus silencioso. No lo vemos, no lo sentimos hasta que aparecen los síntomas de la enfermedad que produce el nuevo coronavirus. Las principales tendencias y las publicaciones de las redes sociales se relacionan con este virus, y lo mismo sucede al encender la radio o la televisión. La crisis es abrumadora, es una guerra contra un enemigo invisible.
Hace unas semanas, el virus llegó a la consulta de Ana María Villarreal, psicoterapeuta psicoanalítica mexicana de 35 años, cuyos pacientes llevaron el tema al diván a través de la negación. Ella se dio cuenta que, por esta manera silenciosa de actuar, ha sido más fácil para algunas personas poderlo negar o acaso dudar.
La incredulidad es un mecanismo de defensa, el miedo a saberse vulnerable y puede conllevar a escenarios como la pérdida del control o la ansiedad. En estos momentos será de suma importancia procurar y cuidar la salud mental para prevenir episodios de incertidumbre o angustia.
“Creo que nuestros líderes llevaron este proceso sin mucho cuidado desde un principio. Vemos dos situaciones: a personas con problemas de ansiedad y personas que están en el lado opuesto, que no creen que lo que está pasando realmente exista”, dice Villarreal a través de un mensaje de voz por WhatsApp, egresada del doctorado en Psicoterapia por la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM).
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La periodista Hannah Ewens escribió un artículo en la versión británica de Vice, donde cuenta que en esta cuarentena logró salir del espacio físico de la consulta, y ahora toma terapia desde el teléfono. “Ahora, al igual que toda la gente que tiene consultas regulares, hago videollamadas con mi terapeuta. Ese espacio seguro de la consulta ahora es mi cama”, escribió. El confinamiento que vive la población mundial ha replanteado no solo la inmediatez de las relaciones personales o laborales, sino también las relacionadas con la salud mental. Y mientras todos hablan de los riesgos a infectarse, poco se ha explorado el impacto que esta crisis tendrá en la salud mental.
Ana Villarreal cuenta que dejó de recibir pacientes en su consultorio, una medida de prevención en su comunidad de trabajo, y como todo mundo ha recurrido a los accesos que brinda la tecnología. Ha encontrado en Zoom o FaceTime una alternativa que le funciona bastante bien. “Muchos se han acoplado, aunque tengo otros pacientes un tanto reservados o que no quieren tomar terapia así, sienten que sus familiares pueden escucharlos. Es complicado cuando se trata de adolescentes”, dice.
Confiesa que le resulta enriquecedor la oportunidad de verlos en otros contextos y situaciones. “Los espacios desde donde nos hablan en el contexto terapéutico, muchos te ven en la cocina, en su cuarto, a veces comiendo, a veces están con sus mascotas. Esta forma de comunicación da la posibilidad de incluir esos elementos al trabajo que nosotros hacemos. Yo me muestro en pantalla y muchos de mis colegas están haciendo lo mismo”.
«La incredulidad es un mecanismo de defensa, el miedo a saberse vulnerable y puede conllevar a escenarios como la pérdida del control o la ansiedad».
Villarreal habla de un caso, un niño que llegó a su consulta y redactó un cuento que no hablaba estrictamente de la pandemia, pero sí de cómo al tocar a las personas podría destruir al mundo. “Era algo que tenía que ver con lo que estaba sintiendo respecto al coronavirus, pero sin tener aparentemente sentido racional. La mamá nunca se había sentado a explicarle qué estaba pasando. Y lo único que [el paciente] sentía era el miedo de los papás acerca de la situación. Cuando algo no queda claro, la angustia viene”.
También hace hincapié en qué sucede cuando no hay palabras qué nombrar: “La angustia es un afecto que no está ligado a las palabras. Y por eso es importante que los niños puedan verbalizar y explicar lo que está sucediendo, que hablen del miedo que sienten, de la preocupación, la incertidumbre”.
Al tratarse de una situación inédita, los padres estarán viviendo la crianza de otro modo, ya lo publicó el diario argentino Página 12, será importante seguir el nivel de reflexión que los menores vayan a tener.
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Cristina Mendoza, psicóloga y psicoterapeuta de 42 años, trabaja como coordinadora de los programas de salud mental y apoyo psicosocial para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en la delegación para México y América Central. Asiste las necesidades humanitarias de comunidades afectadas por la violencia, y familias con personas desaparecidas o privadas de la libertad. Ella ha aceptado esta entrevista con Gatopardo y envía un enlace a través de Skype Empresarial para conversar.
Como el resto de la población, Mendoza cuenta que estamos sintiendo temor, estrés o irritabilidad, “estamos implicados en esta situación global de incertidumbre, que no discrimina por lugar de origen, edad o género. Y a los que ya eran vulnerables, los está haciendo doblemente vulnerables. Pensemos en las personas privadas de la libertad que en los centros de detención muchas veces viven en condiciones de hacinamiento, o los migrantes que en su paso por México no tienen espacios adecuados para protegerse salvo los albergues, todos ellos con poco acceso a los servicios de salud. Una de las primeras líneas con las que estamos trabajando es garantizar el acceso a la prevención y protección, la mejor forma en que se pueda detener el contagio”.
Hay un temor en los grupos vulnerables por contagiarse, por qué va a pasar si la situación se desborda, cómo los gobernantes lo afrontarán, y todo lo que conlleva un país que se detiene. “Hay un fuerte miedo a ser infectado; si salgo a la calle a hacer compras, puede que me infecte, yo o un ser querido. Estas situaciones de confinamiento o restricción de movilidad llevan a romper rutinas, y puede venir la frustración. Hay un temor a quedarme sin nada, a no tener qué comer, eso detonan cosas como las compras de pánico. Qué va a pasar con mi trabajo. Y quiero poner uno central: el estigma. Qué va a pasar si soy un caso sospechoso o lo es mi vecino y cuál será la reacción de mi comunidad”. Mendoza pone, como ejemplo, el estigma que podría tener el personal de salud, que son la primera línea de batalla en los hospitales. Está el caso de las enfermeras de Jalisco, que hace unas semanas las bajaron de un transporte público y las rociaron con cloro por miedo al contagio.
«Vemos dos situaciones, a personas con problemas de ansiedad y personas que están en el lado opuesto, que no creen que lo que está pasando realmente exista».
Cortesía del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Sobre el impacto que podría tener el aislamiento, Mendoza ahonda: “La mayoría va a experimentar ‘distrés’ [estado de angustia] que se podría expresar en síntomas como tristeza, ansiedad, dificultades de sueño, irritabilidad, depresión, pérdida de confianza o tensiones entre la pareja o la familia, y puede tener muchas formas y salidas. Todo depende de la magnitud de la amenaza, qué tan directa puede ser, qué tan cercano es el contagio, así como los factores de resiliencia de las personas, los recursos que tienen cada individuo, familia y comunidad para hacer frente al Covid-19; y es también importante el factor del tiempo como la repetición y si tendrá un principio y un fin”, dice. Los impactos siempre diferirán a nivel individual, familiar, comunitario y social, y la expresión de éstos irán dependiendo de cada uno de estos factores.
Los días pasan y los efectos de permanecer en casa han comenzado a aparecer, y los procesos de convivencia han resultado alterados. Algo que incrementa la ansiedad es la sobreexposición a la información falsa y alarmista. Para Luz del Carmen Cordero Pineda, académica de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, “es muy curioso la insistencia en el pánico y la mayor parte del pánico viene de la desinformación, de este exceso de información no válida, no comprobada y a la que más acceso tenemos y a la que más le hacemos caso”. Ella recomienda ir a la información que proporcionan las autoridades competentes. Para reducir la incertidumbre es necesario conocer la enfermedad, la información de la OMS, para que estas reacciones no se exacerben y generen otras situaciones que vayan a ser aún más difíciles de lidiar como el pánico masivo. En términos de salud mental, la información es importante.
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México no ha tenido aún restricciones más coercitivas por parte de las autoridades que incremente el impacto a nivel psicológico. “Se ha invitado a la población de mantenerse en casa y que coopere de manera voluntaria, se apela a lo colectivo. Todos hemos ido asumiendo el confinamiento como parte de algo que nos toca hacer”, añade Cristina Mendoza.
Hemos visto a chefs dar clases de cocina, y a escritores hablar de sus libros favoritos en las redes sociales; son sonadísimos los videos de gente que sale a cantar o a aplaudir o a tocar música en los balcones de Europa, y ser solidarios con sus vecinos. “Todo esto es un fenómeno positivo y esperado. No hay nada más colectivo que el coronavirus. Hay una tendencia a apelar a la solidaridad y a lo colectivo, que es lo que se puede rescatar de la angustia. Es un fenómeno esperable y qué bueno que se está dando y hay que fomentarlo”, añade.
«La angustia es un afecto que no está ligado a las palabras. Y por eso es importante que los niños puedan verbalizar y explicar lo que está sucediendo, que hablen del miedo que sienten, de la incertidumbre».
Entre las recomendaciones para fomentar el bienestar mental, Villarreal recomienda establecer rutinas, no dejar de hacer horarios para hacer ejercicio y para estudiar, horarios para el baile, la música y la lectura. “Para mí es importante la parte creativa. Aprender a jugar con la situación. Construir lugares de recreación, convertir el cuarto de tele en un cine, el comedor en un restaurante, la azotea en el patio de recreo. Pienso mucho en lo que pasa en la película La vida es bella”, dice. Será también importante establecer una agenda del día, que permita a las personas reforzar el control sobre la rutina, y traiga seguridad y calma.
Otra de las recomendaciones para este aislamiento, refuerzan las especialistas, es la importancia de no perder el contacto con otras personas. Actualmente hay dos escenarios, aquellos que permanecen en casa acompañados por su familia o amigos y aquellos que por alguna circunstancia están solos. Para los niños o las personas de la tercera edad, también se les debe hablar con la verdad y explicarles lo más claro posible la razón por la que deben permanecer adentro. Lidiar con la incertidumbre es una de las situaciones más estresantes que pueda existir, y por ello es importante hablar con personas de confianza y profesionales (a distancia).
¿Qué podemos esperar luego de que pase esta emergencia? ¿Cambiará nuestra manera de trabajar o de relacionarnos unos a otros?
“Tengo esperanza en que nuestro aprendizaje será que el contacto social es indispensable para convivir de manera saludable. Para poder tener una vida más gozosa, entera y plena; poder sanear incluso aquellas relaciones interpersonales o colectivas que no están bien. Es una oportunidad para volver a reconectarnos y con quienes son importantes en nuestra vida”, concluye Mendoza.