Vivienne Westwood: moda, punk y activismo - Gatopardo
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Arte

Vivienne Westwood: moda, punk y activismo

«La lucha ya no es entre las clases, sino entre los idiotas y los ecoconscientes».

Tiempo de lectura: 5 minutos

No es un secreto que el mundo del diseño y la moda han entrado en una especie de crisis que deben resolver si quieren sobrevivir en este planeta. La diseñadora inglesa Vivienne Westwood –hoy con el título nobiliario de dama- podría tener la solución para la evolución de la industria que, además, beneficiaría a las grandes casas de moda, si es que la escuchan.

«Compra menos, elige bien y haz que dure”, es el motto con el que Westwood propone mantener su negocio de forma sustentable, pues “no necesitamos tanto”. Las palabras de la empresaria y dueña de un emporio de la moda están presentes desde 2014, cada que presenta sus colecciones de temporada.

Vivienne Westwood lleva trabajando desde ese año para que su negocio sea compatible con sus ideales contra la crisis climática.  «Save the arctic» es, por ejemplo, una campaña que creó para difundir el trabajo de Greenpeace para salvar el ártico del descongelamiento. Junto a celebridades como el actor George Clooney, el cantante Chris Martin, la actriz Helen Mirren, su siempre aliada Kate Moss y hasta el activista Julian Assange, posó para el fotógrafo Andy Gotts con una playera de algodón orgánico que decía «Save the Arctic». Las ganancias obtenidas mediante la venta de estas prendas irían a la organización dedicada a la defensa por el medio ambiente.

En 2019, Vivienne Westwood regresó con una campaña llamada Homo Loquax contra el cambio climático. Durante el desfile de la semana de la moda en Londres 2018 -caracterizada por ser la primera en prohibir el uso de piel de animales en las prendas-, Vivienne protestó también contra el Brexit y el acoso sexual laboral.

Las tendencias de Westwood se caracterizan por ser más que un statement de moda, también son anti sistema. Ahora es muy común ver mensajes de protesta feminista, anticapitalista o de body positivity en la ropa, pero antes no era tan popular y en parte, ese cambio en la moda se debe a Vivienne.

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Vivienne Isabel Swire nació el 8 de abril de 1941 en Glossop, Derbyshire. Crecer durante y después de la Segunda Guerra Mundial fue un evento que influyó en su trabajo como diseñadora. Durante su infancia marginal, su madre le leía libros, pues no tenía acceso a otras disciplinas artísticas para inspirarse.

La joven Vivienne abandonó la escuela de arte de Harrow al considerar que, por ser una mujer de la clase trabajadora, jamás podría tener éxito en ese mundo. Entró a trabajar a una fábrica y después como maestra de primaria. Poco después, Westwood atendió su inquietud por diseñar joyería y comenzó a venderla en su tiempo libre en un puesto de Notting Hill. En 1962 se casó con Derek Westwood vistiendo un diseño propio y más tarde tuvo un hijo llamado Ben.

Sin embargo, Vivienne Westwood quería más. «No era feliz ni me hacía feliz cuidar a mi hijo. Necesitaba conocer más del mundo. Él (Derek) era muy carismático y pienso en él con gran afecto, pero lo superé», dijo en una entrevista con The Telegraph. Entonces conoció a Malcolm McLaren, un estudiante de artes con quien se mudó al 420 de King’s Road en Chelsea.

Al inicio de la década de los setenta, vendían ahí álbumes de rock y había ropa abandonada. Vivienne y McLaren confeccionaron con esos materiales prendas nuevas para venderle a los jóvenes que pertenecían a la subcultura de Teds, quienes se rehusaban a adaptarse a la vestimenta grisácea de la postguerra. Los dos se sentían más atraídos a esta subcultura y a prendas excéntricas que utilizaban elementos como el animal print en sacos largos y zapatos, conocidos como creepers.

Aunque el movimiento hippie predominaba en las calles de Londres y Estados Unidos, Vivienne y McLaren estaban más interesados en la escena rebelde de los años cincuenta. Más adelante, la pareja  creó una colección inspirada en el estilo de los motociclistas: cuero, cierres y calacas. Las playeras de Westwood y McLaren tenían mensajes provocativos como símbolos nazis con la palabra «Destroy» que, incluso, los volvió foco de persecución, al violar «leyes de la moral».

Sin dejarse intimidar por esto, Westwood renombró la marca y produjo prendas aún más provocativas. En 1974 cambiaron el nombre de la tienda a Sex y sacaron una colección con detalles de indumentaria sadomasoquista. «Ropa de látex para la oficina», era el eslogan de la línea que los seguidores de bandas como Sex Pistols y de los New York Dolls adoptaron de inmediato.

McLaren era el manager de los New York Dolls y después representó también a los Sex Pistols en Londres. La tienda de Vivienne y McLaren fue uno de los lugares centrales y más influyentes en la escena de la moda del punk.

La idea de Sex era convertir el fetichismo sexual oscuro en una tendencia de la moda, a través de la estética Hazlo Tú Mismo (DIY). «Los medios lo llamaron punk rock», recuerda Westwood, en una especie de descargo de responsabilidad.

Sin embargo no pasó mucho tiempo para que la diseñadora se desencantara del punk, tras el colapso de los Sex Pistols y el avance de la cultura mainstream. Fue entonces que Westwood adoptó el nombre que hasta la fecha lleva su tienda, Worlds End.

Para 1981, la pareja llegó a los principales desfiles de moda de Londres con una colección inspirada en la piratería romántica, con diseños que reflejaban una la investigación histórica de las vestimentas.

Tiempo después Vivienne denunció que su pareja,  el exmanager de los Sex Pistols y los New York Dolls la maltrataba emocionalmente. Dijo que Mclaren le tenía celos y la llamaba «costurera», de forma despectiva, argumentando que sin él, ella no habría llegado tan lejos. Su relación terminó de forma abrupta y durante una década lanzó colecciones diseñadas únicamente por ella, hasta que en 1992 se casó con Andreas Kronthaler, un diseñador con el que comenzó a trabajar en 1988. Durante esa época, las colecciones de  Westwood se inspiraron en las mujeres «Tatler», quienes parodiaban a las mujeres de la clase alta.

La misma diseñadora apareció en la portada de la revista Tatler, personificada como la entonces Primera Ministra, Margaret Thatcher. La funcionaria inglesa había solicitado en 1989 un traje a la firma de Westwood, pero canceló el pedido de último minuto, por lo que Vivienne decidió ponérselo para posar en la revista. «Esta mujer fue alguna vez punk», decía la portada.

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Al principio de los dos miles, sus colecciones giraban en torno a las prendas asexuales, abriéndole camino a estos temas entre las clases altas.

Por primera vez, gracias a Vivienne, sus seguidores, que van desde los aferrados al punk y las élites de la moda, hasta las espectadoras de series como Sex and the city o fans de la cantante Miley Cyrus, abordaron el tema de la crisis climática. Aunque es criticada por la ironía de protestar contra el capitalismo, a través de sus costosos diseños, ella ha defendido el derecho a manifestarse desde su trinchera, a diferencia de otros empresarios en esa misma posición de influencia.

El magnate de la marca Louis Viutton, Bernard Arnault, ha llamado a la activista Greta Thunberg «desmoralizante» por sostener un discurso “catastrófico”. El hombre más rico de Europa, dueño también de otras marcas como Christian Dior, Fendi y Givenchy, arremetió contra la activista sueca de 16 años de edad al decir que teme sobre el efecto que podría tener su discurso entre los líderes globales frente a la crisis climática.

En un contexto en el que las marcas de fast fashion, que producen ropa de muy baja calidad y sin responsabilidad ética o ambiental, pero a bajos precios, se pronuncian en bancarrota, la protesta de Vivienne Westwood cobra importancia.

Su marca es una de las pocas empresas de moda independientes a nivel global. A diferencia de otros magnates de la moda, ella ha utilizado su influencia para incomodar desde las pasarelas más importantes en el mundo a las élites que normalmente no recibirían estos mensajes. Worlds End (Fin del mundo) pide a sus seguidores que: luchen contra el cambio climático, porque es una guerra.

“Es una guerra para la existencia de la raza humana. Y del planeta. El arma más importante que tenemos es la opinión pública: vayan a las galerías del arte, empiecen a entender el mundo en el que viven. La lucha ya no es entre las clases o entre ricos y pobres, sino entre los idiotas y los ecoconscientes».

 

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