El poder de la realidad
Los nueve documentales nominados en los próximos premios Fénix son una prueba de la fuerza que tienen las historias reales en nuestro continente.
En Latinoamérica, es bien sabido, las historias reales abundan. Se habla mucho del auge de la crónica y de la gran calidad de libros de no ficción. Pero también hay una producción muy interesante de documentales. El festival Ambulante, por ejemplo, ha sido una vitrina excepcional para conocer estas propuestas. El Premio Iberoamericano de Cine Fénix también le da un lugar preponderante a la no ficción audiovisual. Este año, en su cuarta edición, los premios destacarán nueve documentales —nominados en diferentes categorías— que llegan desde distintos lugares del continente.
Las cintas nominadas son muy diferentes entre ellas y abarcan todo tipo de temas, desde la dictadura en Chile hasta la búsqueda de secretos familiares ocultos. Sin embargo, todos comparten tres ejes temáticos: la identidad pública y privada, la memoria colectiva y la confrontación con el pasado.
El pacto de Adriana de la chilena Lissette Orozco, es un claro ejemplo: retrata el afán de una mujer por reconciliarse con su pasado familiar. El documental inicia cuando su directora se entera de que su tía favorita de infancia trabajó para la Dina, la policía secreta de Augusto Pinochet. Adriana es prófuga de la justicia, está acusada de secuestro y de asesinato. Su sobrina decide entonces involucrarse en su pasado para luego confrontarla.
Algo similar ocurre con la directora colombiana Clare Weiskopf, quien viaja hasta lo más profundo de la selva amazónica para encontrar a su madre. Amazona retrata el encuentro entre la mamá, una inglesa exiliada, y la hija: una montaña rusa de emociones.
En La libertad del diablo, Everardo González también indaga en la memoria reciente del conflicto mexicano. Cubiertos con una máscara, los personajes cuyas vidas fueron marcadas por la violencia relatan sus historias sin dejar de ver a la cámara: a falta de un rostro, la empatía recae en el constante contacto visual con el espectador. Así mismo, en Como me da la gana II, el chileno Ignacio Agüero se pregunta sobre la relación entre lo cinematográfico y lo político.
Quizás la propuesta más experimental sea la de Albertina Carri. En su virtuoso documental Cuatreros, narra una historia con diferentes imágenes —en apariencia inconexas— que aparecen simultáneamente en la pantalla. Esta instalación visual, o autobiografía en imágenes, parte de la idea de la directora de hacer un documental sobre Isidro Velázquez, el último gaucho rebelde y violento de la Argentina. Sin embargo, ante la imposibilidad de filmarlo, la directora termina haciendo una reflexión sobre los eventos históricos recientes de su país y su propia intimidad.
La selección de documentales la completan Ejercicios de memoria, de Paz Encina, y No intenso Agora, de João Moreira. El primero gira sobre la figura de Agustín Goiburú, el más importante opositor político al régimen de Stroessner en Paraguay. Está contado a partir de los recuerdos de sus tres hijos: Rogelio, Jazmín y Rolando. Moreira, por su parte, contrapone imágenes de eventos ocurridos en China, Francia, Checoslovaquia y, en menor medida, Brasil durante 1968. Este film-ensayo explora cómo la gente que tomó parte en esos acontecimientos siguió adelante después de que las pasiones se enfriasen, y se pregunta sobre la relación entre un documento y su contexto político.
El 7 de diciembre, Carri, Orozco, González, Weiskopf y Encina harán parte de una Charla Gatopardo en el marco de la Semana Fénix. Los cinco documentalistas hablarán en el Museo Tamayo sobre su trabajo.
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