El Lance Armstrong de Stephen Frears
Stephen Frears habla sobre “The Program”, película que aborda el dopaje en los deportes a partir del caso del ciclista profesional Lance Armstrong.
The Program, polémica cinta sobre la vida del ciclista profesional Lance Armstrong y el escándalo sobre su uso de sustancias prohibidas a lo largo de su carrera profesional, tuvo su estreno en América Latina en el marco de la 13ª edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). Su director, el británico Stephen Frears (Philomena, La reina), conversó con Gatopardo acerca de esta película, basada en el libro del periodista irlandés David Walsh: Seven Deadly Sins.
Protagonizada por Ben Foster (Kill Your Darlings, Six Feet Under), The Program cuenta el ascenso y caída de la leyenda del ciclismo profesional, el estadounidense Lance Armstrong, quien fuese campeón del Tour de France en siete ocasiones consecutivas. A lo largo de esta cinta, Stephen Frears muestra los primeros años de carrera de Armstrong, sus tímidos roces con las sustancias ilegales, su exitosa lucha contra el cáncer de testículo y el meteórico despegue de su estatus como campeón internacional a la par de su cada vez más serio y profundo involucramiento con un sofisticado sistema de dopaje que engañó más de una vez a la Unión Ciclista Internacional.
Aunque la mirada de la crítica está puesta sobre la excelente interpretación de Foster como Lance Armstrong, destaca también el trabajo del actor irlandés Chris O’Dowd (The IT Crowd, Pirate Radio), quien encarna a David Walsh, el periodista que investigó durante años la red de dopaje que encabezaba Armstrong y que recibió diversas amenazas y presiones para abandonar su investigación. “¡Es maravilloso!”, dice Stephen Frears sobre O’Dowd. “Hay actores que pueden interpretar a un escritor y otros que no pueden hacerlo: Chris es escritor y un hombre sumamente inteligente. Si necesitas un actor que actúe como periodista, tienes suerte de toparte con alguien como él”.
En cuanto al trabajo de Foster, Stephen Frears quedó satisfecho con su protagonista, cuya actuación como el manipulador Armstrong es digna de celebrarse. Las miradas y gestos de Foster muestran lo bien estudiado que tuvo al Lance Armstrong real, quien mantenía una personalidad afable y abierta ante las cámaras, pero tras ellas podía transformarse en una persona inestable y violenta. De acuerdo con entrevistas recientes, durante la preparación de su personaje, Ben Foster llegó a consumir EPO –una de las sustancias que Armstrong ocupa para mejorar su rendimiento físico– de manera controlada. Frears asegura haberse enterado de esta medida hasta que lo leyó en las noticias: “No lo sabía. Puedes ver cómo el actor desarrolla su personaje y entrena su cuerpo, pero lo que realmente me preocupa es la historia. Necesito asegurarme de que la historia va bien con lo que él está haciendo. Fue igual que cuando Helen [Mirren] interpretó a la reina Isabel [en The Queen, 2006]: ella sabía cómo hacerlo, lo que yo hice fue contar la historia correcta para que ella pudiera actuar en ella”.
Tras el éxito crítico de su cinta anterior, la nominada al Oscar Philomena (2013), Stephen Frears vuelve a cambiar de género cinematográfico para narrar la historia de una leyenda, un héroe que se transforma en villano conforme avanza la historia. “Es como en Caracortada”, explica el cineasta sobre el arco dramático de The Program. “Lance Armstrong alguna vez dijo que su vida era como una combinación de las películas Carros de fuego y Buenos muchachos, pero no estoy de acuerdo. Es Carros de fuego con Caracortada”. La película definitivamente se acerca más a esta descripción, con una trama de tintes detectivescos, que sigue el desarrollo de Armstrong desde la perspectiva de diferentes partes involucradas: desde el periodista a quien ha hecho odiar su deporte favorito, hasta sus compañeros de equipo – aquellos en quienes se apoya el ciclista para asegurar la victoria en la pista.
Visualmente, The Program se apoya enormemente en la edición vertiginosa de Valerio Bonelli –colaborador de Frears en Philomena y en su siguiente proyecto, Florence Foster Jenkins–, que transmite al espectador la sensación indiscutible de vivir en carne propia la velocidad y tensión de los competidores en las carreras de ciclismo. “Editó Philomena muy bien”, comenta el director británico sobre Bonelli. “Con esta película estaba el tema de imágenes de archivo y trabajó muy bien con eso, pues tiene mucha experiencia en el cine documental. Creo que en realidad ha aprendido a editar películas de ficción trabajando conmigo. Es muy bueno”. Frears incluso lo recuerda durante sus estudios en la escuela de cine, donde el británico enseña directamente en la sala de edición. “Tres buenos editores salieron de ahí, él es uno de ellos”.
Se suma a este juego visual la constante aparición a cuadro del color amarillo, eternamente relacionado con Armstrong por ser el color del campeón del Tour de France, así como el símbolo de su organización caritativa de lucha contra el cáncer, Livestrong. “No sé si tenga otro significado, más allá de la sudadera en la competencia y los brazaletes de su fundación… ¿Qué podría ser? No puede simbolizar cobardía, porque Armstrong definitivamente no es un cobarde”, reflexiona el cineasta.
La noche anterior a la entrevista, al término del estreno de The Program en el marco del FICM, Frears había sorprendido a la audiencia asegurando que después de hacer una película no vuelve a preocuparse por lo que diga la prensa. “Es demasiado aterrador”, responde a la pregunta de por qué evita dar seguimiento a la recepción de su obra. “Es como con los premios: si pierdo, me son indiferentes; pero si gano está bien. Es parte del circo y no soy bueno con el circo, pero entiendo por qué sucede así. El asunto es encontrar una forma de soportar la relación [entre director y medios]”.
A pesar de su reacio contacto con la crítica, Frears se ha convertido en uno de lo cineastas más reconocidos de las últimas décadas, con una variedad de premios internacionales tanto para él como para sus cintas. “¡Una de las cosas importantes es pasarla bien! Aunque siempre es agradable cuando tu película encuentra a su audiencia. Sucedió con The Queen y Philomena, encontraron un público enorme y eso siempre me sorprende”, agrega el realizador.
Acostumbrado a saltar entre géneros y estilos exitosamente, Stephen Frears no sabe si hay alguna historia o género en particular que le llame la atención a futuro. “No es así como voy eligiendo”, dice. “Soy como un niño mimado. He tenido la suerte de encontrar temas que me interesan y la oportunidad de filmarlos”, concluye.
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