Nuestra violencia México

Nuestra violencia México

Miss Bala, la cinta de Gerardo Naranjo que se estrena este septiembre,
está llamada a convertirse en la película que mejor ha capturado el
violento espíritu de nuestros tiempos.

Tiempo de lectura: 19 minutos

La alfombra roja no mide más de diez metros, pero tampoco le queda chica a la inauguración del Festival Internacional de Cine de Guanajuato que hasta hace poco se llamaba Expresión en Corto y que apenas ahora estiró sus aspiraciones a largometrajes de todo el mundo. Por ella desfilan directores primerizos, luchadores que actuaron en los cortometrajes de algún concurso, funcionarios de la burocracia cinematográfica y uno que otro despistado que creyó que por ahí era la entrada. Las celebridades más esperadas son el fotógrafo Spencer Tunick, que fue a dar una conferencia magistral —y que varias noches aprovechó para encuerar a los invitados de las fiestas y tomarles fotos—; Silvia Navarro, la actriz elegida como imagen del festival, y el equipo de Miss Bala, la película abridora del evento. Esa noche se exhibe por primera vez en México, después de su estreno mundial en el Festival de Cannes. Gerardo Naranjo, el director; Pablo Cruz, el productor, y Stephanie Sigman, la protagonista, caminan por la corta pasarela, ellos despeinados —Gerardo más—, vestidos de camisa clara y pantalones casuales; ella, las más alta de los tres, con un vestido multicolor, largo y vaporoso, zapatos sin tacón y poco maquillaje.

Al entrar al lobby del Auditorio del Estado, ubicado en lo alto de un cerro en las afueras de Guanajuato, Gerardo y Pablo son abordados por los anfitriones, que les hacen una entrevista exprés sobre la película. A Gerardo se le nota rígido frente a la cámara, un poco nervioso. Pablo parece más cómodo. Responden brevemente y entran a la sala, donde casi dos mil personas esperan la proyección de la película programada para las ocho de la noche.

"Creo que callar lo que está pasando es un acto criminal."

«Creo que callar lo que está pasando es un acto criminal.»

Pero Miss Bala no arranca puntual, porque antes hay que inaugurar el festival, con discursos, cifras, un video-homenaje a Jorge Negrete y sentidas declaraciones de su hija, palabras del secretario de gobierno de Guanajuato —que sugiere a Tunick no andar desvistiendo gente sino visitar a las momias, que ya están desnudas—, mariachis, el tenor Fernando de la Mora que canta y dice que hay que dar la espalda a la corrupción y a la violencia. Casi dos horas después, invitan al escenario a los creadores de Miss Bala. Gerardo toma el micrófono y dice: «También siento una indignación ante lo que comentaba… el señor que canta». El auditorio suelta una carcajada y la película, al fin, empieza.

«En ese momento pensé: ‘Voy a decir Pavarotti, voy a decir una pendejada y se va a armar un desastre nacional'», nos dice Gerardo la tarde siguiente, frente a unos tragos y varios platos de botana, en el Bar Luna de Guanajuato, lugar que él propuso. Trae un pantalón gris, una camiseta blanca (que después de un rato estará adornada con manchas de salsa) y una camisa de mezclilla. Está despeinado hasta el bigote, como siempre.

Ya sin público ni cámaras, Gerardo dice que parte de ser cineasta es volverse un poco más público, un juego que tiene que jugar pero que le ha dado un par de dolores de cabeza. Cuando, por ejemplo, sacó Drama/Mex, un reportero de La Jornada lo entrevistó y al final le dijo: «Gerardo, yo creo que la tuya es la primera película posmoderna mexicana», a lo que él respondió: «Ah, qué bueno que pienses eso». Al día siguiente se publicó la nota con el encabezado: «Gerardo Naranjo: Drama/Mex es la primera película posmoderna mexicana». «No sabes cómo me arruinó la vida. Todo lo que había luchado para ser coherente… me destruyó. Recibía llamadas de amigos que me decían: ‘Gerardo, ¿qué pasó, por qué dijiste esa pendejada?’, y yo: ‘Te juro que yo no lo dije’. Le llamé al reportero: ‘Güey, yo nunca dije eso’, y él: ‘No, bueno, Gerardo, no te preocupes, la nota le está encantando a la gente’. Y desde ese día comprendí que no había que confiar en la prensa mexicana».

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