“Moonlight”, largometraje de Barry Jenkins, que le mereció el Oscar, explora las distintas formas de discriminación que un personaje afroamericano puede vivir en un entorno social complicado y lleno de limitaciones.
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A punto de finalizar la ajetreada temporada de premiaciones, la carrera por el Oscar parece cerrarse entre La La Land y Moonlight, multipremiada en 2016 y ganadora del Globo de Oro por Mejor Película Dramática, cuyo relato aborda temas como la discriminación y el racismo, además de confrontar los prejuicios y etiquetas que existen sobre la comunidad afroamericana.
La cinta está basada en la obra de teatro In Moonlight Black Boys Look Blue de Tarell Alvin McCraney. Moonlight narra la historia de Chiron, un niño afroamericano que debe lidiar con el descubrimiento de su sexualidad en un entorno de marginación y discriminación, donde la consolidación de los cárteles de la droga es cada vez mayor.
En Moonlight, segundo largometraje de Barry Jenkins (Medicinefor Melancholy), su director ofrece un relato que va más allá del bullying escolar y la violencia familiar por ser homosexual. La cinta, cuyo guión fue adaptado por el propio Jenkins, explora las distintas formas de discriminación como el racismo, la homofobia y el clasismo que un personaje afroamericano puede vivir en un entorno social complicado y lleno de limitaciones.
La principal fortaleza de Moonlight es, sin duda, la vigencia y necesidad de su discurso. Jenkins traslada la problemática de su protagonista y sus titubeos en el descubrimiento de su sexualidad a un contexto poco explorado en el cine, donde las oportunidades de crecimiento son nulas, las drogas son la constante y su inminente contacto con éstas propicia violencia y conflicto en el núcleo familiar y social.
A través de los ojos de un Chiron niño, Jenkins muestra la falta de figura paterna en una comunidad de carencias explícitas, en la que un dealer de drogas (Mahersahala Ali) intenta cumplir esa función ante el abandono de una familia rota. Para su etapa de madurez, Chiron es un personaje que entiende que debe tener una coraza de fortaleza y rudeza para poder sobrevivir en una sociedad ríspida y racista, donde los puños y la notoria apariencia de poder son la mejor arma para no ser señalado ni discriminado.
Tal como lo hizo Julio Hernández Cordón en Te Prometo Anarquía, al desafiar las etiquetas y prejuicios sobre los skates en México, Jenkins confronta estas conductas enfocadas a la comunidad afroamericana de barrios “pesados” en Estados Unidos y su masculinidad innegable.
La humanidad de las actuaciones en la interpretación de las distintas etapas de Chiron es otro de los puntos fuertes de Moonlight. Desde la inocencia e incertidumbre de Alex R. Hibbert en la infancia de Chiron, la incredulidad en la pubertad del joven a cargo de Ashton Sanders, hasta su etapa madura, interpretado por Trevante Rhodes.
A pesar su caída en lugares comunes, Moonlight contiene un poderoso discurso con notoria vigencia en la actualidad sobre la imposición de masculinidad e incomprensión hacia esas minorías reprimidas por su sexualidad. Una fuerte contendiente para levantar la ansiada estatuilla por Mejor Película en la próxima entrega del Oscar.
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
En el cine de Tatiana Huezo la clave para transmitir la esencia de los protagonistas es acercarse, extraer un poco de luz y dejarse arrastrar; al menos en el rodaje de El Eco, ella buscó capturar la esencia de la infancia que habita ese poblado, como lo relata en esta entrevista con Gatopardo.
Con la noticia del enfisema que padece David Lynch, sus admiradores caímos en cuenta de que, pronto, los singulares peces dorados en cada escena suya no volverán. No se retira de la dirección, pero la verdad de su despedida —al igual que en sus películas— se oculta detrás del humo.