La portada de Gatopardo 216 cuenta la historia de un territorio de vidas consumidas por turnos de veinticuatro horas de trabajo en condiciones infrahumanas, con el agua hasta la cintura, expuestos a robos, extorsiones y asesinatos.
En septiembre de 2013 Rodrigo Abd vio por primera vez, desde la ventanilla de un avión, el desastre ecológico que ha provocado la minería informal en el departamento de Madre de Dios, al sur de Perú, en la frontera con Brasil y Bolivia. Inmensos cráteres de color ocre, conectados entre sí por una autopista amarilla de cientos de kilómetros, le ganaban terreno al verde intenso de los árboles amazónicos. Ese día entendió la magnitud de esta tragedia expansiva, no sólo ecológica, sino también social.Solamente en 2018 la Amazonía peruana perdió 23 204 hectáreas de bosque húmedo y buena parte de esta deforestación está vinculada a la minería ilegal que incita a peruanos y extranjeros por igual a abandonar sus comunidades empobrecidas y unirse a una “fiebre del oro”, que opera con procesos del siglo xix, arrasando la selva amazónica y contaminando aguas y suelos a una escala dramática.
Éste es un territorio de vidas consumidas por turnos de veinticuatro horas de trabajo en condiciones infrahumanas, con el agua hasta la cintura, expuestos a robos, extorsiones y asesinatos. Rodrigo, ganador de un premio Pulitzer, documentó durante varios años las operaciones con las que el Estado, la Policía y el Ejército han intentado tomar el control en Madre de Dios. También vivió junto a los mineros en sus campamentos improvisados para entender la pobreza estructural que los llevó hasta ahí. En la foto de portada se ve a uno de ellos desmantelando una tolva, una especie de depósito donde se almacena y lava la tierra en busca del polvo dorado que motiva esta cadena de destrucción.