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Durante casi una década el fotógrafo español Rafael Fabrés recorrió las calles de Río de Janeiro para documentar la vida en las favelas, previo al Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En la imagen hay una cancha de futbol; al fondo, un cerro desbordado de casas. El personaje central es un adolescente que, con las manos aferradas al travesaño de una portería, sostiene todo su cuerpo en el aire, un grupo de niños le miran, admirados. Es una escena cotidiana y maravillosa de Río de Janeiro, fotografiada por Rafael Fabrés (Madrid, 1982) e incluida en Cafuné, el fotolibro en el que recopila su experiencia en la ciudad del Cristo Redentor.
Rafael ha sido fotoperiodista durante más de una década, pero sus intereses siempre fueron otros. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea de Madrid porque siempre le había gustado el cine. Después de licenciarse trabajó en publicidad, elaborando storyboards para diferentes compañías españolas. Con la crisis económica mundial del 2008 decidió dejar su país y viajó por América Latina, donde trabajó para diversas revistas de viaje como fotógrafo. La transición al fotoperiodismo fue azarosa. Rafael estaba en Argentina cuando en agosto de 2010 se derrumbó la mina San José, en Copiapó, Chile, y en donde 33 mineros quedaron atrapados en las profundidades de la tierra durante 69 días. Le surgió la propuesta de documentar el accidente para distintos medios de comunicación y Rafael aceptó. “Esa fue la primera historia que cubrí, me quedé una semana con las familias de los mineros, viviendo en el campamento”, recuerda.
Meses después decidió irse a vivir a Haití, “un viaje que inicialmente era de quince días, pero que terminó convirtiéndose en dos años”, cuenta Fabrés, quien también trabajó para la agencia Getty Images cubriendo todo tipo de noticias en aquella época turbulenta en el país caribeño: desastres naturales como huracanes y un terremoto; hambruna, un brote de cólera y las elecciones fraudulentas de 2010. “Ese fue el mejor máster de fotoperiodismo que podía haber hecho nunca en mi vida, porque había fotógrafos muy buenos de todas partes del mundo, a los que les aprendí mucho”.
Su arribo a Brasil, igual que su llegada al fotoperiodismo, sucedió circunstancialmente. “Cuando llevaba medio año viviendo en Haití, vi que el tema de Haití se estaba desinflando. Era el comienzo de la Primavera Árabe, entonces todo el interés de los medios se estaba yendo hacia los países en donde estaban detonando: Túnez, Libia, Egipto, Siria… Yo estaba por irme para allá también, estaba cerrando cosas para viajar a Afganistán, entonces leí una noticia sobre la pacificación de las favelas en Río de Janeiro y me pareció una idea interesante, sobre todo visualmente”, comenta Rafael que, tras una breve estancia en Afganistán, llegó a Brasil en 2012 en un viaje de quince días que se convirtieron en meses, en un año, luego en cinco. Al final, entre idas y vueltas, fueron ocho años en total en los que colaboró con medios como Der Spiegel, El País, Le Monde, Paris Match, New York Times y Volkskrant.
Durante ese periodo Fabrés vivió en favelas como Vidigal y Rocinha por casi seis meses y documentó el proceso de pacificación en Río de Janeiro, también cubrió las protestas de 2013 en contra del alza a los precios del transporte público, la visita del Papa Francisco ese mismo año, el Mundial de futbol de 2014, la epidemia de Zika en 2015 y los Juegos Olímpicos del 2016.
“Fue una experiencia complicada. He de reconocer que fui de manera un poco ignorante, un poco centrado solo en el trabajo y no me puse las pilas para aprender sobre el país y entender el significado de las cosas. Fue en el segundo o tercer año que la realidad comenzó a sobrepasarme”, cuenta Rafael. “Río me superó durante mucho tiempo, tuve una relación un poco complicada y extrema con él”.
Sin embargo, la idea de crear Cafuné, el proyecto que clarifica su experiencia en Río, no se gestó en Brasil: “Fue hasta años después, cuando ya había regresado a España, cuando me di cuenta de que no tenía que hacer un libro sobre la ‘pacificación’. Y había hablado de esta historia en reportajes de prensa y exposiciones durante años, asegura Rafael; entonces decidió que haría un libro “sobre la experiencia esquizoide que es vivir en una ciudad como Río de Janeiro. Una despedida a un lugar de extremos. Todo ello con el contexto especial de los eventos que la ciudad Carioca vivió durante ese intervalo de 5 años”.
Cafuné es una palabra portuguesa que refiere a la acción de acariciar el pelo, “hacer piojito”, es un gesto cariñoso. El libro es “Una carta de amor y de odio hacia esa ciudad; una carta honesta, personal”, dice.
El autor asegura que: “No quería caer en el estereotipo de mostrar solo la violencia, o simplificar las temáticas del narcotráfico, la favela, los policías y ladrones, la playa o la samba, etc”, reflexiona Fabrés. "Mi objetivo era huir del cliché que a veces se tiene sobre Río de Janeiro, y buscar una perspectiva más documental y subjetiva. Hacerlo personal".
La estructura de Cafuné es secuencial y contiene imágenes que van del 2012 al 2016. Con fotografía en su mayoría en blanco y negro y algunas imágenes en color que fragmentan la narrativa, el libro cuenta ademas con pequeños poemas o palimpsestos que contextualizan la historia. “El libro tiene una lectura cinematográfica en cuanto a la presentación de planos, personajes, incluso al mostrar algunas imágenes con franjas horizontales en formato de 35mm”, explica el autor.
“Río de Janeiro para mí, es un lugar de extremos. Cada minuto puede ser completamente diferente. Esa subida y bajada de emociones era muy importante para mí, intentar reflejarla de alguna manera. La idea de usar unas imágenes en color de niños bajo el agua como metáfora visual [entrar y salir de la acción para tomar aire] busca el fragmentar la historia y así crear una cadencia. De esa manera [los palimpsestos se completan con un texto al final del libro, además de unos epílogos escritos por colegas periodistas que contextualizan lo que el país estaba viviendo] el libro tiene una estructura circular."
Tras publicar Cafuné, Rafael emprendió un nuevo proyecto llamado “El lugar de su quietud”, que hace referencia a un poema incluido en los libros de Chilam Balam (“Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. Toda sangre llega al lugar de su quietud”,) y es un estudio visual y antropológico sobre la purificación y depuración de las emociones a través de diferentes disciplinas artísticas. El proyecto representa la búsqueda de la conciencia mediante experiencias relacionadas con la catarsis. "El lugar de su quietud" se refiere en última instancia a la liberación de la mente condicionada.
“Aunque es un trabajo que está hecho en México, no trata sobre México específicamente.” El objetivo es el de comprender mejor cómo las personas utilizan ciertas experiencias para trascender la prisión de sus cuerpos y alcanzar un estado de conciencia diferente. Y eso es un sentimiento universal.
Durante casi una década el fotógrafo español Rafael Fabrés recorrió las calles de Río de Janeiro para documentar la vida en las favelas, previo al Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En la imagen hay una cancha de futbol; al fondo, un cerro desbordado de casas. El personaje central es un adolescente que, con las manos aferradas al travesaño de una portería, sostiene todo su cuerpo en el aire, un grupo de niños le miran, admirados. Es una escena cotidiana y maravillosa de Río de Janeiro, fotografiada por Rafael Fabrés (Madrid, 1982) e incluida en Cafuné, el fotolibro en el que recopila su experiencia en la ciudad del Cristo Redentor.
Rafael ha sido fotoperiodista durante más de una década, pero sus intereses siempre fueron otros. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea de Madrid porque siempre le había gustado el cine. Después de licenciarse trabajó en publicidad, elaborando storyboards para diferentes compañías españolas. Con la crisis económica mundial del 2008 decidió dejar su país y viajó por América Latina, donde trabajó para diversas revistas de viaje como fotógrafo. La transición al fotoperiodismo fue azarosa. Rafael estaba en Argentina cuando en agosto de 2010 se derrumbó la mina San José, en Copiapó, Chile, y en donde 33 mineros quedaron atrapados en las profundidades de la tierra durante 69 días. Le surgió la propuesta de documentar el accidente para distintos medios de comunicación y Rafael aceptó. “Esa fue la primera historia que cubrí, me quedé una semana con las familias de los mineros, viviendo en el campamento”, recuerda.
Meses después decidió irse a vivir a Haití, “un viaje que inicialmente era de quince días, pero que terminó convirtiéndose en dos años”, cuenta Fabrés, quien también trabajó para la agencia Getty Images cubriendo todo tipo de noticias en aquella época turbulenta en el país caribeño: desastres naturales como huracanes y un terremoto; hambruna, un brote de cólera y las elecciones fraudulentas de 2010. “Ese fue el mejor máster de fotoperiodismo que podía haber hecho nunca en mi vida, porque había fotógrafos muy buenos de todas partes del mundo, a los que les aprendí mucho”.
Su arribo a Brasil, igual que su llegada al fotoperiodismo, sucedió circunstancialmente. “Cuando llevaba medio año viviendo en Haití, vi que el tema de Haití se estaba desinflando. Era el comienzo de la Primavera Árabe, entonces todo el interés de los medios se estaba yendo hacia los países en donde estaban detonando: Túnez, Libia, Egipto, Siria… Yo estaba por irme para allá también, estaba cerrando cosas para viajar a Afganistán, entonces leí una noticia sobre la pacificación de las favelas en Río de Janeiro y me pareció una idea interesante, sobre todo visualmente”, comenta Rafael que, tras una breve estancia en Afganistán, llegó a Brasil en 2012 en un viaje de quince días que se convirtieron en meses, en un año, luego en cinco. Al final, entre idas y vueltas, fueron ocho años en total en los que colaboró con medios como Der Spiegel, El País, Le Monde, Paris Match, New York Times y Volkskrant.
Durante ese periodo Fabrés vivió en favelas como Vidigal y Rocinha por casi seis meses y documentó el proceso de pacificación en Río de Janeiro, también cubrió las protestas de 2013 en contra del alza a los precios del transporte público, la visita del Papa Francisco ese mismo año, el Mundial de futbol de 2014, la epidemia de Zika en 2015 y los Juegos Olímpicos del 2016.
“Fue una experiencia complicada. He de reconocer que fui de manera un poco ignorante, un poco centrado solo en el trabajo y no me puse las pilas para aprender sobre el país y entender el significado de las cosas. Fue en el segundo o tercer año que la realidad comenzó a sobrepasarme”, cuenta Rafael. “Río me superó durante mucho tiempo, tuve una relación un poco complicada y extrema con él”.
Sin embargo, la idea de crear Cafuné, el proyecto que clarifica su experiencia en Río, no se gestó en Brasil: “Fue hasta años después, cuando ya había regresado a España, cuando me di cuenta de que no tenía que hacer un libro sobre la ‘pacificación’. Y había hablado de esta historia en reportajes de prensa y exposiciones durante años, asegura Rafael; entonces decidió que haría un libro “sobre la experiencia esquizoide que es vivir en una ciudad como Río de Janeiro. Una despedida a un lugar de extremos. Todo ello con el contexto especial de los eventos que la ciudad Carioca vivió durante ese intervalo de 5 años”.
Cafuné es una palabra portuguesa que refiere a la acción de acariciar el pelo, “hacer piojito”, es un gesto cariñoso. El libro es “Una carta de amor y de odio hacia esa ciudad; una carta honesta, personal”, dice.
El autor asegura que: “No quería caer en el estereotipo de mostrar solo la violencia, o simplificar las temáticas del narcotráfico, la favela, los policías y ladrones, la playa o la samba, etc”, reflexiona Fabrés. "Mi objetivo era huir del cliché que a veces se tiene sobre Río de Janeiro, y buscar una perspectiva más documental y subjetiva. Hacerlo personal".
La estructura de Cafuné es secuencial y contiene imágenes que van del 2012 al 2016. Con fotografía en su mayoría en blanco y negro y algunas imágenes en color que fragmentan la narrativa, el libro cuenta ademas con pequeños poemas o palimpsestos que contextualizan la historia. “El libro tiene una lectura cinematográfica en cuanto a la presentación de planos, personajes, incluso al mostrar algunas imágenes con franjas horizontales en formato de 35mm”, explica el autor.
“Río de Janeiro para mí, es un lugar de extremos. Cada minuto puede ser completamente diferente. Esa subida y bajada de emociones era muy importante para mí, intentar reflejarla de alguna manera. La idea de usar unas imágenes en color de niños bajo el agua como metáfora visual [entrar y salir de la acción para tomar aire] busca el fragmentar la historia y así crear una cadencia. De esa manera [los palimpsestos se completan con un texto al final del libro, además de unos epílogos escritos por colegas periodistas que contextualizan lo que el país estaba viviendo] el libro tiene una estructura circular."
Tras publicar Cafuné, Rafael emprendió un nuevo proyecto llamado “El lugar de su quietud”, que hace referencia a un poema incluido en los libros de Chilam Balam (“Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. Toda sangre llega al lugar de su quietud”,) y es un estudio visual y antropológico sobre la purificación y depuración de las emociones a través de diferentes disciplinas artísticas. El proyecto representa la búsqueda de la conciencia mediante experiencias relacionadas con la catarsis. "El lugar de su quietud" se refiere en última instancia a la liberación de la mente condicionada.
“Aunque es un trabajo que está hecho en México, no trata sobre México específicamente.” El objetivo es el de comprender mejor cómo las personas utilizan ciertas experiencias para trascender la prisión de sus cuerpos y alcanzar un estado de conciencia diferente. Y eso es un sentimiento universal.
Durante casi una década el fotógrafo español Rafael Fabrés recorrió las calles de Río de Janeiro para documentar la vida en las favelas, previo al Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En la imagen hay una cancha de futbol; al fondo, un cerro desbordado de casas. El personaje central es un adolescente que, con las manos aferradas al travesaño de una portería, sostiene todo su cuerpo en el aire, un grupo de niños le miran, admirados. Es una escena cotidiana y maravillosa de Río de Janeiro, fotografiada por Rafael Fabrés (Madrid, 1982) e incluida en Cafuné, el fotolibro en el que recopila su experiencia en la ciudad del Cristo Redentor.
Rafael ha sido fotoperiodista durante más de una década, pero sus intereses siempre fueron otros. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea de Madrid porque siempre le había gustado el cine. Después de licenciarse trabajó en publicidad, elaborando storyboards para diferentes compañías españolas. Con la crisis económica mundial del 2008 decidió dejar su país y viajó por América Latina, donde trabajó para diversas revistas de viaje como fotógrafo. La transición al fotoperiodismo fue azarosa. Rafael estaba en Argentina cuando en agosto de 2010 se derrumbó la mina San José, en Copiapó, Chile, y en donde 33 mineros quedaron atrapados en las profundidades de la tierra durante 69 días. Le surgió la propuesta de documentar el accidente para distintos medios de comunicación y Rafael aceptó. “Esa fue la primera historia que cubrí, me quedé una semana con las familias de los mineros, viviendo en el campamento”, recuerda.
Meses después decidió irse a vivir a Haití, “un viaje que inicialmente era de quince días, pero que terminó convirtiéndose en dos años”, cuenta Fabrés, quien también trabajó para la agencia Getty Images cubriendo todo tipo de noticias en aquella época turbulenta en el país caribeño: desastres naturales como huracanes y un terremoto; hambruna, un brote de cólera y las elecciones fraudulentas de 2010. “Ese fue el mejor máster de fotoperiodismo que podía haber hecho nunca en mi vida, porque había fotógrafos muy buenos de todas partes del mundo, a los que les aprendí mucho”.
Su arribo a Brasil, igual que su llegada al fotoperiodismo, sucedió circunstancialmente. “Cuando llevaba medio año viviendo en Haití, vi que el tema de Haití se estaba desinflando. Era el comienzo de la Primavera Árabe, entonces todo el interés de los medios se estaba yendo hacia los países en donde estaban detonando: Túnez, Libia, Egipto, Siria… Yo estaba por irme para allá también, estaba cerrando cosas para viajar a Afganistán, entonces leí una noticia sobre la pacificación de las favelas en Río de Janeiro y me pareció una idea interesante, sobre todo visualmente”, comenta Rafael que, tras una breve estancia en Afganistán, llegó a Brasil en 2012 en un viaje de quince días que se convirtieron en meses, en un año, luego en cinco. Al final, entre idas y vueltas, fueron ocho años en total en los que colaboró con medios como Der Spiegel, El País, Le Monde, Paris Match, New York Times y Volkskrant.
Durante ese periodo Fabrés vivió en favelas como Vidigal y Rocinha por casi seis meses y documentó el proceso de pacificación en Río de Janeiro, también cubrió las protestas de 2013 en contra del alza a los precios del transporte público, la visita del Papa Francisco ese mismo año, el Mundial de futbol de 2014, la epidemia de Zika en 2015 y los Juegos Olímpicos del 2016.
“Fue una experiencia complicada. He de reconocer que fui de manera un poco ignorante, un poco centrado solo en el trabajo y no me puse las pilas para aprender sobre el país y entender el significado de las cosas. Fue en el segundo o tercer año que la realidad comenzó a sobrepasarme”, cuenta Rafael. “Río me superó durante mucho tiempo, tuve una relación un poco complicada y extrema con él”.
Sin embargo, la idea de crear Cafuné, el proyecto que clarifica su experiencia en Río, no se gestó en Brasil: “Fue hasta años después, cuando ya había regresado a España, cuando me di cuenta de que no tenía que hacer un libro sobre la ‘pacificación’. Y había hablado de esta historia en reportajes de prensa y exposiciones durante años, asegura Rafael; entonces decidió que haría un libro “sobre la experiencia esquizoide que es vivir en una ciudad como Río de Janeiro. Una despedida a un lugar de extremos. Todo ello con el contexto especial de los eventos que la ciudad Carioca vivió durante ese intervalo de 5 años”.
Cafuné es una palabra portuguesa que refiere a la acción de acariciar el pelo, “hacer piojito”, es un gesto cariñoso. El libro es “Una carta de amor y de odio hacia esa ciudad; una carta honesta, personal”, dice.
El autor asegura que: “No quería caer en el estereotipo de mostrar solo la violencia, o simplificar las temáticas del narcotráfico, la favela, los policías y ladrones, la playa o la samba, etc”, reflexiona Fabrés. "Mi objetivo era huir del cliché que a veces se tiene sobre Río de Janeiro, y buscar una perspectiva más documental y subjetiva. Hacerlo personal".
La estructura de Cafuné es secuencial y contiene imágenes que van del 2012 al 2016. Con fotografía en su mayoría en blanco y negro y algunas imágenes en color que fragmentan la narrativa, el libro cuenta ademas con pequeños poemas o palimpsestos que contextualizan la historia. “El libro tiene una lectura cinematográfica en cuanto a la presentación de planos, personajes, incluso al mostrar algunas imágenes con franjas horizontales en formato de 35mm”, explica el autor.
“Río de Janeiro para mí, es un lugar de extremos. Cada minuto puede ser completamente diferente. Esa subida y bajada de emociones era muy importante para mí, intentar reflejarla de alguna manera. La idea de usar unas imágenes en color de niños bajo el agua como metáfora visual [entrar y salir de la acción para tomar aire] busca el fragmentar la historia y así crear una cadencia. De esa manera [los palimpsestos se completan con un texto al final del libro, además de unos epílogos escritos por colegas periodistas que contextualizan lo que el país estaba viviendo] el libro tiene una estructura circular."
Tras publicar Cafuné, Rafael emprendió un nuevo proyecto llamado “El lugar de su quietud”, que hace referencia a un poema incluido en los libros de Chilam Balam (“Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. Toda sangre llega al lugar de su quietud”,) y es un estudio visual y antropológico sobre la purificación y depuración de las emociones a través de diferentes disciplinas artísticas. El proyecto representa la búsqueda de la conciencia mediante experiencias relacionadas con la catarsis. "El lugar de su quietud" se refiere en última instancia a la liberación de la mente condicionada.
“Aunque es un trabajo que está hecho en México, no trata sobre México específicamente.” El objetivo es el de comprender mejor cómo las personas utilizan ciertas experiencias para trascender la prisión de sus cuerpos y alcanzar un estado de conciencia diferente. Y eso es un sentimiento universal.
Durante casi una década el fotógrafo español Rafael Fabrés recorrió las calles de Río de Janeiro para documentar la vida en las favelas, previo al Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En la imagen hay una cancha de futbol; al fondo, un cerro desbordado de casas. El personaje central es un adolescente que, con las manos aferradas al travesaño de una portería, sostiene todo su cuerpo en el aire, un grupo de niños le miran, admirados. Es una escena cotidiana y maravillosa de Río de Janeiro, fotografiada por Rafael Fabrés (Madrid, 1982) e incluida en Cafuné, el fotolibro en el que recopila su experiencia en la ciudad del Cristo Redentor.
Rafael ha sido fotoperiodista durante más de una década, pero sus intereses siempre fueron otros. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea de Madrid porque siempre le había gustado el cine. Después de licenciarse trabajó en publicidad, elaborando storyboards para diferentes compañías españolas. Con la crisis económica mundial del 2008 decidió dejar su país y viajó por América Latina, donde trabajó para diversas revistas de viaje como fotógrafo. La transición al fotoperiodismo fue azarosa. Rafael estaba en Argentina cuando en agosto de 2010 se derrumbó la mina San José, en Copiapó, Chile, y en donde 33 mineros quedaron atrapados en las profundidades de la tierra durante 69 días. Le surgió la propuesta de documentar el accidente para distintos medios de comunicación y Rafael aceptó. “Esa fue la primera historia que cubrí, me quedé una semana con las familias de los mineros, viviendo en el campamento”, recuerda.
Meses después decidió irse a vivir a Haití, “un viaje que inicialmente era de quince días, pero que terminó convirtiéndose en dos años”, cuenta Fabrés, quien también trabajó para la agencia Getty Images cubriendo todo tipo de noticias en aquella época turbulenta en el país caribeño: desastres naturales como huracanes y un terremoto; hambruna, un brote de cólera y las elecciones fraudulentas de 2010. “Ese fue el mejor máster de fotoperiodismo que podía haber hecho nunca en mi vida, porque había fotógrafos muy buenos de todas partes del mundo, a los que les aprendí mucho”.
Su arribo a Brasil, igual que su llegada al fotoperiodismo, sucedió circunstancialmente. “Cuando llevaba medio año viviendo en Haití, vi que el tema de Haití se estaba desinflando. Era el comienzo de la Primavera Árabe, entonces todo el interés de los medios se estaba yendo hacia los países en donde estaban detonando: Túnez, Libia, Egipto, Siria… Yo estaba por irme para allá también, estaba cerrando cosas para viajar a Afganistán, entonces leí una noticia sobre la pacificación de las favelas en Río de Janeiro y me pareció una idea interesante, sobre todo visualmente”, comenta Rafael que, tras una breve estancia en Afganistán, llegó a Brasil en 2012 en un viaje de quince días que se convirtieron en meses, en un año, luego en cinco. Al final, entre idas y vueltas, fueron ocho años en total en los que colaboró con medios como Der Spiegel, El País, Le Monde, Paris Match, New York Times y Volkskrant.
Durante ese periodo Fabrés vivió en favelas como Vidigal y Rocinha por casi seis meses y documentó el proceso de pacificación en Río de Janeiro, también cubrió las protestas de 2013 en contra del alza a los precios del transporte público, la visita del Papa Francisco ese mismo año, el Mundial de futbol de 2014, la epidemia de Zika en 2015 y los Juegos Olímpicos del 2016.
“Fue una experiencia complicada. He de reconocer que fui de manera un poco ignorante, un poco centrado solo en el trabajo y no me puse las pilas para aprender sobre el país y entender el significado de las cosas. Fue en el segundo o tercer año que la realidad comenzó a sobrepasarme”, cuenta Rafael. “Río me superó durante mucho tiempo, tuve una relación un poco complicada y extrema con él”.
Sin embargo, la idea de crear Cafuné, el proyecto que clarifica su experiencia en Río, no se gestó en Brasil: “Fue hasta años después, cuando ya había regresado a España, cuando me di cuenta de que no tenía que hacer un libro sobre la ‘pacificación’. Y había hablado de esta historia en reportajes de prensa y exposiciones durante años, asegura Rafael; entonces decidió que haría un libro “sobre la experiencia esquizoide que es vivir en una ciudad como Río de Janeiro. Una despedida a un lugar de extremos. Todo ello con el contexto especial de los eventos que la ciudad Carioca vivió durante ese intervalo de 5 años”.
Cafuné es una palabra portuguesa que refiere a la acción de acariciar el pelo, “hacer piojito”, es un gesto cariñoso. El libro es “Una carta de amor y de odio hacia esa ciudad; una carta honesta, personal”, dice.
El autor asegura que: “No quería caer en el estereotipo de mostrar solo la violencia, o simplificar las temáticas del narcotráfico, la favela, los policías y ladrones, la playa o la samba, etc”, reflexiona Fabrés. "Mi objetivo era huir del cliché que a veces se tiene sobre Río de Janeiro, y buscar una perspectiva más documental y subjetiva. Hacerlo personal".
La estructura de Cafuné es secuencial y contiene imágenes que van del 2012 al 2016. Con fotografía en su mayoría en blanco y negro y algunas imágenes en color que fragmentan la narrativa, el libro cuenta ademas con pequeños poemas o palimpsestos que contextualizan la historia. “El libro tiene una lectura cinematográfica en cuanto a la presentación de planos, personajes, incluso al mostrar algunas imágenes con franjas horizontales en formato de 35mm”, explica el autor.
“Río de Janeiro para mí, es un lugar de extremos. Cada minuto puede ser completamente diferente. Esa subida y bajada de emociones era muy importante para mí, intentar reflejarla de alguna manera. La idea de usar unas imágenes en color de niños bajo el agua como metáfora visual [entrar y salir de la acción para tomar aire] busca el fragmentar la historia y así crear una cadencia. De esa manera [los palimpsestos se completan con un texto al final del libro, además de unos epílogos escritos por colegas periodistas que contextualizan lo que el país estaba viviendo] el libro tiene una estructura circular."
Tras publicar Cafuné, Rafael emprendió un nuevo proyecto llamado “El lugar de su quietud”, que hace referencia a un poema incluido en los libros de Chilam Balam (“Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. Toda sangre llega al lugar de su quietud”,) y es un estudio visual y antropológico sobre la purificación y depuración de las emociones a través de diferentes disciplinas artísticas. El proyecto representa la búsqueda de la conciencia mediante experiencias relacionadas con la catarsis. "El lugar de su quietud" se refiere en última instancia a la liberación de la mente condicionada.
“Aunque es un trabajo que está hecho en México, no trata sobre México específicamente.” El objetivo es el de comprender mejor cómo las personas utilizan ciertas experiencias para trascender la prisión de sus cuerpos y alcanzar un estado de conciencia diferente. Y eso es un sentimiento universal.
Durante casi una década el fotógrafo español Rafael Fabrés recorrió las calles de Río de Janeiro para documentar la vida en las favelas, previo al Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En la imagen hay una cancha de futbol; al fondo, un cerro desbordado de casas. El personaje central es un adolescente que, con las manos aferradas al travesaño de una portería, sostiene todo su cuerpo en el aire, un grupo de niños le miran, admirados. Es una escena cotidiana y maravillosa de Río de Janeiro, fotografiada por Rafael Fabrés (Madrid, 1982) e incluida en Cafuné, el fotolibro en el que recopila su experiencia en la ciudad del Cristo Redentor.
Rafael ha sido fotoperiodista durante más de una década, pero sus intereses siempre fueron otros. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea de Madrid porque siempre le había gustado el cine. Después de licenciarse trabajó en publicidad, elaborando storyboards para diferentes compañías españolas. Con la crisis económica mundial del 2008 decidió dejar su país y viajó por América Latina, donde trabajó para diversas revistas de viaje como fotógrafo. La transición al fotoperiodismo fue azarosa. Rafael estaba en Argentina cuando en agosto de 2010 se derrumbó la mina San José, en Copiapó, Chile, y en donde 33 mineros quedaron atrapados en las profundidades de la tierra durante 69 días. Le surgió la propuesta de documentar el accidente para distintos medios de comunicación y Rafael aceptó. “Esa fue la primera historia que cubrí, me quedé una semana con las familias de los mineros, viviendo en el campamento”, recuerda.
Meses después decidió irse a vivir a Haití, “un viaje que inicialmente era de quince días, pero que terminó convirtiéndose en dos años”, cuenta Fabrés, quien también trabajó para la agencia Getty Images cubriendo todo tipo de noticias en aquella época turbulenta en el país caribeño: desastres naturales como huracanes y un terremoto; hambruna, un brote de cólera y las elecciones fraudulentas de 2010. “Ese fue el mejor máster de fotoperiodismo que podía haber hecho nunca en mi vida, porque había fotógrafos muy buenos de todas partes del mundo, a los que les aprendí mucho”.
Su arribo a Brasil, igual que su llegada al fotoperiodismo, sucedió circunstancialmente. “Cuando llevaba medio año viviendo en Haití, vi que el tema de Haití se estaba desinflando. Era el comienzo de la Primavera Árabe, entonces todo el interés de los medios se estaba yendo hacia los países en donde estaban detonando: Túnez, Libia, Egipto, Siria… Yo estaba por irme para allá también, estaba cerrando cosas para viajar a Afganistán, entonces leí una noticia sobre la pacificación de las favelas en Río de Janeiro y me pareció una idea interesante, sobre todo visualmente”, comenta Rafael que, tras una breve estancia en Afganistán, llegó a Brasil en 2012 en un viaje de quince días que se convirtieron en meses, en un año, luego en cinco. Al final, entre idas y vueltas, fueron ocho años en total en los que colaboró con medios como Der Spiegel, El País, Le Monde, Paris Match, New York Times y Volkskrant.
Durante ese periodo Fabrés vivió en favelas como Vidigal y Rocinha por casi seis meses y documentó el proceso de pacificación en Río de Janeiro, también cubrió las protestas de 2013 en contra del alza a los precios del transporte público, la visita del Papa Francisco ese mismo año, el Mundial de futbol de 2014, la epidemia de Zika en 2015 y los Juegos Olímpicos del 2016.
“Fue una experiencia complicada. He de reconocer que fui de manera un poco ignorante, un poco centrado solo en el trabajo y no me puse las pilas para aprender sobre el país y entender el significado de las cosas. Fue en el segundo o tercer año que la realidad comenzó a sobrepasarme”, cuenta Rafael. “Río me superó durante mucho tiempo, tuve una relación un poco complicada y extrema con él”.
Sin embargo, la idea de crear Cafuné, el proyecto que clarifica su experiencia en Río, no se gestó en Brasil: “Fue hasta años después, cuando ya había regresado a España, cuando me di cuenta de que no tenía que hacer un libro sobre la ‘pacificación’. Y había hablado de esta historia en reportajes de prensa y exposiciones durante años, asegura Rafael; entonces decidió que haría un libro “sobre la experiencia esquizoide que es vivir en una ciudad como Río de Janeiro. Una despedida a un lugar de extremos. Todo ello con el contexto especial de los eventos que la ciudad Carioca vivió durante ese intervalo de 5 años”.
Cafuné es una palabra portuguesa que refiere a la acción de acariciar el pelo, “hacer piojito”, es un gesto cariñoso. El libro es “Una carta de amor y de odio hacia esa ciudad; una carta honesta, personal”, dice.
El autor asegura que: “No quería caer en el estereotipo de mostrar solo la violencia, o simplificar las temáticas del narcotráfico, la favela, los policías y ladrones, la playa o la samba, etc”, reflexiona Fabrés. "Mi objetivo era huir del cliché que a veces se tiene sobre Río de Janeiro, y buscar una perspectiva más documental y subjetiva. Hacerlo personal".
La estructura de Cafuné es secuencial y contiene imágenes que van del 2012 al 2016. Con fotografía en su mayoría en blanco y negro y algunas imágenes en color que fragmentan la narrativa, el libro cuenta ademas con pequeños poemas o palimpsestos que contextualizan la historia. “El libro tiene una lectura cinematográfica en cuanto a la presentación de planos, personajes, incluso al mostrar algunas imágenes con franjas horizontales en formato de 35mm”, explica el autor.
“Río de Janeiro para mí, es un lugar de extremos. Cada minuto puede ser completamente diferente. Esa subida y bajada de emociones era muy importante para mí, intentar reflejarla de alguna manera. La idea de usar unas imágenes en color de niños bajo el agua como metáfora visual [entrar y salir de la acción para tomar aire] busca el fragmentar la historia y así crear una cadencia. De esa manera [los palimpsestos se completan con un texto al final del libro, además de unos epílogos escritos por colegas periodistas que contextualizan lo que el país estaba viviendo] el libro tiene una estructura circular."
Tras publicar Cafuné, Rafael emprendió un nuevo proyecto llamado “El lugar de su quietud”, que hace referencia a un poema incluido en los libros de Chilam Balam (“Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. Toda sangre llega al lugar de su quietud”,) y es un estudio visual y antropológico sobre la purificación y depuración de las emociones a través de diferentes disciplinas artísticas. El proyecto representa la búsqueda de la conciencia mediante experiencias relacionadas con la catarsis. "El lugar de su quietud" se refiere en última instancia a la liberación de la mente condicionada.
“Aunque es un trabajo que está hecho en México, no trata sobre México específicamente.” El objetivo es el de comprender mejor cómo las personas utilizan ciertas experiencias para trascender la prisión de sus cuerpos y alcanzar un estado de conciencia diferente. Y eso es un sentimiento universal.
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