“Dicen que el que nunca se avienta al charco, nunca sabrá qué tan profundo está”, bromea don Gerardo Mendoza al explicar la incertidumbre a la que se enfrentan los campesinos en su natal San Sebastián Tecomaxtlahuaca durante cada temporada de siembra del maíz. En el escenario ideal, la época de siembra en la región de la mixteca baja de Oaxaca comienza entre el 14 y 15 de mayo, para ese entonces los campesinos llevan barbechando el terreno desde enero, para cosechar a mediados de diciembre. “Apenas pasa San Isidro Labrador y si las lluvias nos favorecen, empezamos a sembrar desde ahí hasta por el 4 o 5 de julio”, dice.
Sin embargo, advierte, mucho del éxito de la cosecha tiene que ver con los saberes del campesino. “Hay quienes no toman en cuenta la canícula, o prefieren no leer la luna, que es un factor importantísimo”, asegura don Gerardo. Simulando formas con sus manos explica que si la luna apunta hacia arriba, como una cuna, “es una mala luna porque no trae agua”, pero si la luna viene “medio colgada hacia abajo, está perfecta”. Mientras comparte el conocimiento que ha adquirido en 45 años de vida, la mayor parte de ellos trabajando la tierra, al fondo los festejos por el primer Día Nacional del Maíz y el intermitente golpeteo de la lluvia en el pavimento de la plancha del Zócalo capitalino, armonizan la charla.
A don Gerardo lo acompañan doña Eva Irma Medina y don Clemente Nicolás Zuriaga, desde el Comisariado de San Sebastián. Frente a ellos mazorcas desgranadas en tonos rojizos, amarillos y azules, forman la palabra Tecomaxtlahuaca. Con esa bella representación evidencian que aquel municipio de Oaxaca está agradecido con la tierra, con lo que brota de ella y con quienes la trabajan. No obstante, señala que en el país poco se valora el esfuerzo con el que día a día, miles de campesinos en todo México producen lo que los demás sirven en sus mesas. “El valor que le dan a las cosas que produce el campesino es muy poco. Prefieren comprar cualquier cosa antes que un producto que deriva del campo”, lamenta.
“Lo que nosotros pretendemos es que nuestros productos sean consumidos en la región y que de alguna forma se conviertan en un ingreso, una fuente de vida, porque de nada sirve que produzcamos granos si nadie nos los va a comprar”, explica don Gerardo. Detalla que en una buena temporada puede llegar a producirse “bastante maíz”, pero que 30% de la cosecha se queda en el hogar para el consumo propio y el resto se intenta comercializar en los mercados cercanos. En el caso de San Sebastián, hay un mercado a 10 minutos, ahí es donde los pequeños productores llegan a ofrecer sus granos y semillas. Sin embargo, la gente de las rancherías aledañas que llega a comprar, no está dispuesta a pagar lo justo.
Es común que la gente “llega, toca el maíz, lo muerde y pregunta cuánto por tanto, si tú les dices que $40 te dicen que está muy caro, por lo que no faltará quien le baje $5 o $10 por el simple hecho de vender y llevar sustento a casa”. El maíz es parte fundamental del mexicano, de su alimentación y de la cosmovisión de las comunidades indígenas. Sin embargo, poco conocen sobre él aquellos ajenos al campo. A diferencia de un campesino, la gente que reconoce la riqueza gastronómica que el maíz proporciona a la cocina mexicana, en su mayoría desconoce que para llevar un kilo de tortillas a la mesa de sus casa, un campesino tuvo que cuidar y atender su milpa durante un año.
La gente lo que busca es inmediatez y eso implica reducir calidad, algo que desde hace un par de décadas ha afectado al maíz nativo mexicano y ha potencializado la comercialización de semillas transgénicas. Dicho proceso afecta directamente a pequeños productores y a la siembra de más de 60 razas de maíz que a la fecha existen en el país. Derivado de ello y con el objetivo de proteger el campo, el Senado de la República avaló un dictamen para crear Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo, promovida por las senadoras Jesusa Rodríguez Ramírez y Ana Lilia Rivera Rivera, el pasado 24 de septiembre. De igual manera, aprobó la celebración del Día nacional del Maíz cada 29 de septiembre, con el objetivo de promover su producción y consumo.
Con 81 votos a favor, uno en contra y 28 abstenciones, el Senado expidió la ley por la que se reconoce la producción, comercialización, consumo y diversificación constante de esta semilla, como manifestación cultural nacional. Es así como el dictamen establece que el Estado debe garantizar y fomentar, a través de todas las autoridades competentes, que las personas tengan acceso efectivo al consumo informado de maíz nativo mexicano y en diversificación constante, así como a los productos derivados, en condiciones libres de organismos genéticamente modificados y otras técnicas de mejoramiento genético.
“Con ello, se evitan las mutagénesis o cualquier otra modificación desarrollada por la ciencia, sobre la cual no exista un absoluto grado de certeza científica, respecto a los riesgos para la salud humana y para que no contaminen las semillas nativas”, detalló la comunicación. Además, se establece la creación del Consejo Nacional del Maíz (Conam), el cual será un órgano de consulta del Poder Ejecutivo Federal, para brindar su opinión en materia de protección de la semilla nativa y en diversificación constante. Con esta iniciativa se abre un panorama capaz de recuperar el valor patrimonial que implica la producción de maíz nativo en México.
A medida que la conversación avanza, don Gerardo pasaba los granos de maíz por sus manos y en ocasiones se los llevaba a la boca. De vez en cuando, los asistentes al festival por el Día del Maíz se acercan a escucharle, algunos toman foto o graban video. “A veces se me hace un nudo en la garganta porque en realidad la gente ni siquiera tiene un poco de idea lo que es ser campesino”, asoma la vista hacia el cielo nublado y dice, “si nosotros como campesinos tuviéramos que trabajar ahorita bajo la lluvia, lo hacemos, si lo debemos hacer bajo el sol, también. Sin embargo, a los campesinos nos ven como personas de tercera. Hoy yo me puse mis mejores ropas para venir a la ciudad, pero en el campo uso solo ropa de trabajo”.
Con estas nuevas acciones en favor de la producción y comercialización del maíz nativo mexicano, no se trata de romantizar sino de comprender el proceso que hay detrás de cada tortilla acompañada de salsa y frijoles. Se trata de comprender que detrás de todo eso hay gente, campesinos, que dedican su vida a entender y trabajar la tierra para que todos los demás puedan comer. El maíz requiere casi 12 meses de trabajo y durante el proceso no solo se enfrentan a obstáculos humanos o científicos, al final es la propia naturaleza la que dicta si ese año habrá o no maíz.
Don Gerardo enfatiza que para que este proceso sea exitoso, todos como ciudadanos mexicanos debemos poner un granito de arena. “Ahora nuestro gobierno ya tiene la iniciativa, ya están las propuestas y yo puedo tener las mejores ideas, pero si nadie las apoya, sino se les da seguimiento, pues quedará todo en un intento”. Señala que como comisariado de San Sebastián Tecomaxtlahuaca ya tiene tiempo “luchando por llevar a cabo un acopio de maíz y el lanzamiento de fondos de semillas, intentando que nuestro territorio sea sustentable y que aquellos que venden tortillas nos compren el maíz, pero hasta entre ellos hay resistencia y prefieren comprar el maíz transgénico o la Maseca”.
La realidad, explica, “es que al campo lo abandonaron desde hace como 70 años, nunca se le dio cobijo, nunca se le preguntó al campesino ‘¿qué ocupas?’. Sin embargo, el campesino se las arregla con o sin ayuda del gobierno, nosotros tenemos que sembrar todos los años, para nosotros es una forma de vida y sino lo hacemos perdemos todo”, dice don Gerardo. Para San Sebastián Tecomaxtlahuaca la próxima temporada de cosecha pinta complicada, pues "de las 1300 hectáreas que se sembraron este año, probablemente vamos a recuperar unas 500. Estamos como al 70% de pérdidas por la sequía, por la timasa, por el aire, por las granizadas que hubo en junio que destruyeron totalmente las milpas”. Sin embargo, con una sonrisa, asegura que el pueblo sabrá salir adelante.
Contra la naturaleza nadie puede. Sin embargo, algo que sí puede hacer el humano es prepararse para todos los escenarios y en estos casos de baja cosecha es donde los fondos de semillas tendrían un gran impacto. De esta forma no importaría tanto que un año no se lograra llegar a la meta de producción, de alguna manera existiría una reserva que les permitiría comenzar la nueva temporada sin mayores complicaciones.
Es urgente traer este tipo de temas a las mesas de debate ciudadano. Será entonces cuando, una vez lograda la atención, se logre saldar la deuda que el mexicano tiene con el campo.
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