Hay on Wye es una pequeña ciudad de dos mil habitantes en la campiña galesa, que se hizo famosa en la segunda mitad del siglo XX por ser la ciudad del mundo con más librerías por habitante. Es la sede original del Hay Festival, un encuentro cultural que surgió en 1988 y desde entonces se ha extendido a varios países del mundo. Ahí se reúnen todos los años escritores, políticos, científicos, músicos y artistas para hablarle de viva voz a su audiencia. Desde allá, Felipe Restrepo, nuestro Director Editorial escribe este blog.
Hay puede parecer, a primera vista, un lugar pequeño y aburrido. Pero en realidad tienen cientos de historias que contar. Una de las más extrañas que he escuchado hasta el momento es la de Richard Booth. Su vida es bien conocida por los locales, pero para quienes vistamos la región por primera vez es alucinante. Booth empezó su camino hacia la fama como vendedor de libros de segunda mano. Sus amigos venían desde lejos para comprar los ejemplares que él seleccionaba. Pronto entendió que tenía un talento para encontrar ediciones curiosas que fascinaban a la gente. Fue así como abrió su primera librería de usados en 1961. Lo que sigue es bien conocido: muchos siguieron su ejemplo y en los años siguientes Hay se transformó en la “capital mundial de las librerías de segunda mano”.La influencia y reconocimiento de Booth en la comunidad eran tan grandes que tomó la decisión de autoproclamarse rey. Tuvo una coronación y se hizo llamar Richard Cœur de Livre (Ricardo Corazón de Libro) y gastó todos sus ahorros para comprar un castillo que estaba casi completamente en ruinas. Una vez instalado, nombró a su corte: algunos de sus amigos y su caballo. Booth reinaba a su gusto: incluso les pidió a sus súbditos que tuvieran un pasaporte y propuso que Hay se independizara de Gales. Esto, desde luego, nunca ocurriría. Muchos ciudadanos, en especial los más viejos, se inquietaron y mandaron cartas de quejas a las autoridades. El tema legó a ser discutido en el parlamento.[caption id="attachment_211596" align="aligncenter" width="725"]
Richard Booth en la década de los setenta, cuando se autoproclamó rey de Hay. - Fotografía: A Passport Affair.[/caption]A quienes les pregunté sobre el tema –todos locales– lo recordaron con una sonrisa.- Es un hombre con un sentido del humor fantástico, todo fue una broma que llegó un poco lejos– me dice el dueño de un restaurante.- Nadie se tomó en serio los decretos de Richard jamás –sostiene una mujer a quien nombró reina de una calle, después de darle una flor bañada en oro como cetro–. Es uno de los hombres más divertidos que he conocido.-Fue gracias a él que la gente comenzó a hablar de nuestra ciudad en el mundo –me dice un conductor.Booth se hizo famoso de cualquier manera. Reporteros de todo el mundo llegaron a Hay para entrevistar al monarca excéntrico. Él los hacía hospedar en el pequeño hotel de un amigo y les exigía esperar varios días para recibirlos en su corte. Una vez llevó un camión de alcachofas a la casa de un amigo chef y le pidió que hiciera varios litros de sopa con ellas. Una vez preparada, la congeló. Cada vez que venían a entrevistarlo, les servía un plato de sopa a los periodistas y les decía que era un poderoso afrodisíaco.Booth es hoy un anciano y no sale de su casa pues está enfermo. Pero su leyenda ronda todos los rincones del pueblo.
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Pensaba en la coronación de Booth mientras esperaba la llegada de Margaret Atwood. Cuando leí por primera vez la programación de este año del festival me emocionó ver el nombre de la autora canadiense. Su charla sobre The Handmaid’s Tale era una de las que más esperaba desde entonces. Al parecer no era el único.Cientos de fanáticos se formaron frente a la Tata Tent casi una hora antes de que iniciara la charla entre la escritora y Peter Florence, el director del festival. Entre los asistentes había todo tipo de personas: fanáticos de sus libros y de la serie de Hulu basada en su novela. Había, en particular, muchísimos lectores jóvenes que llevaban los libros en la mano y aguardaban con ansiedad. Una de ellos, una chica de unos 15 años, me dijo que había leído “todo” lo que Atwood ha publicado.Una vez se abrieron la puerta, la gente corrió hacia sus asientos. Pero no se esperaban lo que vendría enseguida. Un grupo de las famosas criadas entró al recinto: iban vestidas con su ya icónico vestido rojo y su capota blanca. Todas las criadas miraban hacia al piso y caminaban rápidamente. Se sentaron en unas sillas al frente del escenario, de espaldas. Luego salieron al escenario Florence y Atwood quien recibió una ovación digna de una superestrella- ¿No te cansas de hablar sobre este libro? – preguntó Florence-Desde luego que no: al contrario, creo que es una historia que está teniendo una nueva vida. Cada vez me encuentro con más lectores que tienen nuevas ideas sobre la novela y me encanta.-¿Te molesta que los creadores de la serie están inventado una trama que no aparece en el libro?-No me molesta. Es una serie de televisión y tienen una lógica narrativa propia. Me parece que la producción y las actuaciones son maravillosas. Creo que han tomado decisiones que son congruentes con lo que pasaría en la novela.[caption id="attachment_211597" align="aligncenter" width="725"]
Margaret Atwood y la periodista Gaby Wood. - Fotografía: Shannon O'Donnell.[/caption]Durante una hora, la autora diseccionó su obra maestra. Narró los orígenes de la novela que vienen de sus reflexiones desde los años sesenta. Contó sobre su extensa investigación histórica: todos los elementos que aparecen en The Handmaid’s Tale son tomados de alguna realidad histórica. Habló sobre feminismo, sobre totalitarismo y sobre cómo fue encontrando la voz de su narradora. Incluso contó que para darle un nombre escribió una lista de nombres masculinos en una hoja y a todos les puso el prefijo “of”. Su favorito fue Offred por su sonoridad y porque en él estaba incluida la palabra “red”. Y también porque otros, como Ofkeith, sonarían ridículos.Atwood hizo gala de un humor fantástico. Dijo que lo que más disfrutaba ahora era mirar las reacciones a su novela: las parodias en Youtube, las mascotas disfrazadas de criadas y los cupcakes con capotas blancas.Al final el publico la despidió aplaudiendo de pie. Ella también fue coronada reina del Hay.
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