Nadie sabe quién es Elena Ferrante. Nadie la ha visto, mucho menos retratado. Su identidad es una de las incógnitas de la industria editorial. Ahora un libro editado por Lumen busca desentrañar su misterio.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
***
El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
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Nadie sabe quién es Elena Ferrante. Nadie la ha visto, mucho menos retratado. Su identidad es una de las incógnitas de la industria editorial. Ahora un libro editado por Lumen busca desentrañar su misterio.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
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El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
Nadie sabe quién es Elena Ferrante. Nadie la ha visto, mucho menos retratado. Su identidad es una de las incógnitas de la industria editorial. Ahora un libro editado por Lumen busca desentrañar su misterio.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
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El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
Nadie sabe quién es Elena Ferrante. Nadie la ha visto, mucho menos retratado. Su identidad es una de las incógnitas de la industria editorial. Ahora un libro editado por Lumen busca desentrañar su misterio.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
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El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
Nadie sabe quién es Elena Ferrante. Nadie la ha visto, mucho menos retratado. Su identidad es una de las incógnitas de la industria editorial. Ahora un libro editado por Lumen busca desentrañar su misterio.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
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El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
—¿Le pesa vivir en la simulación?—No simulo nada. Vivo mi vida, y quien forma parte de ella lo sabe todo de mí. Así respondió la misteriosa Elena Ferrante, con fina ironía, a la periodista Simonetta Fiori en una entrevista por escrito que ahondaba en su decisión de el anonimato en tiempos de la sociedad del espectáculo, y que se publicó en el diario italiano La Repubblica en 2014. Los periodistas que han aceptado que ella responda por escrito sus entrevistas, lo han hecho sin tener la posibilidad de profundizar en sus respuestas o, incluso, de replicarle. Así ha sido con la autora de El amor molesto o Los días del abandono, y de las cuatro novelas que integran la tetralogía Dos amigas.
Si bien la fama mundial le llegó a partir de la publicación de la tetralogía (integrada por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), Ferrante se volvió conocida en su país, Italia —suponiendo que sea éste—, apostando por creer lo que nos han dicho sus editores, a partir de la publicación de El amor molesto, en 1991, que tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica. Sin embargo, esa paradójica condición de estrella, alguien cuyo rostro nunca se ha visto, la tomó por asalto cuando no acudió a recoger el premio Procida Isla de Arturo-Elsa Morante, a la Mejor Ópera Prima, por la misma novela, en 1992.[caption id="attachment_214757" align="aligncenter" width="350"]
Los editores de Elena Ferrante editan un libro que incluye entrevistas, correspondencias y discursos que no han sido pronunciados por ella.[/caption]Ahí nació la leyenda de Elena Ferrante, alimentada, primero, por ella misma (que sigue sin querer aparecer en imágenes y mucho menos en video), y segundo, por sus editores italianos Sandra Ozzola y Sandro Ferri, que han hecho toda una serie de maromas para librarla de la molestia.La frantumaglia. Un viaje por la escritura (editado por Lumen) es un intento más de sus editores por desentrañar a la persona detrás de las exitosísimas novelas. Porque de una cosa no cabe duda: Ferrante es una escritora con oficio. Sabe contar historias y lo hace tan bien que éstas no sólo han llegado a millones de lectores (para diciembre de 2017, la saga de Dos amigas ya había vendido 2.7 millones de ejemplares en el mundo), sino que además sus dos primeras novelas ya fueron adaptadas a cine.
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El término “frantumaglia”, según palabras de la propia autora, es de donde parte su escritura: “Ese puñado de cosas de origen diverso que se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza; palabras, lugares, imágenes, fragmentos de memoria que flotan dispersos y que pueden sobrevivir, repiqueteando la mente, durante años”. Qué mejor título para un libro que reúne correspondencias, entrevistas y discursos que nunca fueron pronunciados por ella, obviamente.Este libro, que se publicó originalmente en Italia en 2003 y que es reeditado en español a finales del año pasado, revela a una mujer apasionada por la escritura, pero decidida desde el principio de su carrera a no dejarse ver en público. De hecho, el primer texto recopilado es una carta en la que Ferrante, amablemente, reitera a su editora Sandra Ozzola lo que ya había dicho a su marido, el también editor Sandro Ferri, y que parece que nadie quiso escuchar: que no piensa hacer nada, “nada que suponga el compromiso público de mi persona”, aclara. Y más adelante, por si quedaban dudas, dice: “No participaré en debates y congresos, si me invitaran. No iré a retirar premios, si quisieran dármelos” (lo que cumplió cabalmente). Y continúa: “Nunca haré promoción del libro, sobre todo en la televisión, ni en Italia, ni llegado el caso, en el extranjero”.Y desde aquel 1991, Ferrante ha sido fiel a sus dichos y los ha defendido a carta cabal. Más adelante, en una entrevista (por escrito, por supuesto) que concedió al periodista Francesco Erbani en 2006, y que se incluye en esta edición de La frantumaglia, responde así a la pregunta del periodista sobre si le divierten o le molestan los cuestionamientos sobre su identidad:—Son legítimos, pero restrictivos. A quien le gusta leer, el autor es un simple nombre. De Shakespeare no sabemos nada. Seguimos apreciando los poemas homéricos. Y Flaubert, Tolstói o Joyce adquieren peso sólo si una persona los transforma en materia de una obra, una biografía, un ensayo brillante, un musical. Por lo demás, son apellidos, etiquetas. ¿A quién le iba a interesar mi pequeña historia personal si podemos prescindir de la de Homero o la de Shakespeare? —apuntó.Simonetta Fiori no se da por satisfecha, insiste:—Pero ¿cómo hace uno para vivir en la mentira? Usted reivindica el anonimato en parte para proteger su vida. Pero ¿en la vida de una persona qué puede condicionar más que el secreto en torno a su trabajo?—Para mí escribir no es un trabajo. En cuanto a la mentira, bueno, técnicamente la literatura lo es, es un producto extraordinario de la mente, un mundo autónomo hecho de palabras todas ellas orientadas a decir la verdad de quien escribe. Sumergirse en esta clase de mentira es un placer enorme y una abrumadora responsabilidad. En cuanto a las viles mentiras, vaya, en general no miento a nadie, salvo para evitar un peligro, para protegerme —responde.No. Definitivamente Ferrante no es Shakespeare, ni Homero, ni Flaubert, ni Tolstói. Pero su literatura nos cuestiona, nos reconforta, nos retrata al mismo tiempo en que nos confronta y, por supuesto, también nos entretiene.
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