Los ojos extraterrestres en forma de semilla me observan fijamente desde un estante. Son de un ser gris y cabezón que está acompañado por un desfile liliputiense propio de la película La guerra de las galaxias; muñequitos de cabeza grande y cuerpo escuálido, otros de aspecto extravagante y platillos voladores de formas curiosas. El estante enmarca el escritorio frente al que está sentado Jaime Maussan. Estamos en su centro de operaciones del fenómeno OVNI. En el primero de cuatro pisos del edificio angosto y moderno que alberga las oficinas y el estudio de Jaime Maussan Producciones. Es una tarde nublada en Polanco, zona exclusiva colindante con el Bosque de Chapultepec. La vista de su oficina no es panorámica, propia para divisar naves en el cielo. Sólo se ve un árbol y las construcciones que están al cruzar la calle. Viste casual: camisa a rayas, pantalón oscuro. Tras escucharme hablar sobre cómo la gente lo tacha de charlatán, abre los ojos, alza la voz y una mano. “¡Fíjate nada más! ¡Si fuera el siglo XVII me queman en la hoguera!”, dice y la deja caer de un golpe en su escritorio.
Maussan siempre ha sabido que está parado sobre un territorio ridiculizado y sumido en el desprestigio: el de la creencia de que somos visitados por seres de otros planetas. En México nadie es indiferente a su persona. La sola mención de su nombre provoca reacciones de euforia o denuestos iracundos. Mientras un amigo lo ve como el apóstol de una causa incomprendida, otro lo mira como el líder de una secta de fanáticos. Es que en México todas las pasiones de la discusión extraterrestre se hacen nudo en el hombre de mirada somnolienta y hablar enfático. Yo lo llegué a ver como invitado en algún programa de televisión y aguantaba con estoicismo las burlas en su contra. Pero parece que ya le colmaron la paciencia.
El periodista, que comenzó su carrera al lado de Jacobo Zabludovsky —uno de los más famosos presentadores de la televisión mexicana—, y que más tarde hizo la versión local del programa 60 minutos, tiene más de 15 años de difundir testimonios, videos y fotografías de seres extraños y objetos voladores insólitos. Parte del material es realmente excéntrico, como el video de un caballo que parece galopar en el aire, el de los hombrecitos voladores vestidos de negro, o el de un humanoide que, escondido detrás de un poste, jala del brazo a un muchacho. Su cobertura le ha permitido erigir Jaime Maussan Producciones, su empresa próspera que lo convierte en el único investigador del país que produce de forma independiente su programa de televisión, Los grandes misterios del tercer milenio. Lo hace desde su propio edificio, con la tecnología más moderna y un equipo de una treintena de personas. Publica además su revista del mismo nombre. Sus seguidores abarrotan las conferencias de paga que el periodista presenta dentro y fuera del país, y adquieren sus artículos a través de su página en internet: libros, videos, pulseras, telescopios, binoculares, así como medallones y relojes con los diseños de los célebres círculos de los campos de trigo de Inglaterra. Recientemente incursionó además en otro giro, abrió el restaurante El asadero de Maussan, decorado con fotografías de su colección particular. “Arracheras de otro mundo”, reza su promoción. Las arracheras son un corte de carne local.
Su buena fortuna empresarial no le ha dado, sin embargo, la dicha completa al periodista, pues se dice un hombre incomprendido por sus detractores. Por un lado le reprochan comercializar con el fenómeno ovni. “Vende todo”, dice Germán Saavedra, un creyente de la vida intergaláctica. Maussan argumenta que, con los años, abandonó su visión “romántica” de la profesión y descubrió su vena empresarial, lo que le ha permitido que su proyecto se expanda con éxito. No obstante, dice que no está guiado por un mero interés económico. “Una de las cosas que más me dan coraje es que digan que yo hago esto por dinero, la verdad es que no. Si yo quisiera hacer dinero, me hubiera dedicado a otras cosas”.
Pero lo que en realidad le enoja al periodista es que se ponga en duda su seriedad profesional. El caso que puso de manifiesto la animadversión en su contra ocurrió cuando la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) le entregó en exclusiva el video de un presunto avistamiento de ovnis por parte de pilotos militares en 2004. La comunidad científica enardeció. “Se dedica a difundir información sin base”, dice Mario Méndez, presidente de la Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica. “No tiene formación científica”, apunta Rafael Navarro, el único investigador latinoamericano que colabora con la National Aeronautics and Space Administration (NASA) en la misión de exploración en Marte, y que en su momento aseguró que las luces del filme eran centellas. Astrónomos circularon un manifiesto denostándolo, otros lo integraron a una lista de indeseables en la que hay cazafantasmas y astrólogas con línea telefónica, y la Sociedad Astronómica Julieta Fierro Grossman de San Luis Potosí hizo escarnio de su persona rompiendo una piñata con su figura en la Navidad de 2006. Para Julieta Fierro, la astrónoma más reconocida en México, el periodista “es un charlatán” que bien podría ser denunciado por fraude en la Procuraduría del Consumidor. “¿Sabes por qué me odian los científicos?”, me pregunta Maussan y estalla contra sus oponentes: “¡Porque la gente me reconoce más que a ellos!, ¡eso no lo soportan! ¡Yo hago más difusión científica que ellos! ¡Les guste o no! ¡Hicieron una piñata de mi persona para darle palos! ¡Fíjate nada más! ¡La anticiencia! ¡El anticristo!”.
No obstante, Maussan también tiene como adversarios a otros especialistas del tema. En internet circulan señalamientos en su contra por monopolizar o falsear material. “Es un estafador”, así lo tacha el ufólogo pionero de México, Pedro Ferriz Santacruz, en una entrevista con el diario La Crónica. Y otro de sus oponentes, el capitán de aviación Alejandro Franz, que encabeza el Centro de Estudios Paranormales y Aeroespaciales Anómalos en México (Alcione), lo acusó en su página de cometer treinta y cuatro timos. “¡Las palabras de Jaime Maussan son un insulto a la inteligencia de los mexicanos! Aquí le presentamos algunos de los múltiples fraudes que ha creado y promovido el deshonesto”, dice la introducción de la lista. Maussan reconoce que quizá en alguna ocasión haya sido engañado o se haya equivocado, pero eso es diferente a mentir. Se enciende: “Me molesta mucho cuando alguien me da el calificativo de ‘otro fraude de Maussan’. ¿Otro? ¿Pues cuál fue el primero? ¡Nunca he hecho un fraude en mi vida! ¡Y escríbelo! para que si alguien sabe algo, ¡pues que lo diga! ¡No tengo miedo de nada!”.
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Cómo un periodista convencional se involucró en un tema tan polémico se explica con la historia misma del fenómeno OVNI. Todo comenzó cuando el piloto estadounidense Kenneth Arnold aseguró ver naves con forma de platos en junio de 1947, de ahí el nombre de platillos voladores. Luego en la aeronáutica anglosajona se acuñó el término UFO (unidentified flying object), cuya traducción es objeto volador no identificado (OVNI). No sólo denominan a los platillos voladores, sino también a todo aquello que vuele y no se reconozca como avión, helicóptero, globo metereológico o comercial. Maussan nació en la capital mexicana en 1953, en el marco conocido como la primera gran oleada de ovnis en el país y en la víspera de que ésta inspirara el chachacha “Los marcianos llegaron ya”. También nació en el año fatal del calendario ufológico. Es decir, cuando inicia su labor el comité Robertson Panel, que para Fernando Correa, colaborador de Maussan, fue creado “como estrategia de la CIA” (Central Intelligence Agency) para ridiculizar el asunto. Según esta versión, el Gobierno de Estados Unidos temió que los múltiples testimonios de contactos extraterrestres generaran histeria y confusión, porque esto podría ser utilizado por la Unión Soviética. Estaban en la Guerra Fría. Tenían presente el pánico que en 1938 detonó la dramatización radial de La guerra de los mundos, de la novela homónima de Herbert G. Wells, en la voz de Orson Wells. Cerca de dos millones de estadounidenses se perturbaron entonces al creer que la narración de una invasión alienígena era real. A partir de 1953, el comité de la CIA desecharía más de dos mil testimonios de avistamientos y, en opinión de Correa, definiría la estrategia mediática que impera hasta la actualidad: la de reducir el fenómeno a un cuento de hombrecitos verdes platicado por gente que fantasea o quiere notoriedad.
Maussan tenía doce años de edad cuando sucedió la que es nombrada como la mayor oleada de ovnis en México. Fue en 1965 y prácticamente cubrió el país. Carlos Guzmán, director del Centro Investigador de Fenómenos Extraterrestres, Espaciales y Extraordinarios (CIFEEEAC) hizo en años posteriores una búsqueda hemerográfica notable. Posee más de ochocientas notas periodísticas que cubren de abril a noviembre de 1965. “Hay gran diversidad de reportes de aterrizajes, observación de humanoides, avistamientos y dos casos de contactados”, explica Guzmán. Entonces a los platillos voladores los llamaban “platívolos”. Diarios de Sinaloa, Guerrero, Oaxaca, Aguascalientes, publicaron información. Últimas noticias de Excélsior recogió en una nota el clima de miedo en la capital mexicana. “La psicosis plativólica cunde en el DF”, decía su titular. Estaba acompañada de la foto de un grupo de transeúntes que miraban al cielo horrorizados. Maussan escuchaba a sus compañeros de escuela compartir sus experiencias. Él se subía a la azotea de su casa y peinaba el cielo. Nunca vio nada.
Tres oleadas menores fueron registradas en los tres siguientes años. A mediados de 1969 en México se estrenaba el primer espacio dedicado a la materia, el programa televisivo Un mundo nos vigila, de Pedro Ferriz Santacruz. Maussan tenía entonces quince años y era su telespectador. Luego le siguió el programa Juicio a los ovnis de Ramiro Garza. Ya en los años setenta salieron dos publicaciones que se hicieron clásicas: Duda, famosa por narrar sus historias en cómic, y su hija, Contactos Extraterrestres. Guzmán, en su libro Testimonios ovni, escribe que en la década de los años ochenta sucedió “el declive de las observaciones”. Es, paradójicamente, cuando Maussan se acerca periodísticamente al asunto. En 1984, él había rebasado los treinta años y era reportero de 60 minutos, conducido por Juan Ruiz Healy, programa que impuso un estilo en el periodismo de investigación. Aunque sus coberturas versaban sobre temas sociales y del medio ambiente, Maussan propuso hacer un programa sobre el caso de Billy Meier, un suizo que afirmaba tener contacto con seres de las pléyades. Maussan reúne fotografías y filmes con imágenes desconcertantes, como la de un artefacto que oscila a lo lejos sobre un valle boscoso. Sube, baja en altura y genera sonidos electrónicos chillantes. “El programa tuvo un gran éxito y de alguna manera marcó mi vida”, recuerda.
Es hasta el eclipse total de Sol del 11 de julio de 1991 que de nuevo cobran auge los testimonios de avistamientos en México, y Maussan surge como su portavoz principal. El eclipse causó grandes expectativas, cientos de personas se hicieron de cámaras de video para grabarlo. Fueron seis minutos y 54 segundos de oscuridad. En la capital mexicana algunas lentes captaron una esfera brillante. Los escépticos dijeron que se trataba de Venus. El debate se abrió en los medios de comunicación. Uno de los ufólogos pioneros en México, Luis Ramírez, era también director de prensa de Televisa. La televisora transmitía entonces un popular programa llamado Y usted… ¿Qué opina?, conducido por Nino Canún los viernes en la noche. Los invitados de posturas contrarias tocaba asuntos polémicos. La duración del programa dependía de las llamadas del público. Canún las leía al aire y el debate arreciaba. Ramírez persuadió a Canún de organizar una discusión sobre ovnis. Luego invitó a Maussan. Éste se negó. “Yo pensaba que, como periodista, no era bueno que me involucrara”, dice. Ramírez también lo convenció. El primer programa fue realizado con creyentes y escépticos una semana después del eclipse. Fue un éxito. Duró de once de la noche a siete de la mañana. Ramírez persuadió de nuevo a Canún de hacer otro programa, pero ahora sin escépticos. Canún pensaba que sin controversia no habría rating. Se equivocó. Maussan asistió de nuevo y presentó el material que telespectadores le habían enviado. Y usted… ¿Qué opina? rompió récord. Ramírez tuvo que cortar el programa porque ya no tenían casetes para continuar grabándolo. Rememora: “Duró once horas con diez minutos, fue histórico”.
Maussan se ve abrumado. Hace unos días regresó de Brasil y tiene que dejar grabados varios programas, porque se ausentaría de nuevo para tomar vacaciones. “Me iré con unos amigos a una casa flotante en un lago”, me dice. Nos veremos en dos ocasiones más, previo a su viaje a Inglaterra en busca de los diseños complejos que cada agosto aparecen en campos de trigo. Observo la cabellera blanca. “Tanto pelo no es posible, te aseguro que usa peluquín”, me había dicho una tía. La charla se realiza con breves interrupciones, porque de pronto llama a alguno de sus colaboradores para que ahonde cierta información.
—No voy a hablar de mi vida personal —me advierte. Lo cumple a medias.
Me cuenta de sus raíces paternas sirio-libanesas. De cómo sus abuelos llegaron a México con una máquina de coser y un ropero. Su padre fue un encumbrado ganadero y apoderado taurino, Abraham Ortega fue su seudónimo. Su apellido materno es Flota, de origen yucateco, y su madre es maestra universitaria de literatura. Maussan tuvo un hermano y dos hermanas. Se inició profesionalmente con la crónica taurina, pero cuando tenía 24 años su padre falleció, lo que le provocó el mayor dolor de su vida y que lo marginaran del mundo de la “fiesta brava”. Terminó volcándose al periodismo de investigación. Se formó con Zabludovsky, uno de los periodistas legendarios de México, quien le consiguió una beca para que hiciera estudios de periodismo en la Universidad de Miami, campus Ohio. Luego se incorporó a 60 minutos, donde realizó trabajo reporteril, editorial y de dirección a lo largo de diecisiete años. El programa pretendía despertar “la conciencia social” en temas rezagados del país. Maussan cubrió reportajes sobre el tráfico de sangre, la destrucción de la capa de ozono, la explosión demográfica, y el riesgo inminente de un terremoto en la capital mexicana. Dice que este último trabajo nunca salió a la luz porque quedó bajo los escombros del terremoto de 1985. Sus reportajes lo hicieron acreedor del Premio Nacional de Periodismo y también fue reconocido por el National Population Council por su trabajo sobre el crecimiento poblacional. La distinción se la entregaron en el Capitolio, en Washington DC. Me enseña la foto, es de 1982. Muestra a un Maussan flaco, barbón, cejudo, con una melena negra, abultada. “Parezco fadayin”, dice. Me pide que charlemos un poco más y continuemos al día siguiente porque tiene que ir al estilista.
—¿Le crece mucho el pelo? —no me aguanto la indiscreción.
—De forma pasmosa.
Maussan cree que fueron las circunstancias las que lo arrojaron al mundo extraterrestre. Él mismo asegura haber sido testigo del avistamiento de un ovni en 1992, y de dos seres extraños en una cañada de La Rumorosa, en Baja California, en la que hubo reportes de un aterrizaje. Pero le resta importancia a sus experiencias porque considera que su tarea debe ser de investigación y divulgación. Primero dio a conocer la historia del suizo Billy Meier, que le dio notoriedad sobre el tema. Luego, tras los programas de Canún de 1991, lo buscaron jóvenes que querían colaborar con él. “Fue abrumador, abrumador”, dice. Se le ocurrió entonces crear un grupo: Los vigilantes, que tiene como tarea el subir a las azoteas y grabar cualquier objeto volador no convencional. Luego vinieron más programas con Canún y ahí presentó el material de Los vigilantes y el interés creció. “Nino me dijo: ‘¿Por qué no haces conferencias?’”. Maussan tenía un relativo pánico para presentarse en público, pero al final lo hizo. Primero acudía gratuitamente a universidades, la gente atestaba los auditorios. Luego una universidad del norte del país le pagó los gastos. Maussan estaba mal económicamente y aceptó, por un tiempo sus conferencias se convirtieron en su principal ingreso. En 1994 se casó y en 1997 inició la primera fase de su programa de televisión Tercer milenio, “que tuvo mucho éxito porque se produjo un año y se repitió cinco más”. Maussan estuvo fuera de la televisión por seis años. El programa volvió a producirse a partir de junio de 2004.
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Ser vigilante es una tarea cansada y generalmente ingrata. Tienen que estar por horas en la azotea, de pie, a la intemperie, respirando el aire contaminado de la capital, con la mirada hacia el horizonte, ahora hacia arriba, volteando detrás, la mano lista para activar la cámara de video o de fotografía. Y todo para que si logran registrar algo se vea generalmente como un puntito lejano, borroso, que a pocos convence. Deben enfrentar además la burla y las presiones de propios y extraños. Así le pasó a Demetrio Feria, el pionero de Los vigilantes, pues su esposa se enojaba porque él podía pasarse desde la mañana hasta el oscurecer de un sábado en el techo de su casa, sin siquiera bajar a comer. La situación ameritó que su cuñado hablara con ella: “Qué prefieres —le dijo—, tenerlo aquí grabando sus ovnis o que se vaya a una cantina”. El pleito terminó. Feria es uno de los vigilantes surgidos tras el eclipse de 1991 y quizás el hombre que más registros ha hecho en el país: dice haber grabado quinientos videos de ovnis. No sería para menos, pues según los ufólogos locales ésta es la ciudad más visitada por naves interestelares en el mundo. El grupo de Los vigilantes de Ciudad de México oscila actualmente entre cinco y diez personas: trabajadores varios, desempleados y jubilados.
Me doy a la tarea de vivir brevemente la experiencia de ser vigía de las alturas. Acompaño a Arturo Robles Gil, que dejó la fotografía de arquitectura por la de los platillos voladores, y contra quien circula una acusación de fraude fotográfico en internet por parte de los adversarios de Maussan. Él lo niega. En la primera jornada de observación no ocurrió nada. Duró sólo un par de horas, por lo que debo intentarlo otra vez. Es una mañana nublada, algo fría. Son las 9:00 am de un domingo y estamos en la azotea del edificio de cinco pisos donde vive Robles Gil, en la colonia Del Valle, en medio de la gran ciudad. El vigilante sube dos veces al día con su cámara digital Canon a hacer su labor. Primero, como otros, empezó a hacerlo por entretenimiento, pero ahora, como Feria y Carlos Clemente Alonso, también se ha integrado al equipo de Maussan. La primera jornada de observación siempre la realiza de nueve a once de la mañana, porque dice que es cuando hay más posibilidad de grabar avistamientos, particularmente los domingos porque el cielo está más despejado de esmog y tráfico aéreo. Luego de su turno dominical Robles Gil, como buen católico, acostumbra ir a misa.
Él se ha especializado en videofilmar unos objetos extraños a los que Maussan les ha dado el nombre de ebanis: entidades biológicas anómalas no identificadas. En pantalla, Robles Gil me muestra diversos videos de una especie de tubos flexibles, rojos, amarillos, blancos, negros, de apariencia acordonada, que parecen volar con suaves movimientos serpenteantes. Su cámara se abre para buscar alguna referencia orográfica o urbana y luego se cierra, a través de su zoom, sobre su objetivo. Sin el zoom tales cosas serían apenas perceptibles a simple vista. Dice que por la altura deben medir de cien a 300 metros de longitud. Esto nada tiene que ver con la imagen tradicional de las naves de la película Encuentros cercanos del tercer tipo de Steven Spielberg. Sus videos —una decena— son perturbadores, pues en alguno se observa a los tales ebanis contraerse por un extremo para arrojar unas esferas transparentes sobre Ciudad de México. ¿Qué son? Lo ignoro, pero sus filmes pueden verse en la página de Youtube.
Esta mañana estamos pues a la caza de algún ebani. Soy escéptica. “¿Cómo pueden ser reales esas cosas?”, me pregunto, pero también me mueve el morbo —y el miedo— de que una de ellas aparezca. El cielo se ha ido despejando, pasan los minutos. Nada. Al acercarse las once de la mañana yo tengo hambre y quiero ir al baño. Estoy por desertar de la misión cuando Robles Gil exclama: “¡Ahí hay algo!”, al tiempo que enciende su videograbadora. No es un ebani, me aclara. “No se mueve como globo, no tiene hilo, no tiene bamboleo —repite—. Más bien es un ovni”, concluye. Yo sólo veo en la lejanía un puntito plateado, por momentos luminoso, que se desplaza de derecha a izquierda, o como diría un vigilante, del noroeste al suroeste de la ciudad. En un momento hace un zigzag y vira su dirección en un ángulo de 45 grados para ascender en línea recta. “Parece que viene para acá”, expresa Robles Gil con asombrosa tranquilidad. Lo repite en tres ocasiones. “No, no creo”, respondo algo asustada. El puntito desaparece entre las nubes. En el video de cuatro minutos se aprecia una esferita metálica con los polos oscuros que realiza movimientos giratorios. ¿Qué era? ¡No lo sé! Pero no mereció ser incluida en Tercer milenio.
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En enero de este año Maussan tuvo una confrontación televisiva cuyas escenas circularon en Youtube, para diversión de algunos y enojo de otros. Asistió al programa de espectáculos Ellas con las estrellas para hablar de una formación con apariencia humana que captó en Marte el vehículo explorador Spirit de la NASA y que presentó en Tercer milenio. La prensa la bautizó como “La sirena de Marte”. Una de las conductoras, Elsa Burgos, puso en duda la hipótesis de Maussan de que podría tratarse de un ser vivo y no lo dejaba hablar. Él se exasperó. Trataba de interrumpirla, como no podía, silbó por un momento. La mujer le dijo: “¡Es la persona más grosera que conozco!”. El periodista le respondió: “¿Ah sí? ¡Qué barbaridad!”. Tuvo que intervenir otra conductora para mediar el asunto. “La suspendieron varios días”, dice Maussan de Burgos.
El periodista considera que en contraste a los denuestos el apoyo de su público va en crecimiento. Dice que prueba de ello es su programa Tercer milenio, hecho en sociedad con Televisa, pues su rating ha subido gradualmente, llega a cuatro puntos y tiene picos de seis o siete. Tercer milenio dura dos horas y aborda segmentos con novedades de información científica, astronómica y ecología. Maussan además entrevista en el estudio a sus patrocinadores y transmite reportajes de sus servicios: empresas de calentadores solares y de impermeabilizantes para techos elaborados con llantas recicladas, clínicas nutricionales, de operación de los ojos y otra de atención a la columna vertebral. También destina un espacio a su Asociación Niños de Oro, por medio de la cual consigue apoyos materiales para infantes de clases populares que tienen calificaciones de excelencia. Pero reconoce que la gente lo ve por el tema de los ovnis. A sus oficinas llega cotidianamente un alud de material de presuntos avistamientos que la gente envía gratuitamente al programa. Clemente Alonso dice que cada semana recibe por lo menos cien correos cibernéticos con imágenes, muchas de ellas lejanas o fuera de foco. “Noventa por ciento pueden ser estrellas, globos, aviones y hacérselo saber a la gente es más difícil que decir públicamente que uno tiene un caso de un ovni”, expresa. De todo el material sólo 10% será mostrado en el programa o la revista. “Es que Maussan ya no quiere puntitos, si no cosas espectaculares”, apunta Feria, responsable también de monitorear el canal de televisión de la NASA. Maussan no tiene idea de qué cantidad de fotos y filmes ha reunido en quince años pero ahora trabaja en su digitalización.
Maussan considera que en la medida en que el tema ovni se ventile, la balanza se irá inclinando hacia su lado. De hecho en México así parece estar ocurriendo, porque él se está poniendo de moda. Maussan aparece en un capítulo de la popular serie televisiva Los simuladores y en dos películas mexicanas por estrenarse este fin de año: Navidad SA y Seres: Génesis (2008). El periodista afirma que en febrero pasado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvo una reunión a la que acudieron representantes de los gobiernos más poderosos y de El Vaticano para discutir sobre la urgencia de abrir el tema por el aumento de avistamientos en el mundo. Cree que el famoso conductor Larry King de CNN sería “la punta de lanza” de la estrategia, pues ha dedicado cinco programas al asunto en el primer semestre de 2008. Asegura que otras grandes cadenas televisivas como la CBS y Fox ya incluyen con frecuencia noticias de ovnis, y que History Channel y Discovery Channel, han transmitido recientemente programas de análisis del fenómeno. Otra prueba para él de dicha estrategia es que en mayo pasado El Vaticano reconoció en su periódico L’Osservatore la existencia de la vida extraterrestre. El director del Observatorio Astronómico del Vaticano, José Gabriel Funes, declaró entonces: “Al igual que existen multiplicidad de criaturas en la Tierra, también podría haber otros seres inteligentes creados por Dios”. Una prueba más para el periodista es que ex astronautas como Edgar Mitchell, tripulante del Apollo 14, por vez primera han hecho revelaciones. En julio pasado Mitchell declaró en la radio que desde hace 60 años el Gobierno de Estados Unidos tiene contacto extraterrestre y que la NASA lo ha ocultado.
Maussan piensa que las evidencias de la presencia extraterrestre en el planeta terminarán acallando a sus detractores. “¿Cómo pueden decir que tanta gente miente? ¿Tantos pilotos, investigadores? ¿Tantos videos y fotografías?”. Está convencido de que la mencionada estrategia de la onu preparará a la humanidad para el contacto con seres intergalácticos en un futuro cercano. Suena a película de Steven Spielberg. “El tiempo nos dará la razón”, advierte Maussan en cada programa de Tercer milenio.