La vida de Hunter S. Thompson nunca estuvo exenta de tragedia. La maldición empezó con un padre veterano de la Primera Guerra Mundial, que murió cuando él todavía era un adolescente, y una madre alcohólica y sin dinero que se vio obligada a cuidar, como podía, de él y sus dos hermanos menores. Sin embargo el creador del periodismo Gonzo —aquel que involucra al periodista en el centro de la acción y por lo tanto del relato—, empezó a apasionarse por la escritura desde muy joven. Fue hasta que publicó su novela Miedo y asco en Las Vegas, en 1972, cuando la fama lo alcanzó y empezó a publicar consuetudinariamente para Rolling Stone a lo largo de los setenta y ochenta.Si Miedo y asco en Las Vegas surgió por un encargo de Sports Illustrated para que cubriera una carrera de motocicletas en el desierto de Nevada, La maldición de Lono (Sexto Piso) fue el resultado de un encargo similar: esta vez fue Running Magazine la que hizo el encargo en mayo de 1980, que reporteara el maratón de Honolulu, Hawái, en el aniversario de Pearl Harbor.Thompson no pudo resistirse. Incluso invitó a su amigo y colega Ralph Steadman—con el que trabajo tantas veces—. Quizá influyó que Paul Perry, el director de la revista, le planteó la propuesta en los siguientes términos: “Piénsatelo. Es una gran oportunidad para tomarte unas vacaciones”, con la que seguro imaginó días soleados de playa, whisky, pesca, droga y sexo.Hunter S. Thompson lo intuía: debía haber una historia más allá que la de narrar un maratón para una revista de corredores casi desconocida; Hawái debía ser mucho más. Tal vez por eso, como un pequeño ensayo para desentrañarlo, Thompson intercala fragmentos de otros libros sobre Hawái, como Diario del último viaje del Capitán Cook, de Richard Hough o Cartas desde Hawái, de Mark Twain. “Funciona magistralmente, para conferirle una especie de carácter casi mítico, además de manifestar que en esas islas permeó un espíritu salvaje, un tanto lúdico, que a Thompson le parece sigue siendo parte fundamental de la vida hawaiana”, dice Eduardo Rabasa, editor de Sexto Piso.[caption id="attachment_5794" align="aligncenter" width="960"]
Hunter S. Thompson es considerado el padre del periodismo Gonzo."La maldición de Lono" se edita por primera vez en español.[/caption]Miedo y asco en Las Vegas y La maldición de Lono comparten la poca fe de Thompson en la “misión” encomendada. Si en el primero le entusiasmaba más la idea de quedarse en un hotel de lujo, la droga y el alcohol que podría consumir que cubrir una carrera de motocicletas, en la segunda ocurre algo similar. “¿Por qué corren esas mierdillas? —escribe Thompson— ¿por qué se castigan de modo tan brutal si no hay premio alguno? ¿Qué instinto enfermizo empuja a ocho mil personas supuestamente inteligentes a levantarse a las cuatro de la madrugada y recorrer 42 kilómetros rompepelotas por las calles de Waikiki?”Fue hasta que vio correr a Duncan MacDonald, que ya había ganado dos veces el maratón, cuando el periodista encontró el sentido a su misión: “No había nadie cerca de MacDonald cuando pasó por la casa de Wilbur, en el kilómetro 38 […] y, cuando bajó de la larga cuesta de Diamond Head, rodeado de motoristas de la policía, nos pareció que medía tres metros”.La pregunta de por qué estos corredores sacan las entrañas para correr 42 kilómetros y, aún más, en el mismo lugar en el que tuvieron lugar los hechos de Pearl Harbor, es lo que hace que un fin de semana en Honolulu fascinante. “Las mismas personas que quemaron sus tarjetas de reclutamiento en los setenta ahora se han puesto a correr”, apuntó.Una de las últimas cartas de Hunter S. Thompson a Steadman viene acompañada con una foto en la que posa al lado de un pez enorme, del que cuelga un letrero en el que se alcanza a leer “Marlin 308”, ¿kilos?, ¿libras?, qué más da; la dedicatoria reza: Querido Ralph, hemos matado como campeones. Lono, haciendo alusión a Lono, deidad del exceso y la abundancia, venerado y temido por los nativos.Veinticinco años después de esta aventura, el 20 de febrero de 2005, Hunter S. Thompson se dio un balazo en la cabeza. Estaba enfermo y cansado. La maldición terminó ahí.