Mucho se ha escrito de la relación que se ha fraguado entre Cuba y Venezuela. Para entender la influencia cubana en el país de Nicolás Maduro, un periodista hizo una investigación de cómo y por qué un Estado somete a otro. Este es un fragmento de La invasión consentida (Debate, 2019), que da cuenta del desembarco, en el Caribe venezolano, de miles de cubanos para trabajar en programas sociales y culturales diseñados en La Habana.
Henry Barroso cruzó el mar Caribe con un contrato en dólares y una intrépida misión: ayudar a rescatar la identidad venezolana. Como si fuera un galeón hundido en una fosa profunda. No era un experto en el tema, pero el trabajo no parecía tan complicado. “Cuando llego acá, a Venezuela, tengo que aprender el cuatro [instrumento venezolano] para, entonces, enseñárselo a las personas de aquí”, explica el joven de Guantánamo en un reporte radial a finales de 2015.[1]
Barroso habla como suelen hablar los cubanos de las cosas más insólitas. Con la mayor naturalidad. Nunca antes ha visitado el país. Jamás ha tenido en sus manos la pequeña guitarra de cuatro cuerdas, considerada el instrumento fundamental de la música folclórica venezolana. Tampoco tiene idea de quiénes son los maestros venezolanos más notables y no sabe que un grupo de jóvenes virtuosos —los miembros del grupo C4 Trío— ganaron un Grammy Latino en 2014 con un álbum de cuatro.
El aprendiz es instructor de arte. Es cubano. Y eso basta para que el gobierno del presidente Nicolás Maduro lo contrate para formar parte de un programa creado por Hugo Chávez en 2008: la Misión Cultura Corazón Adentro, dirigida a fortalecer la identidad nacional y las tradiciones culturales venezolanas nada menos que con la ayuda de trabajadores de la isla caribeña. A Barroso le han ofrecido cobrar en un mes lo que gana en un año de trabajo en Cuba. Su tarea es enseñar música venezolana en Barrio Encantado, un humilde vecindario de Margarita, donde escasean varios alimentos básicos, como la leche, y algunos medicamentos elementales. La principal isla turística del país, antes próspera y vibrante, no es ni la sombra de lo que fue a finales del siglo XX.
En el reporte de la radio cubana la periodista destaca la solidaridad de su paisano mientras, al fondo, se escuchan las voces de un grupo de niños cantando “Mi burrito sabanero”. El aguinaldo más famoso del país es una melodía novedosa para los oídos del improvisado maestro que los dirige.
Como Barroso, centenares de instructores de arte, reclutados por el gobierno cubano, desembarcan en Venezuela para enseñar lo que hasta hacía poco desconocían completamente. Pedro Estévez, natural de Guantánamo, llega el mismo año y aprende bailes típicos venezolanos para enseñarlos a un grupo de nativos en Los Valles del Tuy, una calurosa ciudad dormitorio a 76 kilómetros de Caracas. Estévez también se muestra orgulloso de su trabajo ante la radio cubana:
Por lo menos, yo que soy profesor de danza, hemos trabajado muy fuerte en cuanto a las danzas tradicionales venezolanas. Y creo que se ha logrado, los padres se sienten muy motivados con el resultado de esa coreografía, y el trabajo creo que se ha visto porque la comunidad lo dice y, bueno, es la que decide.
Marilyn Díaz, una profesora de teatro de veintinueve años, se vanagloria de improvisar clases en una escuela de la misma zona sin ser educadora. “Los niños me pidieron que fuera yo la que les diera la clase de Matemáticas, Lenguaje, Geografía e Inglés. Entonces, cuando llegó una facilitadora nueva [una maestra venezolana], ellos dijeron que si no era conmigo, la profesora cubana, no querían dal la clase [sic]”.[2] Aunque no tiene los conocimientos, se siente por encima, muy por encima de la docente local y el Ministerio de Educación permite que ocupe la plaza.
[read more]El 1 de abril de ese año Arelis Díaz, enviada especial de la radio cubana, informa que hay más de mil colaboradores de la isla en el programa. “La Misión Cultura Corazón Adentro, asumida en su mayoría por jóvenes cubanos, inició en 2008 para desarrollar procesos reales de transformación desde la cultura en los barrios y comunidades de los veinticuatro estados de esta nación sudamericana”. Transformación, como sinónimo de adoctrinamiento, es la palabra clave. Tras la fachada del programa para reforzar la identidad se oculta el propósito definitivo del plan: conquistar seguidores para el chavismo y la causa revolucionaria entre las comunidades más desvalidas. Crear una identidad revolucionaria afín al chavismo y al castrismo. Año tras año los neófitos caribeños transmiten sus escasos conocimientos sobre cultura popular venezolana, de acuerdo con un costoso plan diseñado en La Habana.Abel Prieto, ministro de Cultura cubano, lo recuerda públicamente como uno de los grandes logros de la isla durante la celebración de los noventa años de Fidel Castro, en agosto de 2016. Hace años que el gobierno castrista está enquistado en Venezuela y se ha vuelto un mentor imprescindible del chavismo. “Otro momento remarcable [en la relación bilateral] fue cuando le llevamos a Chávez el proyecto de la Misión Cultura Corazón Adentro”.El cliente más generoso y desprendido que haya tenido la isla, el benefactor más incondicional, dispuso la billetera de petrodólares sin dudarlo demasiado. Cuando los cubanos le llevaron el proyecto, Chávez ya estaba ganado para la idea. En 2005 el presidente venezolano había creado el Ministerio de Cultura y la Misión Cultura para dotar a su autodenominada Revolución bolivariana de un corpus ideológico cultural.“Las ideas y la cultura son parte esencial, son el alma de la Revolución”, proclamó entonces como si hubiera hecho un hallazgo. Aunque ya había trabajo adelantado en ese terreno, formalmente desde entonces las instituciones y los programas culturales del Estado se enfocaron en fortalecer su proyecto político. Chávez propuso, sin disimulos, “el rescate de todo lo que realmente hemos sido para traerlo y ponerlo en acción en la batalla ideológica”.[3] Es decir, al servicio de sí mismo, de su causa.Casualmente o no, justamente un año antes, Fidel Castro había creado la Brigada de Instructores de Arte José Martí en Cuba, cantera de donde saldría la mayoría de los funcionarios seleccionados por La Habana para alimentar la nómina de la Misión Cultura Corazón Adentro, siempre un paso adelante, como si se anticipara a los acontecimientos. Las bases para la influencia cubana estaban echadas casi desde que Chávez asumió el poder.En su informe anual de 2006, el Ministerio de Cultura señaló que el Convenio Integral de Cooperación entre Cuba y Venezuela, suscrito en el año 2000 básicamente para la venta de petróleo,se constituyó en un instrumento de colaboración, asistencia técnica y asesoría, que comprende desde la capacitación de personal por parte de expertos cubanos en áreas como las artes escénicas, patrimonio, gestión cultural y atención sociocultural, entre otras; así como la consolidación de las industrias artesanal, discográfica, editorial y cinematográfica.[4]Nada de eso figura expresamente en el acuerdo, pero el texto es lo suficientemente ambiguo para justificar la participación de Cuba prácticamente en cualquier esfera de la administración pública, desde la educación hasta la salud, desde la política agroalimentaria hasta materias clave de seguridad nacional como el Sistema de Identificación de los venezolanos y la compra de armas para el ejército.Abel Prieto encabezó la delegación cubana que participó, el 26 de abril de 2008, en el acto inaugural de la Misión Cultura Corazón Adentro en el Poliedro de Caracas, el mayor centro de espectáculos de la capital. En el evento actuaron los miembros de la Escuela Nacional de Circo de Cuba y la compañía de teatro infantil antillana La Colmenita.Esa noche se anunció que profesores cubanos vendrían a formar compañías similares en Venezuela y que quinientos “internacionalistas” ya estaban trabajando en comunidades humildes de Caracas y del estado Miranda. La primera avanzada había llegado silenciosamente. A partir de entonces, comenzaron a aterrizar puntualmente más y más instructores enviados por el gobierno de Castro. En mayo llegó una segunda avanzada y en junio, la tercera.Así, cada mes, vienen desde la isla maestros de baile, canto, teatro, música, artes circenses y manualidades. Profesores de pintura y de murales en los que, no importa qué tan ajeno sea a la cultura local, la imagen del Che Guevara se impone junto a la del máximo héroe venezolano Simón Bolívar, los grafitis del prócer cubano José Martí y Fidel Castro junto a Chávez se vuelven parte del paisaje en todo el país.Así también vienen trovadores a cantar himnos a la Revolución y a predicar las desgastadas canciones de Silvio Rodríguez como si fueran nuevas. El gobierno de Chávez no escatima en nada: importa incluso animadores y hasta payasos —como si no confiara en los bufones nacionales— para entretener a los visitantes del teleférico de la capital venezolana, expropiado por el gobierno, y dirigir actos culturales en zonas populares.En 2009 hay tantos “instructores de arte” en Venezuela que una coral de apenas siete niños en el barrio La Bombilla de Petare, al este de Caracas, se da el lujo de contar con dos profesores de canto importados de la isla, Orestes Opiso y Rayniel Batista.[5] Es una operación sin precedentes en la historia de Venezuela, de la región y probablemente del mundo. Un programa sorprendente incluso para los cubanos que trabajan en él.“Lo más importante es cómo se ha confiado en que un representante de Cuba, de la cultura cubana, pueda llegar a Venezuela a difundir la cultura venezolana”, destaca Alexis Seijo García, coordinador nacional de la misión, el 25 de abril de 2015, en declaraciones a la radio cubana. Sus palabras resaltan, involuntariamente, lo surrealista de la empresa que le tocó dirigir en Venezuela durante tres años. ¿Qué otro país contrataría a extranjeros para reforzar la identidad nacional?Este plan, que cualquier otro presidente habría considerado inaceptable y absurdo, rinde beneficios políticos al chavismo y ganancias económicas al castrismo. Se trata de un negocio sin igual. Bajo el manto de la cooperación cultural, la misión oculta un subsidio al gobierno cubano, que cobra por cabeza mucho más de lo que paga a los jornaleros que envía. Y, aunque se habla de un intercambio, no existe ninguna reciprocidad. ¿Venezolanos en la isla para reforzar las tradiciones cubanas? Ni hablar.El programa fue concebido como una calle de una sola vía para fortalecer al gobierno venezolano, el culto a Hugo Chávez y los vínculos con La Habana. “Nuestra labor tributa a la consolidación y continuidad del proceso revolucionario bolivariano y chavista”, sostuvo Javier Peña, representante de la Brigada de Instructores de Arte José Martí en el diario oficial Granma.[6] En 2015, el año en que Henry Barroso aprendió a tocar el cuatro, mil doscientos cubanos trabajaban en la Misión Cultura Corazón Adentro.***Muchos instructores recibieron un curso rápido y un diploma antes de viajar a Caracas. “A quienes íbamos a salir de misión nos preparaban en el Ministerio de Cultura en La Habana, con la participación de un asesor venezolano”, relata Nereida, una directora de teatro que pide proteger su identidad para evitar represalias por parte del castrismo, durante una entrevista en Caracas en 2016.“Yo estudié durante un mes Cultura Popular y Tradicional Venezolana, que es a lo que venía a trabajar. En el Ministerio me dieron un título, después de firmar el primer contrato, que me traje para acá”. Para ambos gobiernos, captar la esencia de la venezolanidad, las costumbres y manifestaciones artísticas decantadas durante siglos, era cuestión de días, algo tan fácil para un extranjero como enseñar ping-pong.La colaboradora afirma que no vio a ningún oficial de migración venezolano al entrar por las instalaciones de la rampa presidencial del aeropuerto internacional Simón Bolívar. Allí aterrizó el avión de Cubana de Aviación donde venía junto a decenas de compañeros de toda la isla. Los “jefes” de la misión los recibieron y los trasladaron en autobuses a la capital.“En la primera avanzada que llegó en 2010 éramos quinientos. Nos llevaron a todos en manada a la Biblioteca Nacional. Habilitaron el banco y el Ministerio de Cultura [venezolano] para firmar el otro contrato y darnos las tarjetas [bancarias]”, cuenta Nereida. Ubicada en el Foro Libertador en el centro de Caracas, la Biblioteca Nacional se había convertido en el centro de operaciones de los funcionarios cubanos enquistados en el sector cultural venezolano. Allí despacharon a sus anchas viceministros y ex viceministros de cultura isleños, como Ismael de la Caridad González y Julio Ballester, miembros de la directiva del Fondo Cultural del Alba, creado por Chávez y Fidel Castro en 2007 y que estuvo presidido durante años por el antillano José Pérez Socarrás.Al igual que la mayoría de sus camaradas, Nereida se apuntó al programa tentada por salarios impensables en la isla. En Santiago de Cuba ganaba 20.75 dólares como profesora en la Escuela de Arte y metodóloga de teatro y, por trabajar en Venezuela, el gobierno cubano le pagaba 280 dólares mensuales, catorce veces más. El sueldo era superior al de cualquier empleado del Ministerio de Cultura venezolano con la misma formación.Criados en la austeridad del comunismo, los trabajadores cubanos disfrutan en Venezuela de las mieles del capitalismo. Les encantan las chucherías y las bebidas gaseosas. Compran ropa y zapatos en los mercados populares. Con sus sueldos, muchos han dado rienda suelta a sueños materialistas imposibles de concretar en la isla. “A mí me alcanzaba y me sobraba dinero. Yo llevé a Cuba de todo: cocina, televisor, nevera. Mandábamos las cosas en contenedores desde Puerto Cabello”, recuerda Nereida.Ella se sentía afortunada de pertenecer a ese peculiar ejército de colaboradores, cooperantes, internacionalistas o misioneros. Así se refiere el gobierno cubano a los miles de trabajadores que negocia en bloque para que trabajen bajo sus órdenes en otros países, principalmente Venezuela, como si fuera una enorme agencia de empleos, el mayor headhunter de la región. Las extraordinarias ganancias obtenidas por reclutar y manejar al rebaño con mano de hierro convirtieron esta actividad, registrada por el Banco Central de Cuba como “exportación de servicios”, en la principal fuente de ingresos de la isla. Una ganancia millonaria con fachada de solidaridad y desprendimiento revolucionario.Nereida y otros “colaboradores” se alojaron, por cuenta del gobierno venezolano, en el apartotel Alba Caracas, el expropiado Anauco Hilton, en una zona céntrica donde están las instituciones culturales más emblemáticas de la capital: la Galería de Arte Nacional, el Museo de Bellas Artes, el de Arte Contemporáneo, el de Ciencias y el Complejo Cultural Teresa Carreño, enclavado en el parque Los Caobos. La “internacionalista”, como le gustaba denominarse, hizo un curso de quince días sobre teatro venezolano en una sala de conferencias del Teresa Carreño, antes de comenzar a trabajar.“Nos dio la bienvenida Aristóbulo Istúriz”, coordinador nacional del partido de gobierno en ese momento, luego vicepresidente (2016) y ministro de Comunas (2016–2018); Istúriz es una de las figuras que facilitó la penetración castrista como ministro de Educación, Cultura y Deporte (2001–2005) durante el gran desembarco de los miles de cubanos que arribaron al país entre 2003 y 2004 para trabajar en los nuevos programas sociales diseñados en La Habana. Los jefes cubanos asignaron a Nereida a un barrio cercano a Miraflores.Nos ubicaban por parroquias. Yo obtuve buenas puntuaciones y me mandaron al 23 de Enero, la más combativa. Cuando llegué allí nos presentaron a un profesor venezolano y a la gente en los consejos comunales. Éramos unos 35 o 36 de la Misión Cultura Corazón Adentro. Algunos se quedaron en casas de venezolanos y otros en la parroquia de deporte.Mientras trabajó en el 23 de Enero, bautizado así en memoria de la fecha del derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez (1951–1958), había al menos quinientos cubanos, “sumando los compañeros de las misiones de salud, deporte y agricultura, aunque los de agricultura no dormían allí”.Yo trabajaba con las escuelas. Hacíamos confección de muñecas, bordados, espectáculos con niños, círculos de abuelos, noches con los jóvenes, concursos de comida y de vinos caseros como se hacen en Cuba. En vacaciones, dábamos talleres de teatro. Y, también, se hacían los festivales con lo que más brilla en la parroquia y se daban becas para la Academia de Bellas Artes y para Unearte [Universidad Nacional de las Artes].Todo el trabajo cultural se guiaba por los principios revolucionarios. Todas las actividades, según Nereida, tenían “un mensaje didáctico y un mensaje político”. El trasfondo de la misión cultural era promover los estandartes del chavismo y fortalecer al gobierno. Para nadie en el 23 de Enero era un secreto la labor proselitista de los misioneros cubanos. “También hacíamos énfasis contra la violencia y el consumo de alcohol”, aclara la cubana.El coordinador de la Misión Cultura Corazón Adentro en 2012, el cubano Alejandro Gumá Ruiz, habló abiertamente del objetivo del programa en una entrevista con el impreso estatal Diario del Orinoco. “Vamos construyendo el hombre nuevo en la Revolución bolivariana para defender que no haya marcha atrás en este proceso”.[7] Más claro, imposible. El mismo fin orientaba otros programas como Semilleros de la Patria, creado con la misión de ganar el corazón de los niños más pequeños para la Revolución.***El micrófono luce grande y pesado en las manos de la niña venezolana que canta, disfrazada de abejita, mientras su fina figura se balancea con cierta torpeza. Las alas amarillas enmarcan el cabello negro recogido en dos largas trenzas. No ha de tener más de seis años. Pero ya le resulta familiar y entrañable el nombre de Fidel Castro.Su cándida voz rinde homenaje al anciano de barba que aparece en la foto, durante uno de los múltiples actos que se realizaron en todo Venezuela el 28 de enero de 2017 para conmemorar el 164° aniversario del natalicio de José Martí. La acompañan, dóciles y alegres, sus compañeras de la Colmenita Bolivariana, una red de teatro infantil formada por instructores cubanos a semejanza de la agrupación homónima antillana.Los miembros de las colmenitas aterrizaron en Caracas casi al mismo tiempo que los primeros médicos enviados por Fidel Castro a Venezuela. En octubre de 2000 el grupo de teatro infantil actuó en el país dos días antes de que el líder cubano viniera a Caracas para firmar el acuerdo clave que le permitiría obtener lo que esperaba del país desde hacía décadas: petróleo a manos llenas, petróleo barato y financiado en condiciones tan blandas como el algodón. Fue un momento decisivo e inolvidable para la isla.Más adelante se decidió replicar la iniciativa del gobierno castrista en Venezuela para garantizar la fidelidad política de los más pequeños, especialmente en las zonas de mayor pobreza. “La Colmenita Bolivariana comenzó con la Misión Cultura Corazón Adentro”, declararon en 2016 los cubanos Marloidis Bergolla y Kenny Ortigas, quienes tenían tres años al frente de la Coordinación Nacional de la red de teatro, al Granma.[8]El órgano oficial del Partido Comunista cubano informó que los coordinadores trabajaban en las comunidades más vulnerables con catorce instructores cubanos junto “a una tropa venezolana de profesores”. El lenguaje militar siempre presente como en la isla. El primer clon de la compañía de teatro infantil antillana cristalizó en 2009, con ochenta niños de Río Chico, una población costera del estado Miranda.“La filosofía del trabajo es igual a la de la Colmenita cubana, que es la madre de todas las colmenitas”, precisó uno de los coordinadores. Tan similar que ese año debutaron en el Teatro Teresa Carreño al frente de un cartel que exhortaba a mantener viva la llama de la Revolución. Tanto que, dos años después, la Colmenita Bolivariana de Barlovento realiza en Caracas un gran festejo para celebrar los 85 años del máximo líder de la Revolución cubana, bajo el nombre de “Un canto de amor a la FIDELidad”. Así, con Fidel en mayúsculas.En el evento, paradójicamente organizado por el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna) y el Ministerio de las Comunas, participan menores de edad de otros programas oficiales dirigidos por mentores cubanos, como los pioneros de los Semilleros de la Patria, organización infantil y juvenil de la Revolución bolivariana creada en 2005 para formar activistas del gobierno de Chávez, con recursos del Estado.Los pequeños cantan “feliz cumpleaños” alrededor de un gran pastel verde militar con la silueta de Fidel Castro sobre las banderas de Cuba y Venezuela. Al final del acto, realizado en el Teatro Tilingo del parque Arístides Rojas, entregan al embajador de la isla en Caracas, Rogelio Polanco, una tarjeta gigante hecha por ellos para el padre de la Revolución cubana.El diplomático “les habló del niño que nació en una región campesina del oriente de Cuba, Birán, y que creció para repartir el bien en el mundo”, según la reseña de Juventud Rebelde.[9] Como parte de los festejos, que se extendieron el fin de semana para celebrar la larga vida de Fidel, los cubanos del Circo del Sur se presentaron en el mismo parque caraqueño, ante niños de los Semilleros de la Patria y de campamentos vacacionales oficiales, uniformados de verde como si fueran reclutas miniatura.Cinco años después, los cubanos habían formado ya dieciocho Colmenitas Bolivarianas en nueve estados del país, con más de mil quinientos niños y adolescentes entre seis y diecisiete años. La agrupación del estado Carabobo representó a mediados de 2018 la obra El árbol que anda, en la que una hermosa princesa lucha contra el mal en un pueblo liderado por el “sabio Taita [padre] Nicolás”.[10] Pura casualidad que el líder llevara el nombre del presidente Maduro.***“Que un pueblo como el pueblo cubano llegue hasta Venezuela con expertos, especialistas en artes, y que vengan a aprender de nuestras tradiciones para luego seguirlas enseñando es una experiencia de interculturalidad extraordinaria”.[11] Al ministro de Cultura venezolano Freddy Ñáñez, crítico feroz de la influencia cultural estadounidense, le parecía fantástico que el gobierno venezolano pagara por la incursión antillana. El funcionario se mostró orgulloso de esta experiencia inédita “en el campo de lo internacional”, durante un programa con el presidente Maduro, al cumplirse el octavo aniversario de la Misión Cultura Corazón Adentro, en 2016.El joven funcionario, devoto de los hermanos Castro, celebraba el “intercambio” con fervor revolucionario: “Muchos pudieron haber pensado que si venían los activadores cubanos a Venezuela entonces la música venezolana se desplazaría… Todo lo contrario, lo decía hoy el vicepresidente [Jorge] Arreaza, muchos de los cubanos se fueron venezolanizados, o encantados de la música venezolana, y le pusieron también a la música venezolana el encanto del son cubano”.Entre el público repleto de burócratas, lo aplaudían sumamente complacidos el viceministro de Cultura de Cuba, Fernando Rojas, el nuevo jefe de la Misión Cultura Corazón Adentro, Alexis Triana, recién llegado de La Habana, y el poderoso embajador cubano en Caracas, Rogelio Polanco, un personaje omnipresente en los actos del gobierno venezolano. “Nosotros somos un ejército, el Ministerio más fuerte después del de Educación”, había dicho Ñáñez a Triana en una entrevista en enero de 2016, para enfatizar que no se trataba de un programa menor.[12]“Nosotros sólo podemos tener palabras de agradecimiento con el pueblo cubano, con cuanto han hecho sus mejores hijos al lado nuestro”, afirmaba el funcionario como si se tratara de un favor de la isla y no de un programa diseñado por el castrismo y pagado por Venezuela en dólares. “No hemos sabido honrar suficientemente esta experiencia, que es mutua”. Con mutua, Ñáñez no se refería a que hubiera instructores venezolanos en el área cultural en Cuba. De ninguna manera. “Hace pocos días visitaba una base de misión en Aragua y allí veía la capacidad de acción de nuestra unidad: los colaboradores cubanos y los animadores venezolanos. Es una fuerza impactante por toda nuestra geografía”.Un año después de que Ñáñez proclamara embelesado: “Es hora de andar más apretados que nunca”, Maduro lo reemplazó por Adán Chávez, hermano mayor del difunto presidente, probablemente para andar todavía más apretados. Fanático de Fidel desde joven —“fue uno de nuestros maestros. Nos formamos oyendo sus discursos, leyendo sus proclamas”—, Adán contaba con un grupo de escoltas de la isla, dirigidos por un comandante cubano. Sus cuidadores lo protegían con tal celo que hasta le llevaron el agua que bebió durante la conferencia de prensa que dio en marzo de 2017 en un hotel de Ciudad México.Embajador de Venezuela en la isla (2004–2006), un periodo muy fecundo en la exportación de servicios cubanos a Venezuela, y nuevamente a partir de marzo de 2019, Adán Chávez fue gobernador del estado Barinas, donde la misión cultural ha sido particularmente activa. En 2012 en la región natal de la familia Chávez se dieron “veintiséis mil talleres culturales con la ayuda de trescientos instructores de arte y especialistas de las Casas de Cultura de la isla”, de acuerdo con declaraciones de Ana María Oviedo, funcionaria del Ministerio de Cultura venezolano, en La Habana.[13]Ñáñez había acertado al decir que “muchos de los cubanos se fueron venezolanizando”, aunque no todos como él habría querido. Nereida fue una de ellas. Terminó oficialmente sus dos años de trabajo en la Misión Cultura Corazón Adentro con un acto en la Cota 880, un nightclub colonizado por los cubanos. Esa misma noche en el bar que coronaba el último piso del antiguo hotel Caracas Hilton, expropiado por Chávez en una emulación burocrática de la toma del Habana Hilton, la cubana decidió librarse de sus intermediarios y cambiar de vida.Volvió a La Habana para cobrar la parte de su salario que el gobierno cubano retenía en la cuenta para garantizar su regreso a la isla. Esperó un tiempo prudencial y, luego, con ese dinero y algo que había ahorrado, regresó a Venezuela. “Yo me vine como turista, para quedarme, pero callaíto porque si no, te ponen los ganchos”. Entonces se olvidó del teatro, tuvo un par de trabajos —cocinera, maestra de educación física— y se convirtió en una comerciante implacable.“Tú compras una blusita aquí a cuatro dólares y la puedes vender allá [en Cuba] a catorce dólares. ¿Recuerdas aquella braga [jumpsuit] de diez dólares que vimos juntas en el mercado del Cementerio? Allá la vendí en La Cuevita a cuarenta dólares”, le comenta a la amiga cubana —también excolaboradora— que la acompaña en el café del centro de Caracas donde conversamos y que, como ella, también sueña con iniciar su propio negocio de contrabando de ropa.La “exportación de servicios” había transformado a Nereida en una capitalista consumada. Y no sentía ni una pizca de culpa por la falta de solidaridad con su clientela. De alguna manera, hacía lo mismo que el gobierno cubano había hecho con ella, con su trabajo: pagarlo barato y venderlo mucho más caro. Había aprendido la lección. Simplemente obtenía ganancias, exprimía la plusvalía.
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[1] “Un nuevo encanto”, Radio Rebelde, Cuba, 11 de noviembre de 2015, http://www.radiorebelde.cu/noticia/un-nuevo-encanto-valle-encantado-20151102/.
[2] Arelys García Acosta, “Jóvenes cubanos en Venezuela, protagonistas de la Misión Cultura Corazón Adentro”, Radio Rebelde, Cuba, 1 de abril de 2015, http://www.radiorebelde.cu/noticia/jovenes-cubanos-venezuela-protagonistas-mision-cultura-corazon-adentro-audio-20150401/.
[3] “Chávez anuncia lanzamiento de la Misión Cultura”, Agencia Bolivariana de Noticias (ABN), 10 de julio de 2005, Aporrea.org, Caracas, http://www.aporrea.org/actualidad/n63010.html.
[4] Ministerio de Cultura, Memoria y Cuenta 2006.
[5] “Entrega de recursos para proyectos de transformación integral del hábitat”, Ministerio de Comunicación, Caracas, 7 de febrero de 2009, http://venezuela-us.org/es/wp-content/uploads/2009/06/07-feb-2009-financiamiento-de-proyectos-de-transformacion-sn.pdf.
[6] Laura Bécquer Paseiro, “Siete años sintiendo el corazón de Venezuela”, Granma, Cuba, 24 de abril de 2015, http://www.granma.cu/mundo/2015-04-24/siete-anos-sintien do-el-corazon-de-venezuela.
[7] Rafael Leyva Ricardo, “La misión socialista funciona en siete estados. En Venezuela se rescata la cultura a corazón abierto en las comunidades”, Correo del Orinoco, Caracas, 19 de agosto de 2012, http://www.correodelorinoco.gob.ve/venezuela-se-rescata-cultura-a-corazon-abierto-comunidades/.
[8] Amelia Duarte de la Rosa, “La Colmenita, corazón adentro”, Granma, Cuba, 2 de marzo de 2016, http://www.granma.cu/cultura/2016-03-02/la-colmenita-corazon-adentro-02-03-2016-22-03-24.
[9] Juana Carrasco Martín, “El tarjetón de cumpleaños para Fidel”, Juventud Rebelde, Caracas, 19 de agosto de 2011, http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2011-08-19/el-tarjeton-de-cumpleanos-para-fidel.
[10] Cautivado público infantil de Naguanagua por la Colmenita Bolivariana de Carabobo”, Noticiero52.com, Valencia, Venezuela, 24 de agosto de 2018, https://noticiero52.com/cautivado-publico-infantil-de-naguanagua-con-la-colmenita-bolivariana-de-carabobo/.
[11] Luigino Bracci Roa, “Misión Cultura Corazón Adentro evitó que muchas tradiciones venezolanas se perdieran en el olvido”, Albaciudad.org, Caracas, 26 de abril de 2016, http://albaciudad.org/2016/04/mision-cultura-corazon-adentro-evito-que-muchas-tradiciones-venezolanas-se-perdieran-en-el-olvido-video/.
[12] Alexis Triana, “El incendio que está adentro y nos alude”, Juventud Rebelde, Cuba, 27 de enero de 2016, http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2016-01-27/el-incendio-que-esta-adentro-y-nos-alude/
[13] “Charla sobre misiones culturales culmina la presencia de Venezuela en Feria del Libro habanera”, Ministerio de Relaciones Exteriores, Cuba, 26 de febrero de 2013, http://www.minrex.gob.cu/es/charla-sobre-misiones-culturales-culmina-la-presencia-de-venezuela-en-feria-del-libro-habanera.
Diego G. Maldonado (Venezuela)El autor no existe: es un nombre que representa a todos los periodistas perseguidos, acallados y maltratados por el régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. A la luz del acoso que los comunicadores sufren en Venezuela, los editores de esta obra decidieron mantener el anonimato del autor. Su seguridad y bienestar, igual que la de sus familiares, están en riesgo. Diego G. Maldonado representa, así, la libertad de pensamiento, expresión y prensa, la esencia y la valentía consustancial del oficio periodístico, y la certeza de que la información y la transparencia son imprescindibles en la construcción de sociedades abiertas y democráticas.[/read]