En el 2011, después de la Primavera Árabe, un levantamiento en Yemen –un país al sur de la península de Arabia, rodeado por el mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo, en el Medio Oriente–obligó al entonces presidente, Ali Abdullah Saleh, a entregar el poder al vicepresidente, Abd Rabbu Mansour Hadi.
Esta acción, que se suponía iba a traer estabilidad al país, se convirtió en una lucha de poder entre los simpatizantes de Saleh y los de Hadi.
Saleh, que había estado en el poder durante 30 años, se unió al movimiento rebelde de los hutíes, que está conformado por islamistas, para expulsar a Hadi de Saná, la capital de Yemen, de la cual se apoderaron en el 2014.
El día 25 de marzo del 2015 Arabia Saudita decidió que el gobierno de Hadi sería restaurado y echaría a los rebeldes de Saná, pues se cree que los hutíes son respaldados por el gobierno de Irán, país enemigo de la monarquía saudí, por lo que lanzó una primer campaña militar aérea. Después vinieron muchas más.
A Arabia Saudita se le unieron países como Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán y Senegal. También han recibido apoyo de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
En medio del caos, la rama local de Al Qaeda y algunos afiliados de ISIS aprovecharon para crecer su poder, ya que el control y la vigilancia que Estados Unidos normalmente ejerce sobre ellos, se había volteado a la crisis política.
Por si fuera poco, un movimiento independentista que no tuvo éxito durante la unificación de Yemen del Sur y del Norte de 1990, ha decidido resurgir y desafiar al presidente Abd Rabbu Mansour Hadi, reclamando que el poder del territorio del sur debe estar en manos de Aidarus al Zubaidi, el gobernador de Adén, la antigua capital de la región. Éste, a su vez, ha pedido a la ONU y la Unión Europea que lo ayuden a convertir esta ciudad en una “capital provisional”, amenazando con la destrucción de Saná.
El resultado de esta complicada guerra, en la que participan ideologías, poderes políticos nacionales e internacionales y las armas más letales, son más de 15 000 muertos, de los cuales 3527 son niños y se ha dicho que la cifra de heridos supera los 24 000. Además, Yemen vive la peor hambruna del mundo en cien años, en la que 13 millones de personas están en peligro de muerte por inanición.
La ONU y Amnistía Internacional han intentado intervenir para que los grupos de conflicto cesen los ataques, y se había alcanzado un acuerdo para detener los ataques a finales de noviembre. Sin embargo, con la intención de apoderarse de la mayor cantidad de territorio antes de que empiece el cese de fuego, estos grupos han provocado que las muertes de civiles aumenten 164%.
Se espera que después de que se concrete el cese al fuego, las naciones y poderes involucrados, con ayuda de la ONU, vuelvan a los congresos y pláticas en Suiza, con la esperanza de acabar con esta guerra, que pareciera no tener fin.
*Fotografía de portada e interiores vía Wikimedia Commons.
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